Los apliques situados sobre la chimenea y el
resto —uno en la pared izquierda, otro a la izquierda de la biblioteca y el que
estaba situado en el vestíbulo— interpretaron magníficamente la coreografía que
se les había asignado encendiéndose y apagándose a la vez. Antes de alzarse el
telón, la sala se quedó a oscuras y comenzó a sonar la canción infantil inglesa
titulada Tres ratones ciegos. Más tarde, cuando se levantó el telón y la
oscuridad persistía, la canción dejó de sonar dando paso a la misma melodía,
pero silbada por un personaje invisible. Para cuando sonaron los gritos de
hombres y mujeres que exclamaban: «¡Dios mío! ¿Qué ha sido eso? ¡Fue por allí!
¡Oh, Dios mío!», el escaso auditorio estaba atrapado en La ratonera.
A Gaspar le
pareció gracioso cómo sonaban las primeras frases de la obra en español, tan
diferente del inglés. «El crimen se cometió en el número 24 de Culver Street,
Paddington». Y entonces la luz se encendió lentamente, dejando ver la sala de
Monkswell Manor, una casa de huéspedes donde un puñado de personajes, atrapados
por culpa de una nevada, iba a verse involucrado en una endiablada trama que
comenzaba de inmediato, nada más anunciarse que una tal señorita Maureen Lyon
había sido asesinada.
Para cuando el personaje de Mollie Ralston
hizo su entrada por la derecha del escenario, incluso Mercedes se había
olvidado por unos instantes de su novio y no le agobiaba exigiéndole besos. Por
su parte, Santos seguía sin pestañear los movimientos de la joven actriz alta,
guapa y con aspecto ingenuo. La vio dejar el bolso y los guantes sobre la
butaca del centro del salón. Contempló cómo se acercaba al aparato de radio y
lo desconectaba mientras el locutor anunciaba el riesgo que, por culpa del
hielo, correrían los automovilistas que se aventuraran por las carreteras. A
partir de ese instante, se olvidó incluso de los prejuicios que le hacían dudar
de que el ingenio como autora teatral de su admirada Agatha pudiera competir
con su destreza como novelista.
Mariano Urresti, Agatha Escribía con Sangre
En 1947 la
reina María, la viuda de Jorge V, solicitó a la BBC una novela radiofónica de Agatha Christie, porque le encantaban sus libros. La BBC se puso en contacto con ella y
Agatha accedió. Así fue como escribió Tres Ratones Ciegos, inspirándose en
la canción infantil. Tras el éxito de la versión radiofónica, Agatha pensó en
escribir una obra de teatro estirando aquel argumento, añadiendo personajes y
escenas adicionales, que pudiera gustar al público más diverso. Pero no podía
utilizar ese título, Tres Ratones Ciegos, porque ya
existía una obra llamada así, y su yerno tuvo la idea de titularla La Ratonera.
Se estrenó en Londres en el año 1952 y allí́ se representa desde entonces de
forma ininterrumpida, logrando de esta forma todo un récord en el mundo teatral.
Su
argumento es el siguiente:
Una joven
pareja hereda una mansión y decide convertirla en una casa de huéspedes. En una
fría noche de invierno, van llegando los inquietantes inquilinos que van a
pasar el fin de semana: un joven excéntrico, una dama anciana de mal
temperamento, un militar retirado, una mujer con aire masculino y un misterioso
extranjero. Poco después, un joven sargento de la policía consigue llegar a
través de la nieve para advertirles que un peligro les acecha, pues alguno de
ellos puede tener relación con un crimen cometido en Londres. Se crea una trama
de misterio y suspense entre los personajes, quienes desconfían los unos de los
otros. A partir de ese momento la casa se convierte en una ratonera. Las
sospechas y recelos entre unos y otros se van sucediendo hasta llegar al
inesperado final.
Los
próximos 24, 25 y 26 de noviembre el grupo La Troya interpretará en el Gran
Teatro de Villarrobledo esta obra teatral. El espectáculo comienza
a las 21:30 horas el jueves y el viernes, y a las 20:00 horas el sábado.
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