miércoles, 30 de noviembre de 2016

LA EMPERATRIZ DEL MUNDO SE CONFIESA


Aldonza siempre tuvo la corazonada de que ese viejo hidalgo -medio perturbado, dicen, por la lectura de maravillas, cosa que ella no llegaría a hacer nunca, y que la mirara a escondidas, con ojos de león hambriento, no más de cuatro veces, según recuerda- la haría famosa, le daría un nombre músico y peregrino y significativo y la convertiría en Señora y Soberana no ya de El Toboso, sino de las naciones, y tal vez del cosmos mismo. Pero -y aunque le doliera el sólo pensarlo-, sabía con igual certeza que no amaría al hombre por eso. El único consuelo del que, de tanto en tanto, echaba mano era creer que por la misma razón su loco enamorado sería tristemente famoso en los siglos venideros, más que todos los caballeros andantes juntos.

Luis Correa-Díaz

martes, 29 de noviembre de 2016

FINIS MUNDI

   
                   Enviado por Miguel:

                Laura Gallego nos ofrece una novela juvenil a medio camino entre la novela de aventuras (el viaje por parte de la Europa medieval, las distintas peripecias…) y la fantasía (los druidas, las meigas, la profecía y su cumplimiento…)

Francia, año 997

Al juglar Mattius le pide ayuda un joven monje, Michel d'Evreux, que posee unos pergaminos en los que se predice el fin del mundo en el año 1000. Según la profecía sólo hay una manera de salvar a la Humanidad: invocar al Espíritu del Tiempo. Pero para que éste aparezca y decida si el ser humano es digno de habitar mil años más sobre la Tierra, alguien tiene que encontrar los tres Ejes Mágicos sobre los que se sustenta la Rueda del Tiempo, y unirlos. Su viaje les lleva primero a Aquisgrán, después a Finisterre y, por último, a Stonehege.

Laura Gallego con un ritmo ágil y  vivo plantea el problema de la esencia del Hombre, a través del tópico del milenarismo: cada mil años un hombre (Michel) tiene que sacrificarse para que la Humanidad siga adelante y no se produzca el Apocalipsis. Nos ofrece una visión muy completa de la Edad Media. Pero, lo mejor de la novela son los personajes:

Michel es un joven monje que ha logrado huir de su monasterio tras ser arrasado. Consigo lleva el manuscrito de la profecía. En un mundo hostil, necesita ayuda para sobrevivir y para evitar que se cumpla la profecía. A lo largo de la novela irá madurando física y psicológicamente en un recorrido iniciático que le hará cada vez más fuerte, hasta que es capaz de sacrificar su propia vida por la Humanidad.

Mattius es un juglar escéptico y pesimista, aunque en realidad es un hombre noble y solidario. Desprecia la nobleza de la sangre y se siente hermanado con el pueblo. Viaja con su perro lobo y no quiere compañeros, pero a lo largo de la novela encontrará la verdadera amistad y el amor.

Lucía, una joven independiente que quiere cambiar su destino, pero encuentra obstáculos para ser juglaresa hasta que encuentra la colaboración de Mattius, de quien se enamora. Está relacionada con el mundo de la magia.

PREMIO BARCO DE VAPOR
PREMIO CERVANTES CHICO 2011

lunes, 28 de noviembre de 2016

TRISTÁN E ISEO


Querido Jorge:

No puedo estar sin ti. Me muero.

No creas que exagero. Es como la historia de la madreselva que nos contó la Perales. Seguro que no te  enteraste bien. En ese momento estabas dibujando. Dibujándome. Fue la primera vez que me dibujaste como una reina, con corona y todo, como la protagonista de la historia.

Y la historia era esta:

El caballero Tristán y la bella Iseo estaban locamente enamorados. Pero lseo había tenido que casarse con el rey, que era además el tío de Tristán. Cuando el rey se enteró de que su mujer y su sobrino Tristán se veían en secreto, lo expulsó del reino.

Un año entero estuvo Tristán viviendo en el bosque, huido. Veía una flor y le recordaba a Iseo. Llovía y la lluvia le recordaba a Iseo. Sé lo que es eso.

Hasta que un buen día, Tristán se enteró de que pronto pasarían por el bosque el rey y su comitiva. «El rey y su comitiva». Así le dijo un campesino. Y Tristán tradujo: «El rey y la reina. Iseo...».

Entonces Tristán cogió una rama de avellano y talló con su cuchillo este mensaje para su amada: «Iseo, tú y yo somos como la madreselva que se enrosca en el avellano. Juntos pueden vivir largos años, mas si alguien pretende separarlos, muere el avellano enseguida y la madreselva también. Igual es nuestro destino: ni vos sin mí, ni yo sin vos».

Ni vos sin mí, ni yo sin vos.

