MARTÍN.- Aguarda… Si te toman de bufón será lo menos malo que pueda
sucederte. Mira: aquel balcón pertenece a los aposentos de la infantita. Por
veces he visto yo a Nicolasillo, o a la cabezota alemana esa, asomados con
ella, Tú estarías muy galán con ropas nuevas, presumiendo de oidor en la cámara
de su majestad para sacarle una sonrisa… Creo que salen los enanos. Hay alguien
tras los vidrios. ( No son los enanos
quienes salen al balcón de la derecha, sino dos de las meninas de la Infanta
Margarita.) No: son las meninas de la infanta. Algún real de a ocho me
tienen dado. Puede que hoy caiga otro. ( Abandona
a Pedro, que se vuelve a mirar con geto desdeñoso, y se acerca al balcón. Doña
María Agustina Sarmiento y Doña Isabel de Velasco lo han abierto y salieron a
él con cierto sigilo. Son dos damiselas muy jóvenes; Doña Agustina tal vez no
pase de los dieciséis años y Doña Isabel de los diecinueve. Visten los trajes
con que serán retratadas en el cuadro famoso.) ¡Que la Santa Virgen premie
la gran caridad de tan nobles damas!
D.A AGUSTINA,- ¡Chits! ¡Alejáos presto!
MARTÍN.- ( Se acerca más.)
Puedo también ofrecer alguna linda bujería digna de tan altas señoras…
(Introduce la mano en el zurrón que lleva bajo la capa.)
D.A ISABEL.- ¡Otra vez será! ¡Idos!
MARTÍN.- ¡Miren qué lindeza!
D.ª AGUSTINA.-( Se busca en
el corpiño.) Si no le damos, no se irá. ¿No tendríais vos algún maravedí?
(Doña Isabel deniega y se registra a su vez. Ambas miran hacia el
interior con sobresalto.)
MARTÍN.- Vean qué chapines de cuatro pisos. No los hay más lucidos…
D.A AGUSTINA.- ¡ Id enhoramala, seor picaro!
D.A ISABEL.- ¡Y no traigáis chapines a meninas!
MARTÍN.- No se enojen vuesas mercedes. Para cuando sean damas de la
reina los podrían mercar…
D.A AGUSTINA.-¡Doña Marcela!
(Doña Marcela de Ulloa aparece tras ellas en el balcón. Es una dueña,
viuda a juzgar por el manto negro y las blancas tocas que enmarcan su rostro
fresco y lleno, atractivo aún pese a los cuarenta, años largos que cuenta.
Guarda-mujer al servicio de las infantas, tiene a su cargo rigurosas
vigilancias.)
D.A MARCELA.-( Con voz clara
y fría.). Mi señor don Diego Ruiz de Azcona, hágame la merced de asistirme
con esas señoras, ( A las meninas)
Sepamos quién les dio licencia para, salir, al balcón.
(Don Diego Ruiz de Azcona guarda damas de las infantas, aparece tras
ella. Usa golilla blanca, y viste jubón negro con largas mangas bobas. Pasa de
los cincuenta años y su marchito rostro ofrece siempre una expresión distante y
aburrida.)
D.A AGUSTINA,-Vimos a este hombre, que suele vender randas y
vueltas…
D.A MARCELA.--Otras veces es porque cruza, un perro…o un galán,
[Vos, doña Isabel, que sois mayor en juicio y en años debierais dar mejor
ejemplo.]
RUIZ DE AZCONA.- ( Con una
voz blanda e indiferente.) Se comportarán mejor en adelante… Háganme la
merced de entrar, señoras. Dentro de Palacio es donde mejor se pasa.,. Cuando
lleguen a mi edad lo comprenderán.
(Se aparta, y las dos meninas pasan al interior.)
MARTÍN.- -( Exhibe los
chapines.) Noble señora: mirad estos lindos chapines con virillas de oro…
D.A MARCELA.- ( Alza la voz)
¿Es que ya no hay guardia en Palacio?
MARTIN.- Pero, señora…
D.A MARCELA,- (A Don Diego,)
¡No se puede dar un paso en los patíos o la plazuela sin toparse esta lepra de
pedigüeños! ( Don Diego asiente con gesto
cansado.) ¡Aquí esa guardia! (Martín
retrocede, alarmado. Pedro vuelve la cabeza, expectante. Por la derecha entra
un guardia borgoñón con pica) ¡Alejad a esos fulleros!
Antonio Buero Vallejo, Las
Meninas
Se te ve refachero mi pana.
ResponderEliminarpd: No soy miguelito alcantaraa
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