Don Arístides
nos ha guiado entonces hasta la entrada principal del templo, un acceso situado
en el extremo occidental de la nave, justo debajo del campanario. Allí ha
querido que admiráramos su Magna Porta, una portada enmarcada por unas
arquivoltas reconstruidas no hace mucho. Sobre su dintel, inscrito en una
medialuna de piedra, nos ha mostrado la primera de las «pruebas físicas» que
compartió con nuestro compañero: un crismón. El más grande y hermoso que
hayamos visto nunca.
¿Han oído
ustedes alguna vez hablar de ellos?
Los crismones
son piezas decorativas singulares que sólo se encuentran en algunas iglesias
medievales. Solían colocarse sobre vanos y lugares de paso y por lo general se
reducían a un círculo en el que se inscribían las letras griegas rho (ρ) y ji
(Χ), que eran las dos primeras del nombre en griego del Mesías (Χριστός). El
ejemplar de Jaca ha resultado ser, sin embargo, muy distinto a todos los que
conozco. Está flanqueado por dos leones simétricos, y sus letras, de un relieve
afiligranado, forman una suerte de anagrama.
Don Arístides
nos ha entregado incluso un grabado antiguo para que pudiéramos apreciar mejor
sus inscripciones. Éstas, escritas en un latín repleto de arcaísmos, advierten
a quien entra que sólo el que purifica su alma y se humilla en ese suelo
alcanzará la vida eterna y superará la «ley de la muerte».
Deténganse en
este punto un momento. ¿No era precisamente eso a lo que aspiraban los
caballeros de los relatos artúricos? ¿No fue la superación de la muerte el
principal atributo del grial?
Para rematar
ese simbolismo, y siempre atendiendo a las explicaciones de don Arístides, el
cantero del crismón subrayó su mensaje añadiéndole ocho margaritas que son
prácticamente endémicas de esa pieza. Éstas se encuentran entre los radios,
talladas con un detalle que maravilla. Son, nos ha dicho, muy raras en un
símbolo de este tipo aunque su intención debió de ser muy clara en tiempos de
Sancho Ramírez: se trataba de una marca de pureza. Un símbolo de renacimiento.
Javier Sierra, El Fuego Invisible
PREMIO PLANETA 2017
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