Begoña Oro, Pomelo y Limón

PREMIO GRAN ANGULAR 2011

domingo, 27 de noviembre de 2016

PETER PAN

La señora Darling supo por primera vez de Peter cuando estaba ordenando la imaginación de sus hijos. Cada noche, toda buena madre tiene por costumbre, después de que sus niños se hayan dormido, rebuscar en la imaginación de éstos y ordenar las cosas para la mañana siguiente, volviendo a meter en sus lugares correspondientes las numerosas cosas que se han salido durante el día. Si pudierais quedaros despiertos (pero claro que no podéis) veríais cómo vuestra propia madre hace esto y os resultaría muy interesante observarla. Es muy parecido a poner en orden unos cajones. Supongo que la veríais de rodillas, repasando divertida algunos de vuestros contenidos, preguntándose de dónde habíais sacado tal cosa, descubriendo cosas tiernas y no tan tiernas, acariciando esto con la mejilla como si fuera tan suave como un gatito y apartando rápidamente esto otro de su vista. Cuando os despertáis por la mañana, las travesuras y los enfados con que os fuisteis a la cama han quedado recogidos y colocados en el fondo de vuestra mente y encima, bien aireados, están extendidos vuestros pensamientos más bonitos, preparados para que os los pongáis (...)
A veces, en el transcurso de sus viajes por las mentes de sus hijos, la señora Darling encontraba cosas que no conseguía entender y de éstas la más desconcertante era la palabra Peter. No conocía a ningún Peter y, sin embargo, en las mentes de John y Michael aparecía aquí y allá, mientras que la de Wendy empezaba a estar invadida por todas partes de él. El nombre destacaba en letras mayores que las de cualquier otra palabra y mientras la señora Darling lo contemplaba le daba la impresión de que tenía un aire curiosamente descarado.
—Sí, es bastante descarado —admitió Wendy a regañadientes. Su madre le había estado preguntando.
—¿Pero quién es, mi vida?
—Es Peter Pan, mamá, ¿no lo sabes?
Al principio la señora Darling no lo sabía, pero después de hacer memoria y recordar su infancia se acordó de un tal Peter Pan que se decía que vivía con las hadas. Se contaban historias extrañas sobre él, como que cuando los niños morían él los acompañaba parte del camino para que no tuvieran miedo. En aquel entonces ella creía en él, pero ahora que era una mujer casada y llena de sentido común dudaba seriamente que tal persona existiera.
—Además —le dijo a Wendy—, ahora ya sería mayor.
—Oh no, no ha crecido —le aseguró Wendy muy convencida—, es de mi tamaño.
Quería decir que era de su tamaño tanto de cuerpo como de mente; no sabía cómo lo sabía, simplemente lo sabía.
La señora Darling pidió consejo al señor Darling, pero éste sonrió sin darle importancia.
—Fíjate en lo que te digo —dijo—, es una tontería que Nana les ha metido en la cabeza; es justo el tipo de cosa que se le ocurriría a un perro. Olvídate de ello y ya verás cómo se pasa.
Pero no se pasaba y no tardó el molesto niño en darle un buen susto a la señora Darling.
Los niños corren las aventuras más raras sin inmutarse. Por ejemplo, puede que se acuerden de comentar, una semana después de que haya ocurrido la cosa, que cuando estuvieron en el bosque se encontraron con su difunto padre y jugaron con él. De esta forma tan despreocupada fue como una mañana Wendy reveló un hecho inquietante. Aparecieron unas cuantas hojas de árbol en el suelo del cuarto de los niños, hojas que ciertamente no habían estado allí cuando los niños se fueron a la cama y la señora Darling se estaba preguntando de dónde habrían salido cuando Wendy dijo con una sonrisa indulgente:
—¡Seguro que ha sido ese Peter otra vez!
—¿Qué quieres decir, Wendy?
—Está muy mal que no barra —dijo Wendy, suspirando. Era una niña muy pulcra.
Explicó con mucha claridad que le parecía que a veces Peter se metía en el cuarto de los niños por la noche y se sentaba a los pies de su cama y tocaba la flauta para ella. Por desgracia nunca se despertaba, así que no sabía cómo lo sabía, simplemente lo sabía.
—Pero qué bobadas dices, preciosa. Nadie puede entrar en la casa sin llamar.
—Creo que entra por la ventana —dijo ella.
—Pero, mi amor, hay tres pisos de altura.
—¿No estaban las hojas al pie de la ventana, mamá?
Era cierto, las hojas habían aparecido muy cerca de la ventana.
La señora Darling no sabía qué pensar, pues a Wendy todo aquello le parecía tan normal que no se podía desechar diciendo que lo había soñado.
—Hija mía —exclamó la madre—, ¿por qué no me has contado esto antes?
—Se me olvidó —dijo Wendy sin darle importancia. Tenía prisa por desayunar.
Bueno, seguro que lo había soñado.
Pero, por otra parte, allí estaban las hojas. La señora Darling las examinó atentamente: eran hojas secas, pero estaba segura de que no eran de ningún árbol propio de Inglaterra. Gateó por el suelo, escudriñándolo a la luz de una vela en busca de huellas de algún pie extraño. Metió el atizador por la chimenea y golpeó las paredes. Dejó caer una cinta métrica desde la ventana hasta la acera y era una caída en picado de treinta pies, sin ni siquiera un canalón al que agarrarse para trepar.
Desde luego, Wendy lo había soñado.
Pero Wendy no lo había soñado, según se demostró a la noche siguiente, la noche en que se puede decir que empezaron las extraordinarias aventuras de estos niños.
La noche de la que hablamos, todos los niños se encontraban una vez más acostados. Daba la casualidad de que era la tarde libre de Nana y la señora Darling los bañó y cantó para ellos hasta que uno por uno le fueron soltando la mano y se deslizaron en el país de los sueños.
Tenían todos un aire tan seguro y apacible que se sonrió por sus temores y se sentó tranquilamente a coser junto al fuego.
Era una prenda para Michael, que en el día de su cumpleaños iba a empezar a usar camisas. Sin embargo, el fuego daba calor y el cuarto de los niños estaba apenas iluminado por tres lamparillas de noche y al poco rato la labor quedó en el regazo de la señora Darling. Luego ésta empezó a dar cabezadas con gran delicadeza. Estaba dormida. Miradlos a los cuatro, Wendy y Michael allí, John aquí y la señora Darling junto al fuego. Debería haber habido una cuarta lamparilla.
Mientras dormía tuvo un sueño. Soñó que el País de Nunca Jamás estaba demasiado cerca y que un extraño chiquillo había conseguido salir de él. No le daba miedo, pues tenía la impresión de haberlo visto ya en las caras de muchas mujeres que no tienen hijos. Quizás también se encuentre en las caras de algunas madres. Pero en su sueño había rasgado el velo que oscurece el País de Nunca Jamás y vio que Wendy, John y Michael atisbaban por el hueco.
El sueño de por sí no habría tenido importancia alguna, pero mientras soñaba, la ventana del cuarto de los niños se abrió de golpe y un chiquillo se posó en el suelo. Iba acompañado de una curiosa luz, no más grande que un puño, que revoloteaba por la habitación como un ser vivo y creo que debió de ser esta luz lo que despertó a la señora Darling.



Se sobresaltó soltando un grito y vio al chiquillo y de alguna manera supo al instante que se trataba de Peter Pan. Si vosotros o Wendy o yo hubiéramos estado allí nos habríamos dado cuenta de que se parecía mucho al beso de la señora Darling. Era un niño encantador, vestido con hojas secas y los jugos que segregan los árboles, pero la cosa más deliciosa que tenía era que conservaba todos sus dientes de leche. Cuando se dio cuenta de que era una adulta, rechinó las pequeñas perlas mostrándolas.
James Barrie, Peter Pan

viernes, 25 de noviembre de 2016

REDACCIÓN


¿Qué hice el domingo?

El domingo fue un día en que hizo mucho sol y fui a pasear con papá y mamá. Mamá llevaba un vestido beige con una rebeca de color blanco hueso, y papá un pulóver azul Raf y unos pantalones grises y una camisa blanca, abierta. Yo llevaba un jersey de cuello cerrado, azul como el pulóver de papá pero más claro, y una chaqueta marrón y unos pantalones también marrones, un poco más claros que la chaqueta, y unas wambas rojas. Mamá llevaba unos zapatos claros y papá unos negros. Por la mañana paseamos y a media mañana fuimos a desayunar a las Balmoral. Pedimos un suizo y una ensaimada rellena, y yo pedí cruasanes. Luego fuimos a ver las flores, y las había rojas y amarillas y blancas y rosas, e incluso azules, que papá dijo que eran teñidas, y plantas verdes y violetas, y pájaros grandes y pequeños, y papá compró el periódico en un quiosco. También fuimos a mirar escaparates, y, una vez que llevábamos mucho rato delante de un escaparate con jerseys, papá le dijo a mamá que se diera prisa. Y luego, en una plaza, nos sentamos en un banco verde, y había una señora mayor con el pelo blanco y las mejillas muy rojas, como tomates, que daba pan a las palomas, y me recordaba a la yaya, y papá leía el periódico todo el rato y yo le pedí que me dejase mirar los dibujos y me dejó medio periódico y me dijo que no lo estropeara. Luego, cuando ya subíamos a casa, mamá, como papá estaba todo el rato leyendo el periódico, le dijo que siempre lo estaba leyendo y que ya estaba harta: que lo leía en casa, desayunando, comiendo, en la calle, caminando o en el bar, o cuando paseábamos. Y papá no dijo nada y continuó leyendo y mamá le insultó y luego era como si lo sintiese, y me dio un beso, y luego, mientras mamá estaba en la cocina preparando el arroz, papá me dijo no le hagas caso. Comimos arroz caldoso, que no me gusta, y carne con pimientos fritos. Los pimientos fritos me gustan mucho pero la carne no, que está muy cruda, porque mamá dice que así está más rica, pero a mí no me gusta. Me gusta más la carne que dan en el colegio, bien quemadita. En el colegio no me gustan nunca los primeros platos. En cambio, en casa me dan vino con gaseosa. En el colegio no. Luego, por la tarde, vinieron mis titos con mi primo, y mis titos se pusieron a hablar en la sala, con mis papás, y a tomar café, y mi primo y yo fuimos a jugar al jardín, y allí jugamos a madelmanes y al futbolín, a la pelota y con el camión de bomberos y a guerras de astronautas, y mi primo se puso muy tonto porque perdía, y a mí es que mi primo me molesta mucho, porque no sabe perder, y tuve que soltarle un guantazo y se puso a llorar muy fuerte, y vinieron mi mamá y mi tita y mi tito, y mamá dijo qué ha pasado y, antes de que yo le contestara, mi primo dijo me ha pegado y mi mamá me dio una bofetada y yo también me puse a llorar y volvimos todos a la sala, y mamá me cogía de la mano y papá leía el periódico y fumaba un puro que le había traído el tito, y mamá le dijo los niños están en el jardín, matándose, y tú aquí, tan tranquilo, repantigado. La tita dijo que no pasaba nada, pero mamá le dijo que siempre era lo mismo, que a veces se hartaba. Luego los titos se fueron y, mientras se iban, mi primo me sacó la lengua y yo también se la saqué, y papá puso el televisor, porque daban fútbol, y mamá le dijo que cambiase de canal, que en el segundo ponían una película y papá dijo que estaba viendo el partido y que no.

