Mucha gente me pregunta
por qué me gustan los relatos de ciencia ficción o fantasía, tal vez, porque a
veces encuentro pequeñas joyas como el siguiente cuento de Arthur C. Clarke. Vamos con un poco de humor “negro”:
PUEBLO DE LA TIERRA, no temáis. Venimos en son de paz... ¿Y por
qué no? Nosotros somos primos vuestros; hemos estado aquí antes.
Nos
reconoceréis cuando nos veamos dentro de unas horas. Nos estamos aproximando al
sistema solar casi a la velocidad de este radio-mensaje. Vuestro sol domina ya
el firmamento que tenemos ante nosotros. Es el sol que nuestros antepasados y
los vuestros compartieron hace diez millones de años. Nosotros somos hombres
igual que vosotros; pero, vosotros habéis olvidado vuestra historia, mientras
que nosotros recordamos la nuestra.
Nosotros
colonizamos la Tierra durante el período de los grandes reptiles, los cuales se
estaban extinguiendo cuando llegamos, y no los pudimos salvar. Vuestro mundo
era entonces un planeta tropical, y pensamos que sería un hogar perfecto para
nuestro pueblo. Nos equivocamos. Aunque éramos los dueños del espacio, sabíamos
muy poco sobre el clima, la evolución, la genética...
Durante
millones de veranos -no había invierno en aquellos tiempos lejanos-, la colonia
vivió una vida floreciente. Aunque tenía que estar aislada, en un universo
donde se tardaba años en ir de una estrella a otra, mantenía contacto con la
civilización de origen. Tres o cuatro veces cada siglo eran visitados por naves
estelares que les traían noticias de la galaxia.
Pero
hace dos millones de años la Tierra comenzó a cambiar. Durante siglos y siglos
había sido un paraíso tropical; luego descendió la temperatura, y el hielo
empezó a bajar de los polos. Al alterarse el clima, lo hicieron también los
colonos. -Ahora comprendemos que hubo una adaptación natural al final del largo
verano, pero aquellos que habían hecho de la Tierra su hogar durante tantas
generaciones creyeron que habían sido atacados por una enfermedad extraña y
repulsiva. Una enfermedad que no mataba, que no dañaba físicamente... sino
únicamente desfiguraba.
No
obstante, algunos fueron inmunes; el cambio les había perdonado a ellos v a sus
hijos. Y . así, en unos miles de años tan sólo, la colonia se escindió en dos
grupos distintos, casi en dos especies distintas, recelosas y celosas la una de
la otra.
Con
la división vino la envidia, la discordia y, finalmente, el conflicto. Al
desíntegrarse la colonia y empeorar gradualmente el clima, aquellos que
pudieron abandonaron la Tierra. Los demás se sumieron en la barbarie.
Podíamos
haber seguido en contacto, pero hay muchísimo que hacer en un universo de cien
trillones de estrellas. Hasta hace pocos años no supimos que hubiera
sobrevivido ninguno de vosotros. Luego, captamos vuestras primeras señales de
radio, aprendimos vuestros simples lenguajes v descubrimos que habíais dado el
gran salto otra vez desde el estado salvaje. Venimos a saludaros, familia
nuestra tanto tiempo perdida... y a ayudaros.
Hemos
descubierto muchas cosas en los evos transcurridos desde que abandonamos la
Tierra. Si queréis que os devolvamos el eterno verano que reinaba antes de los
períodos glaciares, lo podemos hacer. Sobre todo, tenemos un remedio para la
desagradable, aunque inofensiva, plaga genética que afectó a tantos miembros de
la colonia.
Quizá
esa enfermedad haya seguido su curso... pero si no, tenemos buenas noticias
para vosotros. Pueblo de la Tierra, podéis uniros a la sociedad del universo
sin vergüenza, sin embarazo.
Si
alguno de vosotros es blanco todavía, le podemos curar.
Arthur C.
Clarke, El Viento del Sol
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