Dirigido tanto a alumnos de Secundaria (que pueden encontrar reseñas -algunas hechas por ellos- y fragmentos de libros, o cuentos y poemas) como a padres (incidiendo en diversos aspectos sobre bibliotecas o animación a la lectura).
Tras lo sucedido esta mañana, y eso que no soy amante del fútbol, no dejo de recordar el siguiente fragmento que ya tiene varios años:
Cada vez entiendo menos la
pasividad de casi todos en toda esta violencia salvaje que rodea el mundo del
fútbol.
Recuerdo que de niño los
atléticos y los madridistas se enzarzaban en largas disputas los lunes en la
oficina; otro tanto ocurría entre los barcelonistas y los del Español, entre
los bilbaínos y los de la Real. Había forofos en aquellas épocas que se dejaban
la garganta en los partidos y es posible que alguno tirase una almohadilla.
¿En qué ha degenerado todo
esto? Pues ya lo ven. Lo vieron, lo vimos en las primeras muertes de asesinatos
cometidos por grupos ultras. Lo vimos en las pintadas xenófobas contra los
extranjeros. Lo seguimos viendo en esta calificación que se hace de algunos
partidos del ‘alto riesgo’ y que requieren un despliegue policial sin
precedentes. Lo vemos en los destrozos, en las agresiones, en la mezcla de mal
deporte y peor política que se adueña de una parte de los graderíos y que está
alentada por la directiva de los clubes
En este libro descubrimos un tatuaje que cambia de
lugar, una gata celosa y vengativa, un amor capaz de unir dos épocas, un MP3
asesino… Todas las historias están ambientadas en la actualidad, el
protagonista podría ser cualquiera, y, por sorpresa, nos transportan al mundo
del terror donde sólo se podía llegar con un libro de Poe entre las manos.
Las tramas
son astutas, en lenguaje cercano, mantienen el misterio hasta el final,
generando una atmósfera inquietante que el lector quede atrapado por sus
páginas. Para ello José María Plaza se apoya en la tradición del terror: las leyendas de
Bécquer, la mirada inquietante de E. Allan Poe o los fantasmas de M. R. James.
Las
ilustraciones de Medusa Dollmaker son bellas y melancólicas imágenes oscuras
que juegan, entre luces y sombras con tonalidades, que como por capricho de la
ilustradora, van salpicadas de rojo.
Las primeras referencias a este libro aparecen en
la serie Los Sin Miedo, donde David, uno de sus protagonistas, encuentra un manuscrito
antiguo en casa de su abuelo. Con estas historias podrás explorar los miedos
interiores que, según el autor, dejan más huella que los miedos que nos proporcionan
los muertos vivientes o los castillos de ultratumba.
Por cuarto año consecutivo, las librerías de toda España celebran el DÍA DE LAS LIBRERÍAS, una fiesta con la que quieren recordar que un libro es siempre una excelente adquisición y que el mejor lugar para hacerla es, sin duda, una librería.
La escritora británica P.D. James, una de las grandes damas de la
novela negra murió ayer a los 94 años. Deja una obra que conquistó al público y
a la crítica con su retrato de la complejidad humana, servido por la
construcción meticulosa, casi forense, de las tramas y la elegancia en la
pluma.
Comenzó a escribir tarde y publicó su primera obra,
Cubridle el rostro, en 1963; en ella aparece por primera vez el policía Adam
Dalgliesh, su personaje más famoso. La popularidad de la autora, así como la de
su detective, crecieron con la adaptación de varias de sus obras en una famosa
serie de televisión: Un impulso criminal (1963), Muertes poco naturales (1967),
Mortaja para un ruiseñor (1971), Muerte de un forense (1977) e Intrigas y
deseos (1989).
También creó el personaje de Cordelia Gray, investigadora privada
que aparece en las novelas: No apto para mujeres (1972) y La calavera bajo la
piel (1982).
Su obra Hijos de los hombres (1992), es la primera que no
pertenece al género detectivesco, sino que es una novela futurista ambientada
en un mundo donde los humanos ya no pueden procrear, reflejando las
consecuencias de la caída de la fertilidad en Occidente.
Considerada por muchos como la sucesora de Agatha Christie, es la
gran renovadora del género policial, al que aportó dimensión humana y en no
pocas ocasiones mordaces críticas sobre la sociedad británica. James se
despidió de la literatura con La muerte llega a Pemberley, una secuela de la
comedia romántica Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen con la que la escritora
quiso homenajear a una de sus autores de infancia favoritas.
La torre negra es un libro característico de P.D. James, dónde
demuestra sus habilidades para desarrollar la trama en un ambiente muy cerrado
y con pocos personajes. El detective poeta Adam Dalgliesh ha estado alejado del
servicio debido a una enfermedad, y ahora debe visitar a un antiguo amigo de la
familia, capellán en una casa de reposo, para intentar recuperar la energía
perdida. Sin embargo, apenas alcanzado su destino, deberá concentrar sus
fuerzas en desvelar qué se oculta tras una serie de muertes en apariencia
accidentales.
Con La muerte llega a Pemberley P.D. James rinde homenaje a Jane
Austen con una secuela de Orgullo y prejuicio y ha recibido el aplauso de la
crítica anglosajona por esta novela extraordinaria, que supone un giro radical
a su carrera literaria. La gran dama del crimen cumple así con su asignatura
pendiente: rendir un tributo literario a su autora preferida desde la infancia.
La acción se sitúa en 1803. Han pasado seis años desde que Elizabeth y Darcy se
casaran, creando un mundo perfecto que parece invulnerable. Pero de pronto, en
la víspera de un baile, todo se tuerce. Un carruaje sale a toda prisa de la
residencia, llevándose a Lydia, la hermana de Elizabeth, con su marido, el
desafortunado Wickham, que ha sido expulsado de los dominios de Darcy. Sin
embargo, Lydia no tarda en regresar, conmocionada, gritando que su marido ha
sido asesinado. Sin previo aviso, Pemberley se zambulle en un escalofriante
misterio. P.D. James homenajea a Jane Austen, su autora favorita, imaginando a
los protagonistas de su célebre novela enfrentados a la resolución del
asesinato. La muerte llega a Pemberley ha entrado en las listas de más vendidos
en EE.UU. e Inglaterra y ha sido adaptada como serie de televisión para la BBC.
Todo lo que sé sobre novela negra. Después de casi cincuenta años
a la vanguardia de la novela de misterio, P. D. James se encuentra en una
posición ideal para hablar acerca del arte de escribir relatos detectivescos.
