Serie de historietas fantásticas creada al óleo por el ilustrador español
Vicente Segrelles entre 1981 y 2003. Además de la fantasía, Segrelles ha
introducido la ciencia ficción en algunas de las historias, tal es el caso de
objetos y naves de origen extraterrestre. Destaca por su ilustración
hiperrealista.
La historia de
El Mercenario se sitúa temporalmente alrededor del año mil y el lugar de origen
es un valle escondido (llamado El País de las Nubes) donde evolucionaron
diversas formas de vida y la raza humana desarrolla una cultura diferente de
las del resto del mundo. Es en este ámbito fantástico donde habita El
Mercenario, plagado de dragones voladores, reptiles gigantes, monstruos,
amazonas y otros temas de fantasía heroica. Para llevar a cabo sus trabajos, ya
sea porque es contratado o por iniciativa propia, el Mercenario se moviliza en
dragones voladores domesticados y, para el desarrollo de sus armas, se ve
ayudado por los inventos de Arnoldo de Vinci, miembro de la Orden del Cráter
dirigida por el Gran Lama. También se ve ayudado por Nan-Tay, joven y bella
guerrera responsable de la seguridad y protección de la Orden del Cráter. Uno
de los villanos es Claust, alquimista mediocre, astuto, ambicioso y mezquino,
enemigo de los monjes de la Orden del Cráter.
Guerrero de
fortuna, bastante quijotesco. No es un superhéroe, sino un guerrero que se gana
la vida "desfaciendo entuertos". Es, de todas maneras, eficaz en su
trabajo y por eso le gusta disponer de armas de primera calidad que compensan
su inferioridad frente a enemigos más fuertes o numerosos, y usa la astucia
cuando es necesario. Tiene su propio código ético, es honrado y fiel a sus
promesas. Conocemos muy poco sobre su vida y nada sobre su familia, hasta el
punto de que ignoramos incluso su nombre auténtico. Sólo tenemos noticia de una
aventura de su niñez que le costó una cicatriz en el labio. Sí sabemos que su
mundo se le ha quedado pequeño y no duda en aceptar un trabajo en un monasterio
lejano.
En cierta
ocasión, esto sería en 1980, comenté con mi agente y editor que me gustaría
hacer una historieta a todo color, al óleo, como yo hacía las portadas. A pesar
de que yo no había hecho nunca cómic (aparte de algunas historias cómicas para
mí propio disfrute), mi agente me tomó la palabra y me dio carta blanca.
Mi idea era
experimentar en un tema corto, para llenar la sección de color de la revista
Cimoc un par de números. Era cuestión de hacer algo muy gráfico, con poco texto
y un final con chispa: una batalla aérea de la segunda guerra mundial, pero con
dragones, podía ser interesante. Al personaje central no quería ponerle nombre
y acabé llamándole por su profesión, "el Mercenario", que resumía
bien las características del personaje. El escenario debía justificar la presencia
de dragones voladores y se me ocurrió la idea de un valle aislado por una capa
de nubes permanentes. Mi intención era que todo tuviera cierta lógica, contando
con la complicidad del lector. Así fue como realicé una muestra de siete
páginas que mi agente se llevó a la Feria de Bolonia. Volvió tan entusiamado
que no tuve más remedio que rehacer el guión y encadenar una aventura de 47
páginas.
En El
Mercenario vierto mi forma de ver el cómic. Para mí, es mi opinión particular,
el cómic es una película gráfica. El aficionado ya sabe que las historietas
tienen un guión idéntico al de las películas y la realización se basa también
en los principios del cine: planos generales, cortos, picados, etc. Muchos
directores de cine se plantean la película en forma de cómic, por eso no es
descabellado plantear un cómic como una película impresa. Por otro lado, me
molestan las composiciones complicadas que dificultan la lectura y los textos
con pretensiones filosóficas. Me gusta la fluidez y el ambiente realista que
permita meterte en la escena.
No pretendo
hacer una historia complicada, con textos espesos. Además de no estar preparado
para ello, creo que mi historieta está hecha fundamentalmente para verla y para
recrearse un poco en ella. Me gustaría conseguir que el lector se identificara
con el Mercenario, que se metiera en la historia. En algunos momentos siento,
al hacerla, que me falta la música y los efectos especiales. Cuánto me hubiera
gustado hacer sentir a lector el silbido del aire o un gran chasquido musical
cuando el Mercenario descubre un nuevo mundo bajo la capa de nubes. A medida
que iba pintando la historieta, así lo sentía yo.
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