Luego fui al jardín, a ver la muñeca que tengo enterrada allí, al lado del árbol, y la saqué y la acaricié y la reñí porque no se había lavado las manos para comer y luego la volví a enterrar, y fui a la cocina, y mamá lloraba y le dije que no llorase. Luego me senté en el sofá, al lado de papá, y vi un rato el partido, pero luego me aburría y miré a papá, que era como si tampoco viese el partido y como si tuviera la cabeza en otra parte. Luego pusieron anuncios, que es lo que más me gusta, y luego la segunda parte del partido, y fui a ver a mamá, que estaba preparando la cena, y luego cenamos y pusieron una película de dibujos animados y las noticias, y una película antigua, de una artista que no sé cómo se llama, que era rubia y muy guapa y muy pechugona. Pero entonces me mandaron a dormir porque era tarde y subí las escaleras y me fui a la cama, y desde la cama oía la película y cómo discutían mis papás, pero con el ruido del televisor no podía oír bien lo que decían. Luego se peleaban a gritos y bajé de la cama para acercarme a la puerta y entender lo que decían, pero como todo estaba a oscuras no veía bien, sólo el claro de luna que entraba por la ventana que da al jardín y, como no veía bien, tropecé y tuve que volver a la cama con miedo por si venían a ver qué había sido aquel ruido, pero no vinieron. Yo escuchaba cómo continuaban discutiendo. Ahora lo oía mejor porque se ve que habían apagado el televisor, y papá le decía a mamá que no le molestara y la insultaba y le decía que no tenía ambiciones, y mamá también le insultaba y le decía no sé si que se fuese de casa o que se iría ella, y decía el nombre de una mujer y la insultaba, y luego oí que se rompía alguna cosa de cristal y luego oí gritos más fuertes, y eran tan fuertes que no se entendían, y luego oí un gran grito, mucho más fuerte, y luego ya no oí nada. Luego oí mucho ruido, pero flojito, como cuando para fregar arrastran los módulos del tresillo. Oí que se cerraba la puerta del jardín y entonces volví a salir de la cama y oí ruido fuera y miré por la ventana, y tenía frío en los pies, porque iba descalzo, y fuera estaba oscuro y no se veía nada, y me pareció que papá cavaba al lado del árbol y tuve miedo de que descubriese la muñeca y me castigara, y volví a la cama y me tapé bien, incluso la cara, escondida bajo las sábanas y a oscuras y los ojos bien cerrados. Oí que dejaban de cavar y luego unos pasos que subían las escaleras y me hice el dormido y oí que se abría la puerta del cuarto y pensé que debían de estar mirándome, pero yo no vi quién me miraba, porque me hacía el dormido y por eso no lo vi. Luego cerraron la puerta y me dormí y al día siguiente, ayer, papá me dijo que mamá se había ido de casa y luego vinieron señores que preguntaban cosas y yo no sabía qué contestar y todo el rato lloraba, y me llevaron a vivir a casa de los titos, y mi primo siempre me pega, pero eso ya no fue el domingo.

Quim Monzó

jueves, 24 de noviembre de 2016

ALEJANDRO PALOMAS, PREMIO NACIONAL LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL 2016


Alejandro Palomas ha obtenido el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en su edición 2016 por su novela Un hijo. Este galardón lo concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte para distinguir una obra de autor español, escrita en cualquiera de las lenguas oficiales del Estado y editada en España durante el pasado año 2015. El Jurado ha decidido premiar al autor “por su obra polifónica, profunda y emotiva que trata con originalidad temas actuales. Sus personajes van creciendo dentro de una trama que engancha al lector”.

                El argumento de esta novela es el siguiente: Guille, cuya madre se ha marchado a trabajar fuera por problemas económicos, es un niño introvertido con una sonrisa permanente, y es un lector empedernido con mucha imaginación, tanta que de mayor quiere ser Mary Poppins, pues ella siempre consigue que las cosas estén bien. Solo tiene una amiga, Nazia, su vecina pakistaní. Hasta aquí, todo en orden. Pero tras esta máscara de tranquilidad se esconde un mundo fragilísimo, como un castillo de naipes, con un misterio por resolver. El rompecabezas lo configuran un padre en crisis, una madre ausente, una profesora intrigada y una psicóloga que intenta armar el puzle que está en el fondo. Una novela coral que respira sentimiento, ternura, vacíos, palabras no pronunciadas y un misterio sobrecogedor

Más que los hechos, en esta novela importan los personajes que los protagonizan: Guille, su padre (deprimido por haber perdido el trabajo, la ausencia de su mujer y no saber cómo relacionarse con su hijo), su amiga Nazia, su maestra y la orientadora. Todos los personajes nos hablan en primera persona con su perspectiva, y así se va formando el entramado que conforma esta historia

ESCRIBE


Mi madre me preguntó desde dónde la llamaba y reviví para ella el paseo, los grillos, las estrellas y la soledad.
–Deberías escribir todo esto tan bonito que sientes, hijo, tienes sensibilidad de escritor.
Mamá, como solía hacer, le quitó importancia a todo lo que estaba sucediendo. Dijo que aprovechaba nuestra ausencia para ordenar los armarios, que había pintado la puerta del trastero y estaba pensando en ir a la piscina todos los días.
–Así tu padre me encontrará un poco más delgada, que buena falta me hace.

           Después de explicarle cómo era el pueblo, la casa y nuestra vecina rusa, insistí en mi petición: nada me hubiera hecho más feliz en aquellos días que escucharle decir que vendría con nosotros.
–Deja que tu padre piense todo lo que tiene que pensar sin entrometerte. Ya no eres ningún niño, Álex...
Elegía las palabras. Como si no quisiera hacerme daño. Sin embargo, me conturbó su sinceridad:

          –No te voy a mentir. Es posible que tu padre y yo no nos repongamos de ésta. Eres mayor para entender que algunas personas pueden ser muy infelices al lado de otras. Esta vez no depende de mí.
No la dejé continuar. No tenía ganas de asumir la resignación de mi madre. Preferí hacer oídos sordos y seguir insistiendo en que debía venir con nosotros.
Utilicé un quejido lastimero que ella no quiso entender.
–Es que me aburro –dije.
–Escribe, hijo. Aprovecha esta oportunidad. A saber cuántos habrá por ahí que empezaron a escribir porque se aburrían, y cuántas grandes obras deben de ser fruto de un aburrimiento tan superlativo como el tuyo.
Me convenció ella a mí y no al revés, como siempre. De regreso, me detuve un segundo frente a nuestra casa: se oía, tenue, el sonido del violín de Víctor. Debía de ser una pieza nueva, porque no me sonaba de nada. Al otro lado del camino todo permanecía en silencio. El tiempo parecía detenido por completo. Si hubiera sabido qué escribir, aquella noche hubiese empezado a ser escritor. Pero no, para que yo me convirtiera en escritor faltaba aún una persona. No iba a tardar en aparecer.

Care Santos, El Anillo de Irina

miércoles, 23 de noviembre de 2016

LA RATONERA


Los apliques situados sobre la chimenea y el resto —uno en la pared izquierda, otro a la izquierda de la biblioteca y el que estaba situado en el vestíbulo— interpretaron magníficamente la coreografía que se les había asignado encendiéndose y apagándose a la vez. Antes de alzarse el telón, la sala se quedó a oscuras y comenzó a sonar la canción infantil inglesa titulada Tres ratones ciegos. Más tarde, cuando se levantó el telón y la oscuridad persistía, la canción dejó de sonar dando paso a la misma melodía, pero silbada por un personaje invisible. Para cuando sonaron los gritos de hombres y mujeres que exclamaban: «¡Dios mío! ¿Qué ha sido eso? ¡Fue por allí! ¡Oh, Dios mío!», el escaso auditorio estaba atrapado en La ratonera.

                A Gaspar le pareció gracioso cómo sonaban las primeras frases de la obra en español, tan diferente del inglés. «El crimen se cometió en el número 24 de Culver Street, Paddington». Y entonces la luz se encendió lentamente, dejando ver la sala de Monkswell Manor, una casa de huéspedes donde un puñado de personajes, atrapados por culpa de una nevada, iba a verse involucrado en una endiablada trama que comenzaba de inmediato, nada más anunciarse que una tal señorita Maureen Lyon había sido asesinada.

Para cuando el personaje de Mollie Ralston hizo su entrada por la derecha del escenario, incluso Mercedes se había olvidado por unos instantes de su novio y no le agobiaba exigiéndole besos. Por su parte, Santos seguía sin pestañear los movimientos de la joven actriz alta, guapa y con aspecto ingenuo. La vio dejar el bolso y los guantes sobre la butaca del centro del salón. Contempló cómo se acercaba al aparato de radio y lo desconectaba mientras el locutor anunciaba el riesgo que, por culpa del hielo, correrían los automovilistas que se aventuraran por las carreteras. A partir de ese instante, se olvidó incluso de los prejuicios que le hacían dudar de que el ingenio como autora teatral de su admirada Agatha pudiera competir con su destreza como novelista.

Mariano Urresti, Agatha Escribía con Sangre

En 1947 la reina María, la viuda de Jorge V, solicitó a la BBC una novela radiofónica de Agatha Christie, porque le encantaban sus libros. La BBC se puso en contacto con ella y Agatha accedió. Así fue como escribió Tres Ratones Ciegos, inspirándose en la canción infantil. Tras el éxito de la versión radiofónica, Agatha pensó en escribir una obra de teatro estirando aquel argumento, añadiendo personajes y escenas adicionales, que pudiera gustar al público más diverso. Pero no podía utilizar ese título, Tres Ratones Ciegos, porque ya existía una obra llamada así, y su yerno tuvo la idea de titularla La Ratonera. Se estrenó en Londres en el año 1952 y allí́ se representa desde entonces de forma ininterrumpida, logrando de esta forma todo un récord en el mundo teatral.


                Su argumento es el siguiente:

Una joven pareja hereda una mansión y decide convertirla en una casa de huéspedes. En una fría noche de invierno, van llegando los inquietantes inquilinos que van a pasar el fin de semana: un joven excéntrico, una dama anciana de mal temperamento, un militar retirado, una mujer con aire masculino y un misterioso extranjero. Poco después, un joven sargento de la policía consigue llegar a través de la nieve para advertirles que un peligro les acecha, pues alguno de ellos puede tener relación con un crimen cometido en Londres. Se crea una trama de misterio y suspense entre los personajes, quienes desconfían los unos de los otros. A partir de ese momento la casa se convierte en una ratonera. Las sospechas y recelos entre unos y otros se van sucediendo hasta llegar al inesperado final.


                Los próximos 24, 25 y 26 de noviembre el grupo La Troya interpretará en el Gran Teatro de Villarrobledo esta obra teatral. El espectáculo comienza a las 21:30 horas el jueves y el viernes, y a las 20:00 horas el sábado.



martes, 22 de noviembre de 2016

RECUERDOS Y VISIONES


In Memoriam de Jack London
(12 de enero de 1876 – 22 de noviembre de 1916)

Durante toda mi vida he tenido conciencia de otros tiempos y de otros lugares. He sido consciente de la existencia de otras personas en mi interior. Y créanme, lectores, lo mismo les ha sucedido a ustedes. Regresen mentalmente a su niñez, y recordarán esta conciencia de la que hablo como una experiencia propia de la infancia. En aquel momento no habían cobrado una forma fija, no habían cristalizado; eran aún plásticos, un alma fluctuante, una conciencia y una identidad en proceso de formación, de formación —¡ay!— y de olvido.

Han olvidado muchas cosas, queridos lectores, y, aun así, al leer estas líneas, recuerdan vagamente las brumosas visiones de otros tiempos y de otros lugares que presenciaron con ojos infantiles; hoy les parecen sueños. Sin embargo, aun siendo sueños, por tanto, ya soñados, ¿de dónde surge su materia? Nuestros sueños se componen de una grotesca mezcla de cosas ya conocidas. La esencia de nuestros sueños más puros es la esencia de nuestra experiencia. Cuando ustedes eran tan solo niños soñaron que caían desde grandes alturas; soñaron que volaban por el aire como vuelan los seres alados; les acosaron arañas de innumerables patas y demás criaturas salidas del fango; oyeron otras voces, vieron otras caras inquietantemente familiares, y contemplaron amaneceres y ocasos distintos a los que hoy, al mirar atrás, saben que alguna vez contemplaron.

En fin, de acuerdo, esas visiones de la infancia son visiones de otros mundos, de otras vidas, de cosas que nunca habían visto en la vida misma que ahora están viviendo. ¿De dónde surgen, entonces? ¿De otras vidas? ¿De otros mundos? Quizás, cuando hayan leído todo lo que voy a escribir, encontrarán respuesta a las incógnitas que les he planteado y que ustedes mismos, antes de llegar a leerme, seguro que también se habían planteado.