Su admiración por muchos de sus predecesores y contemporáneos en el género se
deja ver en esta crónica personal que atrapa tanto como la mejor novela
policiaca. Desde personajes clásicos como Sherlock Holmes o el padre Brown,
pasando por maestros como Agatha Christie, Chandler, Hammett, hasta autores
contemporáneos como Sara Paretsky y Ruth Rendell, P. D. James explora el
desarrollo de un género apasionantemente adictivo. Un asesinato o un crimen
misterioso en torno al cual se centra toda la historia. Un círculo cerrado de
sospechosos (todos ellos, por supuesto, con un móvil). Un detective -ya sea
aficionado o profesional- y, al final una solución al caso que el lector llega
por sí solo por deducción lógica a partir de las pistas que le ha dado el
autor. Estas son las claves que da P. D. James para la narrativa detectivesca. A
partir de la novela La piedra lunar de Wilkie Collins, que la autora considera
"la primera historia de detectives" habla de los más grandes maestros
del género como son Arthur Conan Doyle, Edgar Allan Poe, Chesterton, Agatha
Christie o Chandler entre otros. Aunque partiendo del icono de Sherlock Holmes
que, para James continúa siendo único, el indiscutible Gran Detective también analiza
otros personajes míticos como Miss Marple que es única porque trabaja sin
ningún Watson.
Imagina la noche más fría de la historia. La nieve cae sobre la
ciudad de Edimburgo. En lo alto de una colina nace el pequeño Jack, el frágil
hijo de una prostituta: su corazón está dañado, y para salvarlo, será necesario
reemplazarlo por un reloj de madera, un corazón artificial habrá de dar cuerda
toda su vida y del que dependerá su existencia.
La prótesis funciona y Jack sobrevive, pero debe respetar tres
reglas, pues la mecánica del corazón depende de ello: Uno: NO TOQUES LAS AGUJAS. Dos: DOMINA
TU CÓLERA. Tres: NO TE ENAMORES
NUNCA. Debe evitar todo tipo de emoción que pueda alterar su corazón. Nada
de enfados, y sobre todo, nada de enamorarse.
Pero
Jack conoce a una pequeña cantante de ojos grandes, Miss Acacia, una joven
andaluza que pondrá a prueba el corazón de nuestro tierno héroe. Por el amor
que siente hacia la joven, Jack se lanzará a una aventura quijotesca que le
llevará desde las frías callejuelas escocesas de Edimburgo, promero a París, hasta
llegar a las calles de una radiante Granada, haciéndole conocer las dulzuras y
durezas del amor.
Deseemos suerte a Jack, y recuerda que, como en este cuento para
niños grandes, todos hemos sufrido alguna vez por nuestro voluble corazón.
Es un cuento ameno sobre el amor y la diferencia con encanto. En
cierta forma nos recuerda al cine de Tim Burton. La historia trata de temas
universales y lo hace con magia y ternura. Los personajes son excéntricos y
extravagantes, siendo imposible no encariñarse con ellos: la admirable Madeleine, las prostitutas Anna y Luna, el borracho Arthur, el matón de barrio Joe... acompañados por Jack el Destripador y un joven cineasta Georges Méliès. Además está bien
escrito, el vocabulario es poético y las imagenes que usa Mathias Malzieu son
originales, por no comentar las ilustraciones de Benjamin Lacombe..
Como el autor, Mathias Malzieu, es bastante polifacético, con su grupo musical Dionysos ha sacado la banda sonora del libro (por cierto, es genial como vais a poder comprobar) y se embarcó en un película de animación basada en el libro y en su disco; dicen que la estrenaran en España en 2015, ya veremos. Os dejo con el trailer:
Aquí con una versión de la canción Malagueña:
Lo siento, no me he podido resistir. Ya que estamos con el próximo centenario, Quijote:
Casi nadie me llama por mi nombre, vulgar y cotidiano como la rebeldía. Prefieren otorgarme la nobleza ridícula que yo mismo elegí, el título de un pobre caballero, de una triste ilusión, y me recuerdan hoy por el delirio de mis noches, alunado, valiente en la cabalgadura de los sueños, al confundir gigantes y molinos.
No les resulta fácil
convivir con el nombre de las cosas.
El dolor y el desvelo
convierten los rebaños en batallas,
las cuevas en enigmas
y la fealdad inhóspita en belleza.
Hermosa y respetable es la locura,
como la débil caridad del sueño,
hasta que descubrimos
las razones del Duque,
que invita al soñador y hace volar al loco
para fundar las normas de su corte,
las risas y los pleitos
que pudren corazones cortesanos.
Y ya no somos sombras,
sino cuerpos sin sombras,
ojos sin nadie
que viven en un reino de fantasmas
y han borrado las huellas de sus nombres
con un guante de plástico,
prendidos al vacío,
entre rosales pulcros y espinas bien cortadas,
como el jardín de un manicomio.
Madreselvas y lilas
alrededor de las preguntas
y de las soleadas canciones de los médicos.
Soy Alonso Quijano.
Yo recordé mi nombre en Barcelona,
después de ver el mar, de visitar la imprenta
y descubrir la farsa de mi vida
en la hospitalidad de los que hoy
repiten sin saberlo aquel destino
por el que me humillaban.
Fui derribado por mi propia burla,
cuando el azul del mundo,
en vez de gallardetes y clarines,
gastó la realidad de una palabra
para contar la arena
de los duelos perdidos
con los representantes de la luna.
Esta tarde de junio y de san Juan,
en esta solitaria habitación de hotel
que nos buscó el azar de la poesía,
regreso a Barcelona,
a importunarte con mis confesiones,
porque sigues ahí,
en lugar de la ficción,
suspenso una vez más,
delante del papel,
con el bolígrafo apuntando al cielo,
la mano en la mejilla
y el codo en el bufete.
Porque resulta hermosa y respetable
la caridad del sueño,
se han celebrado mucho mis hazañas.
Pero si quieres verme,
más allá de los himnos de mi triste figura,
y saber cómo fui
en el paisaje oscuro de mi tiempo,
o cómo soy ahora
entre las libertades de tu siglo,
abre el balcón y asómate a las Ramblas.
Pasa la multitud, cumple la historia
de sus mercados y sus oficinas.
Hay hombres y mujeres
que cambian de argumento al detener un taxi,
besos que sólo con una frontera
para volver a un domicilio,
colecciones de barcos que se olvidan
en una mesa de café
y gentes consagradas a fundirse
bajo la luz ambigua
en la llanura de sus movimientos.
No montan el caballo de los héroes,
pero están convencidos
de su programación,
de sus constituciones y sus leyes,
igual que yo creí
en mis novelas de caballería.
El retablo del mundo
sustituye las noches
por la historia medida de las noches,
y la luz de los ojos por la sed de las cámaras,
y la piel por un hueco
que las manos dibujan en el aire.
