Lo dijo mi
madre el día que nació, en la habitación blanca y soleada de la clínica. Y dijo
además: «Especial es una palabra muy bonita. Que no se os olvide nunca». No se
me ha olvidado, a la vista está, pero es más que posible que la escena que
acabo de relatar no tuviera lugar en la clínica, sino mucho después en
cualquier otra habitación, y que Nona no fuera tampoco una recién nacida, ni
siquiera un bebé, sino una niña de tres o cuatro años. ¡Quién sabe! Me cuentan
que puede tratarse de un falso recuerdo y que nuestras engañosas memorias están
llenas de falsos recuerdos. Me aseguran también que ciertas peculiaridades —lo
llaman así: «peculiaridades»— no suelen apreciarse en los primeros tiempos.
Todo eso —y el dato de que cuando nació yo era demasiado pequeña para
acordarme— me inclina a pensar que, en efecto, se trata de un recuerdo
inventado. O de algo todavía más sutil. «Elaborado», que diría quien yo me sé.
Porque antes de que Nona viniera al mundo mi vida era muy diferente. No la
recuerdo bien, pero sé que era diferente. Y tengo sobradas razones para pensar
que mejor. Mucho mejor. Pero Nona nació, las cosas cambiaron para siempre y,
seguramente por eso, me acostumbré a situar las palabras de mi madre el mismo
día de su llegada al mundo. Aquel día yo también nací a una nueva vida. Mi vida
con Nona.
Cristina Fernández Cubas, La Habitación
de Nona
PREMIO NACIONAL NARRATIVA 2016
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