viernes, 31 de octubre de 2014

MARCHANDO UNA DE CALABAZA LITERARIA


Me la han pasado, ¿a qué es bonica?

¡¡¡HALLOWEEN, HALLOWEEN!!!


Originalmente el Truco o Trato (en inglés Trick-or-treat) era una leyenda popular de origen céltico según la cual no solo los espíritus de los difuntos eran libres de vagar por la Tierra la noche de Halloween, sino toda clase de entes procedentes de todos los reinos espirituales. Entre ellos había uno terriblemente malévolo que deambulaba por pueblos y aldeas, yendo de casa en casa pidiendo precisamente "truco o trato". 

La leyenda asegura que lo mejor era hacer trato, sin importar el costo que éste tuviera, pues de no pactar con este espíritu (que recibiría el nombre de Jack O'Lantern, con el que se conocen a las tradicionales calabazas de Halloween) él usaría sus poderes para hacer "truco", que consistiría en maldecir la casa y a sus habitantes, dándoles toda clase de infortunios y maldiciones como enfermar a la familia, matar al ganado con pestes o hasta quemar la propia vivienda. 

Como protección surgió la idea de crear en las calabazas formas horrendas, para así evitar encontrarse con dicho espectro (y con el tiempo, debido a la asociación mental entre el espíritu y las calabazas, el nombre de este sería dado a ellas, que es como son conocidas hoy día cuando llega esta fiesta).

Por ese motivo, durante estos días se incrementa la venta de estos vegetales. Por cierto, ¿alguna vez os he hablado de como se introducen muchas palabras extranjeras en castellano? Fijaros en la foto, y veréis un buen ejemplo.


Existe un viejo relato popular irlandés que habla de Jack, un perezoso y astuto granjero que usó una cruz para atrapar al Diablo.

Una de las versiones cuenta que Jack engañó al Diablo haciéndole subir a un manzano, y luego puso rápidamente cruces alrededor o talló una cruz en el tronco, para que el Diablo no pudiera bajar.

Otra versión del mito dice que Jack estaba siendo perseguido por algunos aldeanos a quienes había robado cuando se encontró con el Diablo, quien le dijo que había llegado el momento de su muerte. Sin embargo, el ladrón retrasó su suerte tentando al Diablo a castigar a los aldeanos que lo perseguían alegando que eran fieles a Dios. Jack le dijo al Diablo (quien podía adoptar cualquier forma) que se convirtiera en una moneda con la cual pagaría por los bienes robados; luego, cuando la moneda/Diablo desapareciera misteriosamente, los aldeanos pelearían entre sí para averiguar quién se la ha robado. El Diablo accedió a la propuesta: se convirtió en una moneda de plata y saltó al saco que Jack llevaba, solo para encontrarse junto a una cruz que el ladrón había también robado en la aldea. Jack cerró bien el bolso y la cruz privó al Diablo de sus poderes; y así lo atrapó.

En ambos mitos, Jack solo deja ir al Diablo cuando éste accede a no llevarse su alma jamás. Luego de un tiempo Jack muere, como cualquier otro ser viviente. Por supuesto, su vida había sido demasiado pecaminosa como para poder entrar al Cielo; no obstante, el Diablo había prometido no llevarse su alma, y así quedó también fuera del infierno. Ahora Jack no tenía adonde ir. Se preguntó cómo podría ver a donde iba, ya que no tenía luz alguna, y el Diablo le arrojó, a modo de burla, una brasa que nunca dejaría de arder, ya que era una brasa de fuego del infierno. Jack ahuecó una calabaza, puso la brasa en su interior y comenzó a vagar eternamente y sin rumbo por todo el mundo para encontrar un lugar donde finalmente descansar. Entonces pasó a ser conocido como Jack of the Lantern (“Jack el de la linterna”), o Jack O’Lantern.


La linterna de Jack en Irlanda y Escocia era una calabaza tallada con la supuesta cara tenebrosa de Jack, que solían colocar en las ventanas para ahuyentar al diablo y a todo espíritu maligno de sus hogares.

¿Os sabeis la letra para convocar a Jack?

Niños,niñas y los demas, 
Si venis os voy a enseñar 
Algo extraño que hay aquí, 
La ciudad de Halloween 
Esto es Halloween 
Esto es Halloween 
La función ya va a empezar 
Somos traviesos y a todos vamos a asustar. 
Yo soy el monstruo que se esconde en todas partes 
Dientes afilados,ojos muy brillantes. 
Yo siempre me escondo detrás de la escalera, 
Siempre tengo arañas en mi cabellera. 
En la ciudad que es mi hogar 
El dia de difuntos voy a celebrar 
Mi ciudad,os encantara 
Todo el mundo sabe que algo va a pasar 
Mira donde vas 
Muy bien escondido hay 
Algo que te asustara y te hara gritar 
Yo soy el payaso que te hace llorar 
De pronto aparece y desaparecerá. 
Yo soy aquel al que nunca ves, 
Yo soy el viento estremecedor. 
Sombra enemiga del astro rey 
Lleno tus sueños de terror. 
Escuchadme con atencion 
Sin temor no hay emocion 
Junto a ti yo soy feliz 
Trabajando en Halloween 
Mi ciudad os encantara 
Todo el mundo sabe que algo va a pasar. 
Si Jack Skeleton te atrapa 
Un susto de muerte te dara y veras 
Nuestro Jack es rey de la oscuridad 
Todos aplauden al rey del mal 
En la ciudad,que es mi hogar 
El dia de difuntos voy a celebrar.

Y ahora, a cantarla con Marilyn Manson:

jueves, 30 de octubre de 2014

LECTURAS RECOMENDADAS PARA HALLOWEEN

No es una lista al uso, pero. creédme, vale bastante la pena.

MORT,  DE TERRY PRATCHETT

Desde el Mundodisco, un mundo plano sostenido por cuatro elefantes que, a su vez, se apoyan en el caparazón de Gran A'Tuin, la tortuga estelar.

Mortimer es un joven soñador y despistado a quien le toca en suerte una inesperada tarea: convertirse en aprendiz de la Muerte y aplicarse en liberar almas de su envoltura carnal. La verdad, Mort no está demasiado capacitado para ello, y en una de sus primeras visiones, liberar el alma de una atractiva princesa que está a punto de ser asesinada, decide en su lugar "liberar" el alma del asesino, interfiriendo así en los designios del Destino y provocando el consiguiente desaguisado. Por su parte, la Muerte, habiendo delegado buena parte de su trabajo en Mort, se dedica a beber, jugar a los dados y embarcarse en enrevesadas reflexiones filosóficas...

LA VOZ DE LOS MUERTOS, DE ORSON SCOTT CARD

La segunda parte de la galardonada El Juego de Ender, y con un palmares muy parecido (premios Hugo, Nebula y Locus)

Después del genocidio de los insectores, Ender Wiggin desapareció y en su lugar surgió una voz poderosa: la nueva religión de los Portavoces de los muertos, que sirven como sacerdotes a los que no creen en ningún Dios y sin embargo creen en los valores de los seres humanos. 

Han pasado tres mil años desde los hechos de El juego de Ender, pero los efectos del viaje relativista permiten la presencia de un Ender de treinta y cinco años que será el elemento central en el segundo contacto de los seres humanos con otra inteligencia galáctica. Una nueva especie, que al igual que los insectores son extraños y en sus primer contacto con los seres humano han causado muertes incomprensibles. Solo Ender, el exterminador de una raza, tendrá la valentía de afrontar la verdad, ya que su su tarea es hablar por los muertos, contar su vida, desentrañar sus misterios.

