Esta
semana ha fallecido el actor británico John Hurt.
Muchos
de los personajes que ha encarnado o prestado su voz pertenecen a libros: el
vendedor de varitas mágicas Ollivander, en Harry Potter de J. K. Rowling; el sádico
Calígula, en Yo, Claudio, de Robert Graves; Control, el jefe del
MI6, en El Topo de John Le Carre; el matemático Arthur Seldom, de Los Crímenes de Oxford de Guillermo Martínez; el doctor Iannis
de La
Mandolina del Capitán Corelli de Louis de Bernieres; Winston Smith,
en 1984
de George
Orwell; o aporta su voz como narrador en El Perfume, de Patrick
Süskind, o Aragorn en la versión de dibujos animados de El
Señor de los Anillos de Tolkien. Y puestos a ser frikis ha
sido el dictador de Gran Bretaña en V de Vendetta, o El Hombre Elefante; ha
trabajado en Indiana Jones, Contact, Alien, o ha encarnado al doctor Who
Pero
uno siempre lo recordará imbuido en una bata y sentado en un sillón junto a una
chimenea encendida en un antiguo castillo, siempre acompañado por su perro
parlante (algo cínico a veces), introduciéndonos a legendarios cuentos europeos:
Juan Sin Miedo, Cenicienta, Hans el niño erizo, etc…
Él
era el Cuentacuentos, en la serie de televisión creada por Jim Henson en 1987,
donde se combinaba la actuación de actores reales con marionetas y se recogían
historias propias del folclore y de la
tradición de los cuentos de hadas.
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