Wordsworth lo sabía. No era profeta ni vidente, sino un hombre normal y corriente como ustedes o como cualquier otro. Lo que él sabía, lo saben ustedes y lo sabe cualquiera, pero él lo expuso más acertadamente en aquel poema que comienza así: «Ni en la completa desnudez ni en el olvido total…».

Y sí, es cierto, los recuerdos de esta prisión de carne se ciernen sobre nosotros apenas nacemos, y todo lo olvidamos demasiado rápido. Y sin embargo, aun recién nacidos, sí que recordábamos otros tiempos y lugares. Nosotros, niños indefensos, sujetos en brazos o arrastrándonos a cuatro patas por el suelo, soñábamos que volábamos por el aire. Sí, y soportábamos el tormento de aterradoras pesadillas, con seres oscuros y monstruosos. Nosotros, niños recién nacidos, sin ninguna experiencia, nacimos con miedo, con el recuerdo del miedo: y la memoria es experiencia.

En cuanto a mí, cuando apenas empezaba a hablar, a una edad tan tierna que todavía emitía sonidos para expresar si tenía hambre o sueño, ya sabía que había sido un vagabundo de las estrellas. Sí, yo, que nunca había balbuceado la palabra «rey», recordaba que una vez había sido el hijo de un rey. E incluso recordaba que alguna vez también había sido esclavo, e hijo de esclavos, y que había llevado una argolla alrededor del cuello.

Y más todavía. Cuando tenía tres años, y cuatro, y cinco años, aún no era yo mismo. Era solamente una transformación en curso, un flujo del espíritu todavía caliente en el molde de mi carne en un tiempo y en un espacio concretos. En aquel tiempo, todo lo que había sido en las miles de vidas anteriores se agolpaba en mí, confundiendo el flujo de mi espíritu, en un esfuerzo por convertirse e incorporarse a mi persona.

Qué estupidez, ¿no? Pero recuerden, lectores —espero viajar lejos con ustedes, a través del tiempo y del espacio—, recuerden que he pensado mucho sobre todas estas cuestiones; que a lo largo de noches de sangre, de oscuros esfuerzos que duraron años y años, he estado a solas con mis muchas otras identidades y he podido contemplarlas y examinarlas. He pasado toda clase de infiernos en diferentes existencias para traerles noticias que compartiremos en esta hora, mientras leen cómodamente estas páginas.

Jack London, El Vagabundo de las Estrellas

lunes, 21 de noviembre de 2016

EL OFICIO DE SER PADRE


—¿Qué pasa, cariño?

El pequeño Julián nos observaba desde la puerta con una sombra de pudor e inquietud.

—Hay alguien en mi habitación —musitó.

Bea exhaló un suspiro y le tendió los brazos. Julián se apresuró a refugiarse en el abrazo de su madre y yo renuncié a toda esperanza en pecado concebida.

—¿El Príncipe Escarlata? —preguntó Bea.

Julián asintió, compungido.

—Ahora mismo papá va a ir a tu habitación y le va a echar a patadas para que no vuelva nunca más.

Nuestro hijo me lanzó una mirada desesperada. ¿Para qué sirve un padre si no es para misiones heroicas de esta envergadura? Le sonreí y le guiñé el ojo.

—A patadas —repetí con el gesto más furioso que pude conjurar.

Julián se permitió un amago de sonrisa. Salté de la cama y recorrí el pasillo hasta su habitación. La estancia me recordaba tanto a la que yo había tenido a su edad algún piso más abajo que por un instante me pregunté si no estaría todavía atrapado en el sueño. Me senté a un lado de la cama y encendí la lamparilla de noche. Julián vivía rodeado de juguetes, algunos heredados de mí, pero sobre todo de libros. No tardé en encontrar al sospechoso escondido debajo del colchón. Tomé aquel pequeño libro encuadernado en negro y lo abrí por la primera página.

El Laberinto de los Espíritus VII
Ariadna y el Príncipe Escarlata
Texto e ilustraciones de Víctor Mataix

Ya no sabía dónde ocultar aquellos libros. Por mucho que afinara el ingenio para encontrar nuevos escondites, el olfato de mi hijo los detectaba sin remedio. Pasé las hojas del volumen al vuelo y me asaltaron de nuevo los recuerdos.

Cuando regresé a la habitación tras confinar una vez más el libro en lo alto del armario de la cocina —donde sabía que, más temprano que tarde, mi hijo daría con él—, hallé a Julián en brazos de su madre. Ambos habían sucumbido al sueño. Me detuve a observarlos desde el umbral, amparado en la penumbra. Escuché su respiración profunda y me pregunté qué habría hecho el hombre más afortunado del mundo para merecer su suerte. Los contemplé dormir enlazados, ajenos al mundo, y no pude evitar recordar el miedo que había sentido la primera vez que los vi así abrazados.

Carlos Ruiz Zafón, El Laberinto de los Espíritus

domingo, 20 de noviembre de 2016

AMOR Y AMISTAD: LADY SUSAN


Este fin de semana se ha estrenado Amor y Amistad, película basada en la novela corta epistolar Lady Susan de Jane Austen.

                La novela es una obra de juventud formada por 41 cartas escritas, donde  descubrimos las intrigas entre los diferentes personajes a través de sus propias palabras, reflejadas en las cartas que se envían unos a otros. Mediante ellas, no sólo vemos lo que ocurre, sino también las ideas, deseos y pensamientos de cada personaje: Lady Susan manipula a los distintos personajes, y a la vez despierta odios, celos, envidias…

Lady Susan es una viuda, bella e inteligente, que se traslada a casa de su familia política. Pero su cuñada Catherine la recibe recelosa por su antigua enemistad y su fama de mujer frívola y casquivana. Mientras dura su estancia, al no poseer recursos económicos, intenta engatusar al acaudalado Reginald de Courcy, hermano de Catherine, y maneja los hilos para casar a su hija Frederica, a la que aborrece, con un noble rico, y así asegurarse el futuro.

Os dejo con el booktrailer de la cuidada versión de Nordicalibros, magníficas las ilustraciones de Javier Olivares, y con el trailer de la película.



viernes, 18 de noviembre de 2016

ANIMALES FANTÁSTICOS Y DÓNDE ENCONTRARLOS


Me sentí profundamente honrado cuando Newt Scamander me pidió que escribiera el prólogo para esta edición tan especial de Animales Fantásticos y dónde Encontrarlos. La obra maestra de Newt fue aprobada como libro de texto para el Colegio Howgarts de Magia y Hechicería desde que se publicó por primera vez, y tiene gran parte del mérito de las buenas calificaciones que nuestros estudiantes obtienen en la asignatura Cuidado de Criaturas Mágicas, aunque no es un libro relegado a un uso meramente académico. Ningún hogar de magos está completo sin un ejemplar de Animales Fantásticos… bien manoseado por las generaciones que lo hojearon intentando dar con la mejor manera de extirpar del césped una plaga de horklumps, interpretar los gritos luctuosos del augurey o quitarle a la mascota puffskein la costumbre de beber en el inodoro.

Sin embargo, esta edición tiene un propósito más elevado que la instrucción de la comunidad mágica. Por primera vez en la historia de la noble casa editorial Obscurus, uno de sus títulos estará al alcance de los muggles(…).

