Enviado por Ángela (B1C):
Estamos ante una
novela de carácter autobiográfico escrita por Frank McCourt. El hambre,
el frío, las pulgas, la enfermedad y la muerte son el rostro oscuro de este
relato en el que el autor hace un ejercicio de introspección y narra su propia
infancia, contada a través de la mirada tierna e inocente de su yo niño.
Conforme nos adentramos en las páginas de esta novela, somos testigos del
aprendizaje vital de Frank: el descubrimiento de la poesía, el sexo, las
chicas, el esfuerzo que conlleva el trabajo y, lo más importante, el anhelo y
el sueño de viajar a América para forjarse un futuro.
Frank es un
personaje entrañable, valiente, responsable, inteligente, con altos estándares
éticos, a través de cuyos ojos el lector es testigo de toda una infancia. En
primer lugar, es obvio que debido a las circunstancias en las que le tocó
vivir, Frank fue un niño que tuvo que madurar antes de lo habitual. Desde muy
joven lo hacen responsable en numerosas ocasiones de sus hermanos pequeños.
Además, presencia también desde una edad muy temprana las confrontaciones entre
sus padres debido a los estados de embriaguez de su padre y a la falta de
dinero en el hogar. Por si todo esto no fuera suficiente, Frank tiene un estado
de salud muy débil, pues contrae la tisis y tiene problemas de infección en los
ojos. No obstante, es capaz de superar todos estos obstáculos que no le impiden
ser un muchacho muy trabajador. Por otro lado, Frank es una persona inteligente
como delatan varios hechos. No olvidemos que lo adelantan de curso pese a haber
estado hospitalizado durante un año por la tisis. El profesor se sorprende al
leer Frank una redacción sobre ``Jesús y el tiempo´´, donde plasma ideas de una
alta tesitura mental que no se corresponden en absoluto con su edad,
defendiendo que la Iglesia Católica no habría existido de haber nacido
Jesucristo en Limerick. Por último,
Frank es una persona soñadora e idealista, que anhela profundamente viajar a
los Estados Unidos para probar suerte y amasar una pequeña fortuna con el
objetivo de dar a su familia una vida digna de la cual nunca han podido
disfrutar. Un reflejo de su personalidad es esta reflexión que él mismo hace:
``Puede que seas pobre, que lleves los
zapatos rotos, pero tu mente es aún un palacio.´´
Malachy presenta
una compleja personalidad. Frank nos dirá sobre él: ``Yo pienso que mi padre es como la Santísima Trinidad, que tiene tres
personas diferentes: el de la mañana con el periódico, el de la noche con los
cuentos y las oraciones y el que hace la cosa mala y llega a casa oliendo a
whisky y quiere que muramos por Irlanda´´. De un lado tenemos a un Malachy
responsable y culto, que intenta buscar un empleo pese a la dificultad añadida
de tener un acento de Irlanda del Norte. Por otro, encontramos su faceta paternal,
gracias a la cual lee cuentos e inventa historias para sus hijos antes de
enviarlos a dormir. En un ángulo opuesto, nos topamos con el alcoholismo
crónico que sufre Malachy; por esa adicción terrible atormenta a su familia y no puede cumplir con
responsabilidades tan elementales como alimentar a los pequeños, pues tiene
serias dificultades para conservar los empleos por un largo período de tiempo.
Ángela es el
pilar sobre el que está construida la familia y es una persona tremendamente
humana. Pese a la dificultad que supone salir de estados de tedio y profundo
dolor tras la muerte de Margaret, Eugene y Oliver, es capaz de reponerse para
sacar adelante al resto de sus hijos, pues como ella misma afirma, no quiere
criar a una ``banda de recaderos´´ , sino que desea que sus hijos estudien y
prosperen. La presencia de Ángela a lo largo de toda la novela le otorga una
candidez asombrosa, pues es un alma que ha sido herida en tantas ocasiones que
lo más fácil sería desistir de todo y rendirse. Pero ella opta por seguir
adelante, por cumplir con sus deberes como madre, por suplir la ausencia de su
marido en las vidas de sus hijos.
Esta novela me
parece un claro ejemplo de superación y de éxito personal; un trayecto vital en
el que se superan toda clase de adversidades y en el que la miseria, la
humillación y la desgracia tienen desafortunadamente un protagonismo eminente.
Para concluir,
debo señalar que la novela es muy dura y que, debido a la técnica narrativa de Frank
McCourt, al lector le es muy fácil ponerse en el lugar de la familia. A
mí personalmente ciertos capítulos me causaron un gran impacto. Hay algunos
momentos que quedarán grabados en mi memoria, como cuando Frank, con tan solo
cinco años, se indigna al ver a su padre y al enterrador apoyando sus pintas de
cerveza en el ataúd del pequeño Oliver, o cuando Ángela y sus hijos van a la
Conferencia de san Vicente de Paúl a recoger una cabeza de cerdo para la comida
de Navidad y ellos mismos sienten vergüenza al ver que la gente se les queda
mirando en la calle. No obstante, el momento más desgarrador es en el que Frank
ve a su madre en la beneficencia de la Iglesia, intentando hacerse con una
bolsa de las sobras de comida de los curas. Es ahí cuando pierde parte de la
inocencia al ver a su madre mendigando al fin y al cabo, comprobando la
desestructuración de la familia McCourt y el extremo tan infausto al que han
llegado.
PREMIO PULITZER 1997
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