Exígele a la vida que te enseñe
a distinguir el mar del oleaje
que expulsa los desechos junto a las caracolas.
Al llegar a mi aldea
quise apretar el campo con los dedos
hasta sentir su araña
al lado de mi nombre,
la tarde que resiste en cada sílaba
dorada por la lluvia y el sol de la experiencia.
Volver será el oficio del amor,
incluso en un lugar impertinente.
Regresa tú también,
aprieta con tus manos el silencio
del último rencor
hasta sentir la caracola
que ha guardado la culpa y la inocencia
junto a la voz del mar,
esta canción añil
de los saludos y el adiós
que todavía compartimos.
Y que tu soledad camine por la casa,
vuelva de cuarto en cuarto
dejándose las luces encendidas,
por si alguien las ve,
y no quiere apagarlas,
y pregunta la historia que han escrito en su rostro,
Estaba preparando esta tarde material para los distintos grupos que tengo en clase (literatura medieval, el realismo español...), y como a los de 3º de ESO les prometí llevarles cada semana un texto con el que pudieran reírse un rato, cuando me acordé de cierto librito:
Todos ustedes han estado en la feria de Navalgorrino. Y si no han
estado, mejor para ustedes, porque aquello es una porquería y una ordinariez.
Gente que va a vender un burro, y cosas así. Pero en esa feria, en algunos
mercados, y a veces en el Rastro madrileño, como escapados de épocas
pretéritas, se presentan de repente unos individuos, armados con destemplados
guitarrones, que salmodian un suceso —casi siempre un crimen— más o menos
conocido, según se haya perpetrado en ambiente pueblerino o, por sus
características sensacionalistas, a escala nacional.
A esos cantores populares se les tiene, literariamente hablando,
en muy poca estima. Personalmente también suelen dar asco, porque practican la curiosa
costumbre de lavarse lo menos posible, circunstancia que no se sabe bien si
obedece a guarrería o a la más pura catolicidad, expresada en forma de promesa
a santa Rita en la cual se abstienen voluntariamente de duchas, abluciones y
fregoteos.
El Poema del Cid, antiquísimo, es una muestra del talento
histriónico y puerco de estos juglares de feria y mercado.
El Poema del Cid abre nuevos cauces, nuevas corrientes en la vida nacional,
pero al mismo tiempo es nocivo y peligroso, pues por su culpa suceden cosas
graves en nuestra patria. Helas aquí:
La poca aceptación que ha tenido siempre en España la
costumbre de leer. El Poema era recitado en la plaza pública, y la gente,
desde entonces, se acostumbró a que le contasen las cosas, en lugar de
leerlas en un libro. El Poema es el antecedente directo de los «seriales»
radiofónicos.
El gusto del público español por ir al grano, por la acción.
La gran retahíla medieval describe con rapidez las hazañas del héroe y
pocas veces se entretiene en diálogos. Por eso la gente escucha tan mal en
el teatro, porque lo que desea es «que pasen cosas», y en cuanto dos o más
personajes se ponen a hablar, el público español se aburre como
dromedarios.
El poco respeto que en España se tiene a las autoridades.
Como puede apreciarse en el poema, don Rodrigo, el protagonista, se pone
enfrente del rey y, cuando encarta, le canta las verdades del barquero. El
juglar, comentarista del asunto, se permite a veces intervenciones que
maculan la autoridad y el prestigio del soberano de Castilla, como cuando
dice que el Cid sería un buen vasallo «se oviesse buen señor». Por eso en
todas las épocas, bajo todos los regímenes, los españoles, que llevan dentro
un Cid en potencia, se permiten los chistes, historietas, sucedidos y chascarrillos
más feroces, irreverentes y desvergonzados sobre los hombres que los
gobiernan.
El machismo español. El protagonista, como buen castellano,
se permite lanzar las bravatas y chulerías medievales más violentas. Y
todo es bueno para conseguir sus fines, desde amenazar al rey hasta
engañar a Raquel y Vidas, los pobres judíos que financian las campañas
sediciosas del héroe.
El Poema del Cid ha influido poderosamente sobre nuestra
literatura y sobre las artes en general: pintura, escultura, etc. Sobre el cine
nacional ha influido muy poco, porque los argumentos de las películas españolas
suelen ser —con notables excepciones — más antiguos y vetustos que el famoso
Poema.
Del autor de las coplas del Cid poco o nada se sabe. Hay un tal
Pero Abad que pone su nombre al final del Poema, pero se sospecha con razón que
se trata de un posible copista, un adaptador —como se diría hoy— mucho mejor
que los que actualmente perpetran para uso de TVE arreglitos de escritores muy afamados
que jamás se metieron con nadie y no merecen, por supuesto, el trato que se les
da.
Doña Jimena, la esposa del protagonista, es el prototipo de la
madre española, que cuando tiene que separarse del marido, desterrado, no se acoge
a la seguridad de un castillo o cualquier otro recinto amurallado, sino que se
mete con sus hijas en un convento para no perderse la misa.
Los personajes más simpáticos de toda la narración, aparte los
inocentes judíos, son los infantes de Carrión, que, hartos de las dos hijas del
Cid —que salieron a su padre—, les dan una buena tunda, seguramente
merecidísima.
El estilo del Poema es defectuoso, primitivo, con versos a los que
les sobran sílabas, y otros cortos. Tiene fuerza descriptiva y, sobre todo, dramática.
E incluso rasgos de humor, situaciones francamente divertidas, en las que el
autor pone, naturalmente, en ridículo a los enemigos del protagonista, como
debe ser.
POEMA DEL
SUYO CID
Suyo
Cid —y el de ustedes— por Castiella, triunfale,
cabalgando
a caballo al su destierro parte.
¡Dios,
que era muy bizarro e de muy buen talante!
¡Qué
buena barba gasta, el cacho de animale!
Para
llegar a Burgos dexó atrás Ciudad Reale
e
Toro, Mequinenza, Calatayud e Caspe.
Llegósse
con retardo, ca non era puntuale
et
fallaba las citas por pitos e por flautes.
A
su lado cabalga don Pero Peragález,
el
calagurritano de pro, complido e tale,
honrado
e muy bienquisto, ca nunca fuera alcalde,
e
jamás dedicósse al tongo et al enjuague.
Ya
catan a lo lejos de Burgos la cibdade,
e
possada requieren del Hotel Condestable,
mas
todo era muy lleno de damas e galanes
de
essos que nos remiten de París de la France.
El
dueño del hotele despidióles afable,
fablando
con acento, ca era catalane,
e
dicía unas oes que parescían aes,
e
comía escudella los viernes e los martes.
Mas
suyo Cid marchósse de Burgos la reale,
llorando
de los ojos, ca había grand pessare,
camino
de Valencia, donde diz el refrane
que
del naranjal viene la naranja a los labies.
