Oigo golpes de
pronto, me sobresalto y me quito los auriculares: alguien aporrea la puerta:
-¡Penyl -Es la
voz de Quique.
Abro y me
encuentro a los dos plantados ahí, con cara de susto:
-Estaba a
punto de echar la puerta abajo -dice mi padre-. Como no abrías.
-Lo siento -me
disculpo-. Tenía los auriculares puestos.
-Pues si que
está preocupado tu padre contigo -comenta Quique cuando nos quedamos solos.
-Está algo
neurótico, no se ha movido de casa en todo el día, no quiere dejarme sola por
si me vuelvo a marear.
-¿Y has vuelto
a marearte?
-No, estoy
perfectamente.
-Me ha hecho
gracia, tu padre iba silbando la canción de Penny Lane por el pasillo.
-Le encanta
silbar y yo lo odio --confieso-. El otro día le pregunté por esa canción y me
llevé un chasco. Resulta que Penny Lane es el nombre de una calle.
-Ya, pero la
canción dice cosas que están muy bien. Tú eres mi Penny Lane. Penny Lane is in
my ears and in my eyes. There beneath the blue suburban slzies.
Se ha acercado
hasta casi tocarme y me canta despacio al oído. Su voz suena prodigiosa, nunca
he escuchado a un chico cantar así, o será que la canción va dirigida a mí y me
parece música celestial. Nadie me había dicho que estoy en sus ojos y en sus
oídos. Él también está en mis ojos y en mis oídos, aunque no me había dado
cuenta basta ahora.
Me da corte
mirarle, no sé qué decir y me temo que el tampoco. Espero que no se arrepienta,
quiero volver a oír esa canción en mi oído otra vez,
Rosa Huertas, Prisioneros de lo
Invisible
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