—¡Bex, mira
esto!
Cuando escuchó
a Andy gritar, se dio cuenta de que había seguido caminando sin él. Tenía la
vista fija en el escaparate de una tienda, leyendo un cartel que habían colgado
en él.
—¿Qué es?
—preguntó.
—Ven a ver —le
dijo Andy mientras sonreía abiertamente.
Sin muchas
ganas, Rebecca volvió sobre sus pasos. Conociendo como conocía a Andy,
seguramente sería el anuncio de una venta de plantas en la parroquia. O que los
cines Fénix iban a reponer La guerra de las galaxias.
—A ver, dime
qué es —preguntó con indiferencia cuando estuvo junto a él.
Con un gesto
triunfal, Andy señaló el cartel en el escaparate del café.
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Nos reuniremos todos los jueves para hablar de libros,
de la vida, de todo...
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Café y tarta gratis en la primera reunión
—¿Quieres
hacerte de un club de lectura? —preguntó confusa Rebecca. Andy era más bien de
leer periódicos y biografías de deportistas famosos. Jamás lo había visto coger
una novela.
—¡No es para
mí! —exclamó este—. ¡Es para ti!
Rebecca lo
miró sorprendida.
—¿Y por qué
iba a interesarme eso? —Sentía cómo una nueva oleada de decepción la invadía.
Su marido era un caso perdido—. Seguramente es un hatajo de carcamales que se
reúnen para hablar de Guerra y Paz —dijo mientras echaba a
andar.
Andy parecía
herido mientras corría para ponerse a su altura. Se detuvieron a la altura de
la carnicería.
—Vaya, pues
pensaba que te gustaría. Es una manera de salir de casa y conocer gente nueva.
Y a ti te gusta leer, ¿no?
—Eso sí
—admitió Rebecca.
No es que
tuviera mucho tiempo libre. Desde hacía unos meses lo único que leía eran los
trabajos de historia pésimamente escritos de sus alumnos.
—Déjalo, era
solo una idea —dijo Andy con su voz cariñosa de siempre. A veces era este tono
de voz lo que más le molestaba a Rebecca de él. Le hubiera gustado que mostrara
algún tipo de pasión.
Recordó cuando
comenzaron a quedar y Andy no parecía cansarse nunca de ella. Se acordaba de
que, al salir de un bar o de un club nocturno, la empujaba hacia un callejón para
besarla y meterle mano... ¡Había sido tan emocionante, la sensación de estar
haciendo algo ilícito! Sentir sus manos sobre la piel y pensar que alguien
podía descubrirlos en cualquier momento. Solo con pensar en ello ya se sentía
excitada, valoró mientras pasaban por delante de las puertas cerradas del café.
Deseaba que Andy volviera a agarrarla con fuerza, la atrajera hacia sí y
después... Pero aquellos días parecían haberse quedado atrás y a ella solo le
quedaban sus fantasías.
Se detuvo y se
giró de nuevo hacia la cafetería. Había una mujer joven en la puerta, llevaba
un vestido negro, una chaqueta de pata de gallo, una bufanda roja y zapatos de
tacón chupete. Tenía las piernas enfundadas en unas medias negras de red, y el
pelo estaba teñido de negro y peinado estilo años cincuenta.
Parecía
divertida, interesante y lo mejor de todo es que estaba leyendo el cartel con
intensa concentración.
La mujer sacó
un iPhone de su bolso (que era rojo y tenía la forma de unos labios) y comenzó
a teclear las instrucciones del cartel.
Rebecca sonrió
para sus adentros. Después de todo, quizá no fuera un club para carcamales.
Sophie Hart, El Club de Lectura
de las Chicas Traviesas
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