Este
fin de semana ha comenzado una huelga de deberes propuesta por la Confederación
Española de Padres y Madres de Alumnos (Ceapa), que se extenderá a
todos los fines de semana de noviembre. Sus argumentos son que los deberes
invaden el tiempo de las familias y vulneran el derecho al esparcimiento, al
juego y a participar en las actividades artísticas y culturales recogido en el
artículo 31 de la Convención de los Derechos del Niño.
Sin deberes,
creen que los padres van a poder disfrutar de un tiempo libre precioso para
compartir con sus hijos y formarles en aspectos que van más allá de lo
académico; por ello, proponen actividades alternativas para estos fines de
semana: visitar un museo, hacer excursiones, ver una película, cocinar en
familia... Afirman que los deberes escolares generan desigualdades entre los
estudiantes, no permiten el descanso de los alumnos en sus días libres, ni que
los padres dispongan tiempo para hacer actividades educativas con sus hijos.
El sindicato
docente ANPE se opone a ella porque se cuestiona la labor del
profesorado y atenta contra la libertad de cátedra y el principio de autonomía
pedagógica y organizativa de los centros. Por su parte, la Confederación de Familias y
Padres de Alumnos (Cofapa) manifiesta
que los deberes representan una oportunidad para aprender aunque tienen que
estar modulados a la edad del alumno.
Según la OMS,
un 30% de los niños españoles de 11 años se sienten agobiados por los deberes.
Y según aumenta la edad, el porcentaje crece con especial incidencia en las
chicas. A los 15 años las alumnas que por este motivo tienen estrés son siete
de cada diez; ellos un 60%. Por su parte, La OCDE manifiesta que los
estudiantes con un mayor nivel socioeconómico emplean más tiempo para los deberes
que los más desfavorecidos.
No soy
psicólogo, ni pedagogo, sólo un simple profesor con bastantes años de servicio
a las espaldas. No quiero entrar al trapo de esta iniciativa, sino simplemente
constatar unos hechos. Si esta huelga de deberes la hicieran aquellos padres
cuyos hijos hacen normalmente las tareas, no tendría nada que objetar, pero…:
Llevo un 1º de la ESO con 30 alumnos, una tercera parte hace normalmente los
deberes, y 11 han aprobado el primer examen. Un 4º de la ESO con 25 alumnos, se
les pidió buscar una información por internet, sólo lo hizo una persona, la
única que, tras corregir ese ejercicio en clase, lo ha hecho en el examen
sabiendo todo el mundo que iba a caer. ¿Más ejemplos? Un alumno me comenta que
no ha estudiado para un examen, y a los cinco minutos le monta un pollo al
profesor correspondiente porque ha suspendido.
¿Huelga de
deberes? ¿Para qué? Si la mayoría ni estudia ni trabaja.
Os dejo con un
artículo que leí este verano y un vídeo que sigue su línea.
¿DEBERES? POR UN FINAL
DEL DÍA DE RISAS Y CONVERSACIÓN
En este verano que ya va terminando, no han
sido pocas las conversaciones que he tenido con otros padres sobre los deberes
estivales. Ha habido opiniones de todos los colores, a favor y en contra.
Afortunadamente para mí, los dos profesores
de mis hijos mandaron las tareas para estos dos meses con un mensaje que decía
algo así: "Se recomienda que terminen los cuadernillos de Lengua y
Matemáticas, siempre que los padres lo consideren y que no interfiera en los
planes familiares. El verano es momento de descanso, cargar pilas y disfrutar
más de la familia".
Yo casi daba palmas con las orejas cuando
los leí, y me felicitaba una y otra vez por esos profesores que habíamos tenido
la suerte de tener este curso. Y es que cuando no es necesario, no es
necesario. Cuando su tarea se convierte en la tuya y cuando el poco tiempo que
tienes de descanso en común aparece esa "obligación" que empaña el
necesario ocio, surge un ogro en tu interior que amenaza con romper en mil
pedazos los dichosos cuadernillos.
¿En serio necesitan los niños estar todos
los días de las vacaciones tres o cuatro horas sentados repasando y, en
ocasiones, adelantando temario del curso siguiente?
