Enero de 1946: Londres emerge de las sombras de la segunda guerra
mundial.
La escritora Juliet Ashton
está buscando el argumento para su próximo libro. ¿Quién podría imaginarse que
lo encontraría en la carta de un desconocido, un nativo de la isla de Guernsey,
a cuyas manos ha llegado un libro de Charles Lamb que perteneció a
Juliet?
A medida que Juliet y el desconocido intercambian cartas, ella se
queda atrapada en un mundo maravillosamente excéntrico. La sociedad literaria y
el pastel de piel de patata de Guernsey -nacida como una coartada espontánea
cuando sus miembros fueron descubiertos rompiendo el toque de queda de los
alemanes- contiene una galería de personajes profundamente humanos, divertidos,
encantadores, amantes de la literatura, que sobrellevaron la ocupación nazi
organizando reuniones de lectura sobre novelas clásicas, siempre alrededor de
un pastel de piel de patata.
Juliet empieza una importante correspondencia con los miembros de
la sociedad, pequeñas joyas que hablan de libros y del placer de la lectura, de
la amistad, de la vida cotidiana y del impacto que la ocupación alemana ha
tenido en sus vidas. Muchas de ellas nos hablan de Elizabeth, tal vez junto con
Juliet el personaje central de la novela, pero que no va a aparecer en ella. Cautivada
por sus historias, decide visitarles, y lo que encuentra le cambiará para
siempre su vida.
Esta novela de Mary Ann Shaffer, en la que también
colabora su sobrina Annie Barrows, es una historia fresca, amena, que carta tras
carta te va atrapando, quieres saber las peripecias de los isleños durante la
ocupación, algunas emocionantes, otras tristes, las relaciones de Juliet (me
encanta esa referencia al final del libro a los personajes de Agatha Christie y
Jane Austen: Darcy, Elizzabeth Bennet, la metomentodo señorita Marple). Estamos
ante una historia coral, formada por las cartas que se entrecruzan los numerosos
personajes (Juliet, Dawsey, Isola…). A partir de lo que se cuenta en ellas, de
los distintos puntos de vista, construimos el relato, esa historia que nos
atrae dando forma a la novela más allá de los esbozos que nos ofrecen las
cartas. Encontamos amor, amistad, pasión por los libros (Charles Lamb, Jane Austen, Oscar
Wilde, las hermanas Brönte, Agatha Christie), humor... El lenguaje
coloquial favorece la espontaneidad de las cartas.
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