EL LIBRO DEL DÍA DEL JUICIO FINAL, DE CONNIE WILLIS

A mediados del siglo XXI, Kivrin, una audaz estudiante de historia, decide viajar en el tiempo para estudiar "in situ" una de las eras más mortíferas y peligrosas de la historia humana: la Edad Media asolada por la Peste Negra. Pero una crisis que enlaza extrañamente pasado, presente y futuro atrapa a Kivrin en uno de los años más peligrosos de la Edad Media, mientras sus compañeros de Oxford en el año 2054, atacados de repente por una enfermedad desconocida, intentan infructuosamente rescatarla. Perdida en una época de superstición y de miedo, Kivrin descubre que se ha convertido en un improbable Angel de Esperanza durante una de las horas más oscuras de la historia. 

Un tour de force narrativo, una novela que explorará el miedo atemporal de la enfermedad, el sufrimiento y la indomable voluntad del espíritu humano. Con diferencia, la mejor novela de ciencia ficción de 1992 con la que Connie Willis ha obtenido los más importantes premios del género: Nebula, Hugo y Locus

EL CEMENTERIO DE BARCOS, DE PAOLO BACIGALUPI

Del autor de La Chica Mecánica, una arrolladora novela de aventuras ambientada en un futuro duro, peligroso e implacable, donde apenas quedan recursos y menos aún lealtades. Premiada con el Locus y el Michael L. Printz en 2011, y finalista del National Book Award

Cable de cobre. Planchas de hierro. Chatarra. A veces aceite o incluso un bidón de petróleo, un recurso de otra época. Estos son los tesoros que el joven Nailer rescata de los barcos varados en la playa. 

En la costa de lo que una vez fue el golfo de México, la gente sobrevive desguazando antiguos petroleros y buques mercantes, y malvendiendo a las grandes empresas. Nailer y sus compañeros, la «cuadrilla ligera», afrontan el trabajo más arriesgado: meterse en las entrañas de los barcos. Es una profesión dura en un mundo duro, en el que nadie cuida de nadie y gana quien es más rápido. Solo hay una manera de escapar: con un golpe de suerte. 

Y la suerte sonríe a Nailer el día que descubre un hermoso velero, uno de los clíperes con los que siempre ha soñado, encallado en las rocas. Con lo que saque del naufragio, podría abandonar la playa. Aunque dentro también hay una chica prisionera: si la mata, será rico; si la ayuda a regresar con los suyos... empezará la aventura.

EL LIBRO DEL CEMENTERIO, DE NEIL GAIMAN

Escuchad esta trágica historia: una familia que duerme, un asesino sin compasión y una criatura aventurera, un huérfano que escapa de la muerte. ¿O no?

El pequeño escapa del peligro y consigue gatear hasta lo más alto de la colina. Detrás de la valla que se encuentra, existe un lugar oscuro y tranquilo, un cementerio lleno de una vida especial. El niño es recibido allí donde los muertos no duermen y todos los que allí habitan deciden brindarle su protección, porque fuera, tras la valla que separa a la ciudad de sus fantasmas, el asesino vil espera pacientemente.

El niño sin padres, sin lugar en el mundo, sin nombre, será acogido por los espíritus amables, que hacen un pacto para protegerlo. Lo llamarán Nadie, porque no se parece a nadie más que a sí mismo. Será Nad para sus “padres”, Nad para sus compañeros de juegos, niños que nunca más crecerán, Nad para su mentor. Y Nadie para el hombre que lo busca para matarlo.

La novela está dividida en siete capítulos que, a modo de cuento, relatan siete momentos clave en la vida de Nadie y sus aventuras en el cementerio. Nadie irá descubriendo los misterios que oculta el cementerio, como la puerta de los Ghoul, el túmulo del Sangriento o la tumba de la bruja, y conocerá a personajes tan especiales como el misterioso Silas, que no está ni vivo ni muerto, o la señorita Lupescu, de aspecto severo y mirada lobuna.

Neil Gaiman plantea una interesante pregunta con este libro: ¿es posible que un niño sea educado por una comunidad de fantasmas? La respuesta es sí, y no es casualidad que el título de El libro del cementerio nos recuerde tanto a El libro de la selva, ya que Gaiman lo tuvo como libro de referencia durante toda la escritura de esta novela.

Premio Hugo y Locus 2009, entre otros

DESDE MI CIELO, DE ALICE SEBOLD 


Se trata de la historia de Susie Salmon, una joven de 14 años que es secuestrada, violada y asesinada a manos de su vecino George Harvey. De esta manera, ella nunca en su vida logró cumplir su mayor sueño: besar a un chico mayor. Por eso admiraba tanto a Lindsey, su pequeña hermana. Susie observaba cada movimiento de su familia intentando seguir su vida sin ella, pero además de estar pendiente de su familia, miraba al chico de sus sueños y a Ruth Connors, una chica que conoció mientras aún vivía, quien luego se volvería gran amiga del chico.

Susie observa desde el cielo la vida de su familia y compañeros de escuela; los rumores acerca de su asesinato. Con el paso del tiempo, ve cómo la relación de sus padres se deteriora, cómo su hermana intenta sobrevivir y cómo su hermano pequeño intenta entender el significado de 'se ha ido'. En el cielo puede conseguir todo lo que desea, sin embargo, no puede conseguir lo que más le importa: volver a la tierra con sus seres queridos.

Magnífica la película de Peter Jackson, The Lovely Bones

EURIDICE

Habiendo perdido a Eurídice, Orfeo la lloró largo tiempo, y su llanto fue volviéndose canciones que encantaban a todos los ciudadanos, quienes le daban monedas y le pedían encores. Luego fue a buscar a Eurídice al infierno, y allí cantó sus llantos y Plutón escuchó con placer y le dijo:

—Te devuelvo a tu esposa, pero sólo podrán los dos salir de aquí si en el camino ella te sigue y nunca te vuelves a verla, porque la perderías para siempre.

Y echaron los dos esposos a andar, él mirando hacia delante y ella siguiendo sus pasos...

Mientras andaban y a punto de llegar a la salida, recordó Orfeo aquello de que los Dioses infligen desgracias a los hombres para que tengan asuntos que cantar, y sintió nostalgia de los aplausos y los honores y las riquezas que le habían logrado las elegías motivadas por la ausencia de su esposa.

Y entonces con el corazón dolido y una sonrisa de disculpa volvió el rostro y miró a Eurídice.


Jose de la Colina

miércoles, 29 de octubre de 2014

EN EL BAR DE MIGUELILLO

Después de muerto, mi abuelo Pablo siguió frecuentando el bar de Miguelillo, por lo que tuve la oportunidad de encontrarlo varias veces en mis escapadas nocturnas de alcohol y olvido. 

