domingo, 30 de noviembre de 2014

LA VIOLENCIA MANCHA EL DEPORTE

Tras lo sucedido esta mañana, y eso que no soy amante del fútbol, no dejo de recordar el siguiente fragmento que ya tiene varios años:

Cada vez entiendo menos la pasividad de casi todos en toda esta violencia salvaje que rodea el mundo del fútbol.

Recuerdo que de niño los atléticos y los madridistas se enzarzaban en largas disputas los lunes en la oficina; otro tanto ocurría entre los barcelonistas y los del Español, entre los bilbaínos y los de la Real. Había forofos en aquellas épocas que se dejaban la garganta en los partidos y es posible que alguno tirase una almohadilla.

¿En qué ha degenerado todo esto? Pues ya lo ven. Lo vieron, lo vimos en las primeras muertes de asesinatos cometidos por grupos ultras. Lo vimos en las pintadas xenófobas contra los extranjeros. Lo seguimos viendo en esta calificación que se hace de algunos partidos del ‘alto riesgo’ y que requieren un despliegue policial sin precedentes. Lo vemos en los destrozos, en las agresiones, en la mezcla de mal deporte y peor política que se adueña de una parte de los graderíos y que está alentada por la directiva de los clubes

Andrés Aberasturi

LAS HISTORIAS DE TERROR DEL LIBRO ROJO DE DAVID

En este libro descubrimos un tatuaje que cambia de lugar, una gata celosa y vengativa, un amor capaz de unir dos épocas, un MP3 asesino… Todas las historias están ambientadas en la actualidad, el protagonista podría ser cualquiera, y, por sorpresa, nos transportan al mundo del terror donde sólo se podía llegar con un libro de Poe entre las manos. 

Las tramas son astutas, en lenguaje cercano, mantienen el misterio hasta el final, generando una atmósfera inquietante que el lector quede atrapado por sus páginas. Para ello José María Plaza se apoya en la tradición del terror: las leyendas de Bécquer, la mirada inquietante de E. Allan Poe o los fantasmas de M. R. James. 

Las ilustraciones de Medusa Dollmaker son bellas y melancólicas imágenes oscuras que juegan, entre luces y sombras con tonalidades, que como por capricho de la ilustradora, van salpicadas de rojo.

Las primeras referencias a este libro aparecen en la serie Los Sin Miedo, donde David, uno de sus protagonistas, encuentra un manuscrito antiguo en casa de su abuelo. Con estas historias podrás explorar los miedos interiores que, según el autor, dejan más huella que los miedos que nos proporcionan los muertos vivientes o los castillos de ultratumba.


viernes, 28 de noviembre de 2014

DÍA DE LAS LIBRERÍAS


Por cuarto año consecutivo, las librerías de toda España celebran el DÍA DE LAS LIBRERÍAS, una fiesta con la que quieren recordar que un libro es siempre una excelente adquisición y que el mejor lugar para hacerla es, sin duda, una librería. 

FALLECE P. D. JAMES

La escritora británica P.D. James, una de las grandes damas de la novela negra murió ayer a los 94 años. Deja una obra que conquistó al público y a la crítica con su retrato de la complejidad humana, servido por la construcción meticulosa, casi forense, de las tramas y la elegancia en la pluma.

Comenzó a escribir tarde y publicó su primera obra, Cubridle el rostro, en 1963; en ella aparece por primera vez el policía Adam Dalgliesh, su personaje más famoso. La popularidad de la autora, así como la de su detective, crecieron con la adaptación de varias de sus obras en una famosa serie de televisión: Un impulso criminal (1963), Muertes poco naturales (1967), Mortaja para un ruiseñor (1971), Muerte de un forense (1977) e Intrigas y deseos (1989).

También creó el personaje de Cordelia Gray, investigadora privada que aparece en las novelas: No apto para mujeres (1972) y La calavera bajo la piel (1982).

Su obra Hijos de los hombres (1992), es la primera que no pertenece al género detectivesco, sino que es una novela futurista ambientada en un mundo donde los humanos ya no pueden procrear, reflejando las consecuencias de la caída de la fertilidad en Occidente.

Considerada por muchos como la sucesora de Agatha Christie, es la gran renovadora del género policial, al que aportó dimensión humana y en no pocas ocasiones mordaces críticas sobre la sociedad británica. James se despidió de la literatura con La muerte llega a Pemberley, una secuela de la comedia romántica Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen con la que la escritora quiso homenajear a una de sus autores de infancia favoritas.


La torre negra es un libro característico de P.D. James, dónde demuestra sus habilidades para desarrollar la trama en un ambiente muy cerrado y con pocos personajes. El detective poeta Adam Dalgliesh ha estado alejado del servicio debido a una enfermedad, y ahora debe visitar a un antiguo amigo de la familia, capellán en una casa de reposo, para intentar recuperar la energía perdida. Sin embargo, apenas alcanzado su destino, deberá concentrar sus fuerzas en desvelar qué se oculta tras una serie de muertes en apariencia accidentales.


Con La muerte llega a Pemberley P.D. James rinde homenaje a Jane Austen con una secuela de Orgullo y prejuicio y ha recibido el aplauso de la crítica anglosajona por esta novela extraordinaria, que supone un giro radical a su carrera literaria. La gran dama del crimen cumple así con su asignatura pendiente: rendir un tributo literario a su autora preferida desde la infancia. La acción se sitúa en 1803. Han pasado seis años desde que Elizabeth y Darcy se casaran, creando un mundo perfecto que parece invulnerable. Pero de pronto, en la víspera de un baile, todo se tuerce. Un carruaje sale a toda prisa de la residencia, llevándose a Lydia, la hermana de Elizabeth, con su marido, el desafortunado Wickham, que ha sido expulsado de los dominios de Darcy. Sin embargo, Lydia no tarda en regresar, conmocionada, gritando que su marido ha sido asesinado. Sin previo aviso, Pemberley se zambulle en un escalofriante misterio. P.D. James homenajea a Jane Austen, su autora favorita, imaginando a los protagonistas de su célebre novela enfrentados a la resolución del asesinato. La muerte llega a Pemberley ha entrado en las listas de más vendidos en EE.UU. e Inglaterra y ha sido adaptada como serie de televisión para la BBC.

