Rafael
Salmerón nos presenta la vida en 27 latidos, en 27 capítulos.
27
latidos de incertidumbre, de miedo, de duda, de rechazo, de vergüenza, de
violencia, de intolerancia, de odio y de soledad. Pero también latidos de
futuro, de amor, de lealtad, de libertad y de esperanza.
27 latidos de
vida.
Gusto tiene
dieciocho años y no sabe lo que quiere. ¿Estudiar? ¿Buscar un trabajo? Mientras
lo decide espera en un banco del parque, dejando pasar el tiempo. Y vendiendo drogas a los chicos
del barrio.
Nico sabe lo
que quiere. Quiere que Ainhoa sea su chica. Y quiere una moto. Y odia a Charly,
que tiene pasta, una Aprilia RS50, y es el novia de Ainhoa. Y quiere la
mercancía que Gusto vende.
Yeidy no
quiere que a ella y a su familia les echen de su casa. Tampoco quiere tener que
regresar a su país de origen. Ni quiere hacer muchas de las cosas que Kini, su
novio, quiere que ella haga (por ejemplo, pasar fotos desnuda para que no le
llame sudaca).
Máximo solo
quiere que se olvide esa falsa acusación de delito sexual, con la novia de su
hijo, que le costó su carrera y su familia. Que no le señalen, que no le miren
como le miran. Lo que de verdad quiere es recuperar su vida y su dignidad.
Román, ese
viejo quiosquero, querría poder volver atrás en el tiempo y hacer algo
diferente para que Andrés, su nieto, no fuese un yonqui desahuciado. También
querría saber cómo hacer para que Nico, su otro nieto, no caminase tras los
pasos de su hermano mayor, y recrimina a Gusto, del que se ha hecho amigo, que
venda droga.
A
través de estos cinco personajes, cuyas vidas se entrecruzan Rafael
Salmerón nos ofrece un relato duro sobre la juventud actual, en el que
aparecen temas como racismo, drogas, violencia, machismo, crisis, las falsas
acusaciones, abusos sexuales y psicológicos…
El
estilo es sencillo, desnudo, intentando en los diálogos imitar el lenguaje
coloquial de los jóvenes. No se profundiza en los personajes, pues al autor le
interesa más la denuncia que hay en sus historias.
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