El acoso
escolar, o “bulling” como se le conoce también, no es algo de nuestro tiempo,
sino que es tan antiguo como la escolarización, aunque, en nuestros días, está
alcanzando una virulencia especial puesto que todos recordamos algún caso de
suicidio o alguna filmación en video que luego ha sido difundida en la red. En
“21 relatos contra el acoso escolar”, con idea y dirección de Fernando Marías y
Silvia Pérez, se nos ofrecen distintas formas de acoso escolar, desde las más
simples hasta las más sofisticadas, como iremos viendo. El libro es
imprescindible para los adultos, padres y educadores, porque nos da la visión
descarnada, sin tapujos de lo que es el acoso escolar y que, a veces, pasa ante
nosotros sin que nos demos cuenta e, incluso, lo confundimos con desmotivación,
crecimiento, cambios de humor y una serie de elementos que nada tienen que ver
con la sensación que siente el chico o chica que es acosado y que sufre, en
silencio casi siempre, el horror de encontrarse día tras día con sus verdugos.
En el libro,
20 escritores y un ilustrador, Carlos Jiménez, nos dan su especial visión del
acoso escolar. Cada uno siguiendo su estilo y su inspiración, pero todos unidos
por la misma idea: denunciar a los que se amparan en el grupo o en la fuerza o
en los defectos ajenos para torturar a chicos y chicas que no tienen ningún
problema, sólo el no caer bien, el ser altos, bajos, gordos, flacos, rubios o
demasiado morenos. Todo sirve para el acosador que goza con la mirada de miedo
que siembra en el acosado.
Los autores que han formado parte de este proyecto son Ana Alcolea, Ana Alonso, Montserrat del
Amo, Elía Barceló, Lola Beccaria,
Martín Casariego, Ana Isabel Conejo, Carlo
Frabetti, Espido Freire, Alfredo
Gómez Cerdá, Ricardo Gómez, César
Mallorquí, Andreu Martín, Gustavo Martín Garzo, Gonzalo Moure, Elena
O`Callaghan i Duch, Rosa Regàs, Care
Santos, Marta Ribera de la Cruz, Jordi
Sierra i Fabra y Lorenzo Silva. Como vemos se trata de un grupo de
escritores de primera línea, algunos ya muy conocidos en el mundo de la
literatura juvenil y otros que, por primera vez se dirigen al público más
joven.
Los relatos
son todos realistas y cada uno hace hincapié en un aspecto del acoso escolar.
En cuanto a las formas expresivas, vamos desde la tercera persona, hasta la
primera persona o la segunda, como “Chico Omega”, de César Mallorquí, pasando
por el diario, el narrador observador, el omnisciente e, incluso, el testigo.
Son relatos que nos hablan del presente de los personajes, pero también del
pasado, porque no todos los protagonistas son chicos y chicas o niños y niñas,
sino que los hay adultos que han sufrido de pequeños el acoso escolar y que han
salido, al fin de ello. Estos reflexionan sobre ello y nos dan un ejemplo, en
algunos casos lleno de esperanza, en otros más bien vengativo. “Un poco de
simetría”, de Lorenzo Silva y “Marcar un gol”, de Care Santos van en esta
línea, la del adulto que luego, de alguna manera, se venga del acosador. En cambio,
el relato de Sierra i Fabra, “Memoria” contiene datos biográficos y nos habla
del niño que fue él y de la fuerza de voluntad que tuvo que emplear para
superar todos los miedos y los traumas que los demás querían sembrar en él.
