«El mejor
regalo que me han hecho en toda mi vida fue un manojo de perejil».
Esta frase
siempre le ha llamado la atención a Nico, cuyo abuelo la repetía una y otra vez
como una sentencia. Era difícil imaginar que tras ella se escondía una historia
llena de aventuras y peligros que se remontaba a 1936, cuando las calles de
Madrid bullían ante la efervescencia de la Guerra Civil.
Unos dediles
de caña, viejas postales de cine, un
león en el parque de El Retiro y dos libros de Juan Ramón Jiménez constituyen
las piezas del puzzle que Nico tendrá que resolver.
El título de
la novela de Marcos Calveiro es engañoso, al hacer referencia al último
verso que escribió Antonio Machado: "Estos días azules, y este sol de la
infancia". De todas maneras, al final del libro encontramos la
explicación.
El libro nos
presenta dos historias intercaladas
.
La primera la
relata Nico, un joven de unos quince años, que ante la enfermedad de su abuelo
y el desconocimiento de las raíces familiares, quiere averiguar qué significa
esa frase sobre el perejil, que su abuelo repite constantemente, y cuál fue su
vida antes de la boda con la abuela, historia que desconoce toda la familia,
excepto el hecho de que en su infancia acompañó a segadores gallegos a tierras
de Castilla. Su búsqueda comienza con un poema de Rosalía de Castro:
Castellanos de
Castilla,
tratade ben ós
galegos;
cando van, van como
rosas;
cando vén, vén como
negros.
A partir de
aquí encontramos una vieja fotografía en internet, una caja de hojalata donde
el abuelo guardaba sus recuerdos, y la relación que Nico empieza a establecer
por internet con Gala, una joven gallega un poco mayor que él.
En la segunda
historia, Marcos Calveiro nos presenta al abuelo Nicasio: cómo abandona a
su familia para huir a Madrid, poco antes de comenzar la guerra civil, donde
conocerá al director de cine Armand Guerra o a la Venus Rubia, Marlene
Grey, con los que participará en el rodaje de la película Carne
de Fieras (al final podréis ver esta película rodada en 1936), o a Juan
Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, donde encuentra a
Matilde, de la que se va a enamorar. Y será en casa de Juan Ramón, junto con los
huérfanos, donde asiste a la lectura de Platero y Yo.
Las
dos historias están bien narradas y dan fluidez al libro; vemos cómo se
reivindica el amor a la cultura a través de las figuras de Armand Guerra y Juan
Ramón Jiménez, la fascinación que ejerce Madrid sobre ese joven que no
quiere ser un campesino a sueldo como su padre y el resto de segadores, que
cree que la vida es algo más.
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