He tratado de
escribir las historias completas
pero me ha dado
miedo.
Ya sé que no tengo
los permisos
y que estoy faltando
a las promesas como siempre.
Como si un solo verbo
pudiera revivir los momentos.
Pero tengo deudas que
pagar con mi memoria y la tuya.
Sé además que tú no
podrías escribirlas jamás.
Lamento si te las
robo en alguna medida,
pero al hacerme
participe también me las regalaste.
Ya sabes que soy una
cuenta historias.
También tengo que
recordarte
que la ficción a
veces no supera la realidad.
Te insto a que no
tengamos más miedo.
Que no parezcamos,
que seamos.
Aunque seamos
víctimas o victimarios,
aunque robemos donde
ya no queda nada.
Te puedo decir, si te
sirve de consuelo,
que he llorado en todas
las plazas
de las ciudades donde
he estado,
y ya sabes que son
muchas.
Pero que también he
amado con fuerza
y me he reído con
ganas, de nosotras mismas.
Esta historia es
tuya, como tantas otras
Irene Bostelmann, El Camino más
Largo
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