Reina, la
protagonista de Todo el bien y todo el mal, una mujer acostumbrada a tomar sus
propias decisiones, recibe una llamada inesperada que puede cambiar todo su
pasado familiar: ha aparecido una carta repleta de secretos que la destinataria,
su madre, se negó a leer y que revela que su padre no se suicidó, como creía,
sino que fue asesinado. Al mismo tiempo, alguien pretende abrir la tumba de su
padre, José Gené, enterrado en Conques, una pequeña localidad de la provincia
de Lleida.
Vamos a
encontrarnos con dos tramas en dos épocas distintas. La de Reina, en la
actualidad, y sus relaciones con los miembros de su familia: su marido, su ex,
su hijo, al que está superprotegiendo tras el incidente del libro anterior, su
madre y su tía materna, y todo lo que ocurre tras ese extraño accidente en la
niebla camino de Conques; la otra es la de su padre, José Gené, que comienza en
la Barcelona anterior a la guerra y llega hasta los años 70: es un
superviviente, que en el momento oportuno se une al bando vencedor; como conoce
a Mercedes, su único amor, y la relación con el hermano de esta, el anarquista
Olegario.
Las dos tramas
se van alternando, y en ambas van aflorando pensamientos y sentimientos que nos
traen a unos personajes secundarios muy bien trazados: los habitantes de la
comarca leridana en la actualidad (Sara, Murgo, Ratona, Filo, el policía
Pedro…) o los que aparecen en la historia del padre (Mercedes, Ilda, Soledad,
la maestra de toda la vida, Antonio, el hijo de Mercedes). Pero hay dos
personajes que destacan sobre los demás por sus claroscuros que los humanizan:
José y Olegario, arrastrados por el amor, el odio, la supervivencia...
Los
lectores, poco a poco, iremos conociendo ese pasado familiar oculto, que nos
acercará a la posguerra y cómo esta marca a los personajes; veremos cómo la
historia entre Mercedes y José pasa del amor al odio, y de ahí a la huida de
Mercedes sin dejar rastro; conoceremos a su abuela, la Reina de la calle Verdi,
con sus motivaciones…
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