-Lamento
enormemente... -empezó Hércules Poirot.
Le
interrumpieron. No con brusquedad sino suave y hábilmente, con ánimo de persuadirle.
Por favor, monsieur Poirot, no se niegue usted sin considerarlo antes. El asunto
tendría consecuencias graves para la nación. Su colaboración sería muy apreciada
en las altas esferas.
-Es usted muy
amable -Hércules Poirot agitó una mano en el aire-. Pero, de verdad, me es
imposible comprometerme a hacer lo que me pide. En esta época del año...
El señor
Jesmond volvió a interrumpirle con su suave tono de voz.
-Navidad...
-dijo-. Unas Navidades a la antigua usanza en el campo inglés.
Poirot se
estremeció. La idea del campo inglés en aquella época del año no le atraía.
-¡Unas
auténticas Navidades a la antigua usanza! -recalcó el señor Jesmond.
-Yo... no soy
inglés. En mi país la Navidad es una fiesta para los niños. Año Nuevo; eso es
lo que nosotros celebramos.
-¡Ah! Pero la
Navidad de Inglaterra es una gran institución y yo le aseguro que en ningún
sitio podría verla mejor que en Kings Lacey. Le advierto que es una casa maravillosa,
muy antigua. Una de las alas data del siglo XIV...
Poirot se
estremeció de nuevo. La idea de una casa solariega inglesa del siglo XIV le
daba escalofríos. Lo había pasado muy mal en Inglaterra en las históricas casas
solariegas. Pasó la mirada con aprobación por su piso moderno y confortable,
provisto de radiadores y de los últimos inventos destinados a evitar la menor
corriente de aire.
-En invierno
-dijo con firmeza- no salgo nunca de Londres (...)
El señor
Jesmond empezó a hablar de nuevo de la Navidad inglesa.
-La
celebración de la Navidad, como se entendía en otros tiempos, está ya desapareciendo.
Hoy en día la gente se va a pasarla a los hoteles. Pero una Navidad inglesa a
la antigua usanza, con toda la familia reunida, las medias de los regalos de
los niños, el árbol de Navidad, el pavo y el pudding de ciruelas, los crakers.
El muñeco de nieve junto a la ventana...
Hércules
Poirot quiso ser exacto e intervino.
-Para hacer un
muñeco de nieve -observó con severidad- hace falta nieve. Y no puede uno tener
nieve de encargo, ni siquiera para una Navidad a la inglesa.
-He estado
hablando hoy precisamente con un amigo mío del observatorio meteorológico -dijo
el señor Jesmond- y me ha dicho que es muy probable que nieve estas Navidades.
No debió haber
dicho semejante cosa. Hércules Poirot se estremeció con mayor violencia.
-¡Nieve en el
campo! -dijo-. Eso sería aún más abominable. Una casa solariega de piedra,
grande y fría.
-Nada de eso.
Las casas han cambiado mucho en los últimos diez años. Tienen calefacción
central de petróleo.
-¿De veras hay
calefacción central de petróleo en Kings Lacey? -por vez primera, parecía
vacilar.
El otro se
apresuró a aprovechar la oportunidad.
-Claro que la
tienen -dijo-, y también agua caliente. Hay radiadores en todas las habitaciones.
Le aseguro a usted, querido monsieur Poirot, que Kings Lacey en invierno es en
extremo confortable. Puede que hasta le parezca que en la casa hace demasiado calor.
-Eso es muy
improbable.
Con la
habilidad de la práctica, el señor Jesmond cambió de tema.
Agatha Christie, El Pudding de
Navidad
No hay comentarios:
Publicar un comentario