Si sus perros
hubieran respondido a su llamada, la reina no habría descubierto el vehículo de
la biblioteca móvil del ayuntamiento aparcado junto a las puertas de las
cocinas del palacio. Y no habría conocido a Norman, el joven pinche de cocina
que estaba leyendo un libro de Cecil Beaton. Pero ya que estaba allí, la reina
decide llevarse un libro.
Asesorada por
Norman, la reina leerá un libro tras otro, descuidando sus obligaciones y
desesperando a parte del gobierno (ese primer ministro que no conoce nada de la
literatura de su país y al que la reina no para de darle libros, semana tras
semana, para que los lea) y de su personal (especialmente sir Kevin, su
secretario, que intentará sabotear una y otra vez la nueva y perniciosa afición
real).
Esta novela de
Alan
Bennett es una obra corta, que se lee rápidamente, con un ritmo ágil y
con ese peculiar humor inglés. Y el autor se recrea en su homenaje a la pasión por la lectura, mediante el
personaje de la reina (a la que nunca se nombra y siempre es tratada con
respeto). A lo largo de la obra, la reina ira leyendo diferentes autores: Henry
James, las hermanas Brontë, E. M. Forster, Jane Austen, Shakespeare, Charles
Dickens (esa alocución leyendo el comienzo de Historia de dos
Ciudades), Marcel Proust (esa magdalena)… que le muestran otras vidas,
sentimientos y experiencias diferentes.
Veremos como
la lectura la va humanizando, haciendo que a veces se ponga en lugar de la otra
persona (lo que hasta entonces no ha hecho nunca). Veremos sus gustos, y cómo
comienza a escribir en cuadernos sus dudas sus reflexiones o pensamientos:
Lo que asimismo estaba
descubriendo era que un libro llevaba a otro, nuevas puertas se abrían
dondequiera que mirase y los días no eran lo bastantes largos para leer todo lo
que ella quería
.
No pones la vida en los libros.
La encuentras en ellos.
Considero la literatura (...)
como un vasto país hacia las fronteras del cual viajo, pero a las que nunca
llegaré. Y he empezado demasiado tarde. Nunca me podré poner al día.
Leer era, entre otras cosas, un
músculo que ella, al parecer, había desarrollado
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