lunes, 28 de junio de 2021

EL PARQUE DEL RETIRO

 


Al minuto estábamos dejando atrás la que llaman la Puerta de la América Española, dirigiéndonos hacia el Paseo de Coches, la gran avenida asfaltada del Retiro. A esa hora todos los accesos al parque continuaban abiertos. Debía de ser poco antes de medianoche. El calor seguía apretando con fuerza y una despreocupada turbamulta de noctámbulos atravesaba sus puertas con la intención de disfrutar los últimos gramos de frescor de sus jardines. Mientras nos alejábamos de ellos, Paula rompió su intrigante silencio con algunas parcas explicaciones. Que si los vehículos de motor habían circulado hasta hacía treinta años por el interior del recinto, que si el Retiro tenía fama de hechizado desde que el conde duque de Olivares lo mandó construir en el siglo XVII para distraer al rey Felipe IV, que si albergaba la única estatua pública dedicada a Lucifer de toda Europa... Ella caminaba a mi lado, sin prisa, enigmática, como si nunca le hubiera mencionado lo del tatuaje y ajena a la oscuridad que se iba cerniendo sobre nosotros a medida que nos adentrábamos por senderos de tierra batida.

—Este lugar es magnífico. Y hoy tenemos luna llena —observó al llegar al primer claro.

El gran bosque urbano de Madrid estaba en calma absoluta. El chuf-chuf secuencial de los aspersores iba despertando a nuestro paso un agradable aroma a tierra mojada. Inquieto, perdí la mirada en la oscura vegetación que empezaba a envolvernos conforme me preguntaba si Paula Esteve, cual Esfinge ante Edipo, no estaría poniéndome a prueba.

—¿Adónde me llevas? —dije al fin con cierta curiosidad, mientras perdía de vista las luces de los edificios cercanos al parque.

—Shhh. ¡Es un secreto!

Pau susurró aquello llevándose el dedo índice a la boca (...)

Sin añadir una palabra más, Paula, ufana, tiró de mí en paralelo a la calle Menéndez Pelayo, rumbo a su cruce con O’Donnell. Sentir su mano en mi brazo me gustó más de lo que estaba dispuesto a reconocer. El lugar al que me condujo no parecía esconder nada de interés. Caminamos hacia un rincón desprovisto de encanto. Un esquinazo casi vacío —sin lagos, palacios de cristal o pavos reales en libertad— por el que ya había deambulado el día anterior, interrumpido tan sólo por un túmulo cuya única función parecía ser la de marcar el final del recinto. De hecho, pensé que me iba a sacar otra vez a la calle, tal vez de regreso a la casa de doña Victoria. Pero no lo hizo. Se detuvo junto a una especie de pagoda de paredes ocres que surgía en mitad de un estanque y allí, cerca de unos patos que dormitaban sobre el césped, anunció al fin algo que me sonó aún más extraño que todo lo que había dicho hasta entonces:

—Aquí es —susurró, inspeccionando el lugar, con un gesto indescifrable en el rostro—. Te presento nuestro secreto, listillo.

Si un minuto antes me había quedado atónito, en ese instante debí de parecerle un completo idiota. Eché un vistazo alrededor para estar seguro de que no había pasado nada por alto. Lo que el resplandor amarillento de las farolas me permitía adivinar no era más que un cruce de caminos que conducía a un arco de piedra exento, casi hundido en medio de la nada, y a un sendero fuera del Retiro.

—Es eso, David —insistió Paula, mirando al frente, a ninguna parte.

Pero yo, tozudo, seguía sin comprender.

Me cogió entonces por los hombros y como si fuera un niño me volvió hacia el promontorio.

—¿Eso?

Llamar «montaña» a aquel mogote era una evidente exageración. Forzando la mirada a través de la penumbra distinguí dos pequeñas esfinges de caliza que flanqueaban un murete de piedra. Era lo único notable de un lugar que debió de conocer tiempos mejores. En conjunto se trataba de un paraje destartalado, sin gracia, como si llevara siglos sin que ningún jardinero se hubiera dignado a desbrozar los matojos que ahora lo ahogaban (...)

—No llega a doscientos, es cierto. Esta colina se levantó en tiempos del rey Fernando VII como parte de su programa decorativo del parque. No fue la mejor época de España. Después de que las tropas de Napoleón destrozasen el Retiro, dinamitado y perforado por todas partes, el rey quiso restaurarlo. El lugar era de su propiedad, y esta colina, su capricho favorito.

—¿Capricho? Más bien excentricidad.

—Bueno, así llamaban a las edificaciones que surgieron a raíz de aquella reconstrucción. Piensa que después de la guerra contra los franceses el país estaba en quiebra. La gente pasaba hambre. Pero Fernando VII, ya ves, prefería esconderse de tanta miseria levantando jardines. Quedan pocos de estos caprichos en pie: la Casita del Príncipe de ahí atrás —dijo señalando la pagoda—, la Casa de Vacas o la que llaman la Fuente Egipcia, un templete bastante feo, por cierto.

—Esto tampoco es que sea una belleza...

—Quizá ahora no te lo parezca, pero para el monarca la montaña fue el lugar más especial de todos. Era el corazón de lo que entonces se llamaban los Jardines Reservados.

Javier Sierra, El Fuego Invisible

PREMIO PLANETA 2017

jueves, 24 de junio de 2021

INVENTANDO A ALADINO

 


Como todas las noches, acostados en la cama,

con su hermana sentada a sus pies,

termina de contar el cuento,

y espera.

Rápidamente,

su hermana le sigue el juego y dice:

«No puedo dormir. ¿Nos cuentas otro?».

Sherezade, nerviosa,

toma aliento y empieza:

«En el lejano Pekín

hubo una vez un joven gandul que vivía con su madre.

¿Su nombre? Aladino. Su padre había muerto...».

Y sigue hablándoles del taimado mago que se presenta en su casa,

aduciendo ser su tío, con un plan:

lleva al joven hasta un lugar solitario,

le entrega un anillo mágico para que le proteja de cualquier peligro,

bajan hasta una caverna repleta de piedras preciosas.

«¡Ve y tráeme la lámpara!», y Aladino obedece,

y el mago le deja abandonado, sepultado en la caverna...

Ya pasó.

Aladino está atrapado bajo tierra,

Sherezade se detiene, ha conseguido enganchar a su marido,

otra noche más

Al día siguiente

hace la comida

da de comer a los niños

sueña...

sabiendo que Aladino está atrapado,

y que con su cuento

sólo ha comprado un día más.

Y ahora ¿qué?

Ojalá lo supiera.

Tan sólo un poco antes del anochecer,

cuando el rey, fiel a su costumbre, le dice:

«Al amanecer, ordenaré que te maten»,

y Dunyazad, su hermana, implora:

«Pero, señor, ¿qué hay de Aladino?»;

sólo entonces, Sherezade sabe...

Y en la caverna, mientras admira las joyas,

Aladino frota su lámpara. Aparece el Genio.

La historia da un vuelco. Aladino consigue

Y a su princesa y un palacio hecho de perlas.

Pero, cuidado, el pérfido mago vuelve a entrar en escena:

«Cambio lámparas viejas por nuevas», pregona por las calles.

Y justo cuando Aladino pierde todo cuanto posee,

Sherezade se detiene.

El rey le concederá una noche más.

Su marido y su hermana se han quedado dormidos.

Sherezade sigue despierta, con la vista clavada en el techo,

urdiendo y tanteando nuevos avatares;

discurriendo el modo de devolver su mundo a Aladino,

su palacio, su princesa, todo su haber.

Y al rato se duerme. Su cuento necesita un desenlace,

Y pero ahora los sueños se han adueñado de su mente.

Sherezade despierta,

Da de comer a los niños

Se cepilla el cabello

Baja al mercado

Va a comprar aceite

El mercader llena su vasija

vertiendo el aceite

de una enorme tinaja.

Sherezade piensa:

¿Y si hubiera un hombre escondido en una tinaja?