Todo lo que sé sobre novela negra. Después de casi cincuenta años a la vanguardia de la novela de misterio, P. D. James se encuentra en una posición ideal para hablar acerca del arte de escribir relatos detectivescos. Su admiración por muchos de sus predecesores y contemporáneos en el género se deja ver en esta crónica personal que atrapa tanto como la mejor novela policiaca. Desde personajes clásicos como Sherlock Holmes o el padre Brown, pasando por maestros como Agatha Christie, Chandler, Hammett, hasta autores contemporáneos como Sara Paretsky y Ruth Rendell, P. D. James explora el desarrollo de un género apasionantemente adictivo. Un asesinato o un crimen misterioso en torno al cual se centra toda la historia. Un círculo cerrado de sospechosos (todos ellos, por supuesto, con un móvil). Un detective -ya sea aficionado o profesional- y, al final una solución al caso que el lector llega por sí solo por deducción lógica a partir de las pistas que le ha dado el autor. Estas son las claves que da P. D. James para la narrativa detectivesca. A partir de la novela La piedra lunar de Wilkie Collins, que la autora considera "la primera historia de detectives" habla de los más grandes maestros del género como son Arthur Conan Doyle, Edgar Allan Poe, Chesterton, Agatha Christie o Chandler entre otros. Aunque partiendo del icono de Sherlock Holmes que, para James continúa siendo único, el indiscutible Gran Detective también analiza otros personajes míticos como Miss Marple que es única porque trabaja sin ningún Watson.

jueves, 27 de noviembre de 2014

LA MECÁNICA DEL CORAZÓN

Envíado  por María.

Imagina la noche más fría de la historia. La nieve cae sobre la ciudad de Edimburgo. En lo alto de una colina nace el pequeño Jack, el frágil hijo de una prostituta: su corazón está dañado, y para salvarlo, será necesario reemplazarlo por un reloj de madera, un corazón artificial habrá de dar cuerda toda su vida y del que dependerá su existencia.

La prótesis funciona y Jack sobrevive, pero debe respetar tres reglas, pues la mecánica del corazón depende de ello: Uno: NO TOQUES LAS AGUJAS. Dos: DOMINA TU CÓLERA. Tres: NO TE ENAMORES NUNCA. Debe evitar todo tipo de emoción que pueda alterar su corazón. Nada de enfados, y sobre todo, nada de enamorarse.

                Pero Jack conoce a una pequeña cantante de ojos grandes, Miss Acacia, una joven andaluza que pondrá a prueba el corazón de nuestro tierno héroe. Por el amor que siente hacia la joven, Jack se lanzará a una aventura quijotesca que le llevará desde las frías callejuelas escocesas de Edimburgo, promero a París, hasta llegar a las calles de una radiante Granada, haciéndole conocer las dulzuras y durezas del amor.

Deseemos suerte a Jack, y recuerda que, como en este cuento para niños grandes, todos hemos sufrido alguna vez por nuestro voluble corazón.



Es un cuento ameno sobre el amor y la diferencia con encanto. En cierta forma nos recuerda al cine de Tim Burton. La historia trata de temas universales y lo hace con magia y ternura. Los personajes son excéntricos y extravagantes, siendo imposible no encariñarse con ellos: la admirable Madeleine, las prostitutas Anna y Luna, el borracho Arthur, el matón de barrio Joe... acompañados por Jack el Destripador y un joven cineasta Georges Méliès. Además está bien escrito, el vocabulario es poético y las imagenes que usa Mathias Malzieu son originales, por no comentar las ilustraciones de Benjamin Lacombe..


Como el autor, Mathias Malzieu, es bastante polifacético, con su grupo musical Dionysos ha sacado la banda sonora del libro (por cierto, es genial como vais a poder comprobar) y se embarcó en un película de animación basada en el libro y en su disco; dicen que la estrenaran en España en 2015, ya veremos. Os dejo con el trailer:


Aquí con una versión de la canción Malagueña:


Lo siento, no me he podido resistir. Ya que estamos con el próximo centenario, Quijote:


LAS CONFESIONES DE DON QUIJOTE

Casi nadie me llama por mi nombre,
vulgar y cotidiano como la rebeldía.

Prefieren otorgarme
la nobleza ridícula que yo mismo elegí,
el título de un pobre caballero,
de una triste ilusión,
y me recuerdan hoy
por el delirio de mis noches,
alunado, valiente
en la cabalgadura de los sueños,
al confundir gigantes y molinos.

No les resulta fácil
convivir con el nombre de las cosas.
El dolor y el desvelo
convierten los rebaños en batallas,
las cuevas en enigmas
y la fealdad inhóspita en belleza.

Hermosa y respetable es la locura,
como la débil caridad del sueño,
hasta que descubrimos
las razones del Duque,
que invita al soñador y hace volar al loco
para fundar las normas de su corte,
las risas y los pleitos
que pudren corazones cortesanos.

Y ya no somos sombras,
sino cuerpos sin sombras,
ojos sin nadie
que viven en un reino de fantasmas
y han borrado las huellas de sus nombres
con un guante de plástico,
prendidos al vacío,
entre rosales pulcros y espinas bien cortadas,
como el jardín de un manicomio.
Madreselvas y lilas
alrededor de las preguntas
y de las soleadas canciones de los médicos.

Soy Alonso Quijano.
Yo recordé mi nombre en Barcelona,
después de ver el mar, de visitar la imprenta
y descubrir la farsa de mi vida
en la hospitalidad de los que hoy
repiten sin saberlo aquel destino
por el que me humillaban.

Fui derribado por mi propia burla,
cuando el azul del mundo,
en vez de gallardetes y clarines,
gastó la realidad de una palabra
para contar la arena
de los duelos perdidos
con los representantes de la luna.

Esta tarde de junio y de san Juan,
en esta solitaria habitación de hotel
que nos buscó el azar de la poesía,
regreso a Barcelona,
a importunarte con mis confesiones,
porque sigues ahí,
en lugar de la ficción,
suspenso una vez más,
delante del papel,
con el bolígrafo apuntando al cielo,
la mano en la mejilla
y el codo en el bufete.

Porque resulta hermosa y respetable
la caridad del sueño,
se han celebrado mucho mis hazañas.
Pero si quieres verme,
más allá de los himnos de mi triste figura,
y saber cómo fui
en el paisaje oscuro de mi tiempo,
o cómo soy ahora
entre las libertades de tu siglo,
abre el balcón y asómate a las Ramblas.

Pasa la multitud, cumple la historia
de sus mercados y sus oficinas.
Hay hombres y mujeres
que cambian de argumento al detener un taxi,
besos que sólo con una frontera
para volver a un domicilio,
colecciones de barcos que se olvidan
en una mesa de café
y gentes consagradas a fundirse
bajo la luz ambigua
en la llanura de sus movimientos.
No montan el caballo de los héroes,
pero están convencidos
de su programación,
de sus constituciones y sus leyes,
igual que yo creí
en mis novelas de caballería.

El retablo del mundo
sustituye las noches
por la historia medida de las noches,
y la luz de los ojos por la sed de las cámaras,
y la piel por un hueco
que las manos dibujan en el aire.

Exígele a la vida que te enseñe
a distinguir el mar del oleaje
que expulsa los desechos junto a las caracolas.

