Aprovechando que esta semana se celebra el
Día del Libro, os subo este fragmento de la última novela de Naomi Novik. Lo triste es que este
caso, u otros muy parecidos, se dan frecuentemente entre nuestros alumnos,
estamos ante analfabetos funcionales.
Llegada la
hora de comer, estaba mortalmente aburrida.
Mi familia no
era rica ni pobre; teníamos siete libros en casa. Yo sólo había leído cuatro de
ellos; me había pasado prácticamente todos los días de mi vida más al aire
libre que bajo techo, aun en invierno y bajo la lluvia. Pero ya no tenía tantas
opciones, así que cuando le llevé la bandeja de la comida aquel mediodía, eché
un vistazo a los estantes. Seguro que no causaba ningún daño si cogía uno.
Seguro que las otras chicas habían cogido libros, ya que todo el mundo hablaba
de lo cultas que eran cuando abandonaban el servicio.
Así que me
atreví a acercarme a una estantería y tomé un libro que casi estaba pidiendo
que lo tocasen: tenía una bella encuadernación en un cuero bruñido del color
del trigo que brillaba a la luz de las velas, suntuoso y atrayente. Una vez lo
hube cogido, vacilé: era más grande y más pesado que cualquiera de los libros
de mi familia, y, además de eso, la cubierta tenía grabados unos hermosos
dibujos pintados en oro. Sin embargo, carecía de candado, así que lo subí a mi
cuarto con una cierta sensación de culpabilidad y tratando de convencerme a mí
misma de que estaba siendo una boba por sentirme así.
Entonces lo
abrí, y me sentí aún más estúpida, porque no era capaz de entenderlo en
absoluto. No de la manera habitual. No es que no conociera las palabras, o que
no supiese qué significaba la suficiente cantidad de ellas: las había entendido
todas, así como todo cuanto había leído en las tresprimeras páginas, y luego
había hecho una pausa y me había preguntado de qué trataba el libro. Y no había
sido capaz de decirlo; no tenía la menor idea de lo que acababa de leer.
Retrocedí y lo
volví a intentar, y una vez más me creí segura de estar entendiéndolo, y todo
ello sonaba perfectamente lógico; incluso mejor que perfectamente lógico:
transmitía la sensación de la verdad, de algo que yo siempre había sabido y que
nunca había expresado en palabras, la sensación de estar explicando de forma
clara y llana algo que yo jamás había comprendido. Asentía satisfecha,
avanzando bien, y esta vez llegué hasta la quinta página antes de percatarme de
que no sería capaz de contarle a nadie lo que decía en la primera, ni tampoco
en la anterior, en realidad.
Fulminé el
libro con una mirada de resentimiento, lo volví a abrir por la primera página y
empecé a leer en voz alta tomándome mi tiempo con cada vocablo. Aquellas
palabras sonaban como el trino de los pájaros en mis labios, hermosas,
fundiéndose como la fruta azucarada. Aún me veía incapaz de seguirles el hilo
mentalmente, pero continué leyendo en un tono de ensoñación hasta que la puerta
se abrió de golpe.
Naomi Novik, Un Cuento Oscuro
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