Después compra unas onzas de sésamo.

Su hermana le dice: «No te ha matado aún».

«Aún no. —Y piensa—: pero lo hará.»

Ya en la cama les habla del anillo mágico.

Aladino lo frota, y aparece el efrit del anillo...

El mago muere, Aladino se salva, y Sherezade se detiene.

Pero si el cuento se acaba, la narradora muere,

un nuevo cuento es su única esperanza.

Sherezade revisa su repertorio,

ideas confusas, inacabadas y sueños se mezclan

con grandes tinajas en las que un hombre podría esconderse,

y piensa, Ábrete Sésamo, y sonríe.

«Pues bien, Alí Babá era un hombre íntegro, pero era muy pobre...»,

omienza, y deja volar su fantasía,

de este modo consigue salvar su vida una noche más,

hasta que el rey se aburra, o le falle la imaginación.

Sherezade no sabe adónde van a parar los cuentos antes de ser contados.

(Yo tampoco lo sé.)

Pero cuarenta ladrones le suenan bien,

y cuarenta ladrones serán.

Reza por que el cuento le garantice unos cuantos días más.

Salvamos la vida por los medios más insólitos.

Neil Gaiman

martes, 22 de junio de 2021

DR JEKYLL Y MR SEEK

 

Enviado por Pedro:

Siete años después de la muerte de Edward Hyde, un elegante caballero aparece por las calles de Londres diciendo que es el Dr. Henry Jekyll. Tan solo el Sr. Utterson, abogado y confidente del Dr. Jekyll sabe que es un impostor, porque Jekyll era Hyde.

Pero mientras este misterioso hombre se va relacionando con la alta sociedad londinense, que le acepta como uno de los suyos, y va reclamando sus bienes, los cuerpos de sus posibles enemigos van desapareciendo, Utterson comienza a temer por su vida y a cuestionarse su propia cordura.

¿Puede ser que este hombre que parece y actúa tan parecido al Dr. Henry Jekyll sea un realidad un impostor?

Anthony O'Neill nos ofrece una secuela brillante y deliciosa de El Extraño Caso del Doctor Jekyll y el Señor Hyde, de Robert Louis Stevenson, una de las obras maestras de la literatura, que cumple a la perfección como complemento a la historia original que lidiaba con aspectos sobre la dualidad del ser humano, mientras que es esta secuela el autor ahonda en el audaz robo de la identidad. A diferencia del original que está más cercano al terror, la nueva propuesta de O’Neill se centra más en el misterio, la intriga y en resolver incógnitas, en ver si Utterson puede probar que el doctor Jekill no es quien dice ser, sino un impostor, ya que, aunque el abogado sabe la verdad sobre lo ocurrido siete años atrás, no puede desvelarla, pues manipuló la escena para proteger la imagen de su amigo, y, si la revela, nadie le va a creer ahora y parecería un sospechoso bastante interesado ya que la fortuna de Jekill pasaría a sus manos al ser declarado éste muerto.

lunes, 21 de junio de 2021

MI ÚLTIMO DÍA DE CLASE

 

Querido amigo:

                Acabo de volver a casa en autobús. Hoy ha sido mi último día de clase. Y ha llovido. Cuando voy en autobús, normalmente me siento en la mitad, porque he oído que sentarte delante es de empollones y sentarte detrás es de macarras, y todo esto me pone nervioso. No sé cómo llaman a los «macarras» en otros institutos.

En cualquier caso, hoy he decidido sentarme delante con las piernas sobre el asiento entero. Estaba medio recostado con la espalda en la ventana. Lo he hecho para poder mirar al resto de la gente del autobús. Me alegro de que los autobuses escolares no tengan cinturones de seguridad, o si no, no habría podido hacerlo.

Lo único que noté es lo cambiados que estaban todos. Cuando éramos pequeños, solíamos cantar canciones en el autobús de vuelta a casa el último día de curso. La canción favorita era una de Pink Floyd, lo descubrí más tarde, llamada Another Brick in the Wall, Part II. Pero había otra canción que nos gustaba todavía más porque acababa con un taco. Era así:

No más lápices, no más libros,

no más miradas sucias de profesores;

cuando el profesor toque la campana,

tirad los libros y corred como cabrones.

Stephen Chbosky, Las Ventajas de Ser un Marginado

domingo, 20 de junio de 2021

LA SIRENA INCONFORME

 


Usó todas sus voces, todos sus registros; en cierta forma se extralimitó; quedó afónica quién sabe por cuánto tiempo.

Las otras pronto se dieron cuenta de que era poco lo que podían hacer, de que el aburridor y astuto Ulises había empleado una vez más su ingenio, y con cierto alivio se resignaron a dejarlo pasar.

Ésta no; ésta luchó hasta el fin, incluso después de que aquel hombre tan amado y deseado desapareció definitivamente.

Pero el tiempo es terco y pasa y todo vuelve.

Al regreso del héroe, cuando sus compañeras, aleccionadas por la experiencia, ni siquiera tratan de repetir sus vanas insinuaciones, sumisa, con la voz apagada, y persuadida de la inutilidad de su intento, sigue cantando.

Por su parte, más seguro de sí mismo, como quien había viajado tanto, esta vez Ulises se detuvo, desembarcó, le estrechó la mano, escuchó el canto solitario durante un tiempo según él más o menos discreto, y cuando lo consideró oportuno la poseyó ingeniosamente; poco después, de acuerdo con su costumbre, huyó.

De esta unión nació el fabuloso Hygrós, o sea “el Húmedo” en nuestro seco español, posteriormente proclamado patrón de las vírgenes solitarias, las pálidas prostitutas que las compañías navieras contratan para entretener a los pasajeros tímidos que en las noches deambulan por las cubiertas de sus vastos trasatlánticos, los pobres, los ricos, y otras causas perdidas.

Augusto Monterroso

viernes, 18 de junio de 2021

SIDI

 

                Enviado por Manuel

No tenía patria ni rey, sólo un puñado de hombres fieles. No tenían hambre de gloria,  sólo hambre. Así nace un mito. Así se cuenta una leyenda.

Arturo Pérez-Reverte nos lleva al siglo XI para ofrecernos la aventura de un guerrero desterrado que viaja con una hueste que lo respeta y lo sigue; es una historia de exilio y frontera, de lucha por sobrevivir en un territorio hostil, indeciso y de fuerzas encontradas. El libro recoge más o menos el primer cantar, desde que es desterrado por el rey Alfonso VI hasta que,  trabajando como mercenario al servicio del rey mulsuman de Zaragoza, derrota al conde de Barcelona, Ramón Berenger.

 Reverte desmitifica al personaje, haciéndolo humano. Vemos al caballero que sufre la injusticia real y, en compañía de sus deudos, afronta una vida de penurias. Inteligente, perspicaz y bravo, tiene primero que solventar el presente. Permite el engaño a unos judíos avariciosos. Pelea con ejemplar denuedo. Y es tentado por la hermana del rey moro de Zaragoza, seducción que no figura en el Cantar.

Vemos las incursiones de moros y cristianos donde se saqueaba, robaba y asaltaba a los pocos que en ella vivían, donde se luchaba hasta la muerte por conquistar un territorio para algún señor por una soldada y un botín que poder repartir. Con Sidi y sus hombres, sentiremos el calor, la sed, la fatiga, el polvo, el peso, el dolor, el sudor, el sabor y el olor de la batallas.

jueves, 17 de junio de 2021

UNA NOCHE DE FIN DE CURSO

 

Ya son casi las doce y, como todas las malditas noches de junio en los últimos años, estoy encerrada en casa, intentando memorizar cientos de datos estúpidos para un examen, hasta que las sirenas y el ruido de la calle me interrumpen.

Abandono los apuntes, resignada a que jamás conseguiré hacerme con ellos, y me asomo a la ventana para averiguar qué sucede. Abajo, en mi portal, comienzan a reunirse algunos vecinos con esa misma intención. Desde aquí no puedo oírlos bien, así que recurro al móvil para informarme.