E
passó por Cardeña, do por cassualidade
doña
Ximena estaba faciendo cura de aires,
mas
non de aguas, ca entonces las gentes principales
non
se lavaban nunca, ca es so es liviandade,
e
si guarro está el cuerpo, tal debe ser ca el tale
se
pasto de gussanos ha de ser, que se aguante.
Jorge LLopis,
Las 1000 Peores Poesías de la Lengua Castellana
Hace unos años, entre otro compañero y yo hicimos un powerpoint contra la violencia de género. El núcleo principal del trabajo eran fotografías y canciones que reflejaban el tema de grupos o cantantes más o menos actuales en ese momento (Amaral. Amistades Peligrosas, Bebe, Def Con Dos, Pasión Vega, Reincidentes, Revolver). A lo largo del montaje, en cinco diapositivas, fuimos intercalando un relato corto que nos pasaron.
Desconozco quíén es el autor, pero creo que hoy es un día para desempolvar este viejo material, si con ello conseguimos llamar la atención de alguien.
¡Recibí Flores Hoy!
No es mi cumpleaños, ni ningún otro día especial.
Tuvimos nuestro primer disgusto anoche, y él dijo muchas cosas
crueles que me ofendieron.
Pero sé que está arrepentido y no las dijo en serio, porque él me
mandó flores hoy.
Parecía una pesadilla, pero de las pesadillas despiertas y sabes
que no es real.
Me levanté esta mañana dolorida y con golpes en todos lados...
Pero yo sé que está arrepentido, porque él me mandó flores hoy.
Y no es día de San Valentín ni ningún otro día especial
Anoche volvió a golpearme y amenazó con matarme.
Ni el maquillaje o las mangas largas podían esconder los cortes y
golpes que me ocasionó esta vez.
No pude ir al trabajo hoy, porque no quería que se dieran cuenta.
Pero yo sé que está arrepentido, porque él me mandó flores hoy.
Y no era el día de las madres ni ningún otro día señalado.
Anoche el me volvió a golpear, pero esta vez fue mucho peor.
Si logro dejarlo, ¿qué voy a hacer? ¿Cómo podría yo sola sacar
adelante a los niños? ¿Qué pasará si nos falta el dinero?
¡Le tengo tanto
miedo!
Pero dependo tanto de él que temo dejarlo.
Pero yo sé que está arrepentido, porque él me mandó flores hoy.
Hoy es un día muy especial: Es el día de mi funeral.
Anoche por fin logró matarme.
Me golpeó hasta morir.
¡Si hubiera tenido el valor y la fortaleza de dejarlo.....!
¡Si hubiera aceptado la ayuda profesional....!
¡Si se lo hubiera hecho saber a todas mis amistades,
Nunca se lo
confesé a nadie, pero conseguí el piso de puro milagro. Laura, que tenía besar
de tango, trabajaba de secretaria para el administrador de fincas del primero
segunda. La conocí una noche de julio en que el cielo ardía de vapor y
desesperación. Yo dormía a la intemperie, en un banco de la plaza, cuando me
despertó el roce de unos labios. «¿Necesitas un sitio para quedarte?» Laura me
condujo hasta el portal. El edificio era uno de esos mausoleos verticales que
embrujan la ciudad vieja, un laberinto de gárgolas y remiendos sobre cuyo atrio
se leía 1866. La seguí escaleras arriba, casi a tientas. A nuestro paso, el
edificio crujía como los barcos viejos. Laura no me preguntó por nóminas ni
referencias. Mejor, porque en la cárcel no te dan ni unas ni otras. El ático
era del tamaño de mi celda, una estancia suspendida en la tundra de tejados.
«Me lo quedo», dije. A decir verdad, después de tres años en prisión, había
perdido el sentido del olfato, y lo de las voces que transpiraban por los muros
no era novedad. Laura subía casi todas las noches. Su piel fría y su aliento de
niebla eran lo único que no quemaba de aquel verano infernal. Al amanecer,
Laura se perdía escaleras abajo, en silencio. Durante el día yo aprovechaba
para dormitar. Los vecinos de la escalera tenían esa amabilidad mansa que
confiere la miseria. Conté seis familias, todas con niños y viejos que olían a
hollín y a tierra removida. Mi favorito era don Florián, que vivía justo debajo
y pintaba muñecas por encargo. Pasé semanas sin salir del edificio. Las arañas
trazaban arabescos en mi puerta. Doña Luisa, la del tercero, siempre me subía
algo de comer. Don Florián me prestaba revistas viejas y me retaba a partidas
de dominó. Los críos de la escalera me invitaban a jugar al escondite. Por
primera vez en mi vida me sentía bienvenido, casi querido. A medianoche, Laura
traía sus diecinueve años envueltos en seda blanca y se dejaba hacer como si
fuera la última vez. La amaba hasta el alba, saciándome en su cuerpo de cuanto
la vida me había robado. Luego yo soñaba en blanco y negro, como los perros y
los malditos. Incluso a los despojos de la vida como yo se les concede un asomo
de felicidad en este mundo. Aquel verano fue el mío. Cuando llegaron los del ayuntamiento
a finales de agosto los tomé por policías. El ingeniero de derribos me dijo que
él no tenía nada contra los okupas, pero que, sintiéndolo mucho, iban a
dinamitar el edificio. «Debe de haber un error», dije. Todos los capítulos de
mi vida empiezan con esa frase. Corrí escaleras abajo hasta el despacho del
administrador de fincas para buscar a Laura. Cuanto había era una percha y
medio palmo de polvo. Subí a casa de don Florián. Cincuenta muñecas sin ojos se
pudrían en las tinieblas. Recorrí el edificio en busca de algún vecino.
Pasillos de silencio se apilaban debajo de escombros. «Esta finca está
clausurada desde 1939, joven —me informó el ingeniero—. La bomba que mató a los
ocupantes dañó la estructura sin remedio.» Tuvimos unas palabras. Creo que lo
empujé escaleras abajo. Esta vez, el juez se despachó a gusto. Los antiguos
compañeros me habían guardado la litera: «Total, siempre vuelves.» Hernán, el
de la biblioteca, me encontró el recorte con la noticia del bombardeo. En la
foto, los cuerpos están alineados en cajas de pino, desfigurados por la
metralla pero reconocibles. Un sudario de sangre se esparce sobre los
adoquines. Laura viste de blanco, las manos sobre el pecho abierto. Han pasado
ya dos años, pero en la cárcel se vive o se muere de recuerdos. Los guardias de
la prisión se creen muy listos, pero ella sabe burlar los controles. A
medianoche, sus labios me despiertan. Me trae recuerdos de don Florián y los
demás. «Me querrás siempre, ¿verdad?», pregunta mi Laura. Y yo le digo que sí.
