A Dafne ya los brazos
le crecían
y en luengos ramos
vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi
que se tornaban
los cabellos que el
oro escurecían;
de áspera corteza se
cubrían
los tiernos miembros
que aun bullendo estaban;
los blancos pies en
tierra hincaban
y en torcidas raíces
se volvían.
Aquel que fue la
causa de tal daño,
a fuerza de llorar,
crecer hacía
este árbol, que con
lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado,
oh mal tamaño,
que con llorarla
crezca cada día
la causa y la razón
por que lloraba!
Garcilaso de la Vega
Bermejazo platero de
las cumbres
a cuya luz se espulga
la canalla:
La ninfa Dafne, que
se afufa y calla,
si la quieres gozar,
paga y no alumbres.
Si quieres ahorrar de
pesadumbres,
ojo del cielo, trata
de compralla:
en confites gastó
Marte la malla,
y la espada en
pasteles y en azumbres.
Volvióse en bolsa
Júpiter severo,
Levantóse las faldas
la doncella
por recogerle en
lluvia de dinero.
Astucia fue de alguna
dueña estrella,
que de estrella sin
dueña no lo infiero:
Febo, pues eres Sol,
sírvete de ella.
Francisco de Quevedo
No hay comentarios:
Publicar un comentario