Al principio, ambos simulamos no vernos. A él parecía darle vergüenza no ser capaz de soportar la soledad de la mortaja ni la sosería de los otros muertos, muchos de ellos abstemios, y a mí, claro está, no me apetecía dar explicaciones a mis acompañantes, algunos impresentables hasta para sus propias familias, sobre el abuelo crápula que seguía a lo suyo, esto es, de putero borracho incluso después de muerto. Pero nos mirábamos de reojo, desde los ángulos del bar, controlados por la cómplice mirada de Miguelillo, el dueño del local, que conocía la retorcida historia de nuestra familia desde los tiempos de la venta ambulante de sal y que sabía más que cualquiera, no sólo por ser camarero y por tanto confidente de la mayor parte de las miserias de nuestro triste pueblo, sino porque él también estaba ya en las últimas. Mi abuelo, que lo sabía, le animaba y preparaba con animosa camaradería.

Poco a poco, sospeché que lo que quería mi abuelo, además del alcohol y de las fulanas del lugar, era hablar conmigo, lo que me hacía sentirme, por cierto, bastante mal. Pagaba mis consumiciones y las de mis acompañantes, me saludaba con un antiguo gesto familiar cuando llegaba al lugar y cuando me iba, me guiñaba un ojo si creía que estaba de plan esa noche, e incluso se permitía darme, de vez en cuando, una palmadita en la espalda, todo ello sin hablarme. Aquello me fastidiaba mucho, es verdad, sobre todo por puro egoísmo. Después de trabajar todo el día en la sedería, cuando más me apetecía divertirme y olvidarme del mundo, llegaba aquel calvo con boina, fumador incansable, los dientes negros, y me obligaba a un doble ejercicio: atender con fingido interés a mis acompañantes y controlar sus movimientos, no fuera a inmiscuirse en mi círculo y lo arruinase. No es preciso decir que no me divertía ir al bar de Miguelillo, pero tampoco era posible suprimirlo de nuestra ronda nocturna, porque los bares en mi pueblo no son muchos y dejar de frecuentar alguno levanta muchas murmuraciones. 

Fue en una noche de primavera, el bar bajo la cortina espesa de lluvia que cristalizaba en los ventanales, cuando Miguelillo me trajo el primer mensaje directo de mi abuelo: tenía que hablar conmigo, a ser posible en ese mismo momento, y lo sentía mucho, porque aquella no era noche ni para confidencias ni sufrimientos, pero la muerte era muy difícil y no podía esperar más. Me las arreglé para separarme de mis amigos con un pretexto cualquiera. Me senté con mi abuelo, muertos los dos, en el ventanal que nos permitía ver la antigua casa familiar, donde aún viven, en la mediocridad, mis nietos y mis biznietos. Le miré a los ojos y levanté los hombros, para expresar resignación y prisa. No tardó en hablar. 

-La lluvia me ha entristecido. Me ha recordado el día en que morí: aquella humedad viscosa invadiendo el aire, las gotas golpeando contra el ataúd en su descenso hacia la fosa, y las lágrimas, cayendo, el mundo resuelto en agua, agua para lavar las culpas y las heridas causadas, para lavar los amores cicatrizados en la piel, para descongestionar los pulmones enmarañados por el asma. Con la lluvia se filtró casi toda mi vida hasta el subsuelo, pero algunos deseos y cuentas pendientes quedaron en la superficie y me detuvieron, como a ti mismo, en esta tierra de nadie. Sólo me resta una pregunta para poder marchar definitivamente, cuya respuesta sólo tú conoces y sólo tú puedes dar: ¿Por qué no me has querido nunca? 

Vi la lluvia gris reflejada en sus ojos y no me atreví a levantar los hombros para expresar ignorancia. 

-A mi me mataron a los treinta años, poco después de tu muerte. Me acuchilló un desconocido. No sé cuáles fueron sus motivos, ni cuáles los míos para dejarme matar pasivamente. Mi muerte fue como mi vida: un caos, una suma de acciones estúpidas e ilógicas. ¿Qué sé yo de tus sentimientos? ¿Qué puedes tú saber de los míos? Recuerdo nuestros paseos en mi infancia: ¿acaso no me decías siempre que no me fiara de nadie, que siempre estaría solo, que no hay motivo alguno para querer a nadie? Tenías razón. 

Paró de llover. Apuré mi vaso de vino, me levanté y me fui, sin despedirme ni volver la cabeza para verlo por última vez. 

Aún sigo frecuentando el bar de Miguelillo, por el que pasan amigos, parientes, conocidos y desconocidos, cada cual con su muerte y el poco de vida que les resta, todos haciendo preguntas. Algunos como mi abuelo tienen suerte y se van pronto. A otros nos quedan más cuentas pendientes y las vamos saldando de poco a poco.

 Jesús Jiménez Reinaldo

LA MANO

El doctor Alejo murió asesinado. Indudablemente murió estrangulado. Nadie había entrado en la casa, indudablemente nadie, y aunque el doctor dormía con el balcón abierto, por higiene, era tan alto su piso que no era de suponer que por allí hubiese entrado el asesino. La policía no encontraba la pista de aquel crimen, y ya iba a abandonar el asunto, cuando la esposa y la criada del muerto acudieron despavoridas a la Jefatura. Saltando de lo alto de un armario había caído sobre la mesa, las había mirado, las había visto, y después había huido por la habitación, una mano solitaria y viva como una araña. Allí la habían dejado encerrada con llave en el cuarto.

Llena de terror, acudió la policía y el juez. Era su deber. Trabajo les costó cazar la mano, pero la cazaron y todos le agarraron un dedo, porque era vigorosa corno si en ella radicase junta toda la fuerza de un hombre fuerte. ¿Qué hacer con ella? ¿Qué luz iba a arrojar sobre el suceso? ¿Cómo sentenciarla? ¿De quién era aquella mano? Después de una larga pausa, al juez se le ocurrió darle la pluma para que declarase por escrito. La mano entonces escribió: «Soy la mano de Ramiro Ruiz, asesinado vilmente por el doctor en el hospital y destrozado con ensañamiento en la sala de disección. He hecho justicia».

Ramón Gómez de la Serna

martes, 28 de octubre de 2014

EL NIÑO AL QUE SE LE MURIÓ EL AMIGO

Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre:

-El amigo se murió. 

-Niño, no pienses más en él y busca otros para jugar.

El niño se sentó en el quicio de la puerta, con la cara entre las manos y los codos en las rodillas. «Él volverá», pensó. Porque no podía ser que allí estuviesen las canicas, el camión y la pistola de hojalata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el amigo no viniese a buscarlos. Vino la noche, con una estrella muy grande, y el niño no quería entrar a cenar.

-Entra, niño, que llega el frío -dijo la madre.

Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en busca del amigo, con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y fue una larga noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos. Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos y pensó: «Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para nada». Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y dijo: «Cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha crecido». Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto.

Ana María Matute

PREMIO NACIONAL DE LAS LETRAS ESPAÑOLAS 2007
PREMIO CERVANTES 2010

EL NUEVO DICCIONARIO

Este mes hemos conocido una nueva edición del Diccionario de la Lengua Española, y hemos oído y leído comentarios para todos los gustos; en ella vamos a encontrar nuevas acepciones de palabras ya existentes o nuevas incorporaciones por nueva creación o adaptación. Esta nuevo diccionario destaca por la influencia de la tecnología, la economía, la igualdad de sexos y el lenguaje de la calle.

De momento sólo está disponible la versión en papel, la versión on line ( y eso que ya recogen la acepción de repertorio en formato electrónico) va a tardar un poco.

