Miro por la
ventana y veo los copos caer. Pienso en diminutos pájaros bulliciosos y fríos.
Vienes y me tomas de la mano. Apoyo mi cabeza sobre tu hombro y entrecierro los
ojos. Es bonito ver nevar desde tu hombro. Vuelan los copos, su silencio
hermético como un secreto blanco. Tu mano se mueve y, antes de soltar la mía,
la luz la alcanza.
-Vendré pronto
-me dices.
Me besas en la
mejilla y sales a la calle. Veo tu abrigo negro moverse entre los copos. Tus
huellas. La nieve las va borrando y pienso en el olvido que vendrá también. a
cubrirlo todo. Los recuerdos, esto que palpita, es decir, yo. O tü, que te
pierdes ahora al final. de la calle y, de pronto, te giras y agitas la mano.
-Adiós -te
digo. Aunque no puedas oírlo.
Mi aliento
emborrona el cristal. Con un dedo pinto un corazón, no sé por qué, y vuelvo a
pensar en los secretos mientras la nieve cae dentro del corazón. Como si fuera
una caja.
Al fin,
también el vaho desaparece, y el corazón y las huellas en la calle.
Así acabará
siendo siempre.
Por eso me he
decidido a escribirlo, a contártelo.
Te sorprenderá
que nunca te haya dicho nada de todo esto. Te sorprenderá que, más allá de
nosotros, en mí, viva esta historia que me empuja y se agita como si fuera mía,
produciéndome a veces un dolor tan semejante a la vida.
Cuando
termines de leer estos folios, tendrás que responder a una pregunta, Una
cuestión que en mí lleva tiempo debatiéndose. Aún no he tomado una decisión y me
gustaría saber qué harías tú en mi lugar. El tiempo pasa, todo muda, se
corrompe, muere.
Muere, sí.
Pero hay
cosas, tal vez, que perduran y puede que esta sea una de ellas.
No quiero que
siga siendo un secreto más en el silencio de la tarde, alejándose como una
pluma a la que nadie dará alcance. Perdiéndose con los otros secretos que nadie
descubrirá. Es demasiado importante. Al menos, puede serlo para alguien.
Hay lugares
por los que no se vuelve a transitar.
Abro la
ventana y el aire me corta y me envuelve. Saco la mano y dejo que los copos de
nieve se desplomen en ella y se licuen. Cuando cierro la ventana, aún un copo medio
transparente sobrevive en mi manga.
Me siento y
escribo.
Mónica Rodríguez, La Partitura
PREMIO ALANDAR 2016
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