De Clovis Fossey a
Juliet
4 de marzo de 1946
Estimada
señorita:
Al principio,
yo no quería ir a ninguna reunión literaria. Tengo mucho trabajo en la granja,
y no quería perder el tiempo leyendo sobre gente que nunca existió, haciendo cosas
que nunca hicieron.
Luego, en 1942
empecé a cortejar a la viuda de Hubert. Cuando salíamos a pasear, ella caminaba
con paso firme unos palmos por delante de mí y nunca me dejaba que la cogiera
del brazo. A Ralph Murchey sí le dejaba cogerla del brazo, por eso supe que
algo fallaba en mi manera de declararme.
Ralph
fanfarronea mucho cuando bebe. Le dijo a todos los de la taberna: «A las
mujeres les gusta la poesía. Una palabra dulce al oído y se derriten». Esa no
es manera de hablar de una dama, y entonces supe que él no quería a la viuda de
Hubert por ella misma, como hacía yo. Él sólo quería su tierra de pastura para
sus vacas. Así que pensé: «Si son poemas lo que quiere la viuda de Hubert, ya
le encontraré unos».
Fui a ver al
señor Fox a su librería y le pedí poemas de amor. Por esa época no tenía muchos
libros (la gente los compraba para quemarlos, y cuando finalmente se dio
cuenta, cerró la tienda para siempre), así que me dio algunos de un tal Catulo.
Era romano. ¿Usted sabe el tipo de cosas que decía en los versos? Yo no podría
decirle aquellas palabras a una buena dama.
Él iba detrás
de una mujer, Lesbia, que lo rechazó después de haberse acostado con él. No me
sorprende que lo hiciera, a él no le gustaba que ella acariciara el pequeño
gorrión aterciopelado que tenía. Estaba celoso de un gorrión de nada. Se fue a
casa y se puso a escribir sobre su angustia al verla a ella estrechar al
pajarillo contra su pecho. Se lo tomó muy mal, y después de eso nunca más le
gustaron las mujeres y se dedicó a escribir poemas mezquinos sobre ellas.
También fue un
auténtico sinvergüenza. ¿Quiere ver un poema que escribió cuando una mujer
perdida le cobró por sus favores? Pobre chica. Se lo copio para usted.
Ameana, joven bien
follada,
me ha pedido diez de
los grandes,
esa joven de nariz
repulsiva,
la querida del
manirroto de Formias.
¡Parientes que estáis
a su cuidado,
convocad a médicos y
amigos!
La muchacha no está
bien de la cabeza
ni pregunta a su
espejo qué cara tiene.
¿Eso son
muestras de amor? Le dije a mi amigo Eben que nunca había visto algo tan
rencoroso. Él me dijo que lo que pasaba era que no había elegido bien los
poemas. Me llevó a su casa y me dejó un pequeño libro suyo. Era la poesía de
Wilfred Owen. Fue capitán durante la Primera Guerra Mundial, sabía cómo eran
las cosas y las llamó por su nombre. Yo también estuve allí, en Paschendale, y
conocí lo mismo que él conoció, pero nunca supe ponerlo por escrito.
Bueno, pensé
que después de todo debía de haber algo en la poesía. Empecé a ir a las
reuniones, y estoy contento de haberlo hecho, si no, ¿cómo habría llegado a
leer las obras de William Wordsworth? Habría seguido siendo un desconocido para
mí. Me aprendía muchos poemas suyos de memoria.
Al final me
gané el corazón de la viuda de Hubert, mi Nancy. Una tarde la llevé a pasear
por los acantilados y le dije: «Mira eso, Nancy. La dulzura del cielo está en
el mar. ¡Escucha! El ser poderoso está despierto». Me dejó que la besara. Ahora
es mi mujer.
Sinceramente,
CLOVIS FOSSEY
P.D. La señora
Maugery me dejó un libro la semana pasada. Es una antología de poesía que se
titula The Oxford Book of Modern Verse, 1892-1935. Dejaron que un hombre
llamado Yeats hiciera la selección. No debieron hacerlo. ¿Quién es, y qué sabe
él de poesía?
Busqué por
todo el libro algún poema de Wilfred Owen o de Siegfried Sassoon. No encontré
ni uno, ni uno. ¿Y sabe por qué? Porque este tal señor Yeats dijo:
«Deliberadamente he decidido no incluir ningún poema de la Primera Guerra
Mundial. Les tengo aversión. El sufrimiento pasivo no es tema para la poesía».
¿Sufrimiento
pasivo? ¡Sufrimiento pasivo! Quise fundirme. ¿Qué es lo que le pasa al hombre?
El capitán Owen escribió un verso: «¿Qué fúnebres tañidos se ofrendan para
estos que mueren como reses? Sólo la ira monstruosa de los cañones». ¿Qué hay
de pasivo en esto?, me gustaría saber. Así es exactamente como murieron. Lo vi
con mis propios ojos, y al diablo con el señor Yeats.
Suyo
sinceramente,
CLOVIS FOSSEY
Mary Ann Shaffer y Annie Barrows,
No hay comentarios:
Publicar un comentario