Enhiesto surtidor de
sombra y sueño
que acongojas el
cielo con tu lanza.
Chorro que a las
estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo
en loco empeño.
Mástil de soledad,
prodigio isleño,
flecha de fe, saeta
de esperanza.
Hoy llego a ti,
riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi
alma sin dueño.
Cuando te vi señero,
dulce, firme,
qué ansiedades sentí
de diluirme
y ascender como tú,
vuelto en cristales,
como tú, negra torre
de arduos filos,
ejemplo de delirios
verticales,
mudo ciprés en el
fervor de Silos.
Gerardo Diego
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