Uno de mis
recuerdos más tempranos arranca conmigo sollozando, negándome a tranquilizarme
hicieran lo que hicieran mis padres.
Mi padre se
dio por vencido y abandonó la habitación, pero mi madre me llevó a la cocina y
me sentó a la mesa del desayuno.
«Kan, kan»,
dijo, mientras cogía un trozo de papel de envolver de encima de la nevera. Mi
madre llevaba años abriendo con todo cuidado los envoltorios de los regalos
navideños y guardándolos encima del frigorífico, en una alta pila.
Colocó el papel
sobre la mesa, con la cara en blanco hacia arriba, y empezó a plegarlo. Yo dejé
de llorar y la observé con curiosidad.
Ella giró el
papel y lo volvió a doblar. Plisó, presionó, metió esquinas en dobleces,
enrolló y retorció hasta que el papel desapareció en el hueco formado por sus
manos. Entonces se llevó a la boca el paquete de papel plegado y sopló en su
interior, como en un globo.
«Kan, dijo,
laohu». Apoyó las manos sobre la mesa y lo soltó.
De pie sobre
la mesa había un pequeño tigre de papel, del tamaño de dos puños uno junto a
otro. La piel del tigre era el dibujo del papel de envolver: fondo blanco con
bastones de caramelo rojos y árboles de Navidad verdes.
Alargué la
mano hacia la creación de mi madre. El animal meneó la cola y saltó juguetón
hacia mi dedo. «¡Grrr-frufrú!», gruñó, con un sonido a medio camino entre el de
un gato y el del roce de las hojas de un periódico.
Me eché a
reír, sorprendido, y le acaricié el lomo con el índice. El tigre de papel
tembló bajo mi dedo, ronroneando.
«Zhe jiao
zhezhi», dijo mi madre. Esto se llama origami.
Aunque yo
todavía no lo sabía por aquel entonces, el origami de mi madre era un tanto
especial. Ella insuflaba su aliento en las figuras para así compartirlo con
ellas y animarlas con su propia vida. Esta era su magia.
Ken Liu, El Zoo de Papel
PREMIOS NEBULA, HUGO Y WORLD FANTASY AL MEJOR RELATO CORTO 2012
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