Tienes en tus manos un duplicado del ejemplar de Harry Potter de Animales Fantásticos… que hasta incluye las informativas notas al margen que escribieron él y sus amigos. Aunque Harry no estaba muy dispuesto a que su libro se reimprimiera en su forma actual, nuestros amigos de Comic Relief consideraron que esos pequeños añadidos ampliaban el entretenido tono del libro. El señor Newt Scamander, resignado hace tiempo a que su obra maestra fuera garabateada sin cuartel, lo aceptó.

Sólo me resta advertir a cualquiera que haya leído este libro sin comprarlo que tiene la maldición de los ladrones. También quiero aprovechar esta oportunidad para asegurar a los muggles que las asombrosas criaturas que se describen a continuación son imaginarias y no pueden hacerles daño. A los magos, simplemente les digo: Draco dormiens nunquam titillandus.

Albus Dumbledore

J.K. Rowling, Animales Fantásticos y dónde Encontrarlos

miércoles, 16 de noviembre de 2016

MI HERMANA ES ESPECIAL


Lo dijo mi madre el día que nació, en la habitación blanca y soleada de la clínica. Y dijo además: «Especial es una palabra muy bonita. Que no se os olvide nunca». No se me ha olvidado, a la vista está, pero es más que posible que la escena que acabo de relatar no tuviera lugar en la clínica, sino mucho después en cualquier otra habitación, y que Nona no fuera tampoco una recién nacida, ni siquiera un bebé, sino una niña de tres o cuatro años. ¡Quién sabe! Me cuentan que puede tratarse de un falso recuerdo y que nuestras engañosas memorias están llenas de falsos recuerdos. Me aseguran también que ciertas peculiaridades —lo llaman así: «peculiaridades»— no suelen apreciarse en los primeros tiempos. Todo eso —y el dato de que cuando nació yo era demasiado pequeña para acordarme— me inclina a pensar que, en efecto, se trata de un recuerdo inventado. O de algo todavía más sutil. «Elaborado», que diría quien yo me sé. Porque antes de que Nona viniera al mundo mi vida era muy diferente. No la recuerdo bien, pero sé que era diferente. Y tengo sobradas razones para pensar que mejor. Mucho mejor. Pero Nona nació, las cosas cambiaron para siempre y, seguramente por eso, me acostumbré a situar las palabras de mi madre el mismo día de su llegada al mundo. Aquel día yo también nací a una nueva vida. Mi vida con Nona.

Cristina Fernández Cubas, La Habitación de Nona

PREMIO NACIONAL NARRATIVA 2016

OTOÑO DE LOS FRUTOS


Yendo hacia un monte, descubrí en un almacén una montaña de manzanas que embalsamaban el aire. Pero cuando pasaba las dos sierras, ahora la pequeña montaña era de racimos de uvas en lo profundo de una bodega. El otro fuego: el del mosto morado, el del vino en el lagar. Otra vez el encuentro con las sombras profundas de las «cuevas». El fuego débil de los candiles que iban y venían flotando como espíritus por los pasillos de tierra amarilla, como si hubiese descendido a aquella oscuridad el sol sobre las mieses de las eras. Soles de oro estaban sepultados bajo la tierra, en lo hondo de las cuevas. Fuera crujían, al ir y al retornar, las ruedas de los carros en los guijarros del camino. Y arriba parecían crujir también, de tan puras, las estrellas.

Antonio Colinas, Memorias del Estanque

lunes, 14 de noviembre de 2016

LA RELATIVIDAD DEL ERROR


Enviado por Pepa:

Los ensayos de Isaac Asimov que integran el presente volumen están agrupados en tres partes. La primera está dedicada a cuestiones relacionadas con la constitución de la materia; la segunda trata del funcionamiento del sistema solar, y la tercera analiza algunos aspectos de la formación del Universo. Un último ensayo, que es el que da título al volumen, conecta las tres partes entre sí y resume en cierto modo el pensamiento de Asimov como historiador de la ciencia.

De los núcleos atómicos a la formación de esqueletos

El descubrimiento por parte de los físico-químicos de que un mismo elemento podía tener un número variable de neutrones en su núcleo, sin que esta variabilidad afectara sus propiedades químicas, abrió un decisivo capítulo de la Química. Y, lo que es más, tuvo importantes consecuencias para el desarrollo de la Bioquímica. El reconocimiento de los isótopos, la producción de isótopos radioactivos de elementos relativamente corrientes y su facilidad para ser seguidos en todos los procesos biológicos, son explicados por Asimov en esta primera parte de la obra, que desemboca en una consideración del largo proceso evolutivo que llevó a muchas especies animales a la formación de esqueletos mediante la utilización de ciertas sustancias inorgánicas.

La Luna, Urano y Plutón

La segunda parte, dedicada al sistema solar, es quizá la más heterogénea de las tres que componen la obra, pero su falta de unidad se compensa sobradamente con el interés y la amenidad de cada uno de los ensayos que la constituyen. En el primero de ellos, Asimov cuestiona de forma muy convincente las arraigadas fantasías que han ligado, en diversas épocas y culturas, determinados aspectos del comportamiento humano, e incluso de su fisiología, con la periodicidad de las fases lunares. En el segundo ensayo, después de bromear sobre la impopularidad del planeta Urano debido a su escatológica pronunciación en lengua inglesa, divulga algunos aspectos poco conocidos del más desconocido de los tres gigantes de nuestro sistema y de sus satélites. Para finalizar, Asimov se refiere a Plutón, del que piensa que, más que un planeta diminuto, quizá sea un asteroide gigante.

Novas, supernovas y Física cuántica

Los prejuicios culturales son un inconveniente añadido en el camino del conocimiento, como pone de manifiesto Asimov a propósito de la dificultad que representó, para los hombres cultos de la Antigüedad y de la Edad Media europea, abandonar la idea aristotélica de la inmutabilidad de la esfera celeste. Conviene tener en cuenta que otras culturas, como la china, registraron sin ningún prejuicio la aparición y desaparición de objetos extraordinariamente brillantes en el cielo nocturno.

Pero en Occidente hubo que esperar hasta los cambios producidos durante el Renacimiento para que se llegara a una aceptación de fenómenos como el de las novas y las supernovas. Aunque no fue hasta nuestro siglo que encontraron una explicación convincente y permitieron a la vez una nueva concepción del Universo, en la que participan tanto la Relatividad como la Física cuántica.

Sobre el conocimiento científico

En el último ensayo, dedicado a la relatividad de los errores, Asimov critica una falacia que ha sido sostenida a menudo por voces de cierto prestigio. Dado que la ciencia demuestra periódicamente que los conocimientos que se daban por ciertos en un determinado momento resultan no serlo a la luz de nuevos descubrimientos, algunos han llegado a concluir que todo conocimiento es erróneo, en la medida en que el futuro terminará por demostrar su falsedad. Asimov sostiene que la falacia de un argumento de este tipo se basa en el valor absoluto que se da a expresiones como cierto o falso, cuando en realidad hay una gradación extrema en las categorías de certeza o falsedad que contiene cada afirmación. Todo es relativo, incluso el error.

domingo, 13 de noviembre de 2016

LA TIENDA DE ANTIGÜEDADES


Había algo en esa respuesta que me hizo mirarla con sorpresa, pues me maravillaba que aquel recado la fortaleciera ante cualquier posible interrogatorio. Sus ojos vivos parecieron leer mis pensamientos, ya que al cruzarse con los míos añadió que no había nada malo en lo que había estado haciendo, pero que era un gran secreto que ni ella misma conocía.

Esto lo dijo sin el menor asomo de astucia ni engaño, con una franqueza directa que llevaba el marchamo de la verdad. Seguía caminando como antes, mostrándome mayor familiaridad conforme avanzábamos y hablando cada vez más alegremente. Pero no me dijo nada sobre su hogar, salvo que íbamos por un camino completamente nuevo para ella y quería saber si no habría otro más corto.

Mientras hablábamos de esta manera, pensé en cien explicaciones diferentes del enigma, que fui descartando una a una. No quería aprovecharme de la candidez o gratitud de la niña a fin de dar pábulo a mi curiosidad. Yo siento simpatía por los pequeños y considero una bendición cuando ellos, que parecen recién salidos de la mano de Dios, nos devuelven esa simpatía. Como su confianza me había encantado desde el principio, decidí merecerla y hacer justicia al talante que la había inducido a confiar en mí.

Sin embargo, no había motivos para que yo me abstuviera de conocer a la persona que tan inconsideradamente la había mandado sola, y de noche, a un lugar tan distante; y como no era improbable que si la niña se encontraba cerca de la casa pudiera despedirse de mí y privarme de dicha oportunidad, evité las calles más rectas y frecuentadas y tomé varios atajos, de manera que hasta que no llegamos a su calle no supo dónde estábamos. Dando palmas de alegría y adelantándose unos pasos, se detuvo ante una puerta y no tocó el timbre hasta que yo no la hube alcanzado.

La puerta tenía un cristal sin postigo, cosa que no observé al principio, dado que reinaba una gran oscuridad y silencio en su interior y yo esperaba ansioso (al igual que la niña) que alguien respondiera al timbre. Llamamos dos o tres veces más, y se oyó un ruido de alguien que se acercaba. Al final, apareció una débil luz a través del cristal que, a medida que se aproximaba (muy despacio, por cierto, pues el portador se abría paso a través de un montón de artículos esparcidos), me permitió ver no sólo el tipo de persona que era, sino también el tipo de lugar en el que vivía.

Era un anciano de larga cabellera gris. Mientras sostenía la luz sobre la cabeza y miraba avanzando hasta nosotros, pude distinguir su fisonomía. Aunque desmejorado por la edad, creí reconocer en su forma enjuta y delgada algo de ese molde delicado que ya había notado en la niña. Sus relucientes ojos azules se parecían mucho, pero el rostro del anciano estaba tan surcado por la edad y las preocupaciones que el parecido terminaba allí.

El lugar que atravesaba con paso lento era uno de esos almacenes de objetos antiguos y curiosos que parecen cobijarse en los rincones más viejos de esta ciudad y, por recelo y desconfianza, ocultan sus rancios tesoros al ojo público. Por aquí y por allá había armaduras que parecían fantasmas acorazados, fantásticos grabados traídos de monasterios, armas oxidadas de varios tipos, figuras contorsionadas de porcelana, madera, hierro y marfil; en fin, tapices y muebles extraños que parecían concebidos en sueños. El aspecto demacrado del vejete se adecuaba maravillosamente a aquel lugar: habría andado a tientas por viejas iglesias, tumbas y casas abandonadas y reunido todos los despojos con sus propias manos. No había nada en aquella colección que no concordara perfectamente con su persona, nada que pareciera más viejo o más gastado que él.

Mientras giraba la llave en la cerradura, me miró con asombro, que no disminuyó cuando la mirada pasó de mi persona a la de mi acompañante. La puerta se abrió y la niña se dirigió a él llamándolo abuelo y le contó la pequeña historia de nuestro encuentro.

Charles Dickens, La Tienda de Antigüedades

viernes, 11 de noviembre de 2016

LEONARD COHEN, IN MEMORIAM


Esta mañana ha fallecido Leonard Cohen, poeta y cantautor canadiense. Como músico desarrolló una carrera con una continua exploración de temas como la religión, la política, el aislamiento, las relaciones personales y la sexualidad, siendo definido como «uno de los cantantes y compositores más fascinantes y enigmáticos de finales de los 60».

En octubre del 2011, recogió en Oviedo el PREMIO PRÍNCIPE DE ASTURIAS DE LAS LETRAS. En su discurso al recibir el premio, Cohen hizo referencia a la influencia en su obra de Federico García Lorca. Tras aceptarlo, el músico donó el dinero del premio a la Universidad de Oviedo para impulsar una cátedra en su nombre: este proyecto, singular y único en España, ha sido concebido como "un lugar de encuentro entre la poesía y la música, entre los creadores y su público, entre el arte y la sociedad",

eon
En el álbum OMEGA, de Enrique Morente y Lagartija Nick, del que vamos a hablar a continuación y del que ya ofrecimos un par de temas, se interpretan cuatro canciones de Leonard Cohen: "First we take Manhattan", "Priests", "Hallelujah" y "Take this waltz"


 ENRIQUE MORENTE Y OMEGA: ASÍ SE INCENDIÓ EL FLAMENCO

Dejadme vivir mi vida / que yo no le pido a nadie / siquiera los buenos días".

Enrique Morente (Granada, 1942-Madrid, 2010) cantaba estos tientos allá por los 70 cuando pocos imaginaban que terminaría lanzando la última y más incendiaria bomba atómica del flamenco. Se llamó 'Omega' y pretendía ser un homenaje a 'Poeta en Nueva York', de Federico García Lorca, aunque terminó convirtiéndose en un no se sabe bien qué de flamenco, rock, poesía y experimentación que dejó patas arriba la música española. Morente miraba a Lorca y a otro lorcófilo, Leonard Cohen. Y lo hacía contagiado del espíritu transgresor del viaje que contaban esos poemas, de Granada a Nueva York, de lo antiguo a lo vanguardista. Por eso Morente escogió al grupo Lagartija Nick, granadinos como él, para encontrar el sonido que andaba buscando y en el que también participaron los guitarristas Vicente Amigo, Tomatito y Cañizares. Un momento único que, con el paso del tiempo, ha ido adquiriendo una dimensión mítica. Así lo recoge el documental 'Omega', dirigido por José Sánchez-Montes y Gervasio Iglesias, y el libro conmemorativo que llegan este otoño con motivo de los 20 años de la publicación del álbum.

La película se estrena el próximo 27 de octubre dentro del festival de documentales musicales In-Edit y se proyectará en salas comerciales desde el 4 de noviembre. El libro muestra, al igual que la película, numeroso material inédito sobre el proceso de creación del disco y sus diversos participantes. Además, cuenta con textos de los poetas Luis García Montero y Antonio Lucas, el periodista Diego A. Manrique, el editor Borja Casani (productor y distribuidor del disco con el sello El Europeo) o el cantaor Miguel Poveda, entre otros.

