Esta
exposición del Espacio Fundación Telefónica profundiza en los experimentos científicos
y las creaciones arquetípicas del S.XIX, así como en las derivas iconográficas
de Frankenstein y otros seres como Mr. Hyde, el Hombre invisible o las
criaturas del doctor Moreau.
El verano de 1816, los escritores
Lord
Byron, Mary y Percy Shelley y John Polidori, entre otros, se
reunieron en Villa Diodati, cerca del lago Leman, en Suiza, para pasar sus
vacaciones. El mal tiempo por la erupción del volcán Tambora, en Indonesia,
provocó grandes anomalías climáticas en todo el mundo y obligó a los escritores
a encerrarse en la villa. Para entretenerse, decidieron contar historias de
terror y de este encuentro surgió la que hoy es una de las mejores obras
literarias de terror de la historia: Frankenstein de Mary Shelley, un clásico
de la literatura del siglo XIX y un pilar de la cultura occidental.
El Espacio
Fundación Telefónica conmemora los 200 años de este encuentro con una exposición que reflexiona sobre la época
en la que diferentes personajes ideados por escritores tan reconocidos como Stevenson,
Wells,
Hoffmann
o Villiers
de L`Isle-Adam, se convirtieron en iconos de la literatura de ciencia
ficción.
Una literatura
que está representada en la exposición a través de seis grandes obras: Frankenstein
o el Moderno Prometeo, de Mary Shelley, La Isla del Doctor Moreau,
de H.
G. Wells, El Extraño Caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde, de R. L.
Stevenson, El Hombre Invisible, de H. G. Wells, El Hombre de la Arena, de E. T. A. Hoffmann o La
Eva Futura, de Auguste Villiers de L`Isle-Adam.
Obras que trataban temas tan atemporales que siguen teniendo vigencia hoy como
la genética, la robótica o la inteligencia artificial. Estos asuntos polémicos
hunden sus raíces, en muchos casos, en esa imagen fáustica del científico como
imagen última de Adán que, por buscar el conocimiento, recibió el castigo de la
expulsión del Paraíso.
La muestra analiza
también los antecedentes reales que van más allá de la propia historia literaria
y el contexto que los rodeaba a finales del XIX. Un contexto en el que se parte
del laboratorio como lugar de creación donde el científico, enajenado, juega a ser
Dios con resultados terroríficos encarnados en una criatura antropomorfa que
puede ser un monstruo, su doble o un autómata.
EL
DOBLE es el primer bloque de la exposición y aborda la materialización
del lado oscuro o la invisibilidad como método de refracción. El romanticismo
se interesa especialmente por el fenómeno del doble como materialización del
lado oscuro y misterioso del ser humano (lo que Jung llamará la Sombra).
De este interés surgen icónicos protagonistas en varias obras literarias de
ciencia ficción y literatura fantástica. Robert Louis Stevenson publica en
1886 El
Extraño Caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde. Quizás uno de los ejemplos
literarios más brillantes de doble fantasmagórico generado por la escisión del
individuo y la encarnación de su ego reprimido. Stevenson se hizo eco de
la doble moral propia de la sociedad victoriana, cuyos destacados miembros
podían dejarse llevar por los vicios nocturnos (alcohol, violencia, juego,
prostitución o drogas). H.G. Wells publica por su parte en
1897 El
Hombre Invisible, una de las principales novelas de ciencia ficción,
donde intenta esbozar un método “realista”: no se limita sólo a la
transparencia, sino que también manipula la refracción.
El segundo de
los bloques, el dedicado a EL AUTÓMATA, realiza un recorrido
por la invención de criaturas mágicas y carentes de alma como las máquinas
capaces de reproducir a la perfección el aspecto y comportamiento humano. Las
obras literarias que lo escenifican son El Hombre de la Arena, el relato más
popular de E.T.A. Hoffmann, en el que narra el enamoramiento de un joven
hacia una autómata carente de alma que le lleva a locura. Otra de las obras
destacadas es La Eva Futura, de Auguste Villiers de L`Isle-Adam,
en la que el autor crea una bella mujer androide causante de un amor
espiritualmente superior.
El último está dedicado al
personaje de EL MONSTRUO, cuyo principal ejemplo es Frankenstein o el Moderno
Prometeo, de Mary Shelley, obra de terror gótico
de la que una figura esencial en la literatura y la cultura popular. La novela
pionera de Shelley planteaba la analogía entre científico y creador divino,
combinando el terror gótico con planteamientos propios de la ciencia ficción
moderna. Con Frankenstein nació una figura esencial en la literatura y la
cultura popular: la del científico loco, el doctor chiflado. La novela de Mary
Shelley se inspiró tanto en el mito de Prometeo, en El
Paraíso Perdido de Milton, en los experimentos de
Luigi Galvani con la electricidad en los músculos y en las
especulaciones de Erasmus Darwin sobre la reanimación de microorganismos muertos.
Sin embargo, la novela tiene un trasfondo es profundamente moralista, ya que la osadía prometeica de Victor
Frankenstein le acarrea terribles consecuencias. La creación de seres
artificiales es una invención tan prodigiosa para unos como ofensiva para
otros.
La vivisección
fue también otra gran protagonista de la crónica científica del siglo XIX. Las
prácticas de François Magendie y Claude Bernard provocaron protestas,
pero sus descubrimientos sentaron las bases de la fisiología experimental.
Pensadores como Jeremy Bentham o Schopenhauer manifestaron su
rechazo, mientras que Darwin declaró sus dudas sobre si la
vivisección podría ser tolerada. La Isla del Doctor Moreau, de H. G.
Wells, cuyo hilo argumental está basado en los experimentos de un
científico a caballo entre animales y seres humanos, demuestra que no lo
consiguieron y ese debate sigue candente hoy en día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario