El
Museo ABC nos presenta tres historias cuya narrativa ha mutado a través de
diferentes artes. La muerte en Venecia, Los girasoles ciegos y Seda nacieron
como libros, pasaron al cine y evolucionaron hasta esta exposición. Sus historias
se visten una y otra vez para crear la ilusión de que habitamos otro tiempo,
otro lugar. Pero, ¿podemos asegurar que se trata de un engaño? Si fuera un
espejismo la obsesión del protagonista ideado por Thomas Mann, el dolor de los
derrotados descrito por Alberto Méndez o la pasión de Hervé Joncour —el
personaje principal de Seda—, ¿por qué, al conocerlos, algo nos punza el
corazón? ¿Acaso la inquietud que nos habita al adentrarnos en estas historias
no es cierta? Hay un espacio profundo donde el arte nos encuentra.
Muerte en
Venecia, Seda y Los Girasoles Ciegos son relatos que forman parte de nuestra
cultura popular. Nacieron como novelas y se convirtieron en referencias de la
literatura contemporánea, directores europeos de renombre adaptaron sus guiones
al cine, y, ahora, de la mano de grandes ilustradores actuales vuelven a ser
editados en papel por Edelvives.
Los Girasoles
Ciegos (escrita por Alberto Méndez y dirigida por J. L.
Cuerda) se edita con ilustraciones de Gianluigi Toccafondo. Fotocopias de
fotografías y pintura se reúnen en un collage de una apabullante fuerza expresiva,
donde reina un clima tan apesadumbrado como ensordecedor.
Este libro es
el regreso a las historias reales de la posguerra que contaron en voz baja
narradores que no querían contar cuentos sino hablar de sus amigos, de sus
familiares desaparecidos, de ausencias irreparables. Son historias de los
tiempos del silencio, cuando daba miedo que alguien supiera que sabías. Cuatro
historias, sutilmente engarzadas entre sí, contadas desde el mismo lenguaje
pero con los estilos propios de narradores distintos que van perfilando la
verdadera protagonista de esta narración: la derrota.
Un capitán del
ejército de Franco que, el mismo día de la Victoria, renuncia a ganar la
guerra; un niño poeta que huye asustado con su compañera niña embarazada y vive
una historia vertiginosa de madurez y muerte en el breve plazo de unos meses;
un preso en la cárcel de Porlier que se niega a vivir en la impostura para que
el verdugo pueda ser calificado de verdugo; por último, un diácono rijoso que
enmascara su lascivia tras el fascismo apostólico que reclama la sangre
purificadora del vencido.
Todo lo que se
narra en este libro es verdad, pero nada de lo que se cuenta es cierto, porque
la certidumbre necesita aquiescencia y la aquiescencia necesita la estadística.
Fueron tantos los horrores que, al final, todos los miedos, todos los
sufrimientos, todos los dramas, sólo tienen en común una cosa: los muertos.
Pero los muertos de nuestra posguerra ya están resueltos en cifras oficiales,
aunque ya es hora de que empecemos a recordar que sabemos.
PREMIO NACIONAL DE LITERATURA 2005
La obra Seda (escrita por Alessandro Baricco y
llevada al cine por François Girard) vuelve al papel con ilustraciones de Rébecca
Dautremer, a través de escenarios que rozan lo onírico y que nos
invitan a indagar en el ánimo de sus personajes.
Ésta no es una
novela. Ni siquiera es un cuento. Ésta es una historia. Empieza con hombre que
atraviesa el mundo, y acaba con un lago que permanece inmóvil, en una jornada
de viento. El hombre se llama Hervé Joncour. El lago, no se sabe. Se podría
decir que es una historia de amor. Pero si solamente fuera eso, no habría
valido la pena contarla. En ella están entremezclados deseos, y dolores, que se
sabe muy bien lo que son, pero que no tienen un nombre exacto que los designe.
Y, en todo caso, es nombre no es amor. (Esto es algo muy antiguo. Cuando no se
tiene un nombre para decir las cosas, entonces se utilizan historias. Así
funciona. Desde hace siglos).
Todas las
historias tienen una música propia. Ésta es una música blanca- Es importante
decirlo porque la música blanca es una música extraña, a veces te desconcierta:
se ejecuta suavemente y se baila lentamente. Cuando la ejecutan bien como oír
el silencio y a los que la bailan estupendamente se les mira y parecen
inmóviles. La música blanca es algo rematadamente difícil.
La Muerte
en Venecia (escrita por Thomas Mann y dirigida por Luchino
Visconti) es ahora ilustrada por el artista Ángel Mateo Charris. Con un
singular estilo en el que tienen cita pintores clásicos y contemporáneos,
brinda una importancia especial al ambiente y la atmósfera en la que se
desarrolla esta historia.
Gustav von
Aschenbach, un reconocido escritor alemán, decide visitar Venecia para pasar
allí los meses de verano. Coincide en el hotel con una familia polaca y
descubre el ideal de belleza en el joven hijo de la familia, Tadzio. Aschenbach
observa cada vez más al chico y cae en una especie de enamoramiento que le
sirve para reflexionar sobre temas como la verdad y la belleza. A medida que
crece la fascinación por el joven, sobre Venecia se cierne una epidemia de
cólera.
PREMIO NOBEL LITERATURA 1929
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