En Gracechurch
Street, inaugurado por vez primera a mediados del siglo XVI, es uno de los
mercados más antiguos de Londres. Sin embargo, debe su aspecto victoriano a las
remodelaciones de siglos posteriores y a la actual profunda restauración —que
respetó el estilo inglés del XIX— de sus elementos decorativos y
arquitectónicos. Su peculiar belleza reside en la capacidad de trasladar en el
tiempo a sus visitantes, en cuanto desembocan en sus galerías abovedadas, y en
el encanto mágico que desprenden sus vidrieras y molduras de madera pintada.
Situado en la City, barrio habituado a las oficinas de acero y cristal,
constituye un oasis extraño y maravilloso en plena arquitectura del siglo XXI.
Consideraciones
victorianas aparte, al señor Livingstone le gustaba Leadenhall, sobre todo bajo
la luz tamizada que se colaba por sus bóvedas acristaladas durante los
atardeceres de otoño. Le parecía un lugar tan decadente y nostálgico, tan
cargado de recuerdos y glorias de otros tiempos, que a menudo se sorprendía
imaginando a Geralt de Rivia tomándose un té en alguno de sus pequeños cafés.
En secreto se alegraba de que las películas de Harry Potter hubiesen
contribuido a localizar el Caldero Chorreante y el Callejón Diagon en aquellas
galerías comerciales. Un par de tardes al mes, si conseguía irse temprano de
Moonlight Books, no era una novedad verle visitando con ensimismada curiosidad
las librerías, papelerías y tiendas de regalos que poblaban el peculiar
mercado.
La noche antes
de Navidad, la bellísima iluminación cenital de Leadenhall Market envolvía en
calidez su particular atmósfera. La entrega de los Bookers Prizes del año tenía
lugar en la plaza central del mercado, justo en la confluencia de sus cuatro
galerías, frente a The Pen Shop.
Mónica Gutiérrez, La Librería delSeñor Livingstone
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