Al respecto, recuerdo una conversación con
un padre amigo en la que me comentaba lo siguiente: "Es que el verano es
muy largo, no pueden estar tanto tiempo ociosos y, además, si no repasan, se
les va a olvidar todo lo visto durante el curso". Lo miré fijamente
eligiendo bien las palabras que iba a usar, acordándome de una prestigiosa
psicóloga infantil, la gran Rosa Jové, y le dije: "Oye, dime una cosa, tú
tienes tres semanas de vacaciones en agosto, ¿verdad?" "Uf, sí. He
conseguido tenerlas, ya que con tres semanas sí que se desconecta de
verdad" "Pues mira, yo creo que es mucho tiempo. ¿Qué tal si te
llevas los informes y proyectos de tu empresa para no olvidarlos y darles un
repasito todas las noches? Ya sabes, tres semanas es mucho y con la desconexión
se te puede olvidar aquello tan importante que le presentaste a tu
cliente". Me miró con asombro y soltó una carcajada: "Vale, te pillo.
Ok, entiendo tu enfoque".
En realidad lo yo que defiendo a capa y
espada, y que se traslada a los deberes durante el curso escolar, es que
queremos adultos sanos mental y emocionalmente, que sepan desconectar y, sin
embargo, les estamos haciendo que adquieran el hábito de NO hacerlo.
Cuando volvemos a casa después de nuestro
trabajo necesitamos desconectar --sé que algunos de nosotros, a veces, no
tenemos más remedio que trabajar algo en ese horario,-- y la mayor parte del
tiempo queremos y necesitamos hacer un parón para rendir mejor al día
siguiente. (Como curiosidad, el hashtag #desconexión tiene más de 110.000
entradas solo en Instagram y casi en su totalidad, relacionadas con los tiempos
de ocio).
Richard
Gerver, uno de los gurús
mundiales en temas de educación, sostiene que los deberes no benefician a los
niños. Y la investigadora en temas educativos, Catherine L'Ecuyer, afirma que en España se tienen demasiados y los
niños deberían jugar más... y no sólo jugar, debemos pasar más tiempo en
familia. Cuando son pequeños NO necesitan deberes, necesitan jugar más e
interactuar más con su familia e iguales al terminar el colegio; y cuando son
más mayores, los "deberes" deben ser de otro estilo. Ese es el
enfoque que da el nuevo y revolucionario modelo pedagógico The Flipped
Clasroom, que es otra manera de trabajar al terminar la jornada escolar que
fomenta el desarrollo de muchas competencias.
En la mayoría de las casas, el final del día
se convierte en el único momento compartido por todos los miembros de la
familia. Un momento corto que es necesario aprovechar para hacer cosas todos
juntos, para compartir y comunicarnos, y no para encerrarnos cada uno en una
habitación a "seguir con la tarea". Al final somos todos como islas
individuales que compartimos poco tiempo y de baja calidad, y eso a la larga es
un riesgo. Un día, de esa "habitación isla", saldrá un adolescente
con barba y con voz de hombre al que no conocerás y dirás: "¿Quién eres tú
y qué has hecho con un niño que entró ayer en esa misma habitación?".
Y no os digo nada la taquicardia que me
produce tener que explicar alguna temática que ni me acuerdo, ni quiero
recordar o peor, que no tengo ni idea y me toca estudiar para explicársela a mi
hijo...¡Sudores fríos me entran!
No, no y no. Reivindico momentos de calidad
en casa al terminar el día con mi familia. Momentos en los que podamos hacer la
cena juntos, contarnos qué tal nos ha ido el día, quejarnos un poco, reírnos un
mucho y, sobre todo, que podamos comunicarnos y hacer equipo. El tiempo y la
vida pasa. Nuestros hijos se marcharán y lo que nos quedará es el vínculo que
hayamos establecido desde bien pequeños con esos momentos compartidos.
Porque en el fondo, lo que cuenta, son esos
ratos alrededor de una mesa en los que, sin necesidad de grandes banquetes ni
ceremonias, vivíamos los momentos más dichosos al acabar el día...
Noelia López Cheda
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