"Omega es un milagro irrepetible", asegura Alberto Manzano, traductor al español de Leonard Cohen, amigo del cantautor canadiense y el hombre que propició el encuentro entre él y Morente a comienzos de los 90. Manzano se refiere así a la "conjunción humano-astral" que hizo posible aquel milagro, "que todas las diferentes piezas se ensamblasen con armonía", como asegura en declaraciones a EL MUNDO. Y es que en esta historia cada uno cumple con su papel. Así, el periodista Jesús Arias, fundador del grupo TNT, facilitó el contacto del cantaor con la banda de su hermano Antonio, Lagartija Nick, mientras que Manzano descubrió a Morente la música de Cohen y viceversa. "Entre ambos existía una gran admiración y respeto mutuo. Las únicas cuatro lecciones de guitarra que recibió Cohen a lo largo de su vida fueron de un guitarrista español en Montreal que se terminó suicidando y que recibió a la vez que descubría a Lorca, quien le abrió las puertas al jaleo de la poesía", recuerda Manzano. "Con motivo de sus 60 años, en 1994, se me ocurrió regalarle el disco que Morente había hecho con Sabicas. Se quedó muy emocionado y entusiasmado, por lo que, cuando vino a Madrid, invité a Morente a que lo conociera en el Hotel Palace", explica. En aquel "encuentro mítico", en el que Manzano hizo de traductor, se produjo una extraña energía que acabó impregnando el Omega. El propio Cohen lo evocaría después así: "Morente se sitúa en el centro mismo de su propia tradición. Es uno de los principales cantaores de flamenco en España. Nos reunimos en un bar en España cuando estaba de gira por allí; para ser exactos, un bar donde Lorca solía beber. Y nos presentamos mutuamente nuestros respetos". Con Lorca como punto de unión, Morente empezó entonces a adaptar la música de Cohen, como recuerda su hija Estrella, a propósito de un verano de mucho calor en la playa en el que ella y su hermana Soleá estaban haciendo castillos de arena en la playa. Entonces les llamó su padre para que le hiciesen el compás del Pequeño vals vienés. "Un día se lo escuchamos a Leonard Cohen y Soleá y yo dijimos: '¡Papa!', porque siempre le decíamos así [en átona], 'este hombre te ha copiado el tema'".


"La verdad, yo tenía que haber sido rockero. Me he equivocado. Pero bueno, en aquel tiempo se hacía lo que se podía", dice Morente en unas imágenes de archivo al comienzo del documental. "La garra que tiene el motor del rock no la tiene ningún otro género. Es tremendo: esa fuerza de las guitarras eléctricas, esas baterías... Eso, cuando está hecho con calidad, es sublime. Por lo menos a mí me gusta mucho". La afirmación, realizada cuando Omega ya se había convertido en un hito, conecta con eso otro que decía el Morente de los 70: "Los 'ortodoxos', entre comillas, naturalmente que me llaman 'el asesino del cante' o algo así. Estupideces de esas". Ahora que Los Planetas llenan festivales cantando fandangos y alegrías, la apuesta no parece nada del otro jueves, pero entonces era casi suicida. Es verdad que Camarón ya había incorporado el bajo eléctrico a sus grabaciones, que Triana acercó el espíritu progresivo de los 70 a los compases tradicionales y que Raimundo Amador y Kiko Veneno también habían jugado, con éxito, con el pop y el blues. Y es verdad que hoy es un lugar común decir que flamencos y bluesmen comparten no sólo unos orígenes parecidos (minorías étnicas marginadas en sus respectivos entornos: los afroamericanos en EEUU y los gitanos en el sur de España), sino también una temática parecida en torno al dolor y al sufrimiento. Pero entonces el rock de guitarras eléctricas y de baterías aporreadas con furia era la última frontera que se le resistía al flamenco.

"Decidí que iba a hacer Poeta en Nueva York. Y para abordar un poema tan anticonvencional y anormal en la forma de escribir en habla castellana, necesariamente no lo puedes cantar igual. En algún tema te tienes que arriesgar", dice Morente en otro momento del documental. En esa jugada de empezar por Lorca, seguir por lo jondo, continuar por Cohen y terminar en el rock, él era el que más tenía que perder. Antonio Arias reconoce que se benefició "de entrar en un mundo, el flamenco, que vendría a ser como una habitación que tiene puertas que sólo se abren desde dentro". Aun así, hubo momentos muy complicados, como la histórica presentación del disco en el Teatro Albéniz de Madrid, que en su jaleo de aplausos y abucheos representó la brecha que trajo Omega. "Nos iban a matar. Tardamos varias horas en poder salir de los camerinos", resume Antonio Arias aquella noche. "Más que una fusión, lo que hicimos fue un choque de caracteres", apunta el batería Eric Jiménez sobre las sesiones de grabación. Y Arias remata: "Si se aprende con alguien, se aprende con los maestros. Y si tienes un maestro que te quiera enseñar, como era Enrique, tienes que abandonarlo todo".

Omega ha dejado una huella profunda en la música española, pero como insiste Manzano, aquello no va a volver a ocurrir. "Es muy poco probable, como cualquier otro milagro que haya sucedido ya, que volvamos a ver algo así. Sobre todo, porque Morente ya no está. Y no conozco a nadie en el flamenco que tenga su dimensión". Por cierto, que Cohen le envió a Morente dos docenas de rosas rojas tras escuchar Omega. "Nunca le llegaron", se lamenta Manzano.

Darío Prieto, El Mundo 09/10/2016

Os dejo con la letra de la canción Hallelujah, de Leonard Cohen, en inglés, y la letra de la versión de Enrique Morente en el disco Omega

Now I've heard there was a secret chord
That David played, and it pleased the Lord
But you don't really care for music, do you?
It goes like this
The fourth, the fifth
The minor fall, the major lift
The baffled king composing Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah…
Your faith was strong but you needed proof
You saw her bathing on the roof
Her beauty and the moonlight overthrew you
She tied you to a kitchen chair
She broke your throne, and she cut your hair
And from your lips she drew the Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah…
Now, maybe there's a God above
As for me, all I have ever learned from love
Is how to shoot somebody
Who outdrew you
But it's not a cry that you hear tonight
It's not some pilgrim who claims to have seen the light
No, it's a cold and a very broken Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah…
Oh, people, I've been here before
I've seen this room and I've walked this floor
You see, I used to live alone before I knew you
And I've seen your flag on the marble arch
But listen love
Love is not some kind of a victory march
It's a cold and it's a very lonely Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah…
There was a time you'd let me know
What's really going on below
But now, now you don't even show it to me, do you?
I remember when I moved in you
And the Holy Dove, she was moving too
And every single breath that we drew was Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah…
I've done my best, I know it wasn't much
I couldn't feel, so I learned to touch
I've told the truth
I didn't come here to London just to fool you
And even though it all went wrong
I'll stand right here before the Lord of Song
With nothing, nothing on my tongue but Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah...

**********************
Conozco esta tierra,
conozco este cielo,
y aquí estaba solo antes de conocerte.
Ahora he visto tus banderas
por las puertas de mármol de la gran ciudad,
pero el amor no es una marcha triunfal
sino un frío y solitario aleluya.
Aleluya…
En tiempos me hablabas
lo que había dentro de ti.
Hoy tu boca no habla, sabes que es cierto.
Recuerdo nuestros cuerpos vibrando juntos
con el Espíritu Santo
y cada aliento era un frío aleluya.
Aleluya…
Quizá haya un Dios arriba,
pero yo lo que aprendí del amor
es a disparar a quien te amenaza.
Pero no es un lamento lo que oyes esta noche,
no es la risa malvada de alguien que ha visto la luz
sino un frío y solitario aleluya.
Aleluya…