Fragmento del artículo on line de Manu de Ordoñana, Ana Merino y
Ane Mayoz el 24-03-2015
El mercado editorial español ha vuelto a tener un comportamiento
negativo en 2014. Las ventas realizadas por las librerías independientes
asociadas a CEGAL ─que representan el 45% del total de los libros vendidos en
España─ han bajado un 40% desde que empezó la crisis en el año 2008. El futuro
de la primera industria cultural del país es incierto y muchas empresas están
en riesgo de extinción. Cada día se cierran 2 librerías, sobre todo, las más
pequeñas, ya que las grandes tienen más recursos para sobrevivir; las que
sobreviven lo consiguen porque se aprietan el cinturón… o hasta que a su
propietario le llegue la hora de jubilarse.
Este fenómeno no afecta solamente a España, sino a la mayoría de
los países llamados “ricos”. Por el contrario, en los países emergentes, el
mercado del libro aumenta año tras año, al surgir una clase media con más
recursos económicos que demanda libros para la educación y para el
entretenimiento.
Se culpa a la crisis económica, se culpa a las nuevas tecnologías,
se culpa a la competencia del libro digital ─que sólo representa el 3,7% de las
ventas totales─, se culpa a la piratería. Es verdad que cerca del 90% del
consumo cultural “online” en España es ilegal, pero su impacto en el mundo del
libro es mucho más bajo.
Las verdaderas causas de esta caída son otras:
En primer lugar, la industria editorial menospreció la irrupción
de Amazon y el resto de tiendas digitales, por lo que reaccionó mal y tarde
ante un modelo que reducía los costes de intermediación y ofrecía un servicio
de entrega rápido y eficaz. Y en lugar de apoyar a su aliado tradicional ─el
librero de toda la vida─, lo que ha hecho es abandonarlo, para aliarse con las
grandes cadenas de distribución o lanzarse a la captura del lector y venderle
el libro directamente. ¿Es posible aún regenerar ese tejido de librerías o estamos
ya abocados a vivir en ciudades sin ellas?
En segundo lugar, la industria editorial nunca se ha preocupado de
educar al ciudadano español en la práctica de la lectura. Ha pensado más en
vender libros que en crear lectores. En las últimas décadas, nadie se ha
acordado de formar a las nuevas generaciones en el valor de la cultura, del
saber como instrumento para buscar la verdad… y encontrar la libertad. Nadie se
ha interesado en inyectar a los jóvenes el hábito de leer, de inculcarles ese
respeto a los libros ─incluso veneración─ que yo he percibido en mis mayores
cuando era niño. El 54’6% de españoles no lee nunca o casi nunca, revela la
encuesta realizada en diciembre de 2014 por el CIS (pregunta 17). Estamos a la
cola de Europa en hábito de lectura.
Para intentar cambiar esta tendencia, la Federación de Gremios de
Editores de España va a proponer al Gobierno un “Plan Integral para el Fomento
del Libro y la Lectura”, con el fin de que “la sociedad tome conciencia del
valor del libro como centro del conocimiento, la cultura y el ocio,
estrechamente vinculados a la educación y al progreso humano”. Con él se pretende
recuperar el valor del libro como agente de progreso y mejorar la comprensión
lectora de nuestros estudiantes…
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