Al llegar a mi aldea
quise apretar el campo con los dedos
hasta sentir su araña
al lado de mi nombre,
la tarde que resiste en cada sílaba
dorada por la lluvia y el sol de la experiencia.

Volver será el oficio del amor,
incluso en un lugar impertinente.
Regresa tú también,
aprieta con tus manos el silencio
del último rencor
hasta sentir la caracola
que ha guardado la culpa y la inocencia
junto a la voz del mar,
esta canción añil
de los saludos y el adiós
que todavía compartimos.

Y que tu soledad camine por la casa,
vuelva de cuarto en cuarto
dejándose las luces encendidas,
por si alguien las ve,
y no quiere apagarlas,
y pregunta la historia que han escrito en su rostro,
las huellas de su nombre
vulgar y cotidiano como la rebeldía.

Como la rebeldía de la gente
que se atreve a vivir
fuera de las haciendas encantadas.

Luis García Montero

miércoles, 26 de noviembre de 2014

EL CID Y SUS COPLAS

        Estaba preparando esta tarde material para los distintos grupos que tengo en clase (literatura medieval, el realismo español...), y como a los de 3º de ESO les prometí llevarles cada semana un texto con el que pudieran reírse un rato, cuando me acordé de cierto librito:


Todos ustedes han estado en la feria de Navalgorrino. Y si no han estado, mejor para ustedes, porque aquello es una porquería y una ordinariez. Gente que va a vender un burro, y cosas así. Pero en esa feria, en algunos mercados, y a veces en el Rastro madrileño, como escapados de épocas pretéritas, se presentan de repente unos individuos, armados con destemplados guitarrones, que salmodian un suceso —casi siempre un crimen— más o menos conocido, según se haya perpetrado en ambiente pueblerino o, por sus características sensacionalistas, a escala nacional.

A esos cantores populares se les tiene, literariamente hablando, en muy poca estima. Personalmente también suelen dar asco, porque practican la curiosa costumbre de lavarse lo menos posible, circunstancia que no se sabe bien si obedece a guarrería o a la más pura catolicidad, expresada en forma de promesa a santa Rita en la cual se abstienen voluntariamente de duchas, abluciones y fregoteos.

El Poema del Cid, antiquísimo, es una muestra del talento histriónico y puerco de estos juglares de feria y mercado.

El Poema del Cid abre nuevos cauces, nuevas corrientes en la vida nacional, pero al mismo tiempo es nocivo y peligroso, pues por su culpa suceden cosas graves en nuestra patria. Helas aquí:

  1. La poca aceptación que ha tenido siempre en España la costumbre de leer. El Poema era recitado en la plaza pública, y la gente, desde entonces, se acostumbró a que le contasen las cosas, en lugar de leerlas en un libro. El Poema es el antecedente directo de los «seriales» radiofónicos.
  2. El gusto del público español por ir al grano, por la acción. La gran retahíla medieval describe con rapidez las hazañas del héroe y pocas veces se entretiene en diálogos. Por eso la gente escucha tan mal en el teatro, porque lo que desea es «que pasen cosas», y en cuanto dos o más personajes se ponen a hablar, el público español se aburre como dromedarios.
  3. El poco respeto que en España se tiene a las autoridades. Como puede apreciarse en el poema, don Rodrigo, el protagonista, se pone enfrente del rey y, cuando encarta, le canta las verdades del barquero. El juglar, comentarista del asunto, se permite a veces intervenciones que maculan la autoridad y el prestigio del soberano de Castilla, como cuando dice que el Cid sería un buen vasallo «se oviesse buen señor». Por eso en todas las épocas, bajo todos los regímenes, los españoles, que llevan dentro un Cid en potencia, se permiten los chistes, historietas, sucedidos y chascarrillos más feroces, irreverentes y desvergonzados sobre los hombres que los gobiernan.
  4. El machismo español. El protagonista, como buen castellano, se permite lanzar las bravatas y chulerías medievales más violentas. Y todo es bueno para conseguir sus fines, desde amenazar al rey hasta engañar a Raquel y Vidas, los pobres judíos que financian las campañas sediciosas del héroe.
El Poema del Cid ha influido poderosamente sobre nuestra literatura y sobre las artes en general: pintura, escultura, etc. Sobre el cine nacional ha influido muy poco, porque los argumentos de las películas españolas suelen ser —con notables excepciones — más antiguos y vetustos que el famoso Poema.

Del autor de las coplas del Cid poco o nada se sabe. Hay un tal Pero Abad que pone su nombre al final del Poema, pero se sospecha con razón que se trata de un posible copista, un adaptador —como se diría hoy— mucho mejor que los que actualmente perpetran para uso de TVE arreglitos de escritores muy afamados que jamás se metieron con nadie y no merecen, por supuesto, el trato que se les da.

Doña Jimena, la esposa del protagonista, es el prototipo de la madre española, que cuando tiene que separarse del marido, desterrado, no se acoge a la seguridad de un castillo o cualquier otro recinto amurallado, sino que se mete con sus hijas en un convento para no perderse la misa.

Los personajes más simpáticos de toda la narración, aparte los inocentes judíos, son los infantes de Carrión, que, hartos de las dos hijas del Cid —que salieron a su padre—, les dan una buena tunda, seguramente merecidísima.

El estilo del Poema es defectuoso, primitivo, con versos a los que les sobran sílabas, y otros cortos. Tiene fuerza descriptiva y, sobre todo, dramática. E incluso rasgos de humor, situaciones francamente divertidas, en las que el autor pone, naturalmente, en ridículo a los enemigos del protagonista, como debe ser.

POEMA DEL SUYO CID

Suyo Cid —y el de ustedes— por Castiella, triunfale,
cabalgando a caballo al su destierro parte.
¡Dios, que era muy bizarro e de muy buen talante!
¡Qué buena barba gasta, el cacho de animale!
Para llegar a Burgos dexó atrás Ciudad Reale
e Toro, Mequinenza, Calatayud e Caspe.
Llegósse con retardo, ca non era puntuale
et fallaba las citas por pitos e por flautes.
A su lado cabalga don Pero Peragález,
el calagurritano de pro, complido e tale,
honrado e muy bienquisto, ca nunca fuera alcalde,
e jamás dedicósse al tongo et al enjuague.
Ya catan a lo lejos de Burgos la cibdade,
e possada requieren del Hotel Condestable,
mas todo era muy lleno de damas e galanes
de essos que nos remiten de París de la France.
El dueño del hotele despidióles afable,
fablando con acento, ca era catalane,
e dicía unas oes que parescían aes,
e comía escudella los viernes e los martes.
Mas suyo Cid marchósse de Burgos la reale,
llorando de los ojos, ca había grand pessare,
camino de Valencia, donde diz el refrane
que del naranjal viene la naranja a los labies.
E passó por Cardeña, do por cassualidade
doña Ximena estaba faciendo cura de aires,
mas non de aguas, ca entonces las gentes principales
non se lavaban nunca, ca es so es liviandade,
e si guarro está el cuerpo, tal debe ser ca el tale
se pasto de gussanos ha de ser, que se aguante.