QUE TE VEAN LEER: tu ejemplo es muy importante,
pues los niños aprenden imitándote
CREA UN ESPACIO DE LECTURA PARA ELLOS EN EL SALÓN
DE CASA: será su blibiloteca, con sus libros y su pequeño sillón.
HAZLES EL CARNET DE LA BIBLIOTECA MUNICIPAL: disfrutad
un rato allí juntos cada semana, curioseando, participando en actividades,
escogiendo libros, etc…
NI LES OBLIGUES A LEER NI LES CASTIGUES CON LA
LECTURA: debe ser una actividad entretenida, una diversión
LEED JUNTOS DE MANERA HABITUAL: un rato tranquilo
leyendo con ellos, antes de dormir, por ejemplo, crea vinculos afectivos
contigo y con los libros
REGALALES UN LIBRO: los hay en distintos formatos
para cualquier edad y momento: con sonidos y canciones, con texto y sin texto,
con texturas, digitales…
RECUPERA LOS LIBROS DE TU INFANCIA y compártelos con ellos. Pasad
una tarde descubriendo esos tesoros olvidados,
QUITA SERIEDAD AL ACTO DE LEER: despierta su
interes leyendo en voz alta, declamando, jugando, interpretando
VISITAD JUNTOS LAS LIBRERÍAS: que miren, toquen y
escojan los libros que les gusten. Descubrid libros maravillosos a partir de
las recomendaciones.
FOMENTA LA LECTURA A TRAVÉS DE LOS JUEGOS:
comparte experiencias que incluyan leer, dibujar, escribir, deletrear…
Tolkien no sólo ha despertado la imaginación de millones de
personas: también ha forjado más de una vocación literaria. Ése es el caso de
autores como Poul Anderson, Terry Pratchett, Ursula K. Le Guin, Orson Scott
Card, que. junto con otros escritores, se han animado a publicar emotivos
artículos autobiográficos en que narran su primer contacto con la obra de
Tolkien, evocan cuánto les marcó tanto personal como profesionalmente, y la
analizan proporcionándonos nuevas claves para enfocar su lectura. Éste es un
lúcido y conmovedor homenaje al maestro de la fantasía por parte de dos
generaciones de los mejores escritores de ciencia ficción y literatura fantástica,
complementado con ilustraciones de John Howe, cuya recreación del universo de
Tolkien ya forma parte del imaginario colectivo.
Os dejo con el ensayo de George R. R. Martin que abre el volumen:
INTRODUCCIÓN A LA TIERRA MEDIA
La fantasía existía desde mucho antes que J.R.R. Tolkien. No hubo
una edad en la historia humana en que los hombres no se preguntaran qué había
más allá de la siguiente colina y llenaran los espacios en blanco de sus mapas
con cosas maravillosas y seres terroríficos. El primer narrador fantástico
hilaba sus relatos sentado junto al fuego, mientras compartía una chamuscada
pierna de mastodonte. Homero lo fue, y también Shakespeare. Conan, ese original
bárbaro de nuestra época, se habría sentido como en casa bebiendo un cuerno de
hidromiel con Siegfried y Beowulf.
Sir Thomas Malory y La muerte de Arturo llegaron siglos antes que
Tolkien. Igual que La canción de Rolando, de Turoldo. Bram Stoker y Edgar Allan
Poe hicieron unas obras espléndidas en la frontera entre la fantasía y el
horror, mientras que William Morris creó mundos vastos y maravillosos,
distantes precursores de la Tierra Media.
En este siglo, Lord Edward Dunsany, James Branch Cabell y E. R.
Eddison dejaron sus respectivos sellos en la literatura de fantasía. La
importancia de Robert Ervin Howard y su Era Hiboriana no puede sobrestimarse, ni
la de Fritz Leiber, que superó a Conan con su Fafhrd y el Gray Mouser. En una tradición
muy diferente, hallamos a Gerald Kersh, John Collier, Thorne Smith, Abraham
Merritt y Clark Ashton Smith.
Ya en vida, Tolkien tuvo rivales formidables. Mientras él contaba
sus historias de la Tierra Media, su compañero de los Inklings C. S. Lewis daba
forma a Narnia. En otro lugar de Inglaterra, Mervyn Peake creaba el gran castillo
tenebroso de Gormenghast, y al otro lado del mar, en Estados Unidos, el incomparable
estilista Jack Vance escribía sus primeras historias de la Tierra Moribunda.
Sin embargo, fue la Tierra Media la que demostró tener más poder y
resistencia. La fantasía existía mucho tiempo antes que él, sí, pero J.R.R. Tolkien
la tomó y la hizo suya de un modo distinto del de todos los escritores que lo
habían precedido, un modo en que ningún escritor lo volverá a hacer. El
tranquilo filólogo de Oxford escribió por placer, y para sus hijos, pero creó algo
que conmovió el corazón y la mente de millones de personas. Introdujo a los hobbits
y los Nazgûl, nos llevó por las Montañas Nubladas y las minas de Moria, nos
mostró el sitio de Gondor y las Grietas del Destino, y ninguno de nosotros ha
vuelto a ser el que era, menos aún los escritores.
Tolkien cambió la fantasía; la elevó y la redefinió, hasta tal
punto que nunca volverá a ser la misma. Siguen escribiéndose y publicándose
muchos tipos diferentes de fantasía, sí, pero hay una variedad que domina tanto
en los estantes de las librerías como en las listas de ventas. En ocasiones se
la llama fantasía épica; otras, alta fantasía, pero habría que llamarla
fantasía tolkienesca.
Los sellos de esta fantasía forman legión, pero para mí hay uno
que destaca sobre el resto: J.R.R. Tolkien fue el primero en crear un universo
secundario perfectamente acabado, un mundo entero con su propia geografía y sus
historias y leyendas, sin ninguna relación con el nuestro, pero, por alguna
razón, tan real como éste. Por mucho que en los años sesenta los botones
dijeran «Frodo vive», aquello que los lectores colgaban en las paredes de sus
dormitorios no era un dibujo de Frodo, sino un mapa. Un mapa de un lugar que
nunca existió.
Tolkien nos dejó personajes maravillosos, una prosa evocadora, aventuras
y batallas emocionantes… pero lo que más recordamos es el lugar. Se me conoce
por haber dicho que en la fantasía contemporánea el escenario se convierte en
un personaje de pleno derecho. Tolkien fue el que hizo que esto fuera así.
