Cuando Merlín
vio a Nyneve, la doncella que sir Pellinore había traído a la corte, supo quese
encontraba con su destino, pues en su pecho de anciano el corazón brincó como
el corazón de un mozo y su deseo se impuso a la edad y la sabiduría. Merlín
deseó a Nyneve más que a la vida, tal como lo había previsto, y la acosó sin
darle reposo. Y Nyneve, usando de sus poderes sobre este Merlín imbecilizado
por la vejez, ofreció su compañía a cambio de las artes del mago, pues era una
de las doncellas de la Dama del Lago y gustaba de los prodigios.
Merlín no ignoraba la verdad de los hechos y
conocía la fatídica culminación, pero su corazón enloquecía por la Doncella del
Lago y nada podía hacer por evitarlo.
Fue al rey Arturo y le manifestó que era
llegada la hora que una vez había predicho, pues su fin no estaba muy lejos. Le
habló al rey sobre cosas futuras y le dio instrucciones sobre cómoafrontar el
porvenir. Y ante todo le advirtió que cuidara con afán de la espada Excalibur y
más aún de la vaina de la espada.
—Te la sustraerá alguien en quien confías
—dijo Merlín—. Tienes enemigos que no conoces. —Y sentenció—: me echarás de
menos. Vendrá el tiempo cuando querrás dar tu reino por tenerme contigo.
—Esto
es incomprensible —dijo el rey—. Eres el hombre más sabio de este mundo y sabes
lo que está por ocurrirte. ¿Por qué no elaboras un plan para ponerte a salvo?
—Porque soy sabio —respondió Merlín con
serenidad—. En la lid entre la sabiduría y los sentimientos, la sabiduría nunca
triunfa. Te he predicho el futuro con certeza, mi señor, pero no por saberlo
podrás cambiarlo siquiera en el grosor de un cabello. Cuando llegue la hora, tus
sentimientos te precipitarán a tu destino. —Y Merlín se despidió del rey que él
mismo había creado.
Se
alejó de la corte en compañía de Nyneve, y adondequiera que ella iba, él la
seguía. Sabiendo el poder que ejercía sobre el anciano, la doncella rehusaba
concederle sus favores, y Merlín, devorado por la ansiedad, invocaba sus artes
mágicas para vencer esa resistencia. Pero Nyneve sabia que él apelaría a sus
artes secretas y le dijo que si deseaba poseerla debía jurar que no utilizaría
la nigromancia con esos fines. Y Merlín, con su vejez consumida por el deseo,
hizo ese juramento y selló su destino.
La mal avenida
pareja iba incesantemente de un lado a otro. Cruzaron a Francia y llegaron a
Benwick, donde reinaba Ban y aún proseguía la guerra contra el rey Claudas.
La esposa del rey Ban era la reina Elaine, una
dama bella y discreta, quien le suplicó a Merlín que los ayudara a terminar la
guerra. Y mientras hablaban, entró el joven hijo de Elaine y Merlín lo miró
atentamente.
—No te preocupes —dijo Merlín—. Este muchacho
derrotará a Claudas dentro de veinte años y, lo que es más, tu hijo está
destinado a ser el caballero más grande del mundo, y su fama y su memoria
endulzarán y confortarán a los siglos venideros. Sé que primero lo llamaste
Galahad, pero al bautizarlo lo llamaste Lanzarote.
—Sí, es verdad —dijo la reina Elaine—. Primero
lo llamé Galahad. Pero dime, Merlín, ¿viviré para ser testigo de esa grandeza?
—Te aseguro que si, y aún después vivirás
muchos años.
Nyneve,
incitada por el tedio y el desasosiego, abandonó la corte de Ban perseguida por
Merlín, quien le imploraba que yaciera con él y aplacara su deseo, pero ella
estaba harta de su compañía y cansada de tolerar a un viejo. Además Merlín la
intimidaba, pues tenía fama de ser hijo del Diablo. Pero no podía librarse de
él, pues Merlín, con súplicas y gemidos, la seguía adondequiera que fuese.
Entonces
Nyneve, con la innata astucia de las doncellas, empezó a interrogar a Merlín
acerca de sus artes mágicas, insinuándole que le daría sus favores a cambio del
conocimiento. Y Merlín, con la innata desazón de los hombres, no pudo evitar
iniciarla en sus arcanos a pesar de que preveía sus intenciones. Y cuando
regresaron a Inglaterra y cabalgaron lentamente por la costa rumbo a
Cornualles, Merlín le mostró innúmeras maravillas, y cuando le pareció que al
fin despertaba el interés de Nyneve, le reveló cómo obrar prodigios y puso en
sus manos los instrumentos para el sortilegio, le suministró los antídotos
mágicos contra la magia, y por último, en su ñoñez, le enseñó los hechizos que
no pueden quebrarse por ningún medio. Y como ella batía las palmas con juvenil
alegría, el anciano, para complacerla, creó un aposento colmado de increíbles
maravillas bajo un enorme peñasco, y con sus artes lo proveyó de comodidades,
riquezas y hermosuras, para hacer de ese lugar el magnífico recinto que
presenciara la consumación de su amor. Y los dos se internaron por un pasaje en
la roca y entraron al cuarto de las maravillas, revestido de oro e iluminado
por muchas velas. Merlín se adelantó para mostrárselo a su amada, pero Nyneve
retrocedió y obró el espantoso encantamiento que no puede quebrarse por ningún
medio, y el pasaje se cerró y Merlín quedó atrapado para siempre, clamando a
través de la roca por su liberación, con voz apenas perceptible. Y Nyneve montó
a caballo y se alejó. Y Merlín sigue encerrado allí hasta el día de hoy, pues
todo se cumplió tal como él lo había previsto.
John Steinbeck, Los Hechos del
Rey Arturo y sus Nobles Caballeros
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