Jorge LLopis, Las 1000 Peores Poesías de la Lengua Castellana

martes, 25 de noviembre de 2014

DÍA CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO

Hace unos años, entre otro compañero y yo hicimos un powerpoint contra la violencia de género. El núcleo principal del trabajo eran fotografías y canciones que reflejaban el tema de grupos o cantantes más o menos actuales en ese momento (Amaral. Amistades Peligrosas, Bebe, Def Con Dos, Pasión Vega, Reincidentes, Revolver). A lo largo del montaje, en cinco diapositivas, fuimos intercalando un relato corto que nos pasaron.

Desconozco quíén es el autor, pero creo que hoy es un día para desempolvar este viejo material, si con ello conseguimos llamar la atención de alguien.

¡Recibí Flores Hoy!
No es mi cumpleaños, ni ningún otro día especial.
Tuvimos nuestro primer disgusto anoche, y él dijo muchas cosas crueles que me ofendieron.
Pero sé que está arrepentido y no las dijo en serio, porque él me mandó flores hoy.

Parecía una pesadilla, pero de las pesadillas despiertas y sabes que no es real.
Me levanté esta mañana dolorida y con golpes en todos lados...
Pero yo sé que está arrepentido, porque él me mandó flores hoy.
Y no es día de San Valentín ni ningún otro día especial


Anoche volvió a golpearme y amenazó con matarme.
Ni el maquillaje o las mangas largas podían esconder los cortes y golpes que me ocasionó esta vez.
No pude ir al trabajo hoy, porque no quería que se dieran cuenta.
Pero yo sé que está arrepentido, porque él me mandó flores hoy.
Y no era el día de las madres ni ningún otro día señalado.

Anoche el me volvió a golpear, pero esta vez fue mucho peor.
Si logro dejarlo, ¿qué voy a hacer? ¿Cómo podría yo sola sacar adelante a los niños? ¿Qué pasará si nos falta el dinero? 
¡Le tengo tanto miedo!
Pero dependo tanto de él que temo dejarlo.
Pero yo sé que está arrepentido, porque él me mandó flores hoy.


Hoy es un día muy especial: Es el día de mi funeral.
Anoche por fin logró matarme.
Me golpeó hasta morir.
¡Si hubiera tenido el valor y la fortaleza de dejarlo.....!
¡Si hubiera aceptado la ayuda profesional....!
¡Si se lo hubiera hecho saber a todas mis amistades,
hoy no hubiera recibido flores!





LA MUJER DE VAPOR




Nunca se lo confesé a nadie, pero conseguí el piso de puro milagro. Laura, que tenía besar de tango, trabajaba de secretaria para el administrador de fincas del primero segunda. La conocí una noche de julio en que el cielo ardía de vapor y desesperación. Yo dormía a la intemperie, en un banco de la plaza, cuando me despertó el roce de unos labios. «¿Necesitas un sitio para quedarte?» Laura me condujo hasta el portal. El edificio era uno de esos mausoleos verticales que embrujan la ciudad vieja, un laberinto de gárgolas y remiendos sobre cuyo atrio se leía 1866. La seguí escaleras arriba, casi a tientas. A nuestro paso, el edificio crujía como los barcos viejos. Laura no me preguntó por nóminas ni referencias. Mejor, porque en la cárcel no te dan ni unas ni otras. El ático era del tamaño de mi celda, una estancia suspendida en la tundra de tejados. «Me lo quedo», dije. A decir verdad, después de tres años en prisión, había perdido el sentido del olfato, y lo de las voces que transpiraban por los muros no era novedad. Laura subía casi todas las noches. Su piel fría y su aliento de niebla eran lo único que no quemaba de aquel verano infernal. Al amanecer, Laura se perdía escaleras abajo, en silencio. Durante el día yo aprovechaba para dormitar. Los vecinos de la escalera tenían esa amabilidad mansa que confiere la miseria. Conté seis familias, todas con niños y viejos que olían a hollín y a tierra removida. Mi favorito era don Florián, que vivía justo debajo y pintaba muñecas por encargo. Pasé semanas sin salir del edificio. Las arañas trazaban arabescos en mi puerta. Doña Luisa, la del tercero, siempre me subía algo de comer. Don Florián me prestaba revistas viejas y me retaba a partidas de dominó. Los críos de la escalera me invitaban a jugar al escondite. Por primera vez en mi vida me sentía bienvenido, casi querido. A medianoche, Laura traía sus diecinueve años envueltos en seda blanca y se dejaba hacer como si fuera la última vez. La amaba hasta el alba, saciándome en su cuerpo de cuanto la vida me había robado. Luego yo soñaba en blanco y negro, como los perros y los malditos. Incluso a los despojos de la vida como yo se les concede un asomo de felicidad en este mundo. Aquel verano fue el mío. Cuando llegaron los del ayuntamiento a finales de agosto los tomé por policías. El ingeniero de derribos me dijo que él no tenía nada contra los okupas, pero que, sintiéndolo mucho, iban a dinamitar el edificio. «Debe de haber un error», dije. Todos los capítulos de mi vida empiezan con esa frase. Corrí escaleras abajo hasta el despacho del administrador de fincas para buscar a Laura. Cuanto había era una percha y medio palmo de polvo. Subí a casa de don Florián. Cincuenta muñecas sin ojos se pudrían en las tinieblas. Recorrí el edificio en busca de algún vecino. Pasillos de silencio se apilaban debajo de escombros. «Esta finca está clausurada desde 1939, joven —me informó el ingeniero—. La bomba que mató a los ocupantes dañó la estructura sin remedio.» Tuvimos unas palabras. Creo que lo empujé escaleras abajo. Esta vez, el juez se despachó a gusto. Los antiguos compañeros me habían guardado la litera: «Total, siempre vuelves.» Hernán, el de la biblioteca, me encontró el recorte con la noticia del bombardeo. En la foto, los cuerpos están alineados en cajas de pino, desfigurados por la metralla pero reconocibles. Un sudario de sangre se esparce sobre los adoquines. Laura viste de blanco, las manos sobre el pecho abierto. Han pasado ya dos años, pero en la cárcel se vive o se muere de recuerdos. Los guardias de la prisión se creen muy listos, pero ella sabe burlar los controles. A medianoche, sus labios me despiertan. Me trae recuerdos de don Florián y los demás. «Me querrás siempre, ¿verdad?», pregunta mi Laura. Y yo le digo que sí. 