El InstaStories de la gente de mi clase está lleno de imágenes del incendio que, según parece, acaba de producirse en nuestro instituto. Alguien ha empezado a postear fotos con #ArdeElValdés, y el resto lo ha seguido inmediatamente, así que a lo mejor acabamos convirtiendo en trending topic este triste punto y final para uno de los peores cursos que recuerdo. Despedir junio con un fuego que, según veo en los vídeos, ha devorado el módulo donde se encuentra el gimnasio, es una forma tan pésima como coherente de acabar este curso.

Pienso si debo o no bajar yo también, si quiero acercarme hasta el edificio para enterarme algo mejor de lo que ha sucedido e incluso si tengo que seguir estudiando para un examen que, después de esto, quizá se suspenda. Imagino que la policía y los bomberos habrán acordonado la zona y dudo que nos dejen pasar. Además, tampoco sé si quiero ver a quienes andarán por allí ahora mismo.

Entre los tuits y los pies de foto del Insta, #ArdeElValdés se hace cada vez más popular, incluso entre gente que no estudia con nosotros, pero que sí se imaginan lo que pasaría si su instituto se incendiara en plena semana de exámenes.

«Qué suerte, ¿no? Me pido uno igual en el mío. #ArdeElValdés».

«Siempre dije que este insti era un infierno #ArdeElValdés».

«¿Y ahora qué hacemos con el baile de graduación? #ArdeElValdés».

Confieso que, en medio de las bromas macarras y de algún que otro selfie que, la verdad, no entiendo, yo también lo he pensado. Qué hacemos con el baile de la semana que viene… Pero no con interrogaciones, sino con alivio. Que no se celebre esa americanada que se les había ocurrido hacer este año es una gran noticia. Al menos para mí. Con que nos graduemos, nos den el diploma o lo que nos tengan que dar y nos dejen salir de una vez, ya me conformo. Solo tengo ganas de dejar esto atrás, de salir de este lugar donde todo se me hace pequeño, minúsculo, donde siento que en vez de diecisiete sigo teniendo nueve, diez, once años, porque todo sigue bajo el mismo control, bajo esa continua vigilancia que te impide tomar tus decisiones. No necesito que nadie organice un baile ni una fiesta ridícula, lo único que quiero es que me digan que ya se ha terminado, que no voy a tener que convivir más entre estas cuatro paredes con gente con la que, al menos este curso, he sentido que no tenía absolutamente nada que ver.

Nando López, En las redes del miedo

miércoles, 16 de junio de 2021

CAZADORES

 

Misteriosos grupos de hombres a caballo recorren los caminos de Grecia. Los campesinos los observan con desconfianza desde sus tierras o desde las puertas de sus cabañas. La experiencia les ha enseñado que solo viaja la gente peligrosa: soldados, mercenarios y traficantes de esclavos. Arrugan la frente y gruñen hasta que los ven hundirse otra vez en el horizonte. No les gustan los forasteros armados.

Los jinetes cabalgan sin fijarse en los aldeanos. Durante meses han escalado montañas, han franqueado desfiladeros, han cruzado valles, han vadeado ríos, han navegado de isla en isla. Sus músculos y su resistencia se han endurecido desde que les encargaron esta extraña misión. Para cumplir su tarea deben aventurarse por los violentos territorios de un mundo en guerra casi constante. Son cazadores en busca de presas de un tipo muy especial. Presas silenciosas, astutas, que no dejan rastro ni huella.

Si estos inquietantes emisarios se sentasen en la taberna de algún puerto, a beber vino, comer pulpo asado, hablar y emborracharse con desconocidos (nunca lo hacen por prudencia), podrían contar grandes historias de viajes. Se han adentrado en tierras azotadas por la peste. Han atravesado comarcas asoladas por incendios, han contemplado la ceniza caliente de la destrucción y la brutalidad de rebeldes y mercenarios en pie de guerra. Como todavía no existen mapas de regiones extensas, se han perdido y han caminado sin rumbo durante días enteros bajo la furia del sol o las tormentas. Han tenido que beber aguas repugnantes que les han causado diarreas monstruosas. Siempre que llueve, los carros y las mulas se atascan en los charcos; entre gritos y juramentos han tirado de ellos hasta caer de rodillas y besar el barro. Cuando la noche les sorprende lejos de cobijo alguno, solo su capa les protege de los escorpiones. Han conocido el tormento enloquecedor de los piojos y el miedo constante a los bandoleros que infestan los caminos. Muchas veces, cabalgando por inmensas soledades, se les hiela la sangre al imaginar un grupo de bandidos esperándolos, conteniendo el aliento, escondidos en algún recodo del camino para caer sobre ellos, asesinarlos a sangre fría, robarles la bolsa y abandonar sus cadáveres calientes entre los arbustos.

Es lógico que tengan miedo. El rey de Egipto les ha confiado grandes sumas de dinero antes de enviarlos a cumplir sus órdenes a la otra orilla del mar. En aquel tiempo, solo unas décadas después de la muerte de Alejandro, viajar llevando una gran fortuna era muy arriesgado, casi suicida. Y, aunque los puñales de los ladrones, las enfermedades contagiosas y los naufragios amenazan con hacer fracasar una misión tan cara, el faraón insiste en enviar a sus agentes desde el país del Nilo, cruzando fronteras y grandes distancias, en todas las direcciones. Desea apasionadamente, con impaciencia y dolorosa sed de posesión, esas presas que sus cazadores secretos rastrean para él, haciendo frente a peligros ignotos.

Los campesinos que se sientan a fisgonear a la puerta de sus cabañas, los mercenarios y los bandidos habrían abierto los ojos con asombro y la boca con incredulidad si hubieran sabido qué perseguían los jinetes extranjeros.

Libros, buscaban libros.

Era el secreto mejor guardado de la corte egipcia. El Señor de las Dos Tierras, uno de los hombres más poderosos del momento, daría la vida (la de otros, claro; siempre es así con los reyes) por conseguir todos los libros del mundo para su Gran Biblioteca de Alejandría. Perseguía el sueño de una biblioteca absoluta y perfecta, la colección donde reuniría todas las obras de todos los autores desde el principio de los tiempos.

Irene Vallejo, El infinito en un junco

PREMIO OJO CRÍTICO DE NARRATIVA 2019​

PREMIO LOS LIBREROS RECOMIENDAN 2020, EN CATEGORÍA DE NO FICCIÓN​

PREMIO NACIONAL DE ENSAYO 2020.​

martes, 15 de junio de 2021

ASESINATO PARA PRINCIPIANTES

 

         Enviado por Marta

            Una joven inglesa, Pippa Fitz-Amobi, va a comenzar el curso previo a la universidad. Para conseguir una mejor nota en su acceso, va a hacer un proyecto de investigación sobre la creciente importancia de los medios de comunicación escritos y audiovisuales, así como de las redes sociales, en la ayuda a la investigación policial.

Como punto de partida, toma la desaparición de la joven Andie Bell, ocurrida cinco años atrás en su ciudad. Todo el mundo cree que fue asesinada por su novio Sal Singh, quien se suicida a los pocos días dejando una confesión.

Pero Pippa no lo tiene tan claro. No cree que Sal, a quien conocía un poco, sea el asesino. Por otra parte, se cuestiona por qué sus amigos cambian su testimonio destruyendo la coartada. Y el mensaje de texto, donde Sal confiesa el crimen, no parece escrito por él.

