María vive con
su madre en Canarias, a 3 horas en avión de Barcelona donde vivo yo. A veces
nos vamos de vacaciones los dos juntos a pasar una semana en algún resort del
sur de Gran Canaria frecuentado por alemanes y otros guiris. Esta es la
historia de uno de esos viajes, volviendo de Barcelona y aprovechando los últimos días
del verano en uno de esos hoteles. En esos viajes María y yo hablamos,
reímos, hacemos listas de gente y comemos hasta hartarnos.
María tiene 12
años, una sonrisa contagiosa, un sentido del humor especial y tiene autismo.
Miguel
Gallardo, creador de uno de los personajes clásicos del underground
comiquero, Makoki, decidió contar su feliz relación con María su hija autista,
mediante mirada delicada, sensible y divertida. El resultado es algo más que
una de las obras maestras del tebeo español, es también una reflexión sobre la
diferencia y la solidaridad, sobre el amor paterno, un cómic escrito con enorme
libertad. Publicado a la vez Arrugas, en el que Paco
Roca retrata el alzhéimer del padre de un amigo, María y yo, que firma a
medias con su hija, abrió nuevos caminos en el tebeo español y demostró que las
barreras no tienen sentido. Y no sólo en el tebeo.
Amaia Hervás,
psiquiatra infantojuvenil, destaca: “Un aspecto muy importante conocido por
maestros, profesionales y padres del aprendizaje de niños con autismo es la
utilización de imágenes claras y sintéticas que transmitan ideas o situaciones.
En este libro, Miguel Gallardo, acostumbrado a comunicarse visualmente con su
hija María, quiere compartirlo con sus lectores como si nosotros fuéramos ella
y a través de sus dibujos entendamos su mensaje simple y breve de una manera inequívoca.
Este libro rebosa imágenes que transmiten sensaciones y emociones de María, de
su padre y de su entorno. Miguel, que desde hace años sabe que a María sus
fantásticos dibujos la hacen feliz, la tranquilizan y la ayudan a comprender
este mundo, quiere utilizarlos también con nosotros para que compartamos las
emociones de María hacia él y sus seres queridos”.
“El lector
–añade Hervás– se ve sumergido en las emociones de un viaje de vacaciones de
María y su padre. Un viaje que recrea situaciones familiares y cotidianas que,
para ellos, como para cientos de familias que tienen un niño con autismo,
resulta una aventura salpicada de dificultades generadas por la falta de
adaptación de nuestro entorno social o por la limitada comprensión de algunas
personas que María encuentra en su viaje”.
En julio de 2010
se estrenó en cines el largometraje documental María y yo, dirigido por Félix
Fernández de Castro, responsable también del guión a partir de la historia
original plasmada en papel.
El
autor nos cuenta lo siguiente:
Por las especiales circunstancias
de mi hija, hacía tiempo que quería hacerlo. Pero también porque ahora, al
vivir separado de ella –ella vive en Canarias con su madre-, los momentos que vivimos son muy especiales, muy
intensos, cuando yo voy a verla allí o pasa unas semanas aquí en Barcelona.
También porque me apetecía contar el modo personal que tengo de comunicarme con
ella, a través de dibujos que le hago de las personas que conocemos y las cosas
que vemos. En general tenía muchas ganas de contar la historia porque pensé que
la experiencia podía resultar interesante para las personas que no están en el
mundo de la discapacidad. Y, bueno, quizá también puede servir de ayuda a los
padres con hijos discapacitados, porque yo siempre agradezco los testimonios de
padres en situaciones parecidas.
Como mi carrera en el cómic ha
sido básicamente humorística y la historia era dramática, me costó encontrar
una voz narrativa apropiada. No me apetecía contar una historia lacrimógena de
‘mirad qué pena’, por eso lo planteé como un libro de viajes: nos vamos a un
hotel, cuento algunos chascarrillos, nos vamos a la playa... Y a través de eso
empecé a ahondar un poco más para mostrar cómo se comporta María, cómo se
relaciona conmigo y con los demás... Estoy acostumbrado a las miradas de
extrañeza de la gente cuando voy con mi hija, pero tampoco quería insistir
mucho en ese aspecto. Quería un estilo llano y directo pero que a la vez
mostrase complejidad y tuviese algunos puntos de humor, para que así los aspectos
más trágicos tuviesen más valor. También fue un poco retomar el estilo de Tres
viajes, el tono de apuntes. De hecho, el grueso del libro lo hice en el hotel
con páginas directas, aunque luego quité algunas o añadí otras. Lo hice así
porque las emociones eran más directas, quería expresarme de la forma más
directa posible y contar qué supone vivir con autismo para ella y para mí como
padre. No de un modo científico, sino explicarlo a través de ella, qué es lo
que hacemos juntos, cómo nos comunicamos.
Tengo muchos dibujos de esos, le
dibujo cosas a mi hija constantemente, y desde hace años tenía pensado usarlos
de algún modo. María me pide sobre todo que le dibuje a la gente, así que usar
a veces en el libro esos mismos dibujos me pareció un buena forma de dirigirme
al lector. Son dibujos ingenuos pero a la vez creo que tienen cierto calado,
explican cosas importantes. Quería que no fueran dibujos muy elaborados,
sencillos, directos, que permitieran explicar las cosas más dramáticas con
ligereza.
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