La inclusión o no de una palabra en el diccionario tiene que ver con la frecuencia de su uso y el tiempo que lleva funcionando de boca en boca. Veamos alguna de las nuevas incorporaciones:

  • Acojonante. adj. coloq. malson. Que acojona.
  • Amigovio. (Fusión de amigo y novio). m. y f. coloq. Arg., Méx., Par. y Ur. Persona que mantiene con otra una relación de menor compromiso formal que un noviazgo.
  • Birra. (Del it. birra) coloq. cerveza.
  • Bloguero. Perteneciente o relativo a los blogs o a los blogueros. 2. m. y f. Persona que crea o gestiona un blog.
  • Botellón. coloq. Reunión al aire libre de jóvenes, ruidosa y generalmente nocturna, en la que se consumen en abundancia bebidas alcohólicas.
  • Cagaprisas. m. y f. malson. coloq. Persona impaciente, que siempre tiene prisa.
  • Canalillo. coloq. Comienzo de la concavidad que separa los pechos de la mujer tal como se muestra desde el escote.
  • Chat. (Del ingl. chat; propiamente 'charla'). 1. m. Inform. Intercambio de mensajes electrónicos a través de internet que permite establecer una conversación entre dos o varias personas. 2. m. Inform. Servicio que permite mantener conversaciones mediante chats.
  • Chupi. adj. coloq. Muy bueno o estupendo. Una película chupi. adv. coloq. Muy bien o estupendamente. Pasarlo chupi.
  • Diccionario. Repertorio en forma de libro o en soporte electrónico en el que se recogen y explican de forma ordenada voces de una o más lenguas, de una ciencia o de una materia determinada
  • Espanglish. (fusión de Spanish 'español' y English 'inglés'). Modalidad del habla de algunos grupos hispanos de los Estados Unidos, en la que se mezclan, deformándolos, elementos léxicos y gramaticales del español y del inglés.
  • Euríbor. (Del ingl. euribor, acrón. de euro interbank offered rate ‘tipo europeo de oferta bancaria’). m. Econ. Tipo de interés que se aplica a los préstamos en euros entre grandes bancos, y que se usa con frecuencia como referencia en los préstamos hipotecarios a tipos de interés variables.
  • Femenino. adj. Débil, endeble.
  • Friki. (Del ingl. freaky). 1. adj. coloq. Extravagante, raro o excéntrico. 2. com. coloq. Persona pintoresca y extravagante. 3. com. coloq. Persona que practica desmesurada y obsesivamente una afición.
  • Gayumbos. coloq. Calzoncillos.
  • Hacker. (Voz ingl.) m. y f. Inform. pirata informático.
  • Homoparental. (De homo- y -parental). adj. Familia formada por dos personas del mismo sexo y los hijos. 2. Perteneciente o relativo a la familia homoparental.
  • María. (Acort.) f. jerg. marihuana.
  • Matrimonio. En determinadas legislaciones, unión de dos personas del mismo sexo, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses.
  • Mileurista. adj. 1. Persona que percibe un sueldo mensual que se sitúa en torno a mil euros y generalmente se considera por debajo de sus expectativas profesionales. U.t.c.s. 2. Esp. Perteneciente o relativo al mileurista o al mileurismo. Salario mileurista.
  • Muslamen. Muslos de una persona, especialmente los de mujer.
  • Nube. Inform. Espacio de almacenamiento y procesamiento de datos y archivos ubicado en internet, al que puede acceder el usuario desde cualquier dispositivo.
  • Pechamen. Busto de la mujer, especialmente cuando es muy voluminoso
  • SMS. (sigla de Short Message Service 'servicio de mensaje corto'). Servicio de telefonía que permite enviar y recibir mensajes que se escriben en la pantalla de un teléfono móvil. Te lo mando por SMS. 2. m. Mensaje enviado por SMS. No recibí tu SMS.
  • Tableta. Dispositivo electrónico portátil con pantalla táctil y múltiples prestaciones.
  • Tuit. (Del inglés, ‘tweet’). m. Mensaje digital que se envía a través de la red social Twitter® y que no puede rebasar un número limitado de caracteres.
  • Tunear. (Del ingl. ‘to tune’). tr. Adaptar algo, especialmente un vehículo, a los gustos o intereses personales.
  • Wifi . (Tb. wi fi . Del ingl. Wi-Fi®). Inform. Sistema de conexión inalámbrica, dentro de un área determinada, entre dispositivos electrónicos, y frecuentemente para acceso a internet.
Otros vocablos que han sido admitidos son: culamen, chopitos, chuletón, suflé, curalotodo, desindustrialización, criminalística, papeo, euroescepticismo, teleconferencia, internet, yihad, papamóvil, vespa, vespino, portahelicópteros,  zódiac, abrefácil, minicadena, NIF, pósit, parka, decretazo, pepero, rojillo, culé, paradón, plusmarca, pichichi...

Tendrán que esperar una nueva edición palabras como pibón, wassap, choni, vintage,  vallenato o menso. 

lunes, 27 de octubre de 2014

LA NOCHE DE EL RISÓN

Esta semana, la de Todos los Santos (Halloween, no, soy demasiado viejo para eso, o de otra cultura o generación), vamos a ir subiendo relatos o cuentos sobre muertos o fantasmas.

Comenzamos con este fragmento de la novela de Gonzalo Moure 

¿Qué pasó aquella noche, en El Risón?

En realidad no puedo responder con claridad. ¿Pasó, siquiera? He contado pocas veces todo esto y, con tanto detalle, ninguna. Me he referido en muchas ocasiones, sí, a lo que llovió. Fueron las peores inundaciones que se recuerdan en la comarca, y pocos de los que ya vivían han olvidado la fecha, siquiera aproximada. También he hablado alguna vez del ambiente, tan intenso y romántico, de El Risón. Estaba rondando los quince años, y leía mucho, y creo que bien, todo lo que hay que leer con quince años. Los personajes de Pío Baroja, Salgari, Poe, Stvenson, Mary Shelley o Emily Brönte, me acompañaban a todas horas, y supongo que también en la noche de Castroniebla. Eran tiempos en los que aún se contaban historias en las cocinas, y en las noches sin luz eléctrica se tenía por costumbre que esas historias fueran de muertos y aparecidos, de la Santa Compaña y de cementerios. ¿Oí todo lo que estoy contando en El Risón, o se ha ido construyendo en mi mente a partir de simples anécdotas que escuchara de labios de los pobres marineros atrapados por la galerna, por otras leyendas? La lluvia, la furia de la ría, el interior lúgubre del chigre, las sombras violentas proyectadas sobre las paredes por la luz del petromax, el tabaco, el aguardiente…

Reconozco que guardo recuerdos imposibles de mi infancia, incluso alguno de antes de nacer: son criaturas de mi mente, sin duda. ¿Por qué no podría serlo también lo que viví allí, en El Risón? A veces, cuando lo pienso, quiero ser realista, y decirme a mí mismo que la muchacha pálida era una simple niña, guapa y lánguida, que había acabado allí por algún azar semejante al mío, que Sabel el Carbonero no hizo más que contar una vieja leyenda de un faro invadido por las ratas tras un naufragio, y que el marino alargado era nada más que un oficial que, esperando que amainara la tormenta, refirió una historia morbosa, para hacer más llevaderas sus horas y las nuestras. ¿Contó lo que recuerdo que me dispongo a escribir? Yo, juraría que sí. Si no fuera así, habría vivido toda mi vida equivocado.

