Esta semana he
recibido este libro del sello Loqueleo de la editorial Santillana que pretende ser un homenaje a todos los
maestros, en su sentido más afectivo e integro de la palabra, que con su
dedicación, creatividad y entusiasmo hacen posible que tantos niños y jóvenes
crezcan confiando en sus propias capacidades. Y muy especialmente, está
dedicado a todos esos docentes que han transmitido su amor por la Literatura…
Lo cierto es
que ha sido una gozada ver esas Diez Miradas, mejor dicho, leer esos
diez relatos de esos magos de las
palabras y maestros en el arte de contar historias: Maite Carranza, Jordi Sierra ¡ Fabra,
César Mallorqui, Concha López Narváez, Rafael Salmerón Alfredo Gómez Cerdá, Mª
Isabel Molina, Fernando J López, Care Santos, Joan Manuel Gisbert y mi paisano
Fernando Lalana.
Algunos de
ellos inciden más en el aspecto docente en general o la influencia del maestro
en el alumno: delicioso ese Blanca y los Plátanos, de Maite
Carranza, donde de forma sorprendente se reencuentran la vieja maestra
y un viejo discípulo (por cierto, que sentimientos tan contradictorios cuando
ves que tienes un discípulo: alegría, al ver que alguien ha seguido tus pasos;
por otra parte, te sientes viejo, se te cae el mundo encima); la búsqueda de
ese reconocimiento, que todos anhelamos (y quien diga lo contrario, miente cual
bellaco) lo podemos ver en El Cerebro del Profesor Vázquez, de César
Mallorqui, donde irónicamente el profesor no recuerda a su antiguo
alumno. Emotivo me ha resultado el de Alfredo Gómez Cerdá, El
Único Trabajo de mi Vida, tal vez por la reciente jubilación de una
amiga y compañera. Jordi Sierra ¡ Fabra, con su Un Mundo bajo el Cielo, a
través de ese maestro sudamericano nos recuerda a nuestros viejos maestros de
escuela que iban a un pueblo cargados de sueños. Concha López Narváez y Rafael
Salmerón, con En busca del Tesoro, nos hacen ver
lo que disfrutamos cuando un alumno coge un libro motu propio o nos pide
nuestra opinión sobre una novela. La flamante Premio Nadal Care Santos nos emociona
con ese homenaje a Shakespeare (si, también los grandes tuvieron maestros, ¿qué os
pensabais?) en Tarde de Teatro. Fernando Lalana, con Fin
del Luto, nos trae al alumno enamorado de su profesora (podéis pensar
mal, pero os vais a equivocar). La influencia sobre el futuro del niño nos la
presentan en sus relatos tanto Mª Isabel Molina como Fernando
J López que sigue trabajando su línea temática sobre el suicidio en
adolescentes, pero muy logrado ese acercamiento al muchacho mediante el poema
de Luis
Cernuda en El Mar no Tiene Sueño; si queréis leer este relato, lo tenéis
aquí.
De Joan
Manuel Gisbert, ¿qué podemos decir?. Mejor le dejamos hablar con este
microcuento que nos trae en su cuento:
EL GRAN ANFITRIÓN
Uno de sus mayores placeres es ir abriendo
los espacios de su inmensa casa a sus invitados y dejarlos moverse libremente
por ellos. Es entonces cuando lo invisible sale a la luz. Del silencio brotan
ríos de palabras, seres muy diversos pueblan las estancias, mundos cercanos y
remotos toman forma, asombrosos lugares se desarrollan y se producen en ellos
vivencias de muchas clases.
El Gran Anfitrión, propicio y acogedor, los
guía y acompaña por un tiempo y, luego, muy despacio, va retirándose a sus
aposentos y los deja a su aire, creciendo y disfrutando por sí mismos.
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