Carlos Ruiz Zafón


lunes, 24 de noviembre de 2014

¿CÓMO HACER DE TUS HIJOS GRANDES LECTORES?


1.      
     Enviado por Ángel

QUE TE VEAN LEER: tu ejemplo es muy importante, pues los niños aprenden imitándote

     CREA UN ESPACIO DE LECTURA PARA ELLOS EN EL SALÓN DE CASA: será su blibiloteca, con sus libros y su pequeño sillón.

 HAZLES EL CARNET DE LA BIBLIOTECA MUNICIPAL: disfrutad un rato allí juntos cada semana, curioseando, participando en actividades, escogiendo libros, etc…

     NI LES OBLIGUES A LEER NI LES CASTIGUES CON LA LECTURA: debe ser una actividad entretenida, una diversión

   LEED JUNTOS DE MANERA HABITUAL: un rato tranquilo leyendo con ellos, antes de dormir, por ejemplo, crea vinculos afectivos contigo y con los libros

REGALALES UN LIBRO: los hay en distintos formatos para cualquier edad y momento: con sonidos y canciones, con texto y sin texto, con texturas, digitales…

RECUPERA LOS LIBROS DE TU INFANCIA y compártelos con ellos. Pasad una tarde descubriendo esos tesoros olvidados,

QUITA SERIEDAD AL ACTO DE LEER: despierta su interes leyendo en voz alta, declamando, jugando, interpretando

VISITAD JUNTOS LAS LIBRERÍAS: que miren, toquen y escojan los libros que les gusten. Descubrid libros maravillosos a partir de las recomendaciones.

FOMENTA LA LECTURA A TRAVÉS DE LOS JUEGOS: comparte experiencias que incluyan leer, dibujar, escribir, deletrear… 

LA TIERRA MEDIA

Tolkien no sólo ha despertado la imaginación de millones de personas: también ha forjado más de una vocación literaria. Ése es el caso de autores como Poul Anderson, Terry Pratchett, Ursula K. Le Guin, Orson Scott Card, que. junto con otros escritores, se han animado a publicar emotivos artículos autobiográficos en que narran su primer contacto con la obra de Tolkien, evocan cuánto les marcó tanto personal como profesionalmente, y la analizan proporcionándonos nuevas claves para enfocar su lectura. Éste es un lúcido y conmovedor homenaje al maestro de la fantasía por parte de dos generaciones de los mejores escritores de ciencia ficción y literatura fantástica, complementado con ilustraciones de John Howe, cuya recreación del universo de Tolkien ya forma parte del imaginario colectivo.

Os dejo con el ensayo de George R. R. Martin que abre el volumen:

INTRODUCCIÓN A LA TIERRA MEDIA

La fantasía existía desde mucho antes que J.R.R. Tolkien. No hubo una edad en la historia humana en que los hombres no se preguntaran qué había más allá de la siguiente colina y llenaran los espacios en blanco de sus mapas con cosas maravillosas y seres terroríficos. El primer narrador fantástico hilaba sus relatos sentado junto al fuego, mientras compartía una chamuscada pierna de mastodonte. Homero lo fue, y también Shakespeare. Conan, ese original bárbaro de nuestra época, se habría sentido como en casa bebiendo un cuerno de hidromiel con Siegfried y Beowulf.

Sir Thomas Malory y La muerte de Arturo llegaron siglos antes que Tolkien. Igual que La canción de Rolando, de Turoldo. Bram Stoker y Edgar Allan Poe hicieron unas obras espléndidas en la frontera entre la fantasía y el horror, mientras que William Morris creó mundos vastos y maravillosos, distantes precursores de la Tierra Media.

En este siglo, Lord Edward Dunsany, James Branch Cabell y E. R. Eddison dejaron sus respectivos sellos en la literatura de fantasía. La importancia de Robert Ervin Howard y su Era Hiboriana no puede sobrestimarse, ni la de Fritz Leiber, que superó a Conan con su Fafhrd y el Gray Mouser. En una tradición muy diferente, hallamos a Gerald Kersh, John Collier, Thorne Smith, Abraham Merritt y Clark Ashton Smith.

Ya en vida, Tolkien tuvo rivales formidables. Mientras él contaba sus historias de la Tierra Media, su compañero de los Inklings C. S. Lewis daba forma a Narnia. En otro lugar de Inglaterra, Mervyn Peake creaba el gran castillo tenebroso de Gormenghast, y al otro lado del mar, en Estados Unidos, el incomparable estilista Jack Vance escribía sus primeras historias de la Tierra Moribunda.
Sin embargo, fue la Tierra Media la que demostró tener más poder y resistencia. La fantasía existía mucho tiempo antes que él, sí, pero J.R.R. Tolkien la tomó y la hizo suya de un modo distinto del de todos los escritores que lo habían precedido, un modo en que ningún escritor lo volverá a hacer. El tranquilo filólogo de Oxford escribió por placer, y para sus hijos, pero creó algo que conmovió el corazón y la mente de millones de personas. Introdujo a los hobbits y los Nazgûl, nos llevó por las Montañas Nubladas y las minas de Moria, nos mostró el sitio de Gondor y las Grietas del Destino, y ninguno de nosotros ha vuelto a ser el que era, menos aún los escritores.

Tolkien cambió la fantasía; la elevó y la redefinió, hasta tal punto que nunca volverá a ser la misma. Siguen escribiéndose y publicándose muchos tipos diferentes de fantasía, sí, pero hay una variedad que domina tanto en los estantes de las librerías como en las listas de ventas. En ocasiones se la llama fantasía épica; otras, alta fantasía, pero habría que llamarla fantasía tolkienesca.

Los sellos de esta fantasía forman legión, pero para mí hay uno que destaca sobre el resto: J.R.R. Tolkien fue el primero en crear un universo secundario perfectamente acabado, un mundo entero con su propia geografía y sus historias y leyendas, sin ninguna relación con el nuestro, pero, por alguna razón, tan real como éste. Por mucho que en los años sesenta los botones dijeran «Frodo vive», aquello que los lectores colgaban en las paredes de sus dormitorios no era un dibujo de Frodo, sino un mapa. Un mapa de un lugar que nunca existió.

Tolkien nos dejó personajes maravillosos, una prosa evocadora, aventuras y batallas emocionantes… pero lo que más recordamos es el lugar. Se me conoce por haber dicho que en la fantasía contemporánea el escenario se convierte en un personaje de pleno derecho. Tolkien fue el que hizo que esto fuera así.