No nos
engañemos y pensemos que sólo los alumnos sufren el acoso escolar, también lo
sufren los profesores y hay algún relato estremecedor que nos habla de una
profesora asustada y maltratada por sus alumnos, como “Figura de carbón”, de
Alfredo Gómez Cerdá. En otros casos, los profesores y el equipo directivo no
acaban de entender el alcance del problema y no prestan oídos a las quejas de
los padres, como sucede en “Martina”, de Ana Alcolea; a veces los padres son
los propios acosadores, los que siembran esa violencia en sus hijos, quienes,
pasan de víctimas en el hogar, a maltratadores en las aulas, como podemos ver en "Moraíto como un Lirio" de Gonzalo Moure. Es posible que
algunos chicos no sepan entender muy bien qué alcance tienen sus malos tratos, como en "No lo Entiendo" de Ricardo Gómez, y
los apliquen para tratar de sentirse ellos bien, ya que se saben vulnerables y
solo con la violencia superan sus miedos, como en “Aprende”, de Espido Freire.
Algunos de
estos relatos nos hablan de cómo el acosado acaba superando sus diferencias y
plantando cara a los verdugos, de manera directa o con algunas estrategias.
Muchas veces estos chicos que se creen los dueños del mundo no resisten que
alguien les haga ver lo que son en realidad, unos pobres muchachos. Así lo
leemos en “La diferencia”, de Lola Beccaria. Otras veces, el autor pone el
acento en los chicos que llegan de otros países y que no siempre encuentran el
apoyo necesario e, incluso, en chicos pobres que desentonan en su grupo y
sufren acoso por ese motivo, como leemos en el relato de Montserrat del Amo,
“En tierra de nadie” y en el de Marta Rivera de la Cruz, “¿Conocéis a Silvia?”.
Todos los
relatos, insistimos, son de gran calidad literaria y cada uno de ellos aborda
un aspecto importante del acoso escolar. A veces no nos damos cuenta pero
fomentamos estas conductas y los escritores, que han observado y pensado mucho,
así lo denuncian. Un mote, una colleja en apariencia inocente, un empujón al
entrar al aula, risas cuando sales a la pizarra, anónimos, amenazas más o menos
veladas... todo ello hace la vida imposible al chico o chica que es objeto de
tanta presión y que, a menudo, como es débil no sabe qué hacer y lo que empieza
siendo un aparente juego de niños acaba siendo un problema de violencia y
brutalidad. A veces el ensañamiento llega a límites difíciles de creer y
sofisticados, como es el uso del móvil, como leemos en “Las dos caras de la
moneda”, de Elena O’ Callaghan.
“21 relatos contra el acoso escolar” presenta a personajes vivos, de carne y hueso que sufren y evolucionan, a veces para mal, como “Pelo paja”, de Rosa Regàs; a veces para bien como “Sueño Cumplido” de Ana Alonso, quien nos da una de las claves del problema, el propio miedo de la víctima hasta que se da cuenta y dice basta porque “A lo único que le tengo miedo en este momento –murmuró- es a mi propio miedo”.
Los rumores, las agresiones físicas, el vacío, las difamaciones, el no prestar ayuda, las zancandillas físicas y mentales, el mirar para otro lado cuando pasa algo... todo contribuye a que el problema del acoso escolar se enrede como en una madeja y no haya manera de solucionarlo.
El libro
pretende, ni más ni menos, que luchar contra el acoso escolar y de nuestra
reflexión y nuestra capacidad para entender los mensajes, depende que se
solucione o, al menos, se ponga en evidencia. Como dice Fernando Marías en el
breve prólogo: “Ventiún autores se enfrentan sin miedo, y de forma a veces muy
poco complaciente, a las múltiples caras de este gravísimo problema que
constituye hoy y ahora, en este mismo instante, una terrible forma de tortura
para muchos escolares de nuestro país”.
No es, pues,
un libro que toque temas de evasión, sino que su contenido es duro y honesto.
Un libro importante en el panorama actual que deberían leer tanto los padres
como los profesores y, por supuesto, los alumnos, ya que, descubrirían, tal vez
con sorpresa, que ese mote que ellos han puesto, inofensivo, está causando un
daño increíble. Y es que el acoso escolar tiene muchas caras, pero ninguna
amable.
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