Estamos en
1996. Desde hace años Max Lomas parece vivir solo para la decadencia. Suele
matar su tiempo en El Gato Azul, un bar de mala muerte de la noche madrileña.
No pierde, sin embargo, la esperanza de saldar cuentas con el pasado. Y en
efecto, como una ráfaga de vida, este vuelve de golpe una noche cuando la mujer
a la que querría haber olvidado, y de la que sin embargo recuerda cada detalle,
reaparece en su vida: Elsa, su gran amor y la causa de su ruina seis años
atrás; Elsa, que ahora necesita ayuda para salvar a su hermana de las garras de
su excompañero en el País Vasco, García. Mientras decide si puede o no volver a
confiar en ella, y con la desaparición de tres kilos de cocaína como excusa,
Max sabe que ha llegado el momento de tomarse su revancha.
Esta novela se
publicó en realidad en 1996, pero años después Martín Casariego quiso
retomar a los personajes principales (Max, Elsa y García). Al escribir la
historia de cuando los tres se conocen, Yo fumo para olvidar que tú bebes,
muchas cosas estaban condicionadas por Mi precio es ninguno. Para encajar
determinados aspectos, el autor ha cambiado algunas cosas en la edición que
ahora nos ofrece Siruela: diálogos, matices de los personajes, la relación de
Max con Rosa, la hermana pequeña de Elsa, e incluso, para que todo sea más
rápido, acorta en veinticuatro horas la acción, que ahora transcurre en dos
días, y no en tres.
Entre
referencias al cine negro clásico americano, a la literatura y los boleros se
mueven los tres personajes principales: Max Lomas (que proviene de una familia
bien madrileña, pero que por una serie de circunstancias se mete a
guardaespaldas y detective privado), Elsa (la femme fatale, que nos recuerda a
Lauren Bacall y sus películas con Bogart), y García (el malo del libro, antiguo
socio de Max, al que ha llegado a considerar como un hijo; menos mal, que si
no…).
El ritmo ágil
y ese humor, a veces ácido, que destila hacen que sigamos leyendo página tras
página. Vale la pena.
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