La mayoría de los escritores de literatura fantástica contemporáneos reconocen sin reparos su deuda con el maestro (entre los cuales me incluyo, evidentemente), pero ni siquiera quienes más denigran a Tolkien son capaces de escapar de su influencia. El camino sigue y sigue, dijo él, y ninguno de nosotros sabrá nunca qué lugares maravillosos nos aguardan, detrás de la siguiente colina. Pero no importa lo lejos que viajemos, no debemos olvidar nunca que el viaje empezó en Bolsón Cerrado, y que todavía todos estamossiguiendo los pasos de Bilbo.

GEORGE R. R. MARTIN


domingo, 23 de noviembre de 2014

EL CLUB DE HOLMES

Hace un año la casualidad me llevó a encontrar en Internet un blog llamado “El Club de Holmes”, que firmaba un tal James Moriarty. Aquello llamó poderosamente mi atención, porque, como bien sabrá todo aquel que haya leído las aventuras del genial Sherlock Holmes, el profesor Moriarty era su más acérrimo enemigo. Movido por la curiosidad entré en el blog, y cuando para poder acceder tuve que identificarme, se me ocurrió hacerlo con el nombre del doctor John H. Watson. ¿Por qué no usar ese nombre si después de todo el creador del blog firmaba como Moriarty?

En principio pensé que se trataba de una de esas miles de páginas web, hechas por admiradores de Holmes, que solo pretende glosar la figura del investigador, pero pronto me percaté de que allí había algo más que los comentarios de un admirador.

En el blog se hacía un panegírico de la figura de Holmes y, sobre todo, de su método deductivo para solucionar los distintos casos en los que se veía envuelto. Una de las frases, con la que estaba completamente de acuerdo, decía: “Si la persecución del crimen fuera un arte, que lo es, Sherlock Holmes sería uno de los más grandes artistas de la historia”.

Al final del texto, la siguiente frase: “Si tu opinión coincide con estas líneas, y estás dispuesto a mantener viva la filosofía de Sherlock Holmes, pincha aquí”, y señalaba a una flecha que apuntaba a la esquina inferior derecha, donde había un icono que invitaba a traspasar una puerta. Dentro me esperaba un pequeño misterio, y la propuesta de resolverlo.

La historia era la siguiente: “En el domicilio de un rIco anticuario se ha cometido un robo. Durante la noche ha desaparecido una valiosa tabla medieval que colgaba de una de las paredes del salón. La pintura es una representación de la Virgen con el Niño en un hermoso paisaje de la Toscana, y sus medidas son 127x143 cm. Esa noche libraba el servicio, por lo que los únicos en la casa eran el anticuario y su esposa, que dormían tranquilamente en su dormitorio. La alarma no sonó y la puerta no mostraba signos de haber sido forzada desde el exterior.

Además de la pareja, sólo el mayordomo tiene llave de la casa, pero queda libre de sospechas porque, en el momento de cometerse el robo, estaba en otra ciudad, donde apareció asesinado al día siguiente.

Al realizar la primera inspección de la vivienda la policía halló, escondidos tras un viejo arcón Luis XVI, los siguientes objetos: un destornillador —la tabla estaba atornillada por la parte posterior a un soporte—, unas tenazas, un bote vacío de disolvente y restos de cinta de embalar. ¿A quién interrogaría, y qué preguntas le haría?”. Concluía la proposición.

Desde que en la adolescencia leí la primera, siempre me han gustado las novelas de Sir Arthur Conan Doyle. He leído todas las novelas y relatos incansablemente, una y otra vez. Siempre encuentro aspectos nuevos, destellos de la inteligencia de Holmes, que no había sabido apreciar en mis anteriores lecturas. Por esa razón no pude evitar sentirme émulo de Holmes y lanzarme a resolver el enigma del robo en la casa del anticuario.

Sentí un hormigueo de excitación en el estómago cuando hice un croquis de la casa y traté de imaginar cuándo y cómo había salido la tabla de la vivienda del anticuario sin que nadie se percatara de ello. Meterse en la piel de Holmes durante unas horas era un ejercicio difícil y apasionante, pues exigía un grado de concentración que revitalizaba mi espíritu pero, al mismo tiempo, me dejaba extenuado.

No me llevó mucho dar con el responsable del robo y asesinato, o eso creo, y para ello solo tuve que hacer un par de preguntas a la esposa del anticuario. Me sabía un mero aficionado, pero no sé por qué, en aquella ocasión, quería estar a la altura del personaje, por lo que durante más de veinticuatro horas medité la resolución hallada para el caso hasta que me decidí a dejarla por escrito en el blog.

Una semana después recibí un correo electrónico del tal Moriarty, que decía: “Estimado Dr. Watson, sin duda le sorprenderá esta misiva, pero he de decirle que, aunque no acertó plenamente en la resolución del caso del anticuario, demostró en la solución propuesta cierta dosis de imaginación que considero absolutamente imprescindible para enfrentarse a una mente criminal. Por este motivo, le invito a integrarse en “El Club de Holmes”. Los invitados, además de usted, han sido Irene Adler y Mycroft Holmes, que también han demostrado su perspicacia al resolver el caso que les propuse.

El objeto del Club no es otro que rendir tributo a nuestro admirado Sherlock Holmes, intentando resolver, siguiendo el método de nuestro detective, el caso que proponga uno de nosotros. El siguiente caso sería planteado por quien primero haya sabido resolver el anterior y así sucesivamente. Naturalmente, habría un tiempo máximo para ello, por ejemplo un mes, si a ustedes les parece bien.

Si accede a ingresar en el Club, cosa que deseo fervientemente, le ruego me lo comunique por esta misma vía y, a vuelta de correo, le facilitaré la clave de acceso al blog, que lógicamente ya no es de libre acceso. Suyo atentísimo, James Moriarty”.

No sé por qué, pero no pude evitar sentir cierta dosis de orgullo por haber sido invitado a pertenecer al Club junto con Irene Adler, la única y extraordinaria mujer por la que Holmes llegó a albergar sentimientos y una profunda admiración; y Mycroft Holmes, hermano mayor de Sherlock y, según sus propias palabras, mucho más inteligente que él mismo, así que, naturalmente, acepté la invitación en ese mismo instante.

Gabriel Martínez, El Juego de Sherlock Holmes

Un grupo de internautas, que no se conocen entre sí, se reúnen en un blog de Internet para formar "El Club de Holmes", Su objetivo es divertirse emulando al sagaz detective; para ello, cada uno expone un caso que deben resolver los demás. Pero de pronto, uno de ellos desaparece misteriosamente después de lanzar un mensaje de socorro a sus compañeros, que se ponen en marcha para ayudarle. Original planteamiento del autor. Trae la acción a la actualidad convirtiendo en protagonistas a un grupo de admiradores de Sherlock Holmes. Está muy bien escrita, la trama es interesante y actual, y se mantiene el interés durante toda la novela. 

viernes, 21 de noviembre de 2014

TRILOGÍA LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Enviado por María, aprovechando el estreno de en cine de la última parte de la trilogía

Los Juegos Del Hambre es una trilogía para jóvenes de aventura y ciencia ficción escrita por Suzanne Collins.