Porque lo que yo recuerdo es que al cabo de unos minutos en los que los refugiados en la taberna volvieron a sus conversaciones, alguien, puede que el mismo marinero del dedo mocho, invitó al marino alargado a contar su historia:

“Ha dicho usted algo muy interesante, pero yo veo que usted está aquí como nosotros, y que fuma y bebe como nosotros. No me parece que sea usted un fantasma, la verdad.”

Intentó firmar su pulla con una risa, pero sonó tan aislada y extemporánea que la sofocó él mismo, a la mitad.

El marino alargado levantó despacio sus ojos helados hacia los del que había hablado y reído, y pareció por un momento que no iba a responder. La muchacha pálida estaba expectante también, y su compañero de mesa sonreía. Era la suya una sonrisa suficiente, algo cínica, y a mí me resultó irritante. En un momento susurró algo cerca del oído de la muchacha, y esta devolvió la confidencia con un mohín y una mirada desvaída. Pero pronto volvió a clavar sus ojos en la nuca del marino alargado.

Yo creo que fue el dueño de la taberna el que consiguió que hablara, porque sin que nadie se lo pidiera se acercó a la mesa y le renovó el vaso.

El marino alargado ni siquiera dio las gracias. Tomó el vaso, bebió un sorbo, se secó los labios y lo volvió a decir:

-Sí, mi propio fantasma.


Gonzalo Moure

domingo, 26 de octubre de 2014

RIMAS DE BÉCQUER

RIMA LXVI

 ¿De dónde vengo...? El más horrible y áspero
de los senderos busca:
Las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura;
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.

¿A dónde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba. 



RIMA XLI

Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o que abatirme!
¡No pudo ser!

Tú eras el océano y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén:
¡tenías que romperte o que arrancarme! ...
¡No pudo ser!

Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder:
la senda estrecha, inevitable el choque ...
¡No pudo ser!

RIMA LII

Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!

Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!

Nubes de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las desprendidas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!

Llevadme por piedad a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!

Con las ideas que puede sugerir el mar y la naturaleza violenta que refleja el estado anímico de los poetas románticos, os dejo con el siguiente vídeo de Master of Tides de Lindsey Stirling


¡¡¡LIBERAD AL KRAKEN!!!

ARTE EN LIBROS

Personalmente, no me gusta su forma de emplear los libros, pero, para gustos...

La rusa Ekaterina Panikanova crea collages donde desarrolla un lenguaje visual, en el que las historias contenidas en los libros, que hacen de lienzos, se extrapolan graficamente mediante grabados o ilustraciones realizados a tinta. 

Sus piezas transmiten una atmósfera bohemia cargada de lirismos, donde el expectador hilvana su propia historia.

Panikanova extiende los libros abiertos, los alinea cuidadosamente y pinta sobre su superficie como si no hubiera separación entre ellos. Los ejemplares que utiliza, de páginas viejas, amarillentas y gastadas, encajan a la perfección con sus ilustraciones, casi siempre en blanco y negro, creando una atmósfera de nostalgia que a veces se vuelve onírica e inquietante por la extraña combinación de elementos. 

Con mucho acierto ha titulado a su última serie de ilustraciones «Errata Corrige», que es la expresión latina para la fe de erratas, como si con su obra enmendara lo que hubiera escrito originariamente en los lobros. Desde luego, consigue cargarlos de nuevos significados superponiendo dos códigos diferentes con dos discursos distintos.


Sus obras conforman toda una suerte de gigantescos rompecabezas ocultos, una red irregular que mezcla confusión y orden. Si los libros están cerrados y apilados nada nos lleva a pensar que sean algo fuera de lo normal. Para revelar la ilustración es necesario abrir cada libro por la página precisa y situarlo en un lugar en concreto con respecto a los demás. Pero también hay libros que son como espacios en blanco, como silencios, sin embargo necesarios en el conjunto.


viernes, 24 de octubre de 2014

UNA CITA DE BORGES



DÍA DE LA BIBLIOTECA 2014

PREGÓN HOMENAJE A ANA MARíA MATUTE


‐¡Ana María, despierta!

El príncipe se quedó contemplándola. Era guapa, el pelo negro, los ojos grandes, la boca carnosa. Luego la sacudió suavemente, por un hombro. Insistió: ‐Vamos, mujer, que ya es hora.

Ana María, solo después de un rato, empezó a moverse. Primero movió un dedo, luego una ceja, luego entreabrió un ojo.

‐¿Y tú… quién… eres? –preguntó, no sin gran esfuerzo.

‐¡Soy el Príncipe Azul!

‐¿El qué?

‐El príncipe… ¿No te acuerdas? Tenemos que amarnos.

‐¿Es obligatorio?

‐Claro, lo manda la tradición.

‐¡Pues entonces vete a hacer gárgaras!

Ana María se giró hacia un lado y volvió a dormirse. El príncipe quedó sumamente desconcertado. Se incorporó del filo del lecho y se puso a pasear la estancia. Vio las telarañas del tiempo colgando de los pesados cortinajes, vio a un par de alabarderos durmiendo de pie, la nariz del uno apoyada en la nariz del otro. Vio, o mejor dicho, escuchó la estridente sinfonía de ronquidos que le llegaban de todas partes de aquel palacio encantado; ronquidos atronadores de guardianes forzudos, ronquidos silbantes de cocineros exquisitos, ronquidos trascendentes de capellanes gordinflones, ronquidos, ronquidos… Como que tuvo que taparse las orejas para no ser víctima de aquel terremoto sónico… y entonces se dio cuenta: ¡el fuego de la chimenea también dormía! Se acercó, aproximó una mano a aquellas llamas petrificadas y quedó ensimismado… Luego de un tiempo incontable, levantó la vista y vio sobre la repisa una hilera de libros. Eran libros de cuentos, los únicos objetos de aquel lugar que no habían acumulado polvo ni telarañas. Con un temblique en el dedo índice de la mano derecha, impropio de todo un príncipe, fue recorriendo los títulos: Cuentos de antaño, de Charles Perrault, Cuentos de los hermanos Grimm, Cuentos de H. C. Andersen, Cuentos de Ana María Matute... Al leer este último, el corazón empezó a repicarle. Sacó el libro y lo abrió. Al azar fue leyendo: “Todos nos acostamos con el lobo, pero lo que no podemos hacer es confundirlo con la abuelita.” “La infancia es más larga que la vida”. “El que no ama está muerto”.

Justo al acabar esta frase, cesaron los ronquidos y el fuego de la chimenea cobró repentina vitalidad. El príncipe se apartó.

‐Eso, ahora ponte a curiosear en mis cosas ‐oyó a sus espaldas. Levantó un poco más la vista y vio, en el espejo de la chimenea, cómo se incorporaba en su magnífico lecho una dama todavía más magnífica. Casi cien años de edad, el pelo totalmente blanco y la sonrisa totalmente pura. ‐¿Se puede saber qué día es hoy?

‐¿Hoy? ‐El príncipe no tenía ni la menor idea.

‐¡Me acabo de acordar!‐ Exclamó ella‐. ¡Es 24 de octubre, día de la Biblioteca! ¡No te quedes ahí pasmao, que los niños nos están esperando! ¡Vamos, Príncipe Azul, mueve el culo!


