Javier
Negrete se sumerge en los poemas homéricos y nos va a volver a contar
la historia de Ulises, de Odiseo, a quien acompañamos durante los episodios más
conocidos de la legendaria guerra de Troya y de su regreso a casa, a Itaca;
pero hay un pequeño y sorprendente cambio: una vez que parte del reino de los
feacios, tras su encuentro con Nausicaa, no regresa a su tierra para
enfrentarse a los pretendiente, sino que se dirige una vez más al Hades, a una
nueva batalla, donde con otros seis héroes de la guerra de Troya, que regresan
de la tierra de los muertos, para enfrentarse a los dioses del Olimpo por la
supervivencia de la raza humana.
Tras todo esto
se encuentran las Moiras, que quieren escapar de su destino, y sus oscuras profecías,
pues le han dicho a Atenea que será la señora de los dioses cuando Zeus caiga
humillado. Y hay que recordar que los dioses pueden manipular a su antojo a los
hombres, para que estos hagan o recuerden lo que la divinidad quiera; y sólo
unos pocos no pueden ser manejados, entre ellos Odiseo, quien desea vengarse de
los dioses especialmente de Atenea por la muerte de su hermano Medón. Estas dos
tramas se unirán, y veremos como los planes esconden planes que esconden otros
planes que nos conducirán a un final sorprendente.
Los personajes
están muy bien trabajados, sobre todo Odiseo, Atenea y Nausicaa, con sus luces
y sombras, ateniéndose al mito, pero complicándolo. Ese Aquiles que no quiere
ser rey de los muertos, y que anhela esa última batalla, aunque luego su alma y
su cuerpo desaparezcan. Hefesto, el dios del que toda su familia se burla,
temeroso, que intenta evitar la ira de Zeus…
Una escena
genial es el epílogo, donde un aedo le canta a Odiseo el final del poema
homérico, y este, cada dos por tres, le interrumpe con un irónico ¿de verdad
que ocurrió así? No hay nada como cuestionar lo que creemos conocer.
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