El 5 de noviembre de 1963, murió Luis Cernuda, uno de nuestros mejores poetas. Valga un pequeño homenaje.
Fue un hombre
solitario y dolorido. Él mismo se sentía un marginado, quizás a causa de su
condición de homosexual, razón por la cual se aisló y se rebeló contra todo.
Durante toda su vida escribió sobre la imposibilidad de alcanzar los sueños en
una realidad hostil como la que le rodeaba. La frustración, la añoranza de un
mundo más habitable, el aburrimiento y el amor son los temas más frecuentes en
su poesía.
La influencia
de Bécquer se deja sentir en la mayoría de sus poemas. Rechaza el lenguaje
ampuloso y grandilocuente y utiliza un tono conversacional con palabras
cotidianas y coloquiales. Utiliza versos largos y prescinde de la rima. Refleja
su mundo interior en cada uno de sus poemas con un gran sentimiento romántico.
En Un río,
un amor (1929) y Los placeres prohibidos (1931) el tema central es
el amor. Cernuda comienza a aplicar las técnicas surrealistas, fruto de lo cual
es Donde habite el olvido (1932-33). Deja el amor de lado, y queda el
olvido. Reúne todos los poemas escritos hasta ese momento en La realidad y
el deseo (1936). Los temas románticos se repiten –amor, muerte, soledad– y
el lenguaje es claro y sincero.
Tras la
guerra, Cernuda amplía los temas sobre los que escribe. Aparece el destierro y
la guerra en obras como Las nubes (1940) y Vivir sin estar viviendo
(1944-49). Desolación de la quimera (1962) es su mejor obra. En ella se
despide como poeta y vuelve a tratar sobre la niñez, el amor, el destierro y el
arte.
CONTIGO
¿Mi tierra?
Mi tierra eres tú.
¿Mi gente?
Mi gente eres tú.
El destierro y la muerte
para mi están adonde
no estés tú.
¿Y mi vida?
Dime, mi vida,
¿qué es, si no eres tú?
DONDE HABITE EL OLVIDO
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR LO QUE AMA
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
TE QUIERO
Te quiero.
Te lo he dicho con el viento
jugueteando como un animalillo en la arena
o iracundo como órgano tempestuoso;
te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;
te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;
te lo he dicho con las plantas,
leves caricias transparentes
que se cubren de rubor repentino;
te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.
Pero así no me basta;
más allá de la vida
quiero decírtelo con la muerte,
más allá del amor
quiero decírtelo con el olvido.
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