La acción se desarrola en un futuro no identificado en un país conocido como Panem, que está formado por un rico Capitolio, y doce distritos que lo rodean: los distritos más pobres  atienden a las necesidades del Capitolio, y los más ricos son los más favorecidos. Como castigo por una rebelión, en la cual el Capitolio derrotó a los doce primeros distritos y destruyó al decimotercero, cada año un chico y una chica de cada uno de ellos, entre doce y dieciocho años, son seleccionados por sorteo y obligados a participar en los "Juegos del Hambre", evento televisado donde los participantes  deben luchar a muerte en un estadio al aire libre llamado "La Arena" hasta que sólo queda un vencedor. El ganador y su distrito correspondiente, recibirán grandes riquezas y alimentos respectivamente.

Los Juegos Del Hambre. Un pasado de guerras ha dejado los 12 distritos que dividen Panem bajo el poder tiránico del "Capitolio". Sin libertad y en la pobreza, nadie puede salir de los límites de su distrito. Sólo una chica de 16 años, Katniss Everdeen, osa desafiar las normas para conseguir comida. Sus prinicipios se pondrán a prueba con "Los juegos del hambre", espectáculo televisado que el Capitolio organiza para humillar a la población. Cada año, 2 representantes de cada distrito serán obligados a subsistir en un medio hostil y luchar a muerte entre ellos hasta que quede un solo superviviente. Cuando su hermana pequeña es elegida para participar, Katniss no duda en ocupar su lugar, decidida a demostrar con su actitud firme y decidida, que aún en las situaciones más desesperadas hay lugar para el amor y el respeto. También participa, Peeta Mellark, el participante varón del Distrito 12, un chico que ama a Katniss desde el primer momento que la vio. Katniss y Peeta lucharán contra los otros tributos en conjunto, fingiendo que se aman para ganar el favor del público.

En Llamas: Katniss se entera de que el Capitolio está enojado con ella por su desafío en la novela anterior, y que se inició una reacción en cadena que inspiró la rebelión en los distritos. Para una edición especial por el 75 aniversario de los Juegos del Hambre, ella y Peeta se ven obligados a competir por segunda vez con otros vencedores de ediciones pasadas. Ellos en equipo con otros tributos logran destruir la arena y escapar de los Juegos. Katniss es transportada al Distrito 13, un Distrito que se pensaba que ya no existía, pero Peeta es capturado por el Capitolio, y el Distrito 12 es destruido con un bombardeo del Capitolio, como venganza del Presidente de Panem, El Presidente Snow, tras la Rebeldia de Katniss en los Septuagesimo Quinto Juegos del Hambre.


Sinsajo, el tercer y último libro, gira en torno a Katniss y la rebelión de los distritos contra el Capitolio. Katniss, ahora refugiada en el Distrito 13, es utilizada por los rebeldes como una herramienta de propaganda para unir a los distritos en el levantamiento contra el Capitolio y el presidente Snow. Peeta y los otros que fueron capturados por el Capitolio son rescatados. Por último, un grupo que incluye a Katniss, Gale, y el todavía algo inestable, Peeta, van de renegados al Capitolio en una misión para asesinar al Presidente Snow. Antes de que Katniss pueda completar su objetivo, Prim es asesinada en un atentado dirigido por equipos de rescate rebeldes. Más tarde, Snow en cautiverio le dice a Katniss que Coin, la presidente del Distrito 13, estaba detrás del atentado, por lo cual Katniss la mata. Katniss, Peeta y Haymitch finalmente vuelven a un distrito 12 en ruinas. Katniss poco a poco comienza a recuperarse de sus muchas cicatrices mentales. Katniss finalmente llega a amar genuinamente a Peeta, con lo cual llegan a tener una vida juntos formando una familia.


jueves, 20 de noviembre de 2014

LA ROSA


Tiempo hacía que el infante don Dionís de Portugal estaba comprometido a tomar la roja cruz y emprender el viaje de Palestina al frente de sus tropas, como los demás caballeros, barones y príncipes cruzados de Francia, Alemania, Hungría e Inglaterra; pero no acababa de resolverse. No es que fuese don Dionís ningún cobarde follón, ni ningún mal creyente, ni que no le hubiese punzado, en su primera juventud, el ansia de gloria; es que el albedrío se le había enredado en una cabellera oscura, y sin albedrío no se va a Palestina, ni a ninguna parte.

Los pertrechos y municiones de guerra los tenía prontos; los corceles piafaban ya en las cuadras del alcázar, y todas las mañanas don Dionís advertía a los capitanes que se hallasen preparados a salir antes de la puesta del sol. La orden definitiva de ponerse en marcha era la que no llegaba nunca. Los hombres de armas murmuraban en sus corrillos; los veteranos fruncían el ceño y mascullaban dichos crudos y frases injuriosas, y las mujeres del pueblo, al ver pasar al infante, rebozado en su amplio manto, apresurándose para llegar a la cita, se reían diciéndose bajito:

-Embrujado nos le ha la bellaca.

Por fin se determinó el rey en persona a intervenir en el asunto. Llamando a su hermano, reprendió y afeó su conducta, y le dio a escoger entre partir al frente de la tropa aquella misma tarde o ser recluido en la torre más alta del alcázar. Don Dionís aplazó la respuesta hasta que el sol transpusiese; pero, agobiado de tristeza, hizo sus preparativos y en larga entrevista se despidió de la que así le tenía cautivo voluntario. Después, cabalgando su potro negro, metióse por las fragosidades de la sierra, hasta dar con la ermita donde moraba un anacoreta de avanzadísima edad, a quien los serranos tenían en concepto de santo.

Hay horas, hay crisis morales -y el infante atravesaba una de ellas- en que se experimenta la necesidad de escuchar una voz que venga de otras regiones, las más distantes posible de la tormentosa en que nos agitamos. Dijérase que la propia conciencia encama, adquiere visible forma y habla por boca ajena con energía y gravedad. El infante, en aquel momento, hacía galopar a su potro hacia la cueva del solitario, a través de matorrales y riscos, ansiando respirar aire puro, ser bendecido, recibir estímulo para la santa empresa de la cruzada y dejar en fiel depósito algo que le importaba más que la vida...

A la puerta de su celda excavada en la roca, el ermitaño, sentado en una piedra, se dedicaba a alisar corcho. Su barba blanca relucía como plata a los destellos del Poniente. El estruendo del galope del caballo le movió a levantar la cabeza. Apeóse el infante, ató el potro, sudoroso, cubierto de espuma, a un tronco de árbol, y después se arrojó a los pies del solitario. No sabía por dónde empezar la narración de sus cuitas; al fin rompió a hablar, en dolorida y quebrantada voz. El solitario le escuchaba pacientemente, soltando a ratos alguna palabrilla de consuelo.