                Lo primero que llama la atención de este thriller juvenil de Holly Jackson son los elementos empleados, pues junto a la típica narración junto con documentos académicos, los registros de producción de la investigación de Pippa donde se incluyen, además de sus reflexiones, las transcripciones de las entrevistas que realiza, o esa lista de sospechosos que va creciendo 

                Los personajes principales están muy bien construidos: Pippa, inteligente, trabajadora, fiel a sus amigas y convicciones; Ravi, que quiere limpiar la memoria de su hermano; Andie, que poco a poco va adquiriendo protagonismo, y vemos cómo la víctima no es la chica inocente que todo el mundo piensa, sino que es una manipuladora y que esconde unos cuantos turbios secretos, por lo que los posibles sospechosos se multiplican.

lunes, 14 de junio de 2021

UN ANTECESOR DE DON QUIJOTE

 


Estaban a punto de llegar a la aldea de Puente de Órbigo cuando vieron venir corriendo hacia ellos un grupo de peregrinos asustados.

—¡Lo ha matado, Dios mío, lo ha matado! —gritaban algunos con el gesto desencajado o echándose las manos a la cabeza.

—No sigáis si no queréis salir malparados —les avisaban otros sin dejar de huir.

Elías y Rojas se miraron con gesto de sorpresa y, sin necesidad de decirse nada, siguieron adelante, con la intención de ver qué había pasado y socorrer a la víctima, si es que aún seguía con vida. Tan pronto llegaron a una floresta que había al lado del camino, lo primero que se encontraron fue a un hombre encaramado a un rocín y vestido con una extraña armadura, ya que las piezas estaban abolladas y no encajaban bien entre sí, y hasta puede que faltara alguna. Parecía de complexión delgada, seco de carnes y, por lo que dejaba ver la celada, enjuto de rostro. A pocos pasos de tan atrabiliario caballero había un peregrino tirado en el suelo que apenas podía moverse; junto a él yacía su bordón y, algo más allá, estaba su mula pastando, ajena a todo.

—Alto ahí —les gritó el de la armadura con aire retador—. Si queréis cruzar el puente en compañía de tan bella dama, tendréis que justar conmigo. Si no lo hacéis, deberéis daros la vuelta, como unos cobardes, o vadear el río, que os advierto viene muy crecido a causa de las lluvias y podríais perecer ahogados.

—¿Pensáis que se trata del asesino? —le preguntó el clérigo en voz baja al pesquisidor.

—No lo creo, pero ya veis cómo se las gasta —comentó Rojas, haciendo un gesto hacia el hombre que estaba en el suelo.

—¿A qué esperáis? —los apremió el otro.

—Muy bien —aceptó el pesquisidor, dirigiéndose al estrafalario caballero—. Justaré con vos si me prestáis una lanza y un escudo y dejáis que la dama y mi amigo pasen ya al otro lado del río, como un gesto de buena voluntad.

—Ella puede pasar, mas no así vuestro amigo. En cuanto a la lanza, podéis usar la suya —añadió el hombre, señalando el bordón que estaba junto al herido—. Por el escudo no os preocupéis, que yo me desharé del mío —añadió, arrojándolo al suelo.

—Pero ¿qué es lo que vais a hacer? —le recriminó Elías a Rojas.

—Tratar de derrotarlo —contestó el pesquisidor con naturalidad—, para que deje de provocar más daño, sea o no el asesino.

—¿Sin armadura ni lanza ni escudo? —objetó el clérigo.

—Sabré arreglármelas, no os preocupéis. A juzgar por su aspecto, no parece estar en sus cabales.

—Por eso mismo; un loco con un arma puede ser más peligroso que un criminal —le advirtió Elías.

—En todo caso, ya no hay vuelta atrás. En cuanto a vos —dijo, dirigiéndose a Marcela—, os ruego que nos esperéis en el hospital de peregrinos que hay al otro lado del río. Y no dejéis de pedirle al hospitalero que avise a los alguaciles, por lo que pudiera pasar.

—Preferiría quedarme junto a vos —se ofreció ella—. Por otra parte, no hace falta que peleéis por mí; algún sitio habrá más adelante por donde cruzar el río.

—Haced lo que os pido, es lo mejor.

—De acuerdo —concedió la mujer—. Pero tened cuidado, os lo ruego.

Cuando Marcela se fue, Elías le alargó a Rojas el bordón que había en el suelo y le preguntó:

—¿Estáis seguro de lo que pretendéis? ¿No lo estaréis haciendo para impresionar a Marcela?

—De ningún modo —rechazó Rojas—. Y ahora retiraos.

—¿Preparado? —gritó el de la armadura.

—Cuando queráis.

Después de persignarse, el caballero miró al cielo y balbuceó unas palabras incomprensibles. Luego, sin más preámbulos, se bajó la visera de la celada y se lanzó a toda prisa sobre Rojas con la intención de cogerlo por sorpresa, despojarlo de su supuesta arma y tirarlo del caballo. Rojas, al ver lo que se le venía encima, trató de apartarse un poco con el bordón en ristre, mas no lo consiguió y el otro lo derribó. El pesquisidor cayó de espaldas sobre el duro suelo, lo que le produjo un gran dolor. Pero lo peor no fue el golpe, sino la vergüenza que sintió por verse mancillado de esa forma delante de la gente por alguien que parecía un orate. Y menos mal que Marcela ya había cruzado el puente.

—Y ahora os toca a vos —proclamó el caballero, muy ufano, dirigiéndose a Elías, que se había acercado a Rojas, para ver cómo se encontraba—, pues no os creáis que por ir vestido de clérigo os vais a librar de mi reto. De sobra sé que hay caballeros que, debido a su cobardía, fingen ser otra cosa para eludir el combate.

—Os aseguro que yo no soy de esa ralea. Por eso os digo que, si me tocáis un solo pelo de la ropa, os juro por mi honor que acabaréis en manos del Santo Oficio —le advirtió Elías, con tono airado.

—Yo soy cristiano viejo. Así que no me dan miedo vuestras amenazas ni menos aún los tormentos de la Inquisición. Justad conmigo o arrojad el guante al suelo y volved por donde habéis venido, noramala —replicó el caballero con firmeza.

Elías se detuvo sin saber qué hacer, ya que, por su condición de clérigo, no podía aceptar el reto, pero tampoco estaba dispuesto a quedar como un cobarde y abandonar a Rojas a su suerte, dado que eso no era algo propio de un buen cristiano, ni menos aún dejar a ese malnacido sin castigo. Por suerte, en ese momento llegaron varios alguaciles, acompañados del alcalde mayor.

—Perdonen vuestras mercedes por el percance que han sufrido —les dijo este muy solemne, mientras los alguaciles se dirigían a detener al hombre de la armadura—. Pero se trata de un vecino del pueblo que perdió el juicio de tanto oír hablar del célebre Paso Honroso del caballero leonés Suero de Quiñones y, desde entonces, cuando se acerca el verano se escapa del convento en el que unos frailes lo tienen recogido, regresa a casa de sus padres con el fin de recuperar su caballo y su armadura, cada vez más maltrechos, y se planta junto al puente para tratar de emular la famosa gesta.

—Pero ¿de qué habláis? ¿A qué Paso Honroso os referís? —quiso saber el pesquisidor, tras ponerse en pie con gran esfuerzo y comprobar que, de puro milagro, no tenía nada roto.

—Se trata de un reto realizado en nombre de Santiago por el tal Suero de Quiñones hace cosa de un siglo —explicó el alguacil mayor—. El desafío consistía en romper una lanza a los caballeros que, acompañados de sus respectivas damas, pretendieran cruzar el puente camino de Compostela. Al parecer, lo hizo con el fin de poder liberarse de una argolla de hierro que se había comprometido a portar al cuello todos los jueves como muestra de devoción hacia su amada, por la que estaba dispuesto a arriesgar su vida y también la de los nueve compañeros que lo secundaban. Y, como era necesario pasar por este puente para hacer el Camino Francés y, además, era año santo jacobeo, fueron muchos los que se vieron obligados a hacerles frente en tales justas. Así que, al cabo de las treinta jornadas que duró aquello, concretamente desde el 10 de julio hasta quince días después de la fiesta del apóstol, Suero de Quiñones y los suyos llegaron a romper hasta trescientas lanzas y fueron tantos los muertos que la Iglesia tuvo que prohibir enterrar en sagrado a los que perecieran en tan cruel y desigual combate. Entre los derrotados, había españoles, franceses, italianos, alemanes y portugueses. A los causantes de todo, sin embargo, no les pasó nada, pues contaban con el permiso del rey para llevar a cabo semejante reto. Para que veáis cómo ha cambiado el mundo: hoy se tiene por locura lo que hace un siglo era considerado una hazaña caballeresca.

