lunes, 6 de octubre de 2014

EL MERCENARIO

Enviado por Paco:

Serie de historietas fantásticas creada al óleo por el ilustrador español Vicente Segrelles entre 1981 y 2003. Además de la fantasía, Segrelles ha introducido la ciencia ficción en algunas de las historias, tal es el caso de objetos y naves de origen extraterrestre. Destaca por su ilustración hiperrealista.

La historia de El Mercenario se sitúa temporalmente alrededor del año mil y el lugar de origen es un valle escondido (llamado El País de las Nubes) donde evolucionaron diversas formas de vida y la raza humana desarrolla una cultura diferente de las del resto del mundo. Es en este ámbito fantástico donde habita El Mercenario, plagado de dragones voladores, reptiles gigantes, monstruos, amazonas y otros temas de fantasía heroica. Para llevar a cabo sus trabajos, ya sea porque es contratado o por iniciativa propia, el Mercenario se moviliza en dragones voladores domesticados y, para el desarrollo de sus armas, se ve ayudado por los inventos de Arnoldo de Vinci, miembro de la Orden del Cráter dirigida por el Gran Lama. También se ve ayudado por Nan-Tay, joven y bella guerrera responsable de la seguridad y protección de la Orden del Cráter. Uno de los villanos es Claust, alquimista mediocre, astuto, ambicioso y mezquino, enemigo de los monjes de la Orden del Cráter.


Guerrero de fortuna, bastante quijotesco. No es un superhéroe, sino un guerrero que se gana la vida "desfaciendo entuertos". Es, de todas maneras, eficaz en su trabajo y por eso le gusta disponer de armas de primera calidad que compensan su inferioridad frente a enemigos más fuertes o numerosos, y usa la astucia cuando es necesario. Tiene su propio código ético, es honrado y fiel a sus promesas. Conocemos muy poco sobre su vida y nada sobre su familia, hasta el punto de que ignoramos incluso su nombre auténtico. Sólo tenemos noticia de una aventura de su niñez que le costó una cicatriz en el labio. Sí sabemos que su mundo se le ha quedado pequeño y no duda en aceptar un trabajo en un monasterio lejano.

En cierta ocasión, esto sería en 1980, comenté con mi agente y editor que me gustaría hacer una historieta a todo color, al óleo, como yo hacía las portadas. A pesar de que yo no había hecho nunca cómic (aparte de algunas historias cómicas para mí propio disfrute), mi agente me tomó la palabra y me dio carta blanca.

Mi idea era experimentar en un tema corto, para llenar la sección de color de la revista Cimoc un par de números. Era cuestión de hacer algo muy gráfico, con poco texto y un final con chispa: una batalla aérea de la segunda guerra mundial, pero con dragones, podía ser interesante. Al personaje central no quería ponerle nombre y acabé llamándole por su profesión, "el Mercenario", que resumía bien las características del personaje. El escenario debía justificar la presencia de dragones voladores y se me ocurrió la idea de un valle aislado por una capa de nubes permanentes. Mi intención era que todo tuviera cierta lógica, contando con la complicidad del lector. Así fue como realicé una muestra de siete páginas que mi agente se llevó a la Feria de Bolonia. Volvió tan entusiamado que no tuve más remedio que rehacer el guión y encadenar una aventura de 47 páginas.

En El Mercenario vierto mi forma de ver el cómic. Para mí, es mi opinión particular, el cómic es una película gráfica. El aficionado ya sabe que las historietas tienen un guión idéntico al de las películas y la realización se basa también en los principios del cine: planos generales, cortos, picados, etc. Muchos directores de cine se plantean la película en forma de cómic, por eso no es descabellado plantear un cómic como una película impresa. Por otro lado, me molestan las composiciones complicadas que dificultan la lectura y los textos con pretensiones filosóficas. Me gusta la fluidez y el ambiente realista que permita meterte en la escena.

No pretendo hacer una historia complicada, con textos espesos. Además de no estar preparado para ello, creo que mi historieta está hecha fundamentalmente para verla y para recrearse un poco en ella. Me gustaría conseguir que el lector se identificara con el Mercenario, que se metiera en la historia. En algunos momentos siento, al hacerla, que me falta la música y los efectos especiales. Cuánto me hubiera gustado hacer sentir a lector el silbido del aire o un gran chasquido musical cuando el Mercenario descubre un nuevo mundo bajo la capa de nubes. A medida que iba pintando la historieta, así lo sentía yo.


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