La mayoría de los escritores de literatura fantástica
contemporáneos reconocen sin reparos su deuda con el maestro (entre los cuales
me incluyo, evidentemente), pero ni siquiera quienes más denigran a Tolkien son
capaces de escapar de su influencia. El camino sigue y sigue, dijo él, y
ninguno de nosotros sabrá nunca qué lugares maravillosos nos aguardan, detrás
de la siguiente colina. Pero no importa lo lejos que viajemos, no debemos
olvidar nunca que el viaje empezó en Bolsón Cerrado, y que todavía todos estamossiguiendo
los pasos de Bilbo.
Hace un año la casualidad me llevó a encontrar en Internet un blog
llamado “El Club de Holmes”, que firmaba un tal James Moriarty. Aquello llamó
poderosamente mi atención, porque, como bien sabrá todo aquel que haya leído
las aventuras del genial Sherlock Holmes, el profesor Moriarty era su más
acérrimo enemigo. Movido por la curiosidad entré en el blog, y cuando para
poder acceder tuve que identificarme, se me ocurrió hacerlo con el nombre del
doctor John H. Watson. ¿Por qué no usar ese nombre si después de todo el
creador del blog firmaba como Moriarty?
En principio pensé que se trataba de una de esas miles de páginas
web, hechas por admiradores de Holmes, que solo pretende glosar la figura del
investigador, pero pronto me percaté de que allí había algo más que los
comentarios de un admirador.
En el blog se hacía un panegírico de la figura de Holmes y, sobre
todo, de su método deductivo para solucionar los distintos casos en los que se
veía envuelto. Una de las frases, con la que estaba completamente de acuerdo,
decía: “Si la persecución del crimen fuera un arte, que lo es, Sherlock Holmes
sería uno de los más grandes artistas de la historia”.
Al final del texto, la siguiente frase: “Si tu opinión coincide
con estas líneas, y estás dispuesto a mantener viva la filosofía de Sherlock
Holmes, pincha aquí”, y señalaba a una flecha que apuntaba a la esquina
inferior derecha, donde había un icono que invitaba a traspasar una puerta.
Dentro me esperaba un pequeño misterio, y la propuesta de resolverlo.
La historia era la siguiente: “En el domicilio de un rIco
anticuario se ha cometido un robo. Durante la noche ha desaparecido una valiosa
tabla medieval que colgaba de una de las paredes del salón. La pintura es una
representación de la Virgen con el Niño en un hermoso paisaje de la Toscana, y
sus medidas son 127x143 cm. Esa noche libraba el servicio, por lo que los
únicos en la casa eran el anticuario y su esposa, que dormían tranquilamente en
su dormitorio. La alarma no sonó y la puerta no mostraba signos de haber sido
forzada desde el exterior.
Además de la pareja, sólo el mayordomo tiene llave de la casa,
pero queda libre de sospechas porque, en el momento de cometerse el robo,
estaba en otra ciudad, donde apareció asesinado al día siguiente.
Al realizar la primera inspección de la vivienda la policía halló,
escondidos tras un viejo arcón Luis XVI, los siguientes objetos: un
destornillador —la tabla estaba atornillada por la parte posterior a un
soporte—, unas tenazas, un bote vacío de disolvente y restos de cinta de
embalar. ¿A quién interrogaría, y qué preguntas le haría?”. Concluía la
proposición.
Desde que en la adolescencia leí la primera, siempre me han
gustado las novelas de Sir Arthur Conan Doyle. He leído todas las novelas y
relatos incansablemente, una y otra vez. Siempre encuentro aspectos nuevos,
destellos de la inteligencia de Holmes, que no había sabido apreciar en mis anteriores
lecturas. Por esa razón no pude evitar sentirme émulo de Holmes y lanzarme a
resolver el enigma del robo en la casa del anticuario.
Sentí un hormigueo de excitación en el estómago cuando hice un
croquis de la casa y traté de imaginar cuándo y cómo había salido la tabla de
la vivienda del anticuario sin que nadie se percatara de ello. Meterse en la
piel de Holmes durante unas horas era un ejercicio difícil y apasionante, pues exigía
un grado de concentración que revitalizaba mi espíritu pero, al mismo tiempo,
me dejaba extenuado.
No me llevó mucho dar con el responsable del robo y asesinato, o
eso creo, y para ello solo tuve que hacer un par de preguntas a la esposa del anticuario.
Me sabía un mero aficionado, pero no sé por qué, en aquella ocasión, quería
estar a la altura del personaje, por lo que durante más de veinticuatro horas
medité la resolución hallada para el caso hasta que me decidí a dejarla por
escrito en el blog.
Una semana después recibí un correo electrónico del tal Moriarty,
que decía: “Estimado Dr. Watson, sin duda le sorprenderá esta misiva, pero he
de decirle que, aunque no acertó plenamente en la resolución del caso del anticuario,
demostró en la solución propuesta cierta dosis de imaginación que considero
absolutamente imprescindible para enfrentarse a una mente criminal. Por este
motivo, le invito a integrarse en “El Club de Holmes”. Los invitados, además de
usted, han sido Irene Adler y Mycroft Holmes, que también han demostrado su perspicacia
al resolver el caso que les propuse.
El objeto del Club no es otro que rendir tributo a nuestro
admirado Sherlock Holmes, intentando resolver, siguiendo el método de nuestro detective,
el caso que proponga uno de nosotros. El siguiente caso sería planteado por
quien primero haya sabido resolver el anterior y así sucesivamente.
Naturalmente, habría un tiempo máximo para ello, por ejemplo un mes, si a
ustedes les parece bien.
Si accede a ingresar en el Club, cosa que deseo fervientemente, le
ruego me lo comunique por esta misma vía y, a vuelta de correo, le facilitaré
la clave de acceso al blog, que lógicamente ya no es de libre acceso. Suyo
atentísimo, James Moriarty”.
No sé por qué, pero no pude evitar sentir cierta dosis de orgullo
por haber sido invitado a pertenecer al Club junto con Irene Adler, la única y extraordinaria
mujer por la que Holmes llegó a albergar sentimientos y una profunda
admiración; y Mycroft Holmes, hermano mayor de Sherlock y, según sus propias
palabras, mucho más inteligente que él mismo, así que, naturalmente, acepté la
invitación en ese mismo instante.
Gabriel Martínez, El Juego de Sherlock Holmes
Un grupo de
internautas, que no se conocen entre sí, se reúnen en un blog de Internet para
formar "El Club de Holmes", Su objetivo es divertirse emulando al
sagaz detective; para ello, cada uno expone un caso que deben resolver los
demás. Pero de pronto, uno de ellos desaparece misteriosamente después de
lanzar un mensaje de socorro a sus compañeros, que se ponen en marcha para ayudarle. Original
planteamiento del autor. Trae la acción a la actualidad convirtiendo en
protagonistas a un grupo de admiradores de Sherlock Holmes. Está muy bien
escrita, la trama es interesante y actual, y se mantiene el interés durante
toda la novela.