Antonio Rodríguez Almodóvar

jueves, 23 de octubre de 2014

EL CONCIERTO

Dentro de escasos minutos ocupará con elegancia su lugar ante el piano. Va a recibir con una inclinación casi imperceptible el ruidoso homenaje del público. Su vestido, cubierto con lentejuelas, brillará como si la luz reflejara sobre él el acelerado aplauso de las ciento diecisiete personas que llenan esta pequeña y exclusiva sala, en la que mis amigos aprobarán o rechazarán—no lo sabré nunca—sus intentos de reproducir la más bella música, según creo, del mundo.

Lo creo, no lo sé. Bach, Mozart, Beethoven. Estoy acostumbrado a oír que son insuperables y yo mismo he llegado a imaginarlo. Y a decir que lo son. Particularmente preferiría no encontrarme en tal caso. En lo íntimo estoy seguro de que no me agradan y sospecho que todos adivinan mi entusiasmo mentiroso.

Nunca he sido un amante del arte. Si a mi hija no se le hubiera ocurrido ser pianista yo no tendría ahora este problema. Pero soy su padre y sé mi deber y tengo que oírla y apoyarla. Soy un hombre de negocios y sólo me siento feliz cuando manejo las finanzas. Lo repito, no soy artista. Si hay un arte en acumular una fortuna y en ejercer el dominio del mercado mundial y en aplastar a los competidores, reclamo el primer lugar en ese arte.

La música es bella, cierto. Pero ignoro si mi hija es capaz de recrear esa belleza. Ella misma lo duda. Con frecuencia, después de las audiciones, la he visto llorar, a pesar de los aplausos. Por otra parte, si alguno aplaude sin fervor, mi hija tiene la facultad de descubrirlo entre la concurrencia, y esto basta para que sufra y lo odie con ferocidad de ahí en adelante. Pero es raro que alguien apruebe fríamente. Mis amigos más cercanos han aprendido en carne propia que la frialdad en el aplauso es peligrosa y puede arruinarlos. Si ella no hiciera una señal de que considera suficiente la ovación, seguirían aplaudiendo toda la noche por el temor que siente cada uno de ser el primero en dejar de hacerlo. A veces esperan mi cansancio para cesar de aplaudir y entonces los veo cómo vigilan mis manos, temerosos de adelantárseme en iniciar el silencio. Al principio me engañaron y los creí sinceramente emocionados: el tiempo no ha pasado en balde y he terminado por conocerlos. Un odio continuo y creciente se ha apoderado de mí. Pero yo mismo soy falso y engañoso. Aplaudo sin convicción. Yo no soy un artista. La música es bella, pero en el fondo no me importa que lo sea y me aburre. Mis amigos tampoco son artistas Me gusta mortificarlos, pero no me preocupan.

Son otros los que me irritan. Se sientan siempre en las primeras filas y a cada instante anotan algo en sus libretas. Reciben pases gratis que mi hija escribe con cuidado y les envía personalmente. También los aborrezco. Son los periodistas. Claro que me temen y con frecuencia puedo comprarlos. Sin embargo, la insolencia de dos o tres no tiene límites y en ocasiones se han atrevido a decir que mi hija es una pésima ejecutante. Mi hija no es una mala pianista. Me lo afirman sus propios maestros. Ha estudiado desde la infancia y mueve los dedos con más soltura y agilidad que cualquiera de mis secretarias. Es verdad que raramente comprendo sus ejecuciones, pero es que yo no soy un artista y ella lo sabe bien.

La envidia es un pecado detestable. Este vicio de mis enemigos puede ser el escondido factor de las escasas críticas negativas. No sería extraño que alguno de los que en este momento sonríen, y que dentro de unos instantes aplaudirán, propicie esos juicios adversos. Tener un padre poderoso ha sido favorable y aciago al mismo tiempo para ella. Me pregunto cuál sería la opinión de la prensa si ella no fuera mi hija. Pienso con persistencia que nunca debió tener pretensiones artísticas. Esto no nos ha traído sino incertidumbre e insomnio Pero nadie iba ni siquiera a soñar, hace veinte años, que yo llegaría adonde he llegado. Jamás podremos saber con certeza, ni ella ni yo, lo que en realidad es, lo que efectivamente vale. Es ridícula, en un hombre como yo, esa preocupación.

Si no fuera porque es mi hija confesaría que la odio. Que cuando la veo aparecer en el escenario un persistente rencor me hierve en el pecho, contra ella y contra mí mismo, por haberle permitido seguir un camino tan equivocado. Es mi hija, claro, pero por lo mismo no tenía derecho a hacerme eso.

Mañana aparecerá su nombre en los periódicos y los aplausos se multiplicarán en letras de molde. Ella se llenará de orgullo y me leerá en voz alta la opinión laudatoria de los críticos. No obstante, a medida que vaya llegando a los últimos, tal vez a aquellos en que el elogio es más admirativo y exaltado, podré observar cómo sus ojos irán humedeciéndose, y cómo su voz se apagará hasta convertirse en un débil rumor, y cómo, finalmente, terminará llorando con un llanto desconsolado e infinito. Y yo me sentiré, con todo mi poder, incapaz de hacerla pensar que verdaderamente es una buena pianista y que Bach y Mozart y Beethoven estarían complacidos de la habilidad con que mantiene vivo su mensaje.


Ya se ha hecho ese repentino silencio que presagia su salida. Pronto sus dedos largos y armoniosos se deslizarán sobre el teclado, la sala se llenará de música, y yo estaré sufriendo una vez más.

Augusto Monterroso

UNA PROPUESTA

Enviado por Ángel:

Para mañana, que es el Día de la Biblioteca.


Y ya puestos,
para pasado,
para la semana que viene,
para cualquier otro día,
para todos los días del año,
contagia LA ENFERMEDAD DE LEER.

miércoles, 22 de octubre de 2014

21 RELATOS CONTRA EL ACOSO ESCOLAR,

El acoso escolar, o “bulling” como se le conoce también, no es algo de nuestro tiempo, sino que es tan antiguo como la escolarización, aunque, en nuestros días, está alcanzando una virulencia especial puesto que todos recordamos algún caso de suicidio o alguna filmación en video que luego ha sido difundida en la red. En “21 relatos contra el acoso escolar”, con idea y dirección de Fernando Marías y Silvia Pérez, se nos ofrecen distintas formas de acoso escolar, desde las más simples hasta las más sofisticadas, como iremos viendo. El libro es imprescindible para los adultos, padres y educadores, porque nos da la visión descarnada, sin tapujos de lo que es el acoso escolar y que, a veces, pasa ante nosotros sin que nos demos cuenta e, incluso, lo confundimos con desmotivación, crecimiento, cambios de humor y una serie de elementos que nada tienen que ver con la sensación que siente el chico o chica que es acosado y que sufre, en silencio casi siempre, el horror de encontrarse día tras día con sus verdugos.

En el libro, 20 escritores y un ilustrador, Carlos Jiménez, nos dan su especial visión del acoso escolar. Cada uno siguiendo su estilo y su inspiración, pero todos unidos por la misma idea: denunciar a los que se amparan en el grupo o en la fuerza o en los defectos ajenos para torturar a chicos y chicas que no tienen ningún problema, sólo el no caer bien, el ser altos, bajos, gordos, flacos, rubios o demasiado morenos. Todo sirve para el acosador que goza con la mirada de miedo que siembra en el acosado.

