Habiendo perdido a Eurídice, Orfeo la
lloró largo tiempo, y su llanto fue volviéndose canciones que encantaban a
todos los ciudadanos, quienes le daban monedas y le pedían encores. Luego fue a
buscar a Eurídice al infierno, y allí cantó sus llantos y Plutón escuchó con
placer y le dijo:
—Te devuelvo a tu esposa, pero sólo
podrán los dos salir de aquí si en el camino ella te sigue y nunca te vuelves a
verla, porque la perderías para siempre.
Y echaron los dos esposos a andar, él
mirando hacia delante y ella siguiendo sus pasos...
Mientras andaban y a punto de llegar a la
salida, recordó Orfeo aquello de que los Dioses infligen desgracias a los
hombres para que tengan asuntos que cantar, y sintió nostalgia de los aplausos
y los honores y las riquezas que le habían logrado las elegías motivadas por la
ausencia de su esposa.
Y entonces con el corazón dolido y una
sonrisa de disculpa volvió el rostro y miró a Eurídice.
Jose de la Colina
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