miércoles, 21 de noviembre de 2018

TRAMA PARA UNA HISTORIA DE SHERLOCK HOLMES



Esta trama para un cuento jamás escrito de Sherlock Holmes fue descubierta por Hesketh Pearson, que lo incluyó en su biografía de Conan Doyle.
Una joven visita a Sherlock Holmes, presa de una gran angustia. Se ha cometido un asesinato en su pueblo: su tío ha sido encontrado muerto de un balazo en su dormitorio, y todo hace pensar que le dispararon a través de la ventana. Su novio ha sido arrestado. Se sospecha de él por diferentes motivos:
1) Había tenido una discusión violenta con el anciano, que había amenazado con cambiar su testamento —a favor de la joven—, si volvía a hablar alguna vez con él.
2) Se encontró un revólver en casa del novio con sus iniciales grabadas en la culata, y con una bala de menos. La bala extraída del cadáver del anciano encaja con dicho revólver.
3) Posee una escalera ligera, la única que hay en el pueblo, y las huellas de las patas de la escalera se ven en la tierra que hay debajo de la ventana del dormitorio, mientras que una tierra similar (fresca) aparece en los extremos de la escalera.
Su única respuesta es que jamás ha poseído un revólver, y que había sido descubierto en el cajón del sombrerero de su recibidor, donde a cualquiera le habría resultado fácil dejarlo. En cuanto a la tierra de la escalera (que él no ha usado en un mes) carece de explicación.
Sin embargo, y sin hacer caso de estas pruebas incriminatorias, la muchacha insiste en creer que su novio es inocente, al tiempo que sospecha de otro hombre que también ha intentado seducirla, aunque no tiene ninguna prueba en su contra, excepto que la intuición le dice que es un villano que no se detendría ante nada.
En compañía del detective a cargo del caso, Sherlock Holmes y Watson se dirigen al pueblo a inspeccionar el lugar del crimen. Las marcas de la escalera atraen de forma especial la atención de Holmes. Medita —mira a su alrededor— y pregunta si hay algún sitio donde se podría ocultar algo grande. Lo hay: un pozo de agua en desuso, y que no ha sido inspeccionado porque en apariencia no falta nada. No obstante, Holmes insiste en que se inspeccione el pozo. Un niño del pueblo se presta a bajar con una vela. Antes de descender Holmes le susurra algo al oído... el chico se muestra sorprendido. Entonces lo bajan y, a una señal, lo vuelven a subir. ¡Trae a la superficie una pareja de zancos!
—¡Santo cielo! —exclama el detective—. ¿Quién habría esperado esto?
—Yo —replica Holmes.
—Pero, ¿por qué?
—Porque las marcas en la tierra del jardín fueron hechas por dos palos perpendiculares... Las patas de una escalera, que se halla inclinada, habrían producido unas depresiones más pronunciadas hacia la pared.
El descubrimiento eliminaba el peso de la prueba de la escalera, aunque aún quedaban las otras.
El siguiente paso, de ser posible, era rastrear a la persona que había utilizado los zancos. Pero ésta se había conducido de forma muy cauta y en dos días de búsqueda no fue posible descubrir nada.
En la vista preliminar el jurado encuentra culpable al joven... pero Holmes sigue convencido de su inocencia. En tales circunstancias, y como última esperanza, decide emplear una estratagema extraordinaria.
Holmes se marcha a Londres y regresa la noche anterior al día del entierro del anciano. Watson, el detective y Holmes se dirigen a la cabaña del individuo del que sospecha la muchacha, y llevan con ellos a un hombre que Holmes ha traído de Londres, el cual ha adoptado un disfraz que le convierte en la viva imagen del viejo asesinado: cuerpo marchito, cara arrugada y cenicienta, gorro y todo lo demás. También va provisto de la pareja de zancos.
Al llegar a la cabaña el hombre disfrazado se monta en los zancos y se dirige hacia la ventana abierta del dormitorio del otro, al tiempo que grita su nombre con voz espantosamente sepulcral. El individuo, que ya está medio loco por los terrores de la culpabilidad, corre a la ventana y contempla bajo la luz de la luna el terrorífico espectáculo de su víctima que avanza hacia él. Retrocede lanzando un aullido al tiempo que la aparición, que se acerca a la ventana, dice con la misma voz sobrenatural:
—¡Tal como tú viniste a matarme, ahora vengo yo por ti!
Cuando el grupo corre escaleras arriba, hacia su cuarto, el tipo se lanza a sus brazos, aferrándose a ellos, jadeando y señalando hacia la ventana, donde la cabeza del muerto mira con ojos coléricos, y entonces grita:
—¡Sálvenme! ¡Dios mío! Ha venido a matarme tal como yo lo maté a él...
Se derrumba después de esta escena dramática y realiza una confesión total. El talló la culata del revólver y lo ocultó en el lugar donde lo encontraron... También fue él quien manchó las patas de la escalera con tierra del jardín del viejo. Su objetivo era quitar de en medio a su rival con la esperanza de conseguir a la muchacha y entrar en posesión de su herencia.

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