Elena vive con
sus padres y su hermano mayor. Parecen una familia normal, pero la comunicación
entre ellos no existe. Un día descubre que un tío abuelo suyo, Liberto Guerra, al
que no conocía, ha muerto. En su entorno, nadie había hablado nunca de él y
parece que el tema es tabú para sus padres. La única respuesta que obtiene de
su padre es que era un delicuente, un vago y un maleante.
El anciano, un
fotógrafo testigo de nuestra historia, vivía en plena Puerta del Sol, y amaba
ese sitio porque siempre fue un lugar de reivindicación de la libertad. A esa
casa, a hurtadillas, entrará Ele. Allí encuentra una caja con fotografías,
cartas y una nota que cree que está dirigida a ella y podrá averiguar los
secretos ocultos. ¿Qué esconde el pasado oculto y maldito de Liberto Guerra?
¿Qué hizo para que su familia lo abandonase?
Rosa
Huertas utiliza dos elementos que aparecen en otros libros suyos. Por
una parte, el escenario, ese Madrid castizo, en este caso la Puerta del Sol,
testigo de la historia de nuestro país, como podemos observar en la novela. Por
otra parte, el recurrir a un muerto que nos cuenta su historia y la de su época
(recordad Mala Luna, entre otros libros de la autora). El libro es corto
y nos atrapa enseguida cuando vemos cómo Elena quiere averiguar quién era su
tío: las fotografías, lo que le va contando Toni, el joven vecino… Pero todo
son medias verdades, y Elena y su familia se van a encontrar con lo que no
esperan. De esta forma, la autora nos introduce en uno de los temas que está de
moda últimamente y que muchos opinan que hay que darle una mayor
visibilización: la homosexualidad.
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