Enviado por María, aprovechando el estreno de en cine de la última parte de la trilogía
Los Juegos Del Hambre es una trilogía para jóvenes de
aventura y ciencia ficción escrita por Suzanne Collins.
La acción se desarrola en un futuro no identificado en un país
conocido como Panem, que está formado por un rico Capitolio, y doce distritos
que lo rodean: los distritos más pobres
atienden a las necesidades del Capitolio, y los más ricos son los más
favorecidos. Como castigo por una rebelión, en la cual el Capitolio derrotó a
los doce primeros distritos y destruyó al decimotercero, cada año un chico y
una chica de cada uno de ellos, entre doce y dieciocho años, son seleccionados
por sorteo y obligados a participar en los "Juegos del Hambre",
evento televisado donde los participantes
deben luchar a muerte en un estadio al aire libre llamado "La
Arena" hasta que sólo queda un vencedor. El ganador y su distrito
correspondiente, recibirán grandes riquezas y alimentos respectivamente.
Los Juegos Del Hambre. Un pasado de guerras ha dejado los 12 distritos que dividen Panem bajo el poder tiránico del "Capitolio". Sin libertad y en la pobreza, nadie puede salir de los límites de su distrito. Sólo una chica de 16 años, Katniss Everdeen, osa desafiar las normas para conseguir comida. Sus prinicipios se pondrán a prueba con "Los juegos del hambre", espectáculo televisado que el Capitolio organiza para humillar a la población. Cada año, 2 representantes de cada distrito serán obligados a subsistir en un medio hostil y luchar a muerte entre ellos hasta que quede un solo superviviente. Cuando su hermana pequeña es elegida para participar, Katniss no duda en ocupar su lugar, decidida a demostrar con su actitud firme y decidida, que aún en las situaciones más desesperadas hay lugar para el amor y el respeto. También participa, Peeta Mellark, el
participante varón del Distrito 12, un chico que ama a Katniss desde el primer
momento que la vio. Katniss y Peeta lucharán contra los otros tributos en
conjunto, fingiendo que se aman para ganar el favor del público.
En Llamas: Katniss se entera de
que el Capitolio está enojado con ella por su desafío en la novela anterior, y
que se inició una reacción en cadena que inspiró la rebelión en los distritos.
Para una edición especial por el 75 aniversario de los Juegos del Hambre, ella
y Peeta se ven obligados a competir por segunda vez con otros vencedores de
ediciones pasadas. Ellos en equipo con otros tributos logran destruir la arena
y escapar de los Juegos. Katniss es transportada al Distrito 13, un Distrito
que se pensaba que ya no existía, pero Peeta es capturado por el Capitolio, y
el Distrito 12 es destruido con un bombardeo del Capitolio, como venganza del
Presidente de Panem, El Presidente Snow, tras la Rebeldia de Katniss en los
Septuagesimo Quinto Juegos del Hambre.
Sinsajo, el tercer y último
libro, gira en torno a Katniss y la rebelión de los distritos contra el
Capitolio. Katniss, ahora refugiada en el Distrito 13, es utilizada por los
rebeldes como una herramienta de propaganda para unir a los distritos en el
levantamiento contra el Capitolio y el presidente Snow. Peeta y los otros que
fueron capturados por el Capitolio son rescatados. Por último, un grupo que
incluye a Katniss, Gale, y el todavía algo inestable, Peeta, van de renegados
al Capitolio en una misión para asesinar al Presidente Snow. Antes de que
Katniss pueda completar su objetivo, Prim es asesinada en un atentado dirigido
por equipos de rescate rebeldes. Más tarde, Snow en cautiverio le dice a
Katniss que Coin, la presidente del Distrito 13, estaba detrás del atentado,
por lo cual Katniss la mata. Katniss, Peeta y Haymitch finalmente vuelven a un
distrito 12 en ruinas. Katniss poco a poco comienza a recuperarse de sus muchas
cicatrices mentales. Katniss finalmente llega a amar genuinamente a Peeta, con
lo cual llegan a tener una vida juntos formando una familia.
Tiempo hacía que el infante don Dionís de Portugal estaba
comprometido a tomar la roja cruz y emprender el viaje de Palestina al frente
de sus tropas, como los demás caballeros, barones y príncipes cruzados de
Francia, Alemania, Hungría e Inglaterra; pero no acababa de resolverse. No es
que fuese don Dionís ningún cobarde follón, ni ningún mal creyente, ni que no
le hubiese punzado, en su primera juventud, el ansia de gloria; es que el
albedrío se le había enredado en una cabellera oscura, y sin albedrío no se va
a Palestina, ni a ninguna parte.
Los pertrechos y municiones de guerra los tenía prontos; los
corceles piafaban ya en las cuadras del alcázar, y todas las mañanas don Dionís
advertía a los capitanes que se hallasen preparados a salir antes de la puesta
del sol. La orden definitiva de ponerse en marcha era la que no llegaba nunca.
Los hombres de armas murmuraban en sus corrillos; los veteranos fruncían el
ceño y mascullaban dichos crudos y frases injuriosas, y las mujeres del pueblo,
al ver pasar al infante, rebozado en su amplio manto, apresurándose para llegar
a la cita, se reían diciéndose bajito:
-Embrujado nos le ha la bellaca.
Por fin se determinó el rey en persona a intervenir en el asunto.
Llamando a su hermano, reprendió y afeó su conducta, y le dio a escoger entre
partir al frente de la tropa aquella misma tarde o ser recluido en la torre más
alta del alcázar. Don Dionís aplazó la respuesta hasta que el sol transpusiese;
pero, agobiado de tristeza, hizo sus preparativos y en larga entrevista se
despidió de la que así le tenía cautivo voluntario. Después, cabalgando su
potro negro, metióse por las fragosidades de la sierra, hasta dar con la ermita
donde moraba un anacoreta de avanzadísima edad, a quien los serranos tenían en
concepto de santo.
Hay horas, hay crisis morales -y el infante atravesaba una de
ellas- en que se experimenta la necesidad de escuchar una voz que venga de
otras regiones, las más distantes posible de la tormentosa en que nos agitamos.
Dijérase que la propia conciencia encama, adquiere visible forma y habla por
boca ajena con energía y gravedad. El infante, en aquel momento, hacía galopar
a su potro hacia la cueva del solitario, a través de matorrales y riscos,
ansiando respirar aire puro, ser bendecido, recibir estímulo para la santa
empresa de la cruzada y dejar en fiel depósito algo que le importaba más que la
vida...
