Es
la primera entrega de una serie de novela negra protagonizada por Arturo
Andrade, miembro del servicio de inteligencia del ejército español.
Madrid
1939.
El joven
teniente Arturo Andrade, perteneciente a la Sección de Información de Alto
Estado Mayor franquista, recibe un encargo del Alto Estado Mayor: encontrar una
obra de arte perteneciente al Museo del Prado que ha sido extraviada
misteriosamente durante la República, cuando se trasladaron los fondos del
museo para protegerlos de los bombardeos. Se trata de El arte de matar
dragones, una enigmática tabla anónima del siglo XIV, que llama la atención por
diversos motivos, cuya recuperación es exigida por el mismo Serrano Suñer.
¿Qué se
esconde tras esta desaparición? Arturo no sabe que la búsqueda del cuadro lo
llevará a destapar el tráfico de obras de arte y de armas durante los años más
duros de la reciente historia de España, pero también, en el camino, a
descubrirse a sí mismo.
Un pasado
turbio y políticamente secreto hace de Andrade una presa fácil de las pasiones
humanas y del amor irrefrenable hacia lo ideal. La obsesión por el cuadro
crecerá en el teniente junto al dolor por la mujer amada y por el antiguo
código de honor perdido, ambos sueños inalcanzables.
Arturo, que no
está muy de acuerdo con el ideario de los vencedores (lo suyo ha sido cuestión
de supervivencia, como podremos ver en la novela, hecho que tratará de ocultar
en su subconsciente, pero que aflora en las pesadillas que le persiguen) tras
contemplar una reproducción de la tabla se cree el último heredero de los
caballeros andantes (¿os suena esta idea de algo?), y mediante este proceso
intenta redimirse de su pasado.
Cual nuevo
Quijote buscará un escudero, por lo que se fijará en Vicente, o Vladimiro (su
verdadero nombre que ha de ocultar en esa España de posguerra), el limpiabotas
lisiado; la joven alemana Anna será su dama, esa prostituta cuya virginidad van
a subastar, y él quiere rescatar. Como enemigos tendremos al teniente Mario
García, que trabajó como espía infiltrado en el bando republicano; o el marqués
Publio Medina, cual Mefistófeles, nos incita con cualquier vicio, no importa lo
depravado que sea; o al capitán falangista Román Duarte (acompañado por su
esbirro el Gonococo), nuevo delegado de Orden Público en Madrid, que encarnará
la figura del gigante, mejor dicho del dragón.
Otros
personajes que vamos a encontrar a lo largo de la novela de Ignacio del Valle: Margot, la dueña de ese
exclusivo burdel, que intenta proteger a Arturo de su inocencia y advertirle de
lo que es la vida; Doña Rosa, la dueña de la pensión, que actúa como la figura
materna; Greta, la actriz soñada y adorada por Vicente para escapar de esa
realidad sórdida que nos rodea; Greta, la omnipresente y oculta espía en
Cataluña, cuya presencia en la novela se oculta con cadáveres que jalonan la
búsqueda de la tabla, primero, y de la verdad, después.
Una excelente
novela negra, en los meses posteriores a la guerra, que nos trae una mísera y
sórdida realidad.
XXII
PREMIO DE NOVELA FELIPE TRIGO
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