Ya ha terminado la PAEG, ya tenéis vuestros
resultados. Enhorabuena a los aprobados, muchos de vosotros me habéis
sorprendido con vuestras notazas, y suerte con lo queréis estudiar. El texto
siguiente es la versión completa de uno de los que tuvisteis que trabajar en
las pruebas:
La irrupción
abrupta de los nuevos dispositivos electrónicos en la industria del libro hizo
presagiar hace alrededor de seis años la desaparición del papel en un plazo
relativamente corto. Los datos de consumo, sin embargo, indican que la fortaleza
del soporte tradicional continúa infranqueable. Según el estudio anual sobre la
lectura digital que elabora la distribuidora Libranda, el libro electrónico
representa sólo el 3% de la cuota de mercado, si bien el porcentaje puede
considerarse distorsionado por el efecto devastador que en este sector produce
la piratería. En todo caso, esta circunstancia no puede servir de subterfugio
para constatar el fracaso de quienes vaticinaron el derrumbe del papel en una
actividad estratégica en la cultura de un país como es la editorial.
En 2015, la
venta de textos para pantallas generó en España alrededor de 30 millones de
euros. El negocio del papel, en cambio, se elevó a 900 millones de euros, y
ello pese a que el precio medio del libro electrónico se ha reducido de los 9,6
euros en 2010 a los 6,2 euros del pasado año. Las grandes plataformas de venta
digital, como Google o Amazon, concentran el 80% de las compras de libros por
internet. Sin embargo, a pesar de su empuje, el consumidor no parece
entusiasmado con los e-books. Ciertamente, y siempre según el informe de
Libranda, el porcentaje es similar al de Francia e Italia. Pero mucho más bajo
que el registrado en Reino Unido (18%) y EEUU (30%). En nuestro país, la
facturación digital ha vuelto a crecer después del parón de dos años, aunque es
un incremento tímido para modificar la estructura del sector. Parte de la
industria editorial lo achaca al consumo ilegal de literatura en internet.
Según el análisis de los hábitos culturales del Gobierno, alrededor del 19% de
los españoles leen en pantalla -preferentemente o en exclusiva- o bien saltan
del papel a la pantalla sin reparos. La diferencia entre este porcentaje y el
3% de cuota de mercado explicaría por qué el libro electrónico no despega en
España. Y, más allá del lucro cesante que generan las descargas ilegales, lo
cierto es que éstas han supuesto hasta ahora una barrera inexpugnable para que
la industria editorial pueda consolidar su negocio en la Red. Este hecho ha
provocado que el 27,5 % de las editoriales españolas haya optado por no situar
su catálogo en internet. En realidad, esta reacción empresarial suscita el
efecto contrario al buscado. Negarse a facilitar una oferta legal en el mercado
no ayuda precisamente a combatir la piratería.
El e-book ha
transformado la lectura, pero su aparición en el mercado generó unas
expectativas que no se han visto satisfechas, lo que evidencia la resistencia
del papel. Constituye un error, por tanto, plantear la consolidación de la
lectura en dispositivos móviles como la antesala de la extinción de libros en
formato papel. Es más, el comportamiento de los usuarios acredita que la gran
mayoría de éstos continúa prefiriendo la experiencia de comprar y tocar un
volumen impreso. Que la gente lea en papel o en pantalla es indiferente en
términos culturales, pero sí es relevante para que las editoriales puedan
adelantarse a la demanda del mercado. De ahí que algunos de los principales
desafíos del sector para el futuro, que inevitablemente irá ligado al uso del
soporte electrónico, radiquen no sólo en la digitalización de sus catálogos,
sino en diseñar una oferta atractiva que consolide el modelo de negocio en la
Red.
El Mundo, 08/05/2016
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