La Casa Milà
era una de las construcciones más famosas de Gaudí. Se trataba de un original
edificio de apartamentos cuya fachada escalonada y con ondulantes balcones de
piedra le proporcionaban el aspecto de una montaña excavada, lo cual a su vez había
motivado su apodo popular: «la Pedrera» (...)
—Así me gusta.
—Ella sonrió—. Ahora ya puedes ver el vídeo de la Casa Milà.
Éste comenzaba
con el espectacular plano de una agitada marejada que parecía haber sido tomado
desde un helicóptero volando a unos pocos metros del océano. A lo lejos podía verse
una montaña de piedra con unos acantilados que se elevaban cientos de metros
por encima de las violentas olas.
A
continuación, un texto aparecía sobre la montaña.
La Pedrera no fue
creada por Gaudí
Langdon
contempló cómo durante el vídeo, que apenas llegaba al minuto, la marejada
esculpía la montaña hasta darle el distintivo aspecto orgánico de la Casa Milà.
Luego, el mar entraba en su interior y creaba huecos y estancias cavernosas en
los cuales las cascadas convertían las rocas en escaleras, los zarcillos de las
plantas trepadoras crecían y se retorcían hasta dar forma a las barandillas y
el musgo que cubría la piedra terminaba transformándose en las alfombras que
decoraban los suelos.
Finalmente, la
cámara volvía a salir de la casa y podía verse la famosa fachada de la Casa
Milà, «la cantera»:
La Pedrera
Una obra maestra de
la naturaleza
(…) Elevándose
como una montaña de formas irregulares en la esquina de la calle Provença y el
paseo de Gràcia, la obra maestra que Gaudí construyó entre 1906 y 1910 y que se
conoce como Casa Milà es mitad edificio de apartamentos mitad obra de arte
atemporal.
Concebida
por el arquitecto como una curva perpetua, esta estructura de nueve pisos es
inmediatamentereconocible por su ondulante fachada de piedra caliza. Los
sinuosos balcones y la irregular geometría del edificio le proporcionan un aura
orgánica, como si los milenios que lleva soportando el azote del viento
hubieran erosionado la fachada y creado huecos y curvas como las del cañón de
un desierto.
Aunque al
principio el sorprendente diseño modernista de Gaudí fue criticado por el
vecindario, la Casa Milà fue celebrada por críticos de arte de todo el mundo y
no tardó en convertirse en una de las principales joyas arquitectónicas de la
ciudad (...)
La suave
iluminación de la fachada, así como la piedra caliza pálida y picada y los
balcones oblongos distinguían la Casa Milà de sus vecinos rectilíneos. Era como
si la corriente marina hubiera arrastrado a la orilla una pieza de coral y en
la actualidad ésta descansara en una playa de bloques de hormigón (...)
La Casa Milà
tiene forma de signo infinito: una curva interminable que se repliega sobre sí
misma y delimita dos abismos ondulantes que penetran en la construcción. Son
dos patios de luces de unos treinta metros de profundidad, recurvados como una
tubería parcialmente aplastada, que desde el aire parecen dos enormes lagunas
en la cubierta del edificio.
Desde el punto
donde se encontraba Langdon, en el fondo del más estrecho de los dos patios, el
efecto de levantar la vista al cielo era decididamente inquietante, como de
estar atrapado en la garganta de una bestia gigantesca.
A sus pies, el
suelo de baldosas era inclinado e irregular. Una escalera helicoidal subía en
espiral por el interior del pozo, con una barandilla de hierro forjado que
imitaba con su enrejado las cámaras desiguales de una esponja marina. Una
pequeña jungla de hiedras retorcidas y gráciles palmas desbordaba los
pasamanos, como si estuviera a punto de invadir todo el espacio.
«Arquitectura
viva», reflexionó Langdon, maravillado ante la capacidad de Gaudí de impregnar
su obra de una cualidad casi biológica.
Su mirada
siguió subiendo por las paredes de la «garganta» y escalando los sinuosos
muros, donde un rompecabezas de baldosas verdes y marrones se mezclaba con
frescos de plantas y flores, que parecían crecer hacia la mancha alargada del
cielo nocturno en lo alto del pozo.
Dan Brown, Origen
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