Fernando
Aramburu ha recibido por su novela Patria el Premio Nacional de Narrativa 2017
por "la profundidad psicológica de los personajes, la tensión narrativa y
la integración de los puntos de vista, así como por la voluntad de escribir una
novela global sobre unos años convulsos en el País vasco".
El día en que
ETA anuncia el abandono de las armas, Bittori se dirige al cementerio para
contarle a la tumba de su marido el Txato, asesinado por los terroristas, que
ha decidido volver a la casa donde vivieron. ¿Podrá convivir con quienes la
acosaron antes y después del atentado que trastocó su vida y la de su familia?
¿Podrá saber quién fue el encapuchado que un día lluvioso mató a su marido,
cuando volvía de su empresa de transportes?
Por más que
llegue a escondidas, la presencia de Bittori alterará la falsa tranquilidad del
pueblo, sobre todo de su vecina Miren, amiga íntima en otro tiempo, y madre de
Joxe Mari, un terrorista encarcelado y sospechoso de los peores temores de
Bittori. ¿Qué pasó entre esas dos mujeres? ¿Qué ha envenenado la vida de sus hijos
y sus maridos tan unidos en el pasado?
Con sus
desgarros disimulados y sus convicciones inquebrantables, con sus heridas y sus
valentías, la historia incandescente de sus vidas antes y después del cráter
que fue la muerte del Txato, nos habla de la imposibilidad de olvidar y de la
necesidad de perdón en una comunidad rota por el fanatismo político.
El libro
pronto nos engancha. Son 125 capítulos, cortos todos, sin seguir una cronología
lineal (saltos temporales, cambios de punto de vista…) dedicados cada uno de
ellos a un personaje (donde la primera persona se entremezcla con el estilo
indirecto libre, y a veces puede dificultar comprender quién habla). La novela
es el testimonio de un mundo dividido, representado por esas dos familias, que
tiempo atrás fueron amigas: la familia del etarra con delitos de sangre, frente
a la familia del empresario muerto por ETA.
Dos
familias, mediante las que contemplamos la realidad de la sociedad vasca. Dos
familias, donde mandan las madres, Miren y Bittori, amigas desde la infancia y
que los hechos van distanciando y enfrentando; sus maridos también son amigos y
compañeros, lo mismo ocurre con los hijos, hasta que los acontecimientos se
desencadenan. Bittori una mujer dura, que sólo busca que el asesino de su
marido le pida perdón. Miren, una apasionada defensora de Euskal Herria. Los
hijos: Xavier, el médico; Nerea; Gorka, un escritor homosexual; Joxe Mari, un
terrorista encarcelado; Arantxa, que la encontramos inválida...
El
propio autor, cerca del final del libro, nos da la razones que le motivaron a
escribir esta novela
Hay libros que van creciendo
dentro de uno a lo largo de los años en espera de la ocasión oportuna de ser
escritos. El mío, del que he venido a hablarles hoy a ustedes, es uno de ellos.
(...)
Y este proyecto de componer, por
medio de la ficción literaria, un testimonio de las atrocidades cometidas por
la banda terrorista surge en mi caso de una doble motivación. Por un lado, la
empatía que les profeso a las víctimas del terrorismo. Por otro, el rechazo sin
paliativos que me suscitan la violencia y cualesquiera agresiones dirigidas
contra el Estado de Derecho. (...)
Escribí, pues, en contra del
sufrimiento inferido por unos hombres a otros, procurando mostrar en qué
consiste dicho sufrimiento y, por descontado, quién lo genera y qué
consecuencias físicas y psíquicas acarrea a las víctimas supervivientes. (...)
Asimismo escribí en contra del
crimen perpetrado con excusa política, en nombre de una patria donde un puñado
de gente armada, con el vergonzoso apoyo de un sector de la sociedad, decide
quién pertenece a dicha patria y quién debe abandonarla o desaparecer. Escribí
sin odio contra el lenguaje del odio y contra la desmemoria y el olvido tramado
por quienes tratan de inventarse una historia al servicio de su proyecto y sus
convicciones totalitarias. (...)
Pero también escribí, desde el
estímulo por ofrecer algo positivo a mis semejantes, a favor de la literatura y
el arte, por tanto a favor de lo bueno y noble que alberga el ser humano. Y a
favor de la dignidad de las víctimas de ETA en su individual humanidad, no como
meros números de una estadística donde se pierden el nombre de cada una de
ellas, sus rostros concretos y sus señas intransferibles de identidad. (...)
Procuré evitar los dos peligros
que considero más graves en este tipo de literatura: los tonos patéticos,
sentimentales, por un lado; por otro, la tentación de detener el relato para
tomar de forma explícita postura política. Para eso están, a mi juicio, las
entrevistas, los artículos de periódico y los foros como este. (...)
Quise responder a preguntas
concretas. ¿Cómo se vive íntimamente la desgracia de haber perdido a un padre,
a un esposo, a un hermano en un atentado? ¿Cómo afrontan la vida, tras un
crimen de ETA, la viuda, el huérfano, el mutilado? (...)
PREMIO DE LA CRÍTICA 2016
PREMIO NACIONAL DE NARRATIVA
2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario