DÍA DE LA BIBLIOTECA
2018
Vengo del
desierto del Sáhara, de inaugurar una biblioteca. Está en Dajla, el más
alejado, el más olvidado de los cinco campamentos de refugiados saharauis. Es
la cuarta biblioteca que construimos, y es preciosa. En el centro hemos
plantado árboles, para que los niños y los jóvenes del Sáhara puedan
experimentar el gozo de sentarse a su sombra a leer un libro. No queremos que
esa biblioteca sea ningún “templo de silencio”, sino más bien un espacio para
del sonido, para el ruido. Una biblioteca que ya es el lugar más hermoso del
campamento. Un espacio para desear ir a buscar lectura, pero también amistad,
sueños compartidos. Incluso amor. Un lugar en el que enamorarse mirando unos
ojos por encima de un libro. Porque al fin y al cabo, la biblioteca es el lugar
en el que se descubre al otro, de papel o de carne.
En una
película inolvidable, la mejor película de ciencia ficción de la historia,
2001, una odisea del espacio, aparece un monolito cada vez que el hombre se
dispone a dar un salto cualitativo. Kubrick, su director, debería haber puesto
un libro en su lugar. Porque han sido los libros los que han marcado el ritmo
de los cambios del ser humano. Porque el libro es el laboratorio del hombre, el
lugar en el que se experimenta con emociones, descubrimientos, utopías,
apuestas. Somos lo que somos porque hemos pensado y escrito sobre cómo ser y
sobre cómo no ser. Y seremos lo que pensemos, lo que piensen y escriban las
próximas generaciones.
Así que una
biblioteca no es solo un lugar en el que invitar a leer, sino también, o por
eso, un lugar en el que invitar a escribir. Las bibliotecas del siglo XXI son,
pueden ser, tienen que ser el semillero de nuevas novelas, nuevos monolitos,
mojones de nuestro futuro. Si el siglo XX fue sin duda el siglo de la lectura, el
siglo XXI puede llegar a ser el siglo de la escritura, ya lo está siendo.
Por todo eso
construimos bibliotecas en los campamentos del desierto. Porque no son solo
para los saharauis. Las paga nuestra sociedad civil, mediante socios adultos, y
mediante actividades solidarias en colegios, institutos y bibliotecas. Y los
alumnos y lectores que las sufragan se hacen conscientes de lo extraordinario
que es tener una biblioteca, aprenden a valorar la suya, a defenderla. Cada
biblioteca del desierto tiene detrás a miles de niños, jóvenes y adultos que la
han hecho posible con su pequeño esfuerzo. Sumando. Cada lector saharaui tiene
a su lado a miles de lectores, más conscientes de la importancia de una
biblioteca, porque con su trabajo se ha construido una, en un clima y un lugar
tan hostil.
Piensa en tu
biblioteca. Hubo un día en el que esa biblioteca no existía. Alguien la soñó,
luchó por ella, la llenó de libros y también de sueños. Hazte del equipo de ese
alguien que la hizo posible, lucha por un mundo en el que no haya un ser humano
que no tenga cerca una biblioteca, o un amoroso bibliobús. Que no haya un solo
niño, joven o adulto, que no roce la mano de una bibliotecaria que le aconseje,
que le oriente en el laberinto. Que es lo mismo que decir que no haya un solo
ser humano conectado a lo que fue, lo que es y lo que será.
En tu mano hay
millones de manos, estrechando la tuya, acompañándote en el camino. Tiernas o
callosas, pequeñas o grandes. En el libro que te espera en la mesilla de noche
o junto al sofá, hay millones de libros. Ingenuos o complejos, humildes o
lujosos. Pero todo preciosos. Conectados todos por un invisible hilo de plata
que une mano con mano, estantería con estantería, un hilo inacabable y
luminoso. Inacabable, y así sea. Hoy es el Día de la Biblioteca, que es lo
mismo que decir El día de la Luz.
Feliz día,
feliz siglo.
Gonzalo Moure
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