lunes, 22 de febrero de 2021

UNA CRÍTICA SOBRE STEPHEN KING

 

Ángela se esforzó por sonreír de nuevo, pero Cruzado se dio cuenta de que seguía asustada. Sobre todo cuando la luz volvió a temblar.

—Este edificio está para tirarlo... ¿Seguro que estás bien?

—Es que estaba en un club de lectura, de una novela de terror, y... Bueno, supongo que tengo demasiada imaginación.

Cruzado vio el ejemplar de It que la chica llevaba en las manos. Torció el gesto como se hace cuando el plato de comida no apetece.

—¿Stephen King? Te confieso que soy de esos raros que no consiguen conectar con sus libros.

—¿De veras? Me alegra saber que no soy la única. A Sebas le encanta, lo considera el mejor escritor contemporáneo.

—Mis compañeros de departamento también lo tienen en un altar y yo les sigo la corriente, pero no he leído ni una línea de ninguna de sus novelas. No se lo cuentes, pero lo cierto es que dudo de las virtudes que se le atribuyen a la literatura de terror. El misterio, vale, eso es resolver rompecabezas...

—Sí, a mí también me gusta. De pequeña era una detective buenísima.

—En el terror no hay nada que desentrañar, es plano. Y siempre tengo la sensación de que toda esa niebla que describen cubre más cosas que los tejados de las casas victorianas... Para empezar, a un escritor con mucho que contar en un psicoanálisis.

Aliviada, Ángela le confesó que a ella le pasaba igual, que se alegraba de saber que no estaba sola en esa guerra y que le guardaría el secreto.

—No soporto a los payasos, desde niño —le confesó Cruzado, devolviéndole el libro—. Además, esta historia es de lo más macabra. El payaso de la novela era real.

—¿Real?

—Sí, recuerdo haber visto de pequeño en las noticias la historia de un asesino en serie de Norteamérica que se disfrazaba de payaso. Coleccionaba cadáveres en el jardín de su casa. No recuerdo su nombre, pero sí la fotografía. Se pintaba la cara de blanco, con una enorme sonrisa roja. Llevaba ese pelo rizado de color naranja que le crecía a los lados. Y los ojos... eran negros. Toda aquella historia inspiró a Stephen King para describir al protagonista de su novela.

Carlos García Miranda, El Club de los Lectores Criminales

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