Los autores que han formado parte de este proyecto son Ana Alcolea, Ana Alonso, Montserrat del Amo, Elía Barceló, Lola Beccaria, Martín Casariego, Ana Isabel Conejo, Carlo Frabetti, Espido Freire,  Alfredo Gómez Cerdá, Ricardo Gómez, César Mallorquí, Andreu Martín, Gustavo Martín Garzo, Gonzalo Moure, Elena O`Callaghan i Duch, Rosa Regàs, Care Santos, Marta Ribera de la Cruz, Jordi Sierra i Fabra y Lorenzo Silva. Como vemos se trata de un grupo de escritores de primera línea, algunos ya muy conocidos en el mundo de la literatura juvenil y otros que, por primera vez se dirigen al público más joven.

Los relatos son todos realistas y cada uno hace hincapié en un aspecto del acoso escolar. En cuanto a las formas expresivas, vamos desde la tercera persona, hasta la primera persona o la segunda, como “Chico Omega”, de César Mallorquí, pasando por el diario, el narrador observador, el omnisciente e, incluso, el testigo. Son relatos que nos hablan del presente de los personajes, pero también del pasado, porque no todos los protagonistas son chicos y chicas o niños y niñas, sino que los hay adultos que han sufrido de pequeños el acoso escolar y que han salido, al fin de ello. Estos reflexionan sobre ello y nos dan un ejemplo, en algunos casos lleno de esperanza, en otros más bien vengativo. “Un poco de simetría”, de Lorenzo Silva y “Marcar un gol”, de Care Santos van en esta línea, la del adulto que luego, de alguna manera, se venga del acosador. En cambio, el relato de Sierra i Fabra, “Memoria” contiene datos biográficos y nos habla del niño que fue él y de la fuerza de voluntad que tuvo que emplear para superar todos los miedos y los traumas que los demás querían sembrar en él.

No nos engañemos y pensemos que sólo los alumnos sufren el acoso escolar, también lo sufren los profesores y hay algún relato estremecedor que nos habla de una profesora asustada y maltratada por sus alumnos, como “Figura de carbón”, de Alfredo Gómez Cerdá. En otros casos, los profesores y el equipo directivo no acaban de entender el alcance del problema y no prestan oídos a las quejas de los padres, como sucede en “Martina”, de Ana Alcolea; a veces los padres son los propios acosadores, los que siembran esa violencia en sus hijos, quienes, pasan de víctimas en el hogar, a maltratadores en las aulas, como podemos ver en "Moraíto como un Lirio" de Gonzalo Moure. Es posible que algunos chicos no sepan entender muy bien qué alcance tienen sus malos tratos, como en "No lo Entiendo" de Ricardo Gómez, y los apliquen para tratar de sentirse ellos bien, ya que se saben vulnerables y solo con la violencia superan sus miedos, como en “Aprende”, de Espido Freire.

Algunos de estos relatos nos hablan de cómo el acosado acaba superando sus diferencias y plantando cara a los verdugos, de manera directa o con algunas estrategias. Muchas veces estos chicos que se creen los dueños del mundo no resisten que alguien les haga ver lo que son en realidad, unos pobres muchachos. Así lo leemos en “La diferencia”, de Lola Beccaria. Otras veces, el autor pone el acento en los chicos que llegan de otros países y que no siempre encuentran el apoyo necesario e, incluso, en chicos pobres que desentonan en su grupo y sufren acoso por ese motivo, como leemos en el relato de Montserrat del Amo, “En tierra de nadie” y en el de Marta Rivera de la Cruz, “¿Conocéis a Silvia?”.

Todos los relatos, insistimos, son de gran calidad literaria y cada uno de ellos aborda un aspecto importante del acoso escolar. A veces no nos damos cuenta pero fomentamos estas conductas y los escritores, que han observado y pensado mucho, así lo denuncian. Un mote, una colleja en apariencia inocente, un empujón al entrar al aula, risas cuando sales a la pizarra, anónimos, amenazas más o menos veladas... todo ello hace la vida imposible al chico o chica que es objeto de tanta presión y que, a menudo, como es débil no sabe qué hacer y lo que empieza siendo un aparente juego de niños acaba siendo un problema de violencia y brutalidad. A veces el ensañamiento llega a límites difíciles de creer y sofisticados, como es el uso del móvil, como leemos en “Las dos caras de la moneda”, de Elena O’ Callaghan.

“21 relatos contra el acoso escolar” presenta a personajes vivos, de carne y hueso que sufren y evolucionan, a veces para mal, como “Pelo paja”, de Rosa Regàs; a veces para bien como “Sueño Cumplido” de Ana Alonso, quien nos da una de las claves del problema, el propio miedo de la víctima hasta que se da cuenta y dice basta porque “A lo único que le tengo miedo en este momento –murmuró- es a mi propio miedo”.

Los rumores, las agresiones físicas, el vacío, las difamaciones, el no prestar ayuda, las zancandillas físicas y mentales, el mirar para otro lado cuando pasa algo... todo contribuye a que el problema del acoso escolar se enrede como en una madeja y no haya manera de solucionarlo.

El libro pretende, ni más ni menos, que luchar contra el acoso escolar y de nuestra reflexión y nuestra capacidad para entender los mensajes, depende que se solucione o, al menos, se ponga en evidencia. Como dice Fernando Marías en el breve prólogo: “Ventiún autores se enfrentan sin miedo, y de forma a veces muy poco complaciente, a las múltiples caras de este gravísimo problema que constituye hoy y ahora, en este mismo instante, una terrible forma de tortura para muchos escolares de nuestro país”.

No es, pues, un libro que toque temas de evasión, sino que su contenido es duro y honesto. Un libro importante en el panorama actual que deberían leer tanto los padres como los profesores y, por supuesto, los alumnos, ya que, descubrirían, tal vez con sorpresa, que ese mote que ellos han puesto, inofensivo, está causando un daño increíble. Y es que el acoso escolar tiene muchas caras, pero ninguna amable.

LOS MALOS DEL CUENTO

Los monstruos, las brujas, las madrastras, los vampiros, existen. Nos rodean a diario; se encuentran en nuestra familia, entre los amores que vivimos, en la oficina, al final de cada calle. Lo que ocurre es que ya no los llamamos así: preferimos hablar de manipuladores, de psicópatas, de familias disfuncionales o incluso de traumas o complejos. Ya no se encuentran en los bosques, o en los cementerios, o en las cámaras ocultas de siniestros castillos.

Pero la realidad es que vivimos en el más aterrador, más complejo y largo cuento de hadas que pudieran imaginar los hermanos Grimm, o el Perrault más crudo. Cada día las noticias de asesinatos, estafas, adulterios o mentiras nos llegan a través de todos los medios posibles. Los ogros devoran niños, los dragones arrasan con quienes, al azar, caminaban por una plaza. Casi siempre los observamos a distancia, sin acabar de creernos que exista, de verdad, tanta maldad. Si nos abandona la suerte, si no somos afortunados, forman parte de nuestra propia experiencia, que cambia para siempre.

Nos enfrentamos de manera continua a seres que deciden comportarse de manera ilegal o dañina en una sociedad ordenada que no nos permite, a quienes queremos defendernos, reaccionar de la misma manera.

Este libro pretende hablar de las personas y relaciones perjudiciales más frecuentes, de la posibilidad de detectarlas, y de, si es posible, escapar de ellas, y pretende hacerlo con la ayuda de los ejemplos más antiguos que existen. La labor de los mitos y de los cuentos de hadas era, precisamente, la de reflejar el mayor número posible de situaciones reales en las que niños y mayores pudieran encontrarse, e insuflarles ánimo, valor y soluciones para enfrentarse a ellas. Con la progresiva dulcificación de los cuentos, muchos de esos mensajes se han perdido. Creo que podemos extraer una importante lección de estas historias, que casi todos conocemos y hemos escuchado en multitud de ocasiones. Nos permitirán una reacción más rápida, si reconocemos en alguien el comportamiento dañino de un personaje de cuento.

No todos los malos de estos cuentos desean nuestra muerte; como en la vida real, pretenden privar a sus héroes y heroínas de algo valioso, o incluso suplantarles. El asesino, el violador, el psicópata tal y como los conocemos son, por suerte, una excepción en una sociedad de orden. Pero todos hemos sido víctimas de manipulaciones, de un vecino obsesionado, de un jefe déspota, de un familiar cainita. Algunos de ellos son personas inseguras y mezquinas; otros serán psicópatas integrados, capaces de pasar perfectamente desapercibidos y camuflados en sociedad.

Muchos de los lectores podrían reconocerse no sólo en el papel de víctimas; pueden poseer la humildad y la lucidez de ver algunos de los rasgos de su carácter entre los que describen a los malos: eso no sólo resulta normal, sino tranquilizador. Por lo general, el tipo puro de personalidades dañinas es incapaz de identificar sus defectos. Además, no somos ángeles, no somos santos. Entre las relaciones que mantenemos se cuela la manipulación, el chantaje emocional, las presiones. Muchas de nuestras circunstancias nos obligan a ser competitivos, o a aprovechar situaciones de superioridad. Es divertido, a veces, jugar a ser una diva. Cualquiera puede ver su vaso colmado por una última gota y estallar en un arrebato de cólera.

Sin embargo, lo normal después de ese comportamiento es que la conciencia mande alertas: alertas de culpa, de vergüenza, de malestar. A veces les sigue el arrepentimiento e incluso las disculpas o una petición de perdón. Y, por supuesto, en la gente normal y más o menos equilibrada, esas situaciones son excepcionales.

No esperen disculpas ni remordimientos sinceros de los malos del cuento. No sólo no sienten culpa: puede que disfruten con el daño infligido. Eviten torturarse con interrogantes acerca de por qué actúan así: lo hacen porque les conviene, porque es el camino más corto para conseguir lo que desean, y porque han descubierto que les compensa dañar a otra persona o saltarse la ley con tal de lograrlo.

Si les es posible, no caigan en la tentación de justificar su actitud; muchas personas nacen en una familia de escasos recursos, o son hijos de padres descuidados, maltratadores o alcohólicos. A todos nos han roto alguna vez el corazón. La práctica totalidad de nosotros desearíamos más dinero, más poder, más atención, mayor capacidad de seducción. Por cada caso de una persona dañina se pueden reseñar diez de individuos que compartieron sus mismas circunstancias y que no actúan de esa manera.

La tendencia natural del Homo sapiens es proyectarse en los demás, y aplicar al otro y dar por normal sus propias circunstancias. El trabajador esforzado, sacrificado y servicial dará por hecho que el resto de sus compañeros de empresa, e incluso el resto del mundo, se rige por su mismo código. Por lo tanto, a la decepción de descubrir que un político se ha corrompido por dinero se sumará una profunda incomprensión de los motivos por los que una persona puede hacer algo así. Pensará en la vergüenza pública, en la responsabilidad que había prometido desempeñar, en la palabra dada, en el bochorno de la familia, en la carrera destrozada, en la reputación... en todo lo que para él es importante.

Ahí radica parte del error; para ese político, nada de lo mencionado contaba tanto como para apartarle de su comisión. Su sistema de valores no se corresponde en absoluto con el del trabajador. En su mente habrá una serie de justificaciones, incluso una negación del delito. Como si pertenecieran a razas diversas, la manera de razonar de ambos será distinta. El político tachará de ingenuo o de estúpido al trabajador por no aprovecharse de su cargo. Lo que lamentará no es haber delinquido, sino que le hayan cazado.

El estudio del ser humano y sus reacciones ha sido un problema eterno, y un entretenimiento constante. En los cuentos de hadas y las historias similares no encontramos explicaciones psicológicas, sólo la descripción de los hechos. El padre regala una bonita túnica a José, y los hermanos sienten envidia. Está en la naturaleza del ogro el apetito por la carne de los niños, y por lo tanto, comerá niños. Es por eso por lo que resultan mucho más directos y simples que otros análisis, y por ello, perfectos para educar a los jóvenes: el trabajo sobre los cuentos de hadas y sus mensajes resulta una herramienta utilísima para educadores y terapeutas, y por supuesto, para los padres.

Cuentan, además, con una ventaja: no son necesarios a prioris, ni una excesiva formación para asimilarlos. Muchos de estos cuentos nos fueron narrados en nuestra infancia, o tratados en películas y series, de manera que hemos interiorizado gran parte de estas historias. A veces un pequeño esfuerzo sirve para recordarlas. Están ahí, agazapadas en nuestro inconsciente, a la espera de resultar útiles.

Otros cuentos no se han olvidado, pero han sido tan modificados que resulta casi imposible recordar su mensaje. La dulcificación de los cuentos de hadas ha sido una pérdida grande. Con la excusa de proteger a los niños de la muerte o la violencia, se les priva del conocimiento y de la manera de defenderse. Porque los niños tienen el derecho a defenderse, y a conocer los peligros o los retos que pueden surgirles. Si Cenicienta se reduce al color azul, Bella a la princesita amarilla y la Durmiente al rosa, si se sigue haciendo hincapié en el príncipe azul y se centra el cuento en una historia de amor, a las niñas no sólo se les priva de armas para superar la frustración: se les inculca otra idea falsa, la del amor garantizado, ideal y vitalicio.

De los cuentos se hace negocio: siguen siendo historias sumamente rentables. Al menos, exijamos que ese provecho no se logre perjudicando a los niños.

A lo largo de este ensayo he relacionado algunos cuentos con situaciones o casos reales. Muchos de ellos han sido crímenes tan brutales que han marcado nuestro entorno casi tanto como los cuentos de hadas. Es ése un material delicado, y a veces, abrumador. La realidad resulta terrible. Con el máximo respeto a las víctimas y a sus familias, empleo esas historias porque creo que debe quedarnos el consuelo de que sus tragedias nos ayuden a detectar antes a los malhechores, y a evitar que no se produzca ni un solo caso más. Que la sociedad no olvide tanto dolor y tanta maldad y que actúe en consecuencia y se prevenga.

Aunque emplee el masculino o el femenino tradicional para referirme a los personajes de los cuentos, en muchos de los casos su comportamiento no tiene nada que ver con su género o con sus preferencias sexuales. Puede existir un «madrastro» de Blancanieves, o una Doña Juana. Nos servirán como arquetipos, no como descripciones exactas.

Vayamos, por lo tanto, con los malos que encontramos en los cuentos y las historias clásicas, y a la manera de desenmascararlos.


Espido Freire, Los Malos del Cuento