Querido amigo:
Acabo de volver a casa en
autobús. Hoy ha sido mi último día de clase. Y ha llovido. Cuando voy en
autobús, normalmente me siento en la mitad, porque he oído que sentarte delante
es de empollones y sentarte detrás es de macarras, y todo esto me pone
nervioso. No sé cómo llaman a los «macarras» en otros institutos.
En cualquier
caso, hoy he decidido sentarme delante con las piernas sobre el asiento entero.
Estaba medio recostado con la espalda en la ventana. Lo he hecho para poder
mirar al resto de la gente del autobús. Me alegro de que los autobuses
escolares no tengan cinturones de seguridad, o si no, no habría podido hacerlo.
Lo único que
noté es lo cambiados que estaban todos. Cuando éramos pequeños, solíamos cantar
canciones en el autobús de vuelta a casa el último día de curso. La canción
favorita era una de Pink Floyd, lo descubrí más tarde, llamada Another Brick in
the Wall, Part II. Pero había otra canción que nos gustaba todavía más porque
acababa con un taco. Era así:
No más lápices, no
más libros,
no más miradas sucias
de profesores;
cuando el profesor
toque la campana,
tirad los libros y
corred como cabrones.
Stephen Chbosky, Las Ventajas de Ser un Marginado
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