Cada vez que tengo que dar una charla de matemática para público
no matemático, elijo una forma de empezar. Y es siempre la misma. Pido permiso,
y leo un texto que escribió Pablo Amster, el excelente
matemático, músico, experto en cábala y, además, una extraordinaria persona.
Esta historia la utilizó Pablo en un curso de matemática que dio
para un grupo de estudiantes de Bellas Artes en la Capital Federal. Se trata de
un texto maravilloso que quiero (con la anuencia de él) compartir con ustedes.
Aquí va. El título es: La mano de la princesa.
Una conocida serie checa
de dibujos animados cuenta, en sucesivos capítulos, la historia de una princesa
cuya mano es disputada por un gran número de pretendientes.
Éstos deben convencerla;
distintos episodios muestran los intentos de seducción que despliega cada uno
de ellos, de los más variados e imaginativos. Así, empleando diferentes
recursos, algunos más sencillos y otros verdaderamente magníficos, uno tras
otro pasan los pretendientes pero nadie logra conmover siquiera un poco, a la
princesa.
Recuerdo por ejemplo a
uno de ellos mostrando una lluvia de luces y estrellas; a otro, efectuando un
majestuoso vuelo y llenando el espacio con sus movimientos. Nada. Al fin de
cada capítulo aparece el rostro de la princesa, el cual nunca deja ver gesto
alguno.
El episodio que cierra la
serie nos proporciona el impensado final: en contraste con las maravillas
ofrecidas por sus antecesores, el último de los pretendientes extrae con
humildad de su capa un par de anteojos, que da a probar a la princesa; ésta se
los pone, sonríe y le brinda su mano.
La historia, más allá de las posibles interpretaciones, es muy
atractiva, y cada episodio por separado resalta de una gran belleza. Sin embargo,
sólo la resolución final nos da la sensación que todo cierra adecuadamente.
En efecto; hay un interesante manejo de la tensión, que nos hace
pensar en cierto punto, que nada conformará a la princesa. Con el paso de los episodios
y por consiguiente, el agotamiento cada vez mayor de los artilugios de
seducción, nos enojamos con esta princesa insaciable. ¿Qué cosa tan
extraordinaria es la que está esperando? Hasta que, de pronto, aparece el dato
que desconocíamos; la princesa no se emocionaba ante las maravillas ofrecidas,
pues no podía verlas.
Así que ése era el problema. Claro. Si el cuento mencionara este
hecho un poco antes, el final no nos sorprendería. Podríamos admirar igualmente
la belleza de las imágenes, pero encontraríamos algo tontos a estos galanes y
sus múltiples intentos de seducción, ya que nosotros sabríamos que la princesa
es miope. No lo sabemos: nuestra idea es que la falla está en los pretendientes
que ofrecen, al parecer, demasiado poco. Lo que hace el último, ya enterado del
fracaso de los otros, es cambiar el enfoque del asunto. Mirar al problema de
otra manera.
De no saber ya ustedes (Pablo se refiere aquí a los estudiantes de
Bellas Artes que eran sus interlocutores) de qué trata este curso, quizás se sorprenderían
ahora como se sorprendieron con el final de la historia anterior: vamos a
hablar (o estamos hablando) de matemática.
En efecto, hablar de matemática no es solamente demostrar el
teorema de Pitágoras: es, además, hablar del amor y contar historias de princesas.
También en la matemática hay belleza. Como dijo el poeta Fernando Pessoa: «El
binomio de Newton es tan hermoso como la Venus de Milo: lo que pasa es que muy
poca gente se da cuenta».
Muy poca gente se da cuenta… Por eso el acento de la princesa:
porque el problema, como adivina el último de los pretendientes, es que «Lo más
interesante que hay en este país, no se lo ve» (Henri Michaux, El país de
la magia).
Muchas veces me sentí en el lugar de los primeros galanes. Así,
siempre me esforcé por exponer las cuestiones matemáticas más bellas, pero la
mayoría de las veces, debo reconocerlo, mis apasionados intentos no tuvieron la
respuesta esperada.
Trato esta vez de acercarme al galán humilde del último capitulo.
De la matemática, según Whitehead la creación más original del
ingenio humano, hay bastante para decir. Por eso este curso. Sólo que
hoy prefiero también yo mirar las cosas de esa otra manera, y empezar contando
un cuento…
Esta presentación de Pablo Amster apunta directamente al corazón
de este libro, La idea es poder recorrer varias historias, pensar libremente, imaginar
con osadía y, parar cuando uno llega a algo que lo entusiasma. Pero buscar esos
puntos. No sólo esperar que lleguen. Estas líneas tienen ese propósito:
entusiasmarles, conmoverles, enamorarles, sea con la matemática o con una historia
que no conocían. Espero lograrlo.
Adrián Paenza,
Matemática… ¿estás ahí?
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