A la puerta de su celda excavada en la roca, el ermitaño, sentado
en una piedra, se dedicaba a alisar corcho. Su barba blanca relucía como plata
a los destellos del Poniente. El estruendo del galope del caballo le movió a
levantar la cabeza. Apeóse el infante, ató el potro, sudoroso, cubierto de
espuma, a un tronco de árbol, y después se arrojó a los pies del solitario. No
sabía por dónde empezar la narración de sus cuitas; al fin rompió a hablar, en
dolorida y quebrantada voz. El solitario le escuchaba pacientemente, soltando a
ratos alguna palabrilla de consuelo.
-Hijo mío -exclamó al fin, con llaneza cariñosa-: verdaderamente,
no sé remediarte. No soy un sabio astrólogo de los que se pasan la noche
consultando los astros y el día ahondando los misterios de la cábala y la
alquimia; no soy un teólogo profundo; no he aprendido más ciencia que la de
vivir en estas soledades rezando y trabajando con mis manos, y los serranos que
vienen a consultarme no adolecen de pasiones profundas y quintaesenciadas como
las tuyas, ni fluctúan entre el honor y el amor. Son gentes sencillas, y sus
disgustos suelen reducirse a que les falta del rebaño la cabra pelirroja. Poco
alivio puedo dar a tu enfermedad, y sólo te digo dos cosas: que siendo tú el
primer caballero del reino, tu deber es ir, sin titubear, a donde los
caballeros vayan, y... que ninguna pasión vale lo que cuesta.
Don Dionís se enjugó con un lienzo la sudorosa frente, arrancó de
lo hondo de las entrañas un suspiro, y tomando del arzón del caballo un
envoltorio de rico paño de seda blanco bordado de aljófar, lo deslió y sacó dos
cofrecillos arábigos de esmalte, de trabajo primoroso.
-Antes de cumplir mi deber partiendo, quiero confiarte este
depósito, santo varón -declaró al poner las arquillas en manos del eremita-.
¡Guárdamelo hasta mi vuelta! Empéñame tu palabra de que lo conservarás
cuidadosamente en un sitio convenido y conocido de mí, a fin de que si murieses
antes de mi regreso, pueda yo recuperarlo. No quiero fiarme de los cortesanos:
me serían desleales. En ti está cifrada mi última esperanza...
-No guardo yo esos cofres sin saber lo que contienen. Pudieran
encerrar algún maleficio, alguna brujería satánica -contestó receloso el
solitario.
Don Dionís abrió el primer cofrecillo, que apareció atestado de
monedas de oro, sartas de perlas, joyeles de diamantes: un tesoro.
-Será custodiado, y lo encontrarás a tu vuelta intacto, ¡oh
príncipe! -declaró el ermitaño, apresurándose a ocultar el cofrecillo entre los
rudos pliegues de su sayal-. ¿Ves aquella encina? Al pie de ella, donde cae al
punto de mediodía la sombra de la rama mayor, enterraré tus riquezas, y como
nadie puede sospechar que yo poseo nada, libre estoy de temer a bandidos...
Veamos el contenido del segundo cofre.
Resistíase el príncipe a abrirlo; al cabo, pálido, tembloroso, con
emoción misteriosa y profunda, hizo jugar una llavecita de oro, y en el fondo
de la caja apareció una rosa bermeja, fresca y fragantísima.
-Ella misma -dijo el enamorado, cuyos ojos se humedecieron y cuyo
corazón saltó en el pecho con ímpetu mortal-, ella misma, con la divina sangre
de sus venas, ha teñido esa rosa, que fue blanca, y me la ha dado en señal de
inextinguible cariño. Quisiera llevármela conmigo, pero ¿si la perdiese en el
desorden del combate? ¿Si caigo prisionero y me la quitan y la profanan?
Guárdamela tú. No hay ahí, santo varón, más brujería ni más hechizo que el del
amor grande y terrible, y te prometo que ni conjuro ni artes mágicas tienen tal
fuerza. Si te acometen los malhechores, entrega lo que llamas tesoro, las
monedas, las pedrerías.... ¡pero que yo halle a mi vuelta esa rosa, empapada en
la vida suya!
Tres años habían corrido. El eremita alisaba corcho a la puerta de
su cueva, mordiendo a ratos un mendrugo de seco pan, cuando escuchó otra vez el
tendido galope de un potro, y un caballero de rostro tostado por el sol, de
frente atravesada por ancha cicatriz, se detuvo y echó pie a tierra.
-Bienvenido, infante. La paz sea contigo -exclamó el solitario-.
Veo escritas en tu cara tus hazañas contra los perros infieles. Me figuro que
vienes por tu depósito. Ahora mismo lo desenterraré . Ha crecido sobre él la
maleza, y ni imaginar habrán podido los salteadores que ahí se oculta un
tesoro...
-¡Ah! La rosa, la rosa es lo que anhelo recobrar -contestó don
Dionís-. Cava presto, santo varón, y devuélveme la alegría. He padecido mucho:
el calor del desierto ha requemado mi cerebro, el árido polvo ha abrasado y
semicegado mis pupilas, la sed ha secado mis fauces, el hambre ha debilitado mi
cabeza, el acero ha rasgado mis carnes, la fiebre ha consumido mi cuerpo...;
pero así que vea la rosa, todo lo olvidaré, y sólo sentiré gozo de
bienaventuranza.
-¿No estás gozoso por el deber cumplido? -interrogó el anacoreta.
-No -repuso el infante-. Soy tan miserable, que eso no me importa;
ni aun lo recuerdo. ¡La rosa! Dame tu azadón; ¡cavemos!
De la tierra removida, lo primero que salió fue el cofre lleno de
oro y joyas. Al alzar la tapa brillaron resplandecientes los diamantes, y el
oriente de las perlas mostró sus suaves cambiantes de aurora. Impaciente el
infante, rechazó la arquilla, lanzándola contra el tronco del árbol. A dos
azadonazos más, el segundo cofre apareció, y don Dionís, alzándolo
piadosamente, lo abrió con transporte.
En el fondo vio algo arrugado y negruzco, que, al darle el aire,
se deshizo en ceniza. Y espantados los ojos, amarga con infinita amargura la
boca, don Dionís separó las manos y dejó caer el cofre al suelo.
Emilia Pardo
Bazán
Lo más probable es que mientras Don Dionis estaba en Tierra Santa se acordase de cierta balada tradicional irlandesa, Red Is the Rose
Come over the hills, my bonnie Irish lass
Come over the hills to your darling
You choose the rose, love, and I'll make the vow
And I'll be your true love forever.
Red is the rose that in your garden grows
Fair is the lily of the valley
Clear is the water that flows from the Boyne
But my love is fairer than any.
'Twas down by Killarney's green woods that we strayed
The moon and the stars they were shining
The moon shone its rays on her locks of golden hair