-Hijo mío -exclamó al fin, con llaneza cariñosa-: verdaderamente, no sé remediarte. No soy un sabio astrólogo de los que se pasan la noche consultando los astros y el día ahondando los misterios de la cábala y la alquimia; no soy un teólogo profundo; no he aprendido más ciencia que la de vivir en estas soledades rezando y trabajando con mis manos, y los serranos que vienen a consultarme no adolecen de pasiones profundas y quintaesenciadas como las tuyas, ni fluctúan entre el honor y el amor. Son gentes sencillas, y sus disgustos suelen reducirse a que les falta del rebaño la cabra pelirroja. Poco alivio puedo dar a tu enfermedad, y sólo te digo dos cosas: que siendo tú el primer caballero del reino, tu deber es ir, sin titubear, a donde los caballeros vayan, y... que ninguna pasión vale lo que cuesta.

Don Dionís se enjugó con un lienzo la sudorosa frente, arrancó de lo hondo de las entrañas un suspiro, y tomando del arzón del caballo un envoltorio de rico paño de seda blanco bordado de aljófar, lo deslió y sacó dos cofrecillos arábigos de esmalte, de trabajo primoroso.

-Antes de cumplir mi deber partiendo, quiero confiarte este depósito, santo varón -declaró al poner las arquillas en manos del eremita-. ¡Guárdamelo hasta mi vuelta! Empéñame tu palabra de que lo conservarás cuidadosamente en un sitio convenido y conocido de mí, a fin de que si murieses antes de mi regreso, pueda yo recuperarlo. No quiero fiarme de los cortesanos: me serían desleales. En ti está cifrada mi última esperanza...

-No guardo yo esos cofres sin saber lo que contienen. Pudieran encerrar algún maleficio, alguna brujería satánica -contestó receloso el solitario.

Don Dionís abrió el primer cofrecillo, que apareció atestado de monedas de oro, sartas de perlas, joyeles de diamantes: un tesoro.

-Será custodiado, y lo encontrarás a tu vuelta intacto, ¡oh príncipe! -declaró el ermitaño, apresurándose a ocultar el cofrecillo entre los rudos pliegues de su sayal-. ¿Ves aquella encina? Al pie de ella, donde cae al punto de mediodía la sombra de la rama mayor, enterraré tus riquezas, y como nadie puede sospechar que yo poseo nada, libre estoy de temer a bandidos... Veamos el contenido del segundo cofre.

Resistíase el príncipe a abrirlo; al cabo, pálido, tembloroso, con emoción misteriosa y profunda, hizo jugar una llavecita de oro, y en el fondo de la caja apareció una rosa bermeja, fresca y fragantísima.

-Ella misma -dijo el enamorado, cuyos ojos se humedecieron y cuyo corazón saltó en el pecho con ímpetu mortal-, ella misma, con la divina sangre de sus venas, ha teñido esa rosa, que fue blanca, y me la ha dado en señal de inextinguible cariño. Quisiera llevármela conmigo, pero ¿si la perdiese en el desorden del combate? ¿Si caigo prisionero y me la quitan y la profanan? Guárdamela tú. No hay ahí, santo varón, más brujería ni más hechizo que el del amor grande y terrible, y te prometo que ni conjuro ni artes mágicas tienen tal fuerza. Si te acometen los malhechores, entrega lo que llamas tesoro, las monedas, las pedrerías.... ¡pero que yo halle a mi vuelta esa rosa, empapada en la vida suya!

Tres años habían corrido. El eremita alisaba corcho a la puerta de su cueva, mordiendo a ratos un mendrugo de seco pan, cuando escuchó otra vez el tendido galope de un potro, y un caballero de rostro tostado por el sol, de frente atravesada por ancha cicatriz, se detuvo y echó pie a tierra.

-Bienvenido, infante. La paz sea contigo -exclamó el solitario-. Veo escritas en tu cara tus hazañas contra los perros infieles. Me figuro que vienes por tu depósito. Ahora mismo lo desenterraré . Ha crecido sobre él la maleza, y ni imaginar habrán podido los salteadores que ahí se oculta un tesoro...

-¡Ah! La rosa, la rosa es lo que anhelo recobrar -contestó don Dionís-. Cava presto, santo varón, y devuélveme la alegría. He padecido mucho: el calor del desierto ha requemado mi cerebro, el árido polvo ha abrasado y semicegado mis pupilas, la sed ha secado mis fauces, el hambre ha debilitado mi cabeza, el acero ha rasgado mis carnes, la fiebre ha consumido mi cuerpo...; pero así que vea la rosa, todo lo olvidaré, y sólo sentiré gozo de bienaventuranza.

-¿No estás gozoso por el deber cumplido? -interrogó el anacoreta.

-No -repuso el infante-. Soy tan miserable, que eso no me importa; ni aun lo recuerdo. ¡La rosa! Dame tu azadón; ¡cavemos!

De la tierra removida, lo primero que salió fue el cofre lleno de oro y joyas. Al alzar la tapa brillaron resplandecientes los diamantes, y el oriente de las perlas mostró sus suaves cambiantes de aurora. Impaciente el infante, rechazó la arquilla, lanzándola contra el tronco del árbol. A dos azadonazos más, el segundo cofre apareció, y don Dionís, alzándolo piadosamente, lo abrió con transporte.

En el fondo vio algo arrugado y negruzco, que, al darle el aire, se deshizo en ceniza. Y espantados los ojos, amarga con infinita amargura la boca, don Dionís separó las manos y dejó caer el cofre al suelo.

Emilia Pardo Bazán



 Lo más probable es que mientras Don Dionis estaba en Tierra Santa se acordase de cierta balada tradicional irlandesa, Red Is the Rose


Come over the hills, my bonnie Irish lass
Come over the hills to your darling
You choose the rose, love, and I'll make the vow
And I'll be your true love forever.

Red is the rose that in your garden grows
Fair is the lily of the valley
Clear is the water that flows from the Boyne
But my love is fairer than any.

'Twas down by Killarney's green woods that we strayed
The moon and the stars they were shining
The moon shone its rays on her locks of golden hair
And she swore she'd be my love forever.

Red is the rose that in your garden grows
Fair is the lily of the valley
Clear is the water that flows from the Boyne
But my love is fairer than any.

It's not for the parting that my sister pains
It's not for the grief of my mother
'Tis all for the loss of my bonny Irish lass
That my heart is breaking forever.

Red is the rose that in your garden grows
Fair is the lily of the valley
Clear is the water that flows from the Boyne
But my love is fairer than any.