—Tenéis razón —concedió el clérigo—. Precisamente, hace poco me contaron el caso de un estudiante que había perdido la cabeza de tanto escuchar romances y le dio por dejar su casa para ir a luchar contra los moros de Andalucía, sin ser consciente de que el reino de Granada ya había sido conquistado.

—Pues otro que tal baila. El imitador, por cierto, es descendiente, por la rama bastarda, de Gutierre de Quijada, que fue quien, años después del Paso Honroso, mató a Suero de Quiñones de manera harto alevosa, con la ayuda de varios de sus hombres, por no sé qué rivalidades y celos que había entre ellos —les informó el alcalde mayor.

Aclarado el asunto, los alguaciles se llevaron al pobre loco, que aún porfiaba por seguir justando con todos. Por su parte, varios peregrinos atendieron al herido del anterior combate, que en ese momento comenzó a recobrar la conciencia y a preguntar dónde estaba, qué había ocurrido y quién era toda esa gente que lo rodeaba.

—¿Podéis andar? —le dijo el clérigo a Rojas.

—Creo que sí, tan solo estoy un poco dolorido. Afortunadamente, no me ha quebrado nada, salvo el honor —añadió este con tono burlón.

—Eso en el suponer de que lo tuvierais —bromeó el clérigo—. Por cierto, debéis aprender a utilizar mejor el bordón; si no lo hacéis, no duraréis mucho tiempo en el Camino si tenemos que ir a pie.

—Espero que eso nunca suceda —suspiró el pesquisidor—. En cuanto al cayado, ojalá no tenga que volver a usarlo, aunque sí que me vendría bien uno ahora para poder caminar.

—Según sabemos por algunos milagros, hasta el propio apóstol suele hacer buen uso del suyo cuando se le aparece a algún peregrino con la intención de protegerlo de los malhechores, de los lobos o del propio Diablo, pues lo maneja casi tan bien como su espada de matar moros. Pero, como habéis visto ahora, no siempre se puede contar con su ayuda, ya que está muy solicitado —le explicó el clérigo con algo de sorna.

Luis García Jambrina, El manuscrito de barro

viernes, 11 de junio de 2021

BOULEVARD

 

Enviado por Belen

Luke y Hasley no eran el prototipo de una pareja perfecta. Sin embargo, ambos le pusieron una definición a lo que ellos crearon.

Una historia de dos adolescentes que crean su propio boulevard ante la llovizna que hay en sus corazones, donde se entremezcla, por un lado, un azul cálido, y por el otro, un azul eléctrico, tiñéndose este por completo de un gris nostálgico.

La novela de Flor M. Salvador me ha encantado, ya que es una novela de amor super bonita y triste; la historia te muestra el punto de vista de los dos protagonistas, los sentimientos que tienen, y parece que estamos leyendo una historia real, por todos los sentimientos y la trama que ocurre.

Al principio no engancha, pero poco a poco por los problemas, por cómo se enamoran, las cosas bonitas que hacen juntos como se ayudan mutuamente para que los dos cuando estén juntos sea todo armonía paz y se olviden de todo lo malo que tienen alrededor. Me parece también que el libro nos hace ver lo que pasa en la actualidad: así, el tema de que Luke consuma diferentes tipos de drogas, porque dice que eso le saca de sus problemas, ahora puede pasarle a cualquier joven y les pasa a muchos; entonces, esa parte me gusta porque nos enseña que al final solo hace falta darle apoyo a esas personas y no dejarles de lado o mirarles mal como en este caso le paso a Luke, que lo tenían como mala influencia; pero muchas veces no se sabe todo lo que hay detrás del por qué lo hacen.

La historia me ha hecho derramar lágrimas (conmigo no es muy complicado el hacerme llorar), pero es que al leerlo es como si estuvieras viviendo la historia y lo sufres con la protagonista. El final me hubiera gustado otro y no uno tan drástico y tan feo, pero  es como una enseñanza que en la vida no todo dura para siempre por lo menos la protagonista va tener ese recuerdo toda su vida.

Es una historia de amor, que, a lo mejor, a muchos les puede parecer aburrida pero eso depende de cada persona y de sus gustos literarios. Yo solo sé que, desde que lo empecé a leer y al terminarlo, es mi libro favorito hasta el momento. Lo superrecomiendo para las personas que les guste las historias de amor.

 

jueves, 10 de junio de 2021

A VECES HAY SECRETOS DONDE MENOS LO ESPERAMOS

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 A vuestro alrededor, a todas horas, incluso en este mismo momento, puede estar pasando algo extraordinario. Algo propio solo de las historias más alucinantes. Pero aunque lo descubrierais, aunque vierais todas esas cosas extrañas, aunque os lo contasen todo de primera mano, seguramente no lo creeríais, porque nos han convencido de que todo tiene una explicación lógica, de que hay ciertos hechos reales y otros que no lo son.

Y así es como os hacen creer, entre otras cosas, que la magia no existe.

Pero sí existe. Y yo estoy aquí para descubriros la verdad.

Me llamo Yeray y voy a contaros mi historia. Tranquilos, pese a esta entradilla propia de conspiraciones, esto no va de contaros ningún drama, sino de compartir algo que el mundo tiene que saber porque es jodidamente genial.

Me llamo Yeray y tengo poderes.

Y no os he dicho lo mejor: tengo poderes siendo de España.

Lo sé, lo sé. Si viviese, no sé, en Londres y tuviese poderes, quizá no os sorprendería, porque esa gente siempre se lleva la parte divertida. Todo lo que mola, ¿sabéis? Quiero decir, se supone que Potter y su panda podían ir por ahí volando y lanzándose hechizos o escondiendo casas enteras de ojos muggles. Y los yanquis, lo mismo: tienen todo tipo de historias mágicas en la actualidad y peleas épicas a pie de calle entre tipos con armaduras chulas o movidas genéticas que les dan una fuerza brutal para poder luchar contra el mal y toda esa mierda.

Sin embargo, en España nunca pasa nada mágico ni guay.

«Pero, Yeray, lo que has dicho son solo historias. Cuentos. No pasan de verdad».

Eso díselo a alguien a quien le guste Harry Potter y siga resentido porque no le llegó la cartita de Hogwarts a los once años. Y si eres un resentido porque no te llegó la carta, no te preocupes: a mí tampoco. Pero ya os he dicho que tengo poderes. Y esto no es ninguna historia inventada: esto es la realidad.

Siendo justos, no tengo poderes, en plural. Tengo solo uno, pero me sobra.

Puedo teletransportarme.

Y es brutal.

El día que me enteré de lo que podía hacer estaba harto de pasar horas y horas en el autobús para visitar a mis abuelos en Asturias. En aquel momento deseé con todas mis fuerzas estar ya en la estación y ¡pum!, de pronto me encontraba allí, varias horas antes de lo previsto, desorientado y sin saber muy bien qué había pasado. Pensé en aparecer en el autobús y ¡pum!, estaba de vuelta. Al viejo que iba a mi lado casi le dio un infarto de la impresión, lo que me convenció de que todo había ocurrido de verdad y que no había sido un sueño. No lo volví a intentar durante ese trayecto para que el viejales no se muriera en el sitio y, cuando me preguntó si me había ido a algún lado, le dije que eso era imposible.

Pero la palabra «imposible» hace mucho que no forma parte de mi vocabulario. No existe nada imposible, solo aquello de lo que todavía no tenemos pruebas.

Eso pasó cuando era un criajo de diez años, así que ahora que tengo diecisiete para mí es tan natural aparecer en cualquier lugar como para cualquier otra persona coger el metro. Ni os cuento lo que me ahorro en transporte.

En realidad, me ahorro mucho de muchos lados. Igual no es lo más inteligente admitir que soy un delincuente, pero, como no os vais a creer nada de lo que os cuente, ¿qué más da? Menos se lo creerá la policía. Si esto llegase a sus oídos, seguramente pensarían que son los desvaríos de un tipo que juega mucho a videojuegos o ha visto muchas películas de Marvel (y yo hago las dos cosas, pero eso no impide que esto sea verdad). Así que confesaré: uso mis poderes para robar. ¿Habéis visto la película de Jumper? El prota es un crack que va dando saltitos de un lugar a otro y enriqueciéndose robando bancos. Pues yo igual. No robo bancos (aunque debería, teniendo en cuenta que ellos hacen eso mismo con nosotros, pero eso es otra historia) porque tampoco necesito tanto. Solo lo justo para ir tirando, no sé si me explico.

A ver, para que lo entendáis, y estoy seguro de que esto sí os parecerá muy real: las cosas en España andan jodidas, con esta crisis de la que todo el mundo quiere sacarnos pero nadie lo hace. Mi padre está en paro desde hace varios años y mi madre nos dejó no hace mucho, porque nuestra sociedad está superevolucionada para todo, excepto para curar el cáncer. De modo que solo somos mi padre y yo, y hay que salir adelante como se pueda.

Y-yo-puedo-aparecer-donde-quiera-cuando-quiera.

Venga, no me jodáis: cualquiera haría lo mismo.

Es muy fácil: si no quieres llamar la atención, no das grandes golpes. Fichas a tu objetivo (gente rica o grandes empresas, no seáis cabrones si tenéis la oportunidad de ser maestros del robo como yo; los de abajo ya estamos lo suficientemente mal como para ir unos contra otros) y vas robando pequeñas cantidades, siempre en metálico, u objetos fáciles de revender. Nada demasiado llamativo. Ni siquiera necesito colarme en casas la mayor parte de las veces, y menos mal: mis poderes molan mucho, pero necesito como mínimo una referencia visual para aparecer donde quiera. No puedo inventarme lugares. Eso sí, con una simple imagen, asunto arreglado. Y ahora mismo, lo más fácil del mundo es encontrar fotos o vídeos de sitios en donde sobra la pasta, os diré. ¿Habéis visto la de famosos que muestran sus casas en revistas del corazón y en programas de la tele? En general, la gente siente un gran placer al enseñar su vida, desde qué come hasta las habitaciones en las que vive. Y yo solo necesito conocer un centímetro de una para colarme en ella y quedarme lo que me dé la gana. Y os aseguro que esas personas no echan en falta quinientos euros, ni mil, mientras que a otros nos solucionan la vida.

No os rayéis si sois de los que subís mil fotos a vuestras redes sociales: lo más seguro es que nunca me vaya a colar en vuestra casa. ¿Que por qué lo sé? Porque el tipo de gente a la que suelo robar no escucharía ni un segundo de una historia sobre magia; pensarían que son gilipolleces o inventos de niños.

Bueno, que me voy por las ramas. Aunque entrar en casas es la solución más lucrativa, es también la que más trabajo da: tienes que descubrir quién vive ahí, averiguarlo todo sobre esas personas, encontrar las imágenes, saber cuándo no hay nadie… Un coñazo. Por lo general, es más simple fichar a tu objetivo por la calle, dar un pequeño empujón en el momento adecuado y desaparecer sin dejar rastro. Y eso se me da genial.

Total, que un poquito de aquí, un poquito de allá…, al menos da para terminar de pagar la hipoteca y para comer, y así mi padre no se hunde más en la depresión que lo tiene consumido desde hace años, convenciéndole de que no vale para nada. Y, eh, él sí que es un crack, como lo era mi madre. Fui inesperado para ambos y ninguno tenía ni un duro por entonces: ni siquiera vivían juntos todavía. Mi madre acababa de terminar Medicina, así que se puso a estudiar para el MIR y a trabajar en cuanto pudo después de darme a luz. Mi padre abandonó Magisterio para hacerse cargo de mí. Con el tiempo, se sacó las asignaturas que le faltaban poco a poco y a distancia, y encontró curro cuando ya pudo empezar a dejarme en la guardería o con los vecinos. Fueron buenos años. Después, ni siquiera haber estudiado Medicina salvó a mi madre, y con los recortes en educación mi padre se fue a la calle.

Nos fuerzan a prepararnos para un gran futuro, nos prometen que si haces ciertas cosas tendrás una vida mejor, y en realidad nadie sabe cómo será el mundo mañana y si todo eso servirá de algo.

Pero no nos pongamos intensos, que no estoy aquí para contaros mis dramas. A mí eso no me va. Ya os he dicho lo que me va: la magia. Creo que si las autoridades conociesen el secreto de su existencia, harían redadas para encontrar a la gente que la tiene, porque es una puta droga. La mejor que he probado, y he probado algunas. (Quizá eso tampoco debería haberlo dicho, pero he venido a contar mi historia y eso incluye toda la realidad). La sensación que te deja la magia es la mezcla más perfecta de adrenalina y realización. Un subidón en toda regla, vaya. Sientes el corazón latiendo a trescientos por hora; tu cuerpo mismo parece palpitar. Tengo la capacidad de ver el mundo solo con un salto, sin límites. He ido a Japón mientras debía estar en clase y he vuelto a tiempo para la merienda; he vivido días sin noche marchándome a lugares en los que amanecía cuando aquí se ocultaba el sol. He visitado todos los continentes mientras mis compañeros hacían los deberes.

Eso sin tener en cuenta todos los preestrenos de películas y conciertos en los que me he colado a lo largo del mundo. O las notazas que he sacado sin dar un palo al agua porque he conseguido robar algún examen.

Mi vida podría ser una mierda si no tuviera poderes, pero con ellos es la hostia.

Iria G. Parente y Selene M. Pascual, Antihéroes

martes, 8 de junio de 2021

EL SECRETO DE LAS HERMANAS BLACKWOOD

 


               Enviado por Ángeles

 Coralline y Howard Blackwood, un matrimonio americano, ha sufrido varios abortos hasta que nace Lilly, que es albina; su madre, cristiana integrista, desde el primer momento la encerrará en el desván de la casa familiar, repitiéndole una y otra vez que es un monstruo, que ese encierro es una manera de protegerla, y sólo le permite leer la Biblia. Una vez por semana Lilly recibe la visita de su padre, que, a escondidas, le ha enseñado a leer, le lleva libros y hasta le ha regalado un telescopio para que pueda ver el exterior.

En julio de 1931, cuando Lilly tiene 9 años, aprovechando un viaje del padre, la madre la vende a un circo; al padre le dirá que se escapó y que no sabe dónde está. Lilly, aterrada, se siente culpable: debe de ser muy mala para que su madre la castigue así. El comprador, Merrick, ahora su tutor legal, le repite que a partir de ahora su casa es el circo y que no le servirá de nada intentar escaparse. Entre maltratos continuos, la deja al cuidado de Glory, la única compañía afectuosa de Lilly durante el durísimo proceso de adaptación al que la somete Merrick, que la destina a la sección de los fenómenos. Cada vez que Lilly se rebela, amenaza con llevarla a otra sección donde las mujeres se desnudan para los hombres, o a otra peor: el burdel.

Veinte años más tarde, Julia Blackwood regresa al hogar familiar tras el fallecimiento de Coralline, un hogar del que huyó tres años antes tras la muerte de Howard. La única condición para obtener la herencia va a ser residir en la propiedad, una propiedad que ahora parece querer revelarle un oscuro secreto.

Ellen Marie Wiseman nos cuenta esta historia en dos tiempos alternando los capítulos de cada protagonista. Desde el primer momento vemos como la tragedia marca ambas tramas. Nada más empezar, vemos como Julia, a pesar de tener un trabajo y una casa, tiene que robar para comer o lavarse en los lavabos de la tienda de abajo. La historia de Lilly contiene los momentos más duros, pues recoge la vida en un circo de freaks, de personas a las que consideran monstruos por sus malformaciones, y el trato que sufre los animales en un circo.  

Al final del libro, la autora nos sorprende, y nos dan ganas de matar a Coralline y Howard, sobre todo a ella, a pesar de que sabemos que ya están muertos.

lunes, 7 de junio de 2021

LA PAZ DE ARTURO

–Muy bien, señor –dijo–. Hablaré con franqueza. No me importa hacerlo ante vosotros y este buen caballero. Hemos oído rumores en el este sobre sajones maltratados por los britanos en estas tierras. Mi rey, preocupado por sus súbditos, me ha enviado con la misión de observar el verdadero estado de la situación. Eso es todo, señor, y estaba cumpliendo tranquilamente mi cometido cuando mi yegua se hirió en una pata.

–Entiendo perfectamente vuestra posición, caballero –dijo Gawain–. Horace y yo a menudo nos movemos por territorios gobernados por los sajones y experimentamos la misma necesidad de actuar con prudencia. A veces siento deseos de quitarme esta armadura y hacerme pasar por un humilde granjero. Pero si dejásemos este metal en alguna parte, ¿cómo lo encontraríamos después? Y aunque hayan pasado ya años desde que Arturo cayó, ¿no sigue siendo nuestro deber llevar su blasón con orgullo allá donde vayamos? De modo que seguimos adelante con ímpetu y cuando aquellos con quienes nos cruzamos ven que soy un caballero de Arturo, me alegra decir que nos miran con gentileza.

–No me sorprende que seáis bien recibido en esta región, Sir Gawain –le dijo Wistan–. ¿Pero sucede lo mismo en aquellas regiones en las que Arturo fue un enemigo temido?

–Horace y yo hemos comprobado que el nombre de nuestro rey es bien recibido en todas partes, señor, incluso en esas regiones que mencionáis. Porque Arturo fue tan generoso con aquellos a los que derrotó, que no tardaron en amarlo como a uno de los suyos.

Desde hacía un rato –de hecho, desde que se había mencionado el nombre de Arturo–, Axl se sentía inquieto e incómodo. Ahora, por fin, mientras escuchaba hablar a Wistan y al anciano caballero, le vino a la cabeza un recuerdo fragmentario. No era mucho, pero le permitió tener algo que asir y examinar. Se recordó de pie en el interior de una tienda enorme, del tipo que un ejército levantaría cerca del campo de batalla. Era de noche, había una gruesa vela titilando y el viento en el exterior hacía que las paredes de lona oscilasen hacia dentro y hacia fuera. Había más personas con él en la tienda. Tal vez muchas, pero no lograba recordar sus caras. Él, Axl, estaba enojado por algo, pero había comprendido la importancia de ocultar su enojo al menos de momento.

–Honorable Wistan –estaba diciendo Beatrice junto a él–, dejadme deciros que en nuestra aldea hay varias familias sajonas que se cuentan entre las más respetadas. Y habéis visto con vuestros propios ojos la aldea sajona de la que venimos. Esa gente prospera, y aunque a veces sufren a causa de los demonios como los que vos aplastasteis valientemente, nunca se ven agredidos por ningún britano.

–Esta buena mujer dice la verdad –confirmó Sir Gawain–. Nuestro querido Arturo trajo una paz duradera entre britanos y sajones, y aunque todavía oímos hablar de guerras en lugares remotos, aquí hace mucho que somos amigos y nos llevamos bien.

–Todo lo que he visto corrobora vuestras palabras –admitió Wistan–, y estoy impaciente por llevar de vuelta un informe positivo, aunque todavía me queda visitar las tierras que hay detrás de estas colinas. Sir Gawain, no sé si dispondré de otra ocasión de preguntarle esto a alguien tan sabio, de modo que permitidme que lo haga ahora. ¿Mediante qué extraña habilidad consiguió vuestro gran rey eliminar las cicatrices de la guerra en estas tierras de modo tal que quien hoy las recorre apenas puede atisbar algún residuo o sombra de ellas?

–La pregunta os hace digno de alabanza, señor. Mi respuesta es que mi tío era un gobernante que jamás creyó ser más grande que Dios, y siempre rezaba en busca de guía. De modo que aquellos a quienes conquistaba descubrían, igual que quienes combatían a su lado, su ecuanimidad y veían con buenos ojos que fuese su rey.

–Aun así, señor, ¿no resulta extraño que un hombre llame hermano a otro que ayer mismo masacró a sus hijos? Y sin embargo precisamente eso es lo que Arturo parece haber conseguido.

–Habéis dado en la diana, honorable Wistan. Habláis de niños masacrados. Sin embargo, Arturo nos adoctrinó a todos para evitar víctimas inocentes atrapadas en el fragor de la batalla. Y aún más, señor, nos ordenó rescatar y dar refugio cuando pudiésemos a todas las mujeres, niños y ancianos, fuesen britanos o sajones. Gracias a estas acciones se establecían lazos de confianza, incluso cuando las batallas estaban en su cénit.

–Lo que contáis suena a cierto, y sin embargo me sigue pareciendo sorprendente –dijo Wistan–. Honorable Axl, ¿no os parece algo remarcable cómo Arturo ha unido a este país?

Kazuo, Ishiguro, El Gigante Enterrado

PREMIO NOBEL LITERATURA 2017

domingo, 6 de junio de 2021

ESCANCIA, MUCHACHA

 


¿Para qué me instruyes en las reglas de la retórica?

Al fin y al cabo, ¿para qué tantos discursos

que en nada me aprovechan?

 

Será mejor que enseñes a saborear

el néctar de Dionisio

y a hacer que la más bella de las diosas

aún me haga digno de sus encantos.

 

La nieve ha hecho en mi cabeza su corona;

muchacha, escancia agua y vino que el alma me adormezcan

pues el tiempo que me queda por vivir

es breve, demasiado breve.

 

Pronto me habrás de enterrar

y los muertos no beben, no aman, no desean.

Anacreonte

viernes, 4 de junio de 2021

LAS SIETE MUERTES DE EVELYN HARDCASTLE

 

Enviado por Alex

Lo que comienza como una celebración termina en tragedia. Los Hardcastle han organizado una fiesta en Blackheath, su casa de campo, para anunciar el compromiso de su hija pequeña, Evelyn. Al final de la noche, cuando los fuegos artificiales estallan en el cielo, la joven es asesinada.

Pero Evelyn no morirá una sola vez. Hasta que Aiden Bishop, uno de los invitados, no resuelva su asesinato, el día se repetirá constantemente, siempre con el mismo triste final.

La única forma de romper este bucle es identificar al asesino. Pero cada vez que el día comienza de nuevo o pierde la conciencia, Aiden se despierta en el cuerpo de un invitado distinto. Y alguien, el lacayo, está decidido a evitar que Aiden escape de Blackheath, aunque contará con la ayuda de Anna y de un enigmático personaje, el médico de la peste, que le dice: "Alguien será asesinado en el baile de esta noche. No parecerá un asesinato, por lo que el asesino quedará libre. Rectifique esa injusticia y le mostraré cómo salir de aquí."

La acción transcurre en ocho días, que son siempre el mismo, cambiando la perspectiva del anfitrión que aloja a Aiden. En ese tiempo, nos enteramos del asesinato años atrás del hermano menor de Evelyn, de las infidelidades de su madre, de la avaricia de su padre que está a punto de arruinarse, de los chantajes del antiguo criado Stanwin, de los problemas personales y secretos que esconden varios de los invitados… mientras se van sucediendo las muertes.

La novela de Stuart Turton te engancha desde el primer momento, te deja boquiabierto continuamente, pues cuando empiezas a desarrollar una hipótesis con lo sucedido en tu cabeza, lees algo que hace que tengas que volver a empezar de nuevo continuamente.

El cambio entre personajes, sus argumentos, cuerpos, forma de pensar… hace que se nos describa todo desde una visión tan amplia que hace que parezca que estamos dentro de Blackheath (además, el mapa que hay al principio del libro ayuda a ubicarnos).

El caso de Blackheath me ha recordado bastante a lo que leímos en “La costa de Alabastro”, pues parece que la casa tenga vida, y actúe como un personaje más, estando presente, y siendo la fuente de información que muchos de los protagonistas utilizan para descubrir el misterio que allí acontece.

Si algo me ha llamado la atención, es la forma en la que nada es lo que parece, las falsas apariencias que parece que es algo de nuestros tiempos, pero que han existido siempre, las familias rotas que aparentan ser las mejores, las amistades de las altas sociedades que están corrompidas por los secretos, los cuchicheos y las drogas.

Si hablamos del final, debo decir que me ha encantado, pues se produce, un auténtico “plot twist” como se dice ahora, que nadie espera.  También llama la atención la forma en la que la el deseo de venganza puede hacerte actuar de ciertas maneras; o la sangre fría que tiene Evelyn Hardcastle para acabar con la vida de todas esas personas. No se si se trata de una coincidencia, pero algo que me ha dejado boquiabierto ha sido la coincidencia del título, es decir, las veces en las que Evelyn se “suicida” en el lago, con el número de personas a las que Evelyn Hardcastle mata a lo largo de toda su vida.

Si pudiese hacer una sugerencia, me encantaría que hubiese una segunda parte, saber cómo es la vida de Anna y Aiden fuera de Blackheath, si Anna recupera la memoria, o si visitan más “centros” como Blackheath donde condenan y ayudan a la gente a reformarse. También me hubiese gustado saber quien es el lacayo, si es algún invitado de la casa, o si simplemente era alguien en la misma situación que ellos.

Al comenzar el libro podemos leer una pequeña introducción, en la que se nos resume el libro como una mezcla de Agatha Christie, Black Mirror y “Atrapado en el tiempo”, y yo creo que es precisamente eso lo que hace interesante esta novela, pues se juntan tres factores que te hacen engancharte y no dejar que dejes el libro hasta que no descubras el misterio que hay en Blackheath.

Estoy deseando que salga la miniserie que Netflix tiene pensado hacer, pues me encantaría ver a los personajes, saber si coinciden con la imagen que yo les he dado en mi cabeza, y ver como se desenvuelve Aiden Bishop cada día en un cuerpo diferente.

PREMIO COSTA BOOK 2018 A LA MEJOR PRIMERA NOVELA

miércoles, 2 de junio de 2021

EL PLACER DE LA LECTURA

 


Nada es más fácil que poner de manifiesto las ventajas de la lectura sobre la ausencia de lectura, la benéfica influencia que tiene sobre todos nosotros, y sobre todo, el placer que nos proporciona. Otra cosa es que mi discurso sea convincente, otra que los padres y los maestros convenzan a sus hijos y alumnos, y otra más difícil aún pretender con mis palabras cambiar los hábitos del que no tiene, porque nunca la tuvo, la costumbre de leer, o del que, por causas varias, difíciles a veces de determinar, la perdió.

Leer es ante todo un ejercicio de la mente que la mueve, la revoluciona y la desarrolla, siempre produciéndole esa inquietud que asoma cuando conocemos otros ámbitos y otras opiniones, en una palabra, cuando accedemos a otros mundos distintos del que nos envuelve y nos protege. Leer acelera el ritmo de nuestra inteligencia, la fortalece y la enriquece, del mismo modo que caminar fortalece los músculos de las piernas y nos hace más ágiles. Pero además, esa misma inteligencia va adquiriendo con la lectura tal confianza en sí misma que, al poner a debatir su propio parecer con los pareceres múltiples que le ofrece la lectura, adquiere su propio criterio frente a todos los acontecimientos que la vida nos ofrece. Es en buena parte gracias a la lectura que la inteligencia deja de ser susceptible de ser manipulada, al menos en parte, y comienza y afianza su propio camino hacia la libertad.

Además, la lectura nos convierte en creadores. El texto que leemos pasa inevitablemente por nuestra experiencia, nuestra imaginación y nuestra fantasía, gracias a las cuales somos capaces de interpretarlo y de hacerlo nuestro, de tal modo que el resultado de la novela, del relato o incluso del ensayo que hemos recibido lo recreamos en función de nuestra propia interpretación. Es ahí donde reside la grandeza de la creación: todo el que bebe de ella no sólo participa de la creación del autor sino que a partir de ella crea su propia historia.

Pero sobre todo sumergirse en la lectura, sea de ficción o de opinión o de investigación, proporciona uno de los grandes placeres para los que, todo parece indicar, que hemos venido al mundo, ya que para ello disponemos de las herramientas necesarias. Cierto es que esas herramientas hay que utilizarlas, (le otro modo ni hay lectura ni hay placer. De ahí que la Iectura siendo un placer, sea uno de los placeres activos que exigen nuestra colaboración, en contraposición con los placeres pasivos que nos ofrecen tantos ocios conocidos hoy, en los que, por decirlo así, casi no participan las facultades del alma y no tienen más exigencia que, es un decir, ese leve movimiento de la mano para ir cambiando de canal.

Leer es viajar, es conocer otros mundos que viven como nosotros en el planeta, pero también es conocer otros ámbitos de pensamiento tan válidos como los nuestros. Leer es sumergirse en la vida de otros personajes, es detestar y amar y comparar, es sentir complicidad con el pensamiento de un ser que tal vez nunca conoceremos o disentir de otro entendiendo los elementos que nos separan de él. Leer es vivir muchas vidas, es abrirnos mil posibilidades, es tener la opción de conocer y de reconocer el pasado y el presente, y -¿para qué negarlo?- es un camino que nos conduce inevitablemente al centro mismo de nuestro propio yo: Conocerse al fin, saberse, aceptarse y por lo mismo aceptar a los demás.

Estoy convencida de que leer es un antídoto contra cualquier concepción del mundo excluyente y fundamentalista, y un revulsivo contra la violencia, la personal y la de las ciegas violencias que en nombre de dios o de la patria, quienquiera que sean, tiñen hoy de oprobio y vergüenza buena parte del planeta y de sus habitantes.

Rosa Regás

 

martes, 1 de junio de 2021

PÁJARO BLANCO

 

Enviado por Pilar

Julián tiene que hacer un trabajo para el instituto, y busca la ayuda de su abuela, quien le contará cómo fue su adolescencia.

Sara, su abuela, se remonta, durante la Segunda Guerra Mundial, al pueblecito francés en el que era feliz. Como vive en la Francia libre, ella y su familia creen que están libres del antisemitismo que recorre muchas zonas de Europa avivado por los nazis. Pero un día todo cambia, será discriminada y despreciada por un chico, y su vida cambiará por el simple hecho de ser judía.

Cuando peor está la situación, Julián, un chico humilde afectado por la polio, le ayudará.

                Esta es la primera novela gráfica de R. J. Palacio, la autora de Wonder, y es un spin off de La historia de Julián; nos sumerge en una historia donde vemos cómo la amistad, la valentía, la esperanza pueden superar cualquier situación y nos hace reflexionar pues "aquellos que no recuerdan su pasado, están condenados a repetirlo." Toda la historia se centra en dos personajes: Sara, que lo perderá todo, incluso, a las que creía sus amigas; Julián, su compañero de pupitre, quien usa muletas para caminar y es acosado por este motivo.


                La novela retrata la dura realidad vivida en la Francia ocupada, pero nos ofrece mensajes sobre la amistad, el amor, la bondad y la esperanza y temas actuales como el acoso escolar, el racismo, la individualidad del ser humano y el ponerse en el lugar del otro. A través de las ilustraciones somos testigos de